Capítulo N°4 : El Infierno se encuentra en el corazón vacío (V)

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En la oscuridad de mi habitación, solo por el reflejo de la computadora podría alguien ver mi rostro. Pienso que al escribir, asumí, nacerían ideas nuevas, pero en lo único que podía pensar era en el mail. Navego por internet buscando alguna forma de rastrearlo no obstante, como supuse, es imposible. Entonces decidí, a duras penas, centrarme en la novela. Bebo un trago de agua y comienzo a escribir:

Jack, luego de haber asesinado a Summer, decidió que lo mejor era detenerse un tiempo. El lado oscuro de su ser estaba tomando posesión, pedía cada vez más sangre y eso lograría que cometiera un error. Se sirvió un café y miró un rato las noticias. Observó que se tomaba con sutileza el asesinato de Summer y eso lo enfureció. Arrojó su taza contra la pared. ¿Por qué no era tomado en serio?, ¿por qué era objeto de burlas? Caminaba de un lado a otro agarrándose la cabeza, hablando en un idioma que creó en su infancia que tiene tintes de latín. «Ludum non ego occidam omnem». Lo repetía una y otra vez. Su rostro se transformaba como un hombre lobo cuando mira la luna llena. Debía matar para que cada persona de Citybell temblara de miedo al sentir su nombre, que la palabra Jack sea signo de los peores presagios. Desea matar, él ama quitar vidas. Pero no es el momento, no ahora.

La policía no va a lograr detenerme con estos juegos infantiles dijo en voz alta Ahora que comprendí sus artimañas, moveré la siguiente pieza su risa se pudo sentir por toda la casa.

En su garaje poseía un pizarrón con el nombre de cada una de sus víctimas, con su noticia correspondiente. Para tranquilizarse le gustaba leerlas una y otra vez. Y, de paso, recordar el momento de los asesinatos. Encendió un cigarrillo y lo fumó con tanta delicadeza como si se tratara del último en el mundo. Colocó música de ambiente para meditar y comenzó a analizar su siguiente víctima, esta vez elegiría un hombre. No estaba seguro si joven o mayor. Si casado o soltero. Lo que sí sabía con certeza era que en pocos días habría otro nombre escrito en su pizarra.

Me despierto del mundo literario al escuchar las noticias que hablan del hombre que murió en el incendio, corro al encuentro del televisor que está en el living. Lo coloco a máximo volumen.

La autopsia ha determinado que la causa del deceso de Robert fue un homicidio. Los análisis de sangre han determinado que tenía altas dosis de Clorzoxazona, un potente miorelajante. Por lo cual se pudo deducir que la víctima fue sedada y quemada viva. Por ahora no hay sospechosos, el fuego quemó todo tipo de evidencias. La policía sigue trabajando en el lugar.

Clorzoxazona digo en voz baja ¿por qué ese nombre me es tan conocido? me sirvo otro vaso de agua y apoyo mis codos sobre la mesada de la cocina. Mi ansiedad es mayor y comienzo a caminar de un lado a otro. Pienso y pienso pero no logro saber de dónde conozco ese medicamento. Clorzoxazona y hombre quemado, en algún lado vi esa relación. En un momento dado, el vaso se resbala de mi mano derecha y muere en mil pedazos en el cerámico.

—¡¡¡No puede ser!!! —grito mientras corro a mi habitación... busco entre los archivos de mi computadora y encuentro uno que dice Capítulo dos:

Jack, escondido en la habitación de Robert, prepara su jeringa con Clorzoxazona, un potente miorelajante, necesita paralizar a su víctima ya que es un hombre robusto y, en iguales condiciones, Robert ganaría. Cuando él ingresa a la habitación, Jack le inyecta la jeringa en el cuello sin darle tiempo a reaccionar. Luego de un par de segundos, que parecieron minutos de batalla, Robert cae al piso golpeando fuertemente su cabeza. Jack deslumbra con su habilidad para someter a sus presas. Cada vez es mejor, sin dejar a la deriva ningún detalle. Lo Levanta con mucho esfuerzo y lo coloca en la cama en una posición natural, simulando que se encontraba durmiendo. Le plantó un cigarrillo en la mano derecha y roció el cuerpo con un acelerante común y corriente. Contó hasta diez y encendió un cerillo... se sentó a observar mientras se consumía la madera, cada centímetro aproximaba la muerte de su víctima, la cual sufriría un gran dolor dado que estaba consciente pero inmóvil. Robert se convertiría en una bola de fuego cuando el cigarrillo se resbalara y, como un artista que ve su obra al fin terminada, a Jack le brillaban los ojos. Se retiró con una leve sonrisa, sabiendo que lo que el fuego no destruyera lo harían los bomberos.

—Te lo mereces —dijo en voz alta cuando cerró la puerta.

Jack no buscaba ser salvado en esta ocasión, el sentía que hacia un trabajo de purificación.

—¡No lo puedo creer! —digo dando un puñetazo a la pared—. Alguien esta imitando el asesinato de mi novela en la vida real, entonces el mail era cierto, todo lo que ocurra en la ciudad será mi culpa...

No sé qué hacer, estoy demasiado nervioso, no puedo dejar de temblar, ¿cómo puede ser? ¿Será alguien que me odia?; ¿o simplemente una persona que se quería vengar de Robert y encontró mi novela en internet y ahora quiere culparme? No lo puedo permitir, no lo debo permitir, pero si voy a la policía ahora, sin pruebas más que el mail y la relación entre las muertes, pueden condenarme a mí, me desplomo en la silla. Solo me queda esperar... Solo resta saber si este desquiciado seguirá matando... Mi corazón late a mil por hora... y, si es así, nos enfrentaremos...

Solo él y yo...

Nada de intermediarios...

Él, el señor Frykt y yo...

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