• Parte 3

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Colin no la odiaba, pero tampoco iba a fingir que le agradaba cuando las cosas estaban casi fuera de sus manos. El padre de la joven era algo opuesto a lo que aparentaba ser su hija.

—Gracias de todas formas por tomarte las molestias en comprarlo. Te lo dejo aquí —lo apoyó sobre el escritorio de la mujer—. No sé si quieres dármelo el sábado o antes.

—¿Por qué debería entregártelo el sábado frente a los demás?

Patsy se asombró ante la pregunta, no podía ser tan bruto en decirle eso.

—Era una sugerencia, no estás obligado a hacerlo si no quieres.

—No, no quiero.

—Bueno, entonces no sé cuándo querrás avisarme para dármelo.

—Mañana mismo lo cambiaré y mañana mismo te avisaré para que te lo vengas a buscar.

—De acuerdo. Te dejo mi número.

—Lo buscaré en la página de la empresa, de seguro estás como la jefa del departamento de maquillaje.

—No, ¿tienes dónde anotar el número? —le preguntó a la mujer y esta enseguida le dio un bloc de notas y un bolígrafo—, gracias.

La joven no tardó tanto en escribirlo junto a su nombre y se lo entregó a él, pero este le dijo que se lo dejara a la secretaria.

—Gracias de nuevo, buenas tardes y hasta pronto.

Cuando los dos vieron a la chica entrar al ascensor y las puertas se cerraron, Patsy lo miró con atención a la cara.

—¿No le parece que se pasó de la raya, señor?

—No tengo obligación de comportarme como un caballero con ella, nuestro matrimonio será por conveniencia, sobre todo para su familia, y porque sé que la empresa Allister está a punto de quebrarse, sino es que ya lo está. Conveniencia y negocios, nada más.

—Sí, nada más —acotó con gracia.

—¿Por qué me pones esa cara?

—Las empresas son rivales y esto es como un Romeo y Julieta moderno.

—No digas pavadas. ¿Sabes que el contrato prenupcial tiene dos cláusulas?

—¿Hay contrato prenupcial? —cuestionó sorprendida y levantando las cejas—. Me parece una locura.

—A mí no me lo parece, pero sí lo que piden. Me iré al estudio de abogados y luego a mi departamento, hasta mañana.

—Hasta mañana, señor Evanson.

Cuando Colin salió con su coche del estacionamiento de la empresa, vio en la parada del autobús a su futura prometida esperando por el transporte. Lo dejó intrigado saber que se manejaba así y no con la comodidad de un chofer o su propio vehículo, pero tampoco iba a ser su caballero montado en el corcel para subirla y dejarla en casa.

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