Capítulo 50

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Poco más de dos semanas sin estar en la oficina comienza a estresarme. Contra todo pronóstico, Cohen hace un buen trabajo y Andrea se encarga de orientarlo con la ayuda de Barney y los otros jefes de departamento.

Con eso en mente, solo me falta revisar los informes de los últimos días y podría tomarme un día de descanso. O dos. El suave golpe contra la madera me hace levantar la cabeza de pantalla de mi laptop.

— ¿Christian? Gail dijo que querías verme.

Ana entra a mi estudio con Teddy en sus brazos, ambos sonrientes tan parecidos como dos gotas de agua. La única diferencia es su cabello. Donde el de Ana es lacio, el de Teddy hace rizos como el mío.

— Si. Estaba pensando que podría cuidar a Ted esta tarde para que ustedes vayan al Spa.

Su ceño se frunce con obvia molestia.

— ¿Por qué?

— ¿Por qué, qué?

— ¿Por qué quieres que vaya al spa? — Su boca se frunce en una mueca. — ¿Qué estás queriendo decir?

Mierda. Mantengo mi boca cerrada mientras busco las palabras adecuadas para no ofenderla.

— Creí que te gustaría tener un tiempo para ti porque sé lo estresante que puede ser estar encerrada en la casa. No es que me moleste tenerte aquí, solo digo que podrías divertirte con Gail, Andrea, mi madre y mi hermana.

— ¿De verdad? — Ahora sus cejas se arquean por la sorpresa.

Yo asiento.

— Le pedí a Andrea que hiciera la reservación, solo basta que digas que si.

Aún luce confundida, pasando su peso de una pierna a la otra y balanceando a Teddy con el movimiento.

— Supongo que puedo ir. Hmm... gracias. Dejaré a Ted con Eileen mientras trabajas.

Le hago una seña con la mano para que sepa que estoy de acuerdo y vuelvo a los informes por un rato más. Dos o tres horas después, el dolor de cabeza me impide continuar.

Cierro la tapa de la macbook sintiéndome fastidiado y busco en el gabinete un vaso de cristal y mi apetecible whisky escocés. Lo cierto en el vaso pero antes de que pueda dar el primer sorbo, escucho el llanto del bebé. Dejo el vaso sobre el escritorio y salgo a la sala con la niñera.

— ¿Qué ocurre?

— Lo siento, señor Grey. Creo que está un poco incómodo. Lo bañé, alimenté y saqué los gases pero sigue llorando. Tal vez si usted lo arrulla...

— Lo haré, dámelo.

Tomo al bebé conmigo y puedo ver sus pequeños ojos mirándome fijamente como si fuera la persona más interesante en el mundo. Me resulta gracioso porque Ana me miraba de la misma forma.

Me siento en el sofá acomodándolo boca abajo sobre mi pecho por si está cansado de estar acostado y acaricio su espalda con mi pulgar, Ted se duerme casi al instante.

Cierro los ojos disfrutando el silencio y me quedo dormido apoyando las manos en los costados de él para sentirlo. Entre mis sueños siento que el pequeño peso del bebé es alejado de mi.

— No. — Gruño y Ana frunce el ceño.

— No quería moverlo pero creí que estarías más a gusto si él dormía en su corralito.

— Estoy bien. — Veo su bolso en la mesita y la sigo hasta la cocina. — ¿Cómo te fue?

— Bien. Tenías razón, fue divertido.

Busca un vaso en el estante de la cocina y sirve un poco de agua fría sin mirarme. Luce más relajada, así que me acerco más a ella.

— Me alegro. Estaba pensando que... — Me detengo cuando el aroma de su cabello llena mis pulmones.

— ¿Christian? ¿Estás oliendo mi cabello?

— Si.

— ¿Por qué? — Se ríe.

— Huele a naranja. — Entierro mi nariz en su cabello. — Es agradable.

Apoyo los brazos en la encimera a cada lado de su cuerpo para que no se mueva mientras termino mi inspección. Debe ser el aroma en los productos del spa, porque su piel también tiene un ligero aroma a cítrico.

— Estás siendo raro de nuevo. — Ya no hay diversión en su voz.

Empujo su cabello castaño a un lado para inhalar el aroma de su cuello, el toque de mi barba crecida le ocasiona un escalofrío.

— Olvidé lo delicioso que hueles y lo mucho que me gusta tu piel tan suave.   — Mis brazos se cierran un poco más sobre su cintura. — Nena, sal conmigo.

— ¿Salir? ¿Como en una cita?

Mierda. ¿Por qué tiene que ponerle una jodida etiqueta a todo?

— A cenar.

— ¿Como amigos que cenan juntos? Podríamos invitar a José y a Mía, sería divertido.

— Sin ellos. Solo tú y yo. — Cristo, va a hacer que lo diga... — Una cita.

Abre la boca y la cierra de golpe antes de encoger los hombros. Empuja mis brazos para liberarse de mi.

— Voy a pensarlo, aún no sé si quiero salir contigo de nuevo.

¿Qué?

¿Acaba de rechazarme?

— No soy muy paciente, nena. ¿No puedes solo decir que si?

— No. — De nuevo esa sonrisa divertida. — Ya te lo dije, lo quieres todo o no quieres nada. Me cansé de jugar tus juegos, Christian.

— ¿Mis juegos? ¡Siempre haces lo que te da la jodida gana!

Mierda, eso no salió bien. No le grites, Grey. No jodas más las cosas. Exhalo antes de volver a hablar.

— Me refiero a que desde el inicio te ha costado aceptar mis ord... peticiones.

— Porque odio que me trates como algo menos que tu igual. No voy a ser tu mejor amiga que además es la mamá del bebé, también tengo sueños y aspiraciones qué cumplir.

El ambiente está tenso de nuevo y sé que no lograré mucho si seguimos de esta forma, regresando a la vieja costumbre de discutir. Enfócate, Grey. Cierra la jodida boca y vuelve al asunto de la cita.

— Aún quiero llevarte a cenar, ¿Cuándo tendré tu respuesta?

Sus labios se estiran en una sonrisa.

— Pídelo de nuevo pero trata que esta vez suene a pregunta, no a orden.

— Ana, ¿Te gustaría salir conmigo a cenar?

Palmea mi mejilla con la diversión brillando en sus ojos azules.

— ¿Fue tan difícil? — Muerde su labio inferior. — Claro, me gustaría salir en una cita contigo.

Se aleja para tomar a Teddy y subir las escaleras hasta la habitación, dejándome ahí solo con mis pensamientos. Sigo sin entenderla, ¿Solo tenía qué preguntar?

Todo en ella me resulta confuso ahora, ¿Quiere estar conmigo o no? Jodida mierda. ¿Y el loco soy yo?

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