Capítulo Extra 🖤 (4)

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— ¿Christian?

— Shh.

— ¿Qué haces?

— Shh. — Repito.

— ¿Por qué estás mirando la puerta? — Insiste la jodida chiquilla que tengo como esposa. — ¿Sabes que eso no la hará volver más rápido, cierto?

— Calla. — Gruño. — Es tu culpa de cualquier forma.

Ana se atraviesa en mi línea de visión sobre la puerta principal con las manos apoyadas en la cadera y el ceño fruncido.

— ¿Por qué es mi culpa?

— Porque dejaste ir a los niños con ellos.

— ¡Son tus padres! — Chilla.

— ¿Y? Sabes lo rebelde que es Ted y lo pequeña que es Phoebe, no deben salir solos...

— No están solos, Christian. Prescott está con ellos.

— No es suficiente. — Estiro el brazo para apartarla. — Ahora largo que voy a permanecer aquí hasta que regresen.

Veo por el rabillo del ojo que pone los ojos en blanco pero tiene la amabilidad de alejarse hasta el comedor. La escucho levantar el teléfono de la mesita antes de hablar.

— ¿Hola? ¿Grace? — ¿Qué mierda hace? — Christian se pregunta cuando volverán con los niños.

No escucho lo que mi madre dice, así que tengo que girar para ver a Ana y acercarme al teléfono.

— ¿Quedarse a dormir? — Repite mirándome.

— No, dile que no.

Ella levanta su pulgar para confirmar que me escuchó.

— Si, por supuesto.

¿Qué?

— Dije que no... Dame el puto teléfono. — Intento manotearlo pero ella se aleja. — Ana, maldita sea, dame el teléfono.

— ¡No! — Se ríe. — Tienen 10 y 4 años, pueden pasar el día con sus abuelitos.

— No, no pueden. — Bajo la voz para que solo ella me escuche y no Grace del otro lado de la línea. — ¡Ellos criaron a Mía!

— Exageras...

Su sonrisa se desvanece lentamente y sé que está pensando en mi interesada hermana. Es mi turno de arquear una ceja.

— ¿Sigues pensando que es buena idea?

— Mierda. — Sus labios se presionan. — ¡Estás volviéndome paranoica como tú! ¡Ya basta!

Pisotea todo el camino hasta la cocina y la escucho revisar los gabinetes para tomar un vaso... O una copa de vino.

Sin que ella pueda verme o escucharme, saco el móvil del bolsillo y le envío un mensaje a Taylor para que me encuentre afuera con las llaves de la camioneta.

Espero un par de minutos y salgo por la puerta principal de forma silenciosa hasta la suv. Si voy a ir a Bellevue a traer a mis hijos, necesito el auto con la silla de Phoebe.

— ¿Christian? ¿A dónde crees que vas?

Mierda.

Giro lentamente para mirar a Ana en la puerta con los brazos cruzados y a Taylor de pie detrás de ella. Supongo que la tensión es palpable, porque él retrocede hasta desaparecer.

Jodido cobarde.

— Salí a tomar aire fresco. — Señalo a la nada con desinterés.

— No me digas... — Finge sorpresa. — Porque parece que vas a salir.

— Olvidé algo en la oficina.

— ¿En la oficina o en Bellevue?

Carajo. ¿Podrías solo subir al puto auto y cerrar la boca?

— ¡Bien! — Chilla. — Iremos ahí pero solo para que veas que los niños están bien y no vamos a molestar.

Dejo de hablar porque no estoy seguro de poder mantenerme alejado. Ted, y sobre todo Phoebe, están muy apegados a nosotros y dudo mucho que puedan estar tranquilos en una casa que no es su hogar.

Ana sube a la suv y conduzco con Jason detrás de nosotros en el Audi hasta la casa de mis padres. Estaciono en la acera y apago las luces rápido para no llamar la atención de los otros vecinos.

Supongo que Taylor sabe que es una locura porque permanece en el audi mientras mi esposa necia y yo corremos por el césped hasta la ventana de la sala.

— No los veo. — Me quejo.

— ¿Y si están en el patio trasero?

— Hay demasiados mosquitos a esta hora de la tarde. Más les vale no exponer a mis hijos. — Gruño.

— Tal vez están cenando. — Ana se pega al vidrio para mirar. — ¿Ya podemos irnos?

— No.

— ¡Christian! — Chilla fastidiada. — Los mosquitos me están picando a mi.

— Es por tu voz, guarda silencio.

Ella golpea mi brazo.

— Eres un idiota, y los niños están bien así que podemos irnos.

— No lo sabes. Que estén tranquilos no quiere decir que están bien... ¿Y sí están llorando en la habitación de mis padres? ¿O si están asustados de Elliot? ¿O escuchando las jodidas historias sexuales de Mía?

— Creo que exageras. — Pone los ojos en blanco. — Grace y Carrick no lo permitiría.

— ¿Estás segura? No los conoces, ellos tienen trabajos demandantes y podrían no estar aquí.

— ¡Tienen a Prescott!

— ¿Y? — Gruño una vez más.

— ¡Estás loco!

Ana toma mi brazo y tironea para apartarme pero lo único que provoca es que pierda el equilibrio y ambos caigamos entre los arbustos que rodean el perimetro de la casa.

— ¡Agh!

— ¡Ay! Esa cosa tiene púas. — Chilla.

Nos quedamos en silencio porque la puerta principal se abre, sin duda por el ruido de las ramas crujiendo bajo nuestro peso.

— Quien sea que esté ahí, ¡Salga con las manos en alto!

Mierda.

La luz de la linterna me encandila, pero sé que es Prescott quien apunta su arma hacia mí.

— ¡Que salga, dije!

Levanto las manos al aire y me incorporo lentamente, con la chiquilla detrás de mí aferrada al saco.

— Somos nosotros, no dispares.

La linterna me ilumina y a la pequeña necia a mi espalda.

— ¿Señor Grey? ¿Señora Grey?

Antes de que pueda responder, Carrick asoma la cabeza llevando una escoba en la mano.

— ¿Todo bien? ¿Se fueron?

— Soy yo, papá.

Carrick entrecierra los ojos para mirarme y señala mis brazos en alto con su escoba.

— ¿Qué están haciendo ahí? — Se ríe. — Grace cariño, ¡Son Christian y Ana!

Mierda.

Mamá también se asoma seguida de las pequeñas figuras de mis hijos.

— ¡Papá! ¡Mamá! — Chilla Ted. — ¡El abuelo Carrick hizo panqueques de chocolate!

— Carajo. — Me quejo. — Sabes que si comes demasiado puedes enfermar.

Phoebe, sería como de costumbre, se lanza a mis brazos y se aferra a mi cuello.

— Hola, pequeñita. ¿Extrañaste a papá?

— Si.

Ana besa la cabeza de Phoebe y me mira con una pequeña risita.

— Bien, tu ganas. Los llevamos a casa con nosotros. Ted, despídete de tus abuelos.

Asiento sin soltar a mi hija y vamos todos dentro de la casa.

— ¡Pero quiero terminar mis panqueques! — Teddy frunce las cejas.

— Te haré panqueques en casa, ¿Está bien? — Ana sonríe pero mi hijo me mira confundido.

— No, no, está bien. Esperaremos a que terminen de cenar. — Señalo con la cabeza la cocina, bajando a Phoebe. — No queremos que mami cocine, ¿Verdad?

— ¡No! — Chillan ambos y corren hacia Grace.

— ¡Christian!

Mierda.

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