Ministro de Baloncesto

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-¡Buenos días, niños! Soy vuestro nuevo profe de baloncesto. Y, para empezar a conocernos unos a otros, quiero que me contéis un momento importante en el que hayáis tenido que liderar al resto de vuestros compañeros. Algo así como un terremoto... o... un... incendio.

Solo una mano se agitaba entre el resto, deseosa de llamar la atención. Con un gesto amable, le dio el turno de palabra.

-¿Desde cuánto tenemos un profe de baloncesto? -Preguntó ella.

-Desde... siempre, ¿no? Yo de pequeño tenía uno.

-Sería una extraescolar... 

-No. Eran clases normales... de baloncesto.

-Vale.

-¿Cómo te llamas?

-Lucía, ¿y usted?

-Rob... Abraham. Soy Abraham, el profe Abraham. Y, bueno, Lucía, ¿tienes algo que compartir con tus compañeros?

-¿La merienda?

-No. Me refiero a una historia en la que tú o alguno de ellos haya...

-Ah, sí. Bueno... cuando se quem...

-¿Usted quién es? ¿Qué está pasando aquí? -La voz de la jefa de estudios sorprendió a Robert, que echó a correr fuera del aula, atravesó el pasillo y se encerró en su coche, aparcado en la puerta del colegio.

Puso el motor en marcha, marcó un número de su agenda y condujo para alejarse unos cuantos metros.

-¿Qué pasa?

-Erick, la he liado parda...

-¿Por qué? ¿Qué has hecho?

-¿Quién es? ¿Es Paula? -Mia se acercó con el perro en brazos, intentando escuchar la voz al otro lado del auricular.

-¿Con quién estás, Erick? -Robert sonó sorprendido, desde el otro lado-. Esa es la voz de... ¿Pero cómo puedes ser tan cabronazo, tío?

-Erick, dile a tu amiguita que estamos compartiendo un momento en familia -Mia alzó la voz, intentando que se escuchara-, ¡porque ahora somos uno más!

-¡Os calláis los dos, carajo, me cago en mi puta vida! ¡Ya está bien! Mia, no estoy hablando con Paula, estoy hablando con R...

-¡Así que sí que estás con ella! -Gritó Robert al otro lado.

-¿Sabes qué? No me tienes que vigilar con quién cojones hablo, ¡joder! Como si le mando una fotopolla a Paula o dos fotopollas a Paula. Estás insufrible. Me largo de aquí...

Erick dio un portazo y bajó hasta el hall del edificio, con Robert dando voces a través del teléfono.

-Ya puedo hablar. Dime, ¿en qué coño te metiste?

-Tú en el de mi mujer, por lo visto...

-Robert, no seas infantil...

-Ha dicho que aumentáis la familia... ¡Lo he escuchado!

-Porque alguien le ha comprado un perro...

-Ay, Erick, qué mono, qué majo, qué detallista y qué hijo de la gran puta y manipulador que eres...

-¡No he sido yo!

-¿Cómo?

-Escucha, ¿podemos dejar para después el asunto del perro? Más bien, cuéntame tú. Me dijiste que la habías liado, ¿se puede saber qué has hecho?

-He venido al colegio... al colegio del incendio.

-¿Qué? ¿Por qué has hecho eso?

-Estábamos buscando a Mia y me dejaste solo a mí con el marrón porque tenías que levantarte de entre los muertos, ¿o se te olvidó?

-Mierda... Pero, ¿por qué fuiste ahí?

-Quería hablar con los niños...

-¿Querías hablar con los niños?

-Me hice pasar por su nuevo profe de baloncesto.

-¿Los niños tienen profe de baloncesto?

-Sí, coño, es la segunda vez que me preguntan lo mismo hoy, no es tan raro...

-Ehm...

-Yo tenía uno...

-Sería una extraescolar...

-El caso... que estaba a punto de que una niña me dijera algo del incendio y con eso quería tirar del hilo por si Mia había vuelto por allí... como la psicóloga esa dijo que igual se había ido a buscar a alguien que le creyera yo pen...

-Tú pensaste en sus alumnos...

-Sí, lo que me habías contado, de que sus alumnos habían declarado que ella estuvo todo el tiempo con ellos y...

-¿Y?

-Y entró alguien del colegio...

-Mierda... ¿Te vieron?

-Verme, me vieron... pero salí corriendo, lo más rápido que pude... Lo que no sé es... si el colegio tiene cámaras.

-Joder... vale. Robert, escúchame bien: encontré a Mia hace nada, de hecho, me encontró ella a mí. Fue al mitin y después a la residencia de mi madre. No he ido a buscarla sin ti y no te he ocultado nada...

-El mitin fue ayer... ¿Pretendes que me crea que en menos de veinticuatro horas has creado una familia feliz, con perro y todo?

-A ver, Robert... eres un buen tipo, pero también eres un pedazo de pijo malcriado y repelente. Entiende que no la busqué yo, sino ella a mí, y que no tengo la menor idea de quién cojones le compró el perro. De hecho... hasta pensé que podrías haber sido tú.

-¿Y yo por qué?

-Por hacerle la pelota... no sé... por joderme a mí... es que no sé. Estoy rayadísimo con el tema del perro, me he enterado hace media hora de que ahora tenemos perro...

-¿Tenemos? La familia feliz: la virgen, San José y el perro...

-Es una forma de hablar, porque están en mi casa -Erick dudó por un momento si debía o no confiar en el todavía marido de Mia-. Robert... ¿Por qué te dio por mirar en la guantera de mi coche?

-¿Qué?

-En mi coche. ¿Por qué te pusiste a hurgar? Cuando diste con el estuche de joyería... ¿Por qué hurgabas?

-Ah, es una manía que tengo desde niño. Cuando me aburro, reviso cosas. Abro bolsos, cajones, muebles... por lo visto tengo algún nivel de déficit de atención y me cuesta estarme quieto, así que revisar cosas, ya sabes... papelitos, etiquetas, lo que sea... cuando me aburro o me pongo nervioso, hacer eso me relaja -Robert hizo un silencio tenso, midiendo que no se le destemplara la voz-. ¿Le has dado el anillo ya?

Erick recordó que, en el trayecto desde la cárcel hasta su casa, Mia le contó que Robert siempre parecía tener la mente en otra parte, que estaba con ella, pero la hacía sentir ignorada, que tamborileaba los dedos en la mesa o se daba palmadas en las rodillas, como si compartir una cena con su mujer fuera un suplicio, que miraba el móvil mientras hacían el amor, que sacaba y metía la ropa de los cajones para fingirse ocupado y darle esquinazo a los planes que ella le proponía. Todo aquello la frustraba y, en su día, a Erick le hizo pensar que su sucesor era un auténtico gilipollas. Sin embargo, parecía consistente con su explicación del por qué abrió la guantera y encontró el estuche. Además, había vuelto a preguntar por el anillo, con lo cual, estaba claro que Robert no sabía nada de las amenazas, ni sabía que aquel estuche, en realidad, como todos los demás, exceptuando el que había llegado en la caja del perro, contenía una bala.

-Necesito que nos veamos. Voy a tu casa, ¿vale? Necesito que vayas directo allí, no te entretengas con nada, no cojas ninguna llamada y no llames a nadie. Al llegar, necesito que guardes el coche, tapado con la lona, y no lo saques en varios días. Voy a arreglar el tema de las cámaras del colegio, pero tienes que hacerme caso en todo y... hay algo más que quiero contarte.

-Vale. ¿Me van a joder vivo por lo del colegio? ¿Verdad? Mi familia va a flipar...

-Olvídate del colegio. Eso déjamelo a mí. Y, para que conste, que sepas que fue un plan de peli de aventuras para niños, ineficiente y ridículo, pero, visto así, incluso demuestra que eres bastante inocente, que has tenido huevos y que quieres a Mia. Así que me sirves, ahora mismo, eres la clase de gente que necesito conmigo. Porque ahora mismo estoy buscan...

-¡Me vas a hacer llorar con tanta declaración! -Interrumpió Robert, riendo socarronamente-. ¿Qué pasa, chiquitín? ¿Me estás ofreciendo ser tu Ministro de Baloncesto?

-¡Pues claro, cabrón! -Erick rió a través del móvil-. Puede que tú y no no seamos tan distintos después de todo...

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