Famosa

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-A partir de hoy, seas del color que seas, tendrás cabida en el país que Don Leo imaginó para ti -Erick retomó su discurso de resurrección entre los vítores de la muchedumbre-. Porque sí, Don Leo ha soñado un país a tu medida. A la medida de los ricos, a la medida de los pobres, a la medida de los trabajadores, de los jubilados, de los incapacitados, de los parados. ¿Sabéis por qué?

Ante la pregunta, aparentemente retórica, se hizo un silencio contundente, como una lápida.

-¡Porque hoy estamos aquí pero mañana no se sabe! -Erick abrió su camisa con fuerza, con un gesto a lo Clark Kent, dejando ver las costuras de sus heridas, casi letales.

Los aplausos escalaron y dieron paso a gritos, chillidos, cánticos. Erick hizo una señal con los brazos, pidiendo al público apaciguarse.

-Damián De Mena, de la científica, está aquí para ayudarme a darle al país, en mi nombre, en nombre de todo el equipo de campaña de Don Leo, de su futuro gabinete y de él mismo, una explicación a todo lo que ha pasado en los últimos días -Erick dio paso a Damián en el atril, que no parecía muy convencido de tener que hablar. De hecho, no recordaba que en ningún momento se le hubiera dicho que tendría que hacerlo.

-Buenas noches. Como máximo responsable de la policía científica, es mi deber rendir cuentas a la ciudadanía, sobre el intento de magnicidio sufrido por Don Leonardo Castillo, que acabó con su jefe de campaña, Erick Matallanas, recibiendo dos heridas, que podrían haber sido fatales, en el abdomen.

Los susurros de los periodistas se colaban entre el ánimo de la multitud.

-Para el señor Matallanas ha sido muy duro mantenerse en el más estricto de los anonimatos durante estos días, viéndose obligado a combinar su dificultosa recuperación con el dolor emocional de ver cómo se fracturaba el país. Ha sido un sacrificio demandado por la institución a la que represento, en aras de mantener su estado y su paradero bajo estricto secreto de sumario, y avanzar de esta manera en la busca y captura del sicario y en la detección oportuna de nuevas amenazas contra la vida de Don Leo.

De Mena se alejó del atril. No pensaba embarrarse más en aquella pantomima. No iba a aceptar preguntas de los periodistas ni a seguir apilando mentira sobre mentira a riesgo de que algún detalle se le olvidara y quedara al descubierto.

-Me gustaría, como hombre de país y hombre vuestro que soy, quedarme más tiempo recibiendo estas demostraciones de amor. Persiguiendo vuestro perdón tras estos momentos tan difíciles que las circunstancias nos han hecho pasar a todos y, sobre todo, agradeciendo que os hayáis echado a la calle como lo habéis hecho, para pelear por la integridad de Don Leo, que es la integridad de toda nuestra estructura democrática. Pero soy más útil en la trastienda, con todo el equipo, diseñando el futuro que cada uno de vosotros merece. Hay mucho por hacer en este país para hacerlo funcionar con orgullo patrio, con carácter democrático y con plena justicia y bienestar social. Con vuestro permiso, me retiro a hacerlo. ¡Levante la mano quien hoy se sienta azul!

Centenares de personas vestidas de rojo expresaron su repentina azulidad apuntando las manos al cielo.

-¿Qué mierda es esa de que somos azules? -Ruth tenía ese tic que le hacía mover la boca, como si rumiara, hablando embalada, sin ser capaz de parar-. La Junta Electoral nos va a mandar a paseo, Erick. Una cosa es que mi padre esté como un cencerro...

-Déjame respirar, Ruth, ahora no...

-y otra es que tú, grandísimo subnormal, le sigas el juego. No puedo entender, siquiera, por qué no me miras cuando te hablo. Te acabas de cargar lo que nos quedaba de campaña. Te acabas de limpiar el culo con la última...

-Ruth, confía por una vez en la vida. Te he mantenido a flote, te seguiré manteniendo a flot...

-esperanza que teníamos de ganar estas elecciones, ¿sabes por qué? Porque no habrá elecciones. Porque nos van a meter las urnas derechito por el culo. Porque a Alicia Suárez se le debe estar haciendo el culo Pepsicola ahora mismo mientras piensa...

-Lara, dale un Valium, pégale un tiro. Lo que sea...

-cuántas querellas nos va a meter y cuántas multas nos vamos a comer por pretender apropiarnos a estas alturas del color de su partido. ¿Y sabes qué va a pasar? Que nos van a decir que nos comamos un pie. Que nos va a tocar ir a las elecciones con el rojo...

-Ruth, no puedo pensar, he visto algo que me tiene alterado, ahora no...

-borgoña de los cojones y la sarta de viejas a las que te has metido en el bolsillo no va a entender que esos somos nosotros, porque les has dicho que somos los azules y se van a ir con toda su senilidad y sus pañales meados a darle los votos a la zorra del infierno de Alicia Suárez, mientras tú y la decrépita de tu madre...

Erick se giró súbitamente, cogió a Ruth por el cuello y la estampó contra la pared.

-Ahora mismo me vas a explicar cómo cojones acabó mi madre metida en esto.

Lara Ayestarán y Damián De Mena intentaron separarlo, pero Erick era un bloque, una guillotina de tonelada y media, clavado en el suelo y con la mano soldada al cuello de Ruth, el candidato, su verdadera jefa, la verdadera futura Presidenta de Gobierno, esa mujer entonces indefensa cuyos ojos empezaban a llenarse de sangre.

-Erick, escúchame a mí -intervino la psicóloga-. Se referían a tu madre porque Alicia Suárez le puso una trampa... sé que tienes dudas sobre Ruth, sé que Ruth te debe muchas disculpas y está claro que...

Seguía sin atender a razones, estrangulando a la pelirroja que empezaba a retorcerse, desesperada. Damián decidió que la situación había escalado suficiente y que había que controlarla de cualquier manera. Tensó su mano, juntando los cuatro dedos, desde el índice hasta el meñique y con el canto de este asestó un golpe perpendicular, seco, en una de las heridas de Erick.

-¿Qué le haces? ¡Déjale! -Paula se echó sobre De Mena, que mantenía a Erick reducido, en el suelo.

-Este tío está fuera de control.

-Damián, ya -Lara puso la mano sobre el hombro del policía-. Nos hemos alterado todos porque la jugada de Alicia Suárez ha sido muy sucia. Y probablemente perseguía algo así, una reacción de caos entre nosotros -cambió la mano, posándola ahora sobre un dolorido Erick-. ¿Te ves capaz de estar tranquilo o necesitas que vayamos a algún sitio en el que podamos hablar y yo pueda contarte lo que sé sobre este asunto?

-Estoy bien -Erick hablaba con dificultad-. Estoy bien, Lara. Podemos hablarlo aquí.

Paula le ayudó a incorporarse y a apoyar la espalda en la pared, con las piernas dobladas, casi hecho un ovillo, y se sentó a su lado, en el suelo, adoptando prácticamente la misma postura. Rodeó su espalda para abrazarlo y poner su mano en la zona de la herida magullada por Damián.

-Mira, tenía esto aquí, por si acaso -abrió su otra mano y le dejó ver una pastilla.

-¿Esto es...

-Sí, no son las que te mandaron, sino las otras, las que son más fuertes. ¿Voy a por agua?

-Aquí está -Lara le acercó un botellín.

-Bueno, veo que la muerte te ha sentado regular, ahora le pegas a las mujeres -dijo Ruth, con la voz mermada-. Aunque no voy a negar que, de vez en cuando, un poco de asfixia no viene mal... ¿Te has puesto cachondo, Erick? -Se puso de cuclillas delante de él para clavarle la mirada-. ¿Te has empalmado mientras me lo hacías?

-Ruth, por favor -Lara dio un leve tirón al brazo de Ruth para hacerla levantarse y contener la situación-, ya está bien...

-Porque tú te empalmas, ¿no? -Increpó, mordiéndose el labio.

-Lo siento, Ruth... estabas en bucle, no parabas, yo estaba mal, por algo que vi ahí, desde el podio, entre la gente... y, al oírte nombrar a mi madre, directamente perdí los estribos...

-¿Ella? -Interrumpió Paula-. ¿La viste a ella? Tú solo te vuelves loco cuando algo tiene que ver con ella...

-¿Qué le ha hecho Alicia Suárez a mi madre? -Erick quiso desviar la atención de Paula.

-¿Que qué le ha hecho? ¡La ha hecho famosa! -Dijo Damián.

-¿Qué?

-Erick, vamos a contarte todo, pero tienes que estar tranquilo...

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