Our Dance

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Nota: Para un mejor deleite, se recomienda leer este OS mientras se escucha un loop del instrumental de la canción Stay, perteneciente a la artista Rihanna.

Giras, giras y giras y lo vuelves a hacer.

Yendo, avanzando lento, llevándote mis ojos y mi corazón contigo.

¿Cuántas veces he intentado no ceder?

¿Cuántas veces has sido dueño del único concepto que percibo como arte?

Tus movimientos son perfectos, cuidadosos y delicados. La manera en que te mueves hace que el público pierda el juicio.

Todos nos rendimos ante ti.

Estoy tan perdido en tus deslices, Jeon Jungkook, que no hay forma de que deje de desear mirarte bailar para siempre... pero, luego, ella se aproxima y siento que me quemo ante su sincronización.

Si el escenario ya era tuyo, con ella lo conviertes en algo más que especial. Pones tu mano en su cintura y la multitud engrandece sus ojos; ustedes son tan perfectos juntos, hacen la combinación más armónica que jamás imaginé existir.

Pasión y entrega, eso es lo que veo en su baile; por eso se han convertido en el acto de la noche y por eso mismo brillan así de bien.

¿Te estás entregando a ella, Jungkook?

Mi mente se pierde un momento mientras me pregunto si conviven fuera del estudio: la confianza con la que danzan no es fácil de conseguir, deben conocerse muy bien.

De pronto, vuelvo en mí y te veo bajo el reflector, eres el protagonista: luces tan increíble que me llenas el alma con solo el movimiento etéreo de tus brazos. La música te guía y mi boca se abre ligeramente para ponerme a babear desde mi sitio.

Quisiera conocerte también.

Pero mi corazón da un vuelco cuando tus ojos caen sobre los míos y me pillan comiendo tu existir. Sonríes y quiero pensar que no es porque mis mejillas se han coloreado de la pena.

Con tan solo un segundo de tu atención, me hiciste volar hasta el cielo; sin embargo, es a ella a quién elevas verdaderamente. Tus manos envuelven su cintura y la paseas por la pista completa, mirándola con ternura. Entonces, no sé si lo que vi fue acertado o aquella magnífica sonrisa iba en otra dirección.

Lo siento, solo adoré pensar que tu felicidad ocurría por mí.

Sus brazos se levantan y tus manos van a acariciar su largura.

Quise transformarme en esa piel, quise que me tocaras así, que tus manos recorrieran mi cuerpo con intensidad, que me acariciaras con soltura y me erizaras los sentidos.

Quise ser parte de todo eso.

Quise convertirme en ella.

Si tan solo fuera así.

Volaron por el escenario y se sonrieron mutuamente, disfrutando de su buen arte admirable.

Yo también quiero volar contigo... quisiera poder hacerlo.

Me refugio en mi cobardía intentando apreciarlos, pero me es imposible porque recaigo en lo que en la coreografía prosigue: tomas sus mejillas y plantas tus labios suaves sobre los suyos rosados.

La besas.

Se besan.

Y me duele el corazón entero, otra vez.

¿Cómo es que esto sigue afectándome así?

He visto tus ensayos cientos de veces, he sido un espectador tras la cortina por meses, completamente consciente de que haces esto una y otra vez: con esa necesidad tan pura, que me hace querer arrancarme los ojos por no ser ella. De todos modos, quiero correr y decirte que ser el mejor bailarín no implica que debes aceptar cualquier coreografía que Madame Ryujin considere magnífica.

Estoy loco, en conclusión.

Tú solo eres arte creando más arte y esto es justo lo que amas hacer, ¿Por qué pienso que te molesta efectuarlo, si ni siquiera te ves incómodo con ello?

Me enojo conmigo mismo, odio sentir este dolor así, sabiendo que solo estás danzando.

¿Con qué derecho tomo esta posición?, ¿Por qué me siento tan ofendido y triste?

Solo hemos hablado una vez desde que ingresé en el club. Esa noche llovía a cántaros y yo no tenía el valor de caminar bajo la lluvia. Te acercaste, me ofreciste tu sombrilla y, cuando la tomé, saliste corriendo hacia la intemperie. Me arrepentí de haberla aceptado, supe que te resfriaste; no obstante, aún la tengo en mi habitación como el objeto más sagrado dentro de ella y, por lo que he analizado, creo que no te la regresaré: cada minuto que pasa me hace perder el valor de sostener tu bonita mirada alegre.

Me gustas tanto y te pienso tanto, que ya considero que merezco ir a un manicomio por estar tan obsesionado contigo.

Quiero creer que es tu baile el que me atrae, pero lo haces todo tú, hasta el último fino cabello de tu melena negra.

Estoy enfermo de ti... Y lo peor es que no quiero curarme.

El público se pone de pie y es cuando caigo en cuenta que todo ha terminado. La abrazas con necesidad y ella se aferra a ti, cómo si fueras lo único que tiene: ojalá que no sea así.

Agradecen y salen de escena, haciendo que mis ojos vuelvan a estar en penumbras al no poder verte más, al no disfrutar de tu anatomía y de la hermosa obra de arte que eres.

Las luces se apagan, el telón se desprende y ya no hay nada más. Las personas se dispersan y el bullicio que comenzó segundos antes, también se va con ellos.

De repente, me quedo completamente solo, cómo lo estuve desde un principio. No me he movido de mi sitio: mi corazón sigue palpitando con extrañeza, esa que siento siempre cuando me conmueves hasta el alma.

Suelto un suspiro al viento y la estela de lo que pudo ser una declaración de amor, solo se extiende por el sitio, dejándome más vacío de lo que ya estaba.

Doy un paso, resignado a irme también, pero el recuerdo de tus manos extendiéndose con armonía hacia el viento, me eriza la piel; es entonces cuando lo decido, verifico que no hay nadie más en el lugar y me acerco a los controles de sonido, donde doy inicio a la melodía de la que fuiste protagonista, antes de que todo el mundo te lanzara flores.

Y, haciendo su papel, entro en la pista, imaginando que te acercas a mí con esos pasos de baile que tengo más grabados en mi mente que mi propio nombre.

Me paseo y recorro la piel de mis brazos con mis propias manos, usando toda la delicadeza con la que he visto que tú lo haces con ella.

Giro e imagino que tomas mi mano, dándole forma a este baile que solo yo estoy efectuando. Me haces volar y siento que tu rostro está cerca del mío, al punto en qué puedo sentir tu aliento. Sonrío. Siento que bailo entre las nubes cuando tus manos deberían estar en mi cintura, ejerciendo el equilibrio necesario para que éste baile sea más que especial.

Te abrazo mentalmente y me dejo guiar por la melodía, levantando mis brazos al aire con sutileza y haciendo que mis piernas dancen también, girando en una sola mientras debo tener tu tacto cercano.

Lo estamos haciendo de maravilla, Madame Ryujin seguro nos elegiría como acto principal si pudiera ver lo bien que encajamos.

Y es en ese momento cuando mi corazón se quiebra... cuando siento que lloraré lágrimas de sangre por analizar que no estás y que no me harás volar con tu cariño, porque esto solo está en mi mente y cada vez estoy más loco.

¿Por qué tuve que fijarme en ti?

¿Por qué dejé que me cautivaras?

¿Por qué enloqueciste mi corazón?

—Taehyung —escucho tu voz y me derrito. Ya he perdido la poca cordura que me quedaba: tu voz me es tan familiar, que soy capaz de imaginar que pronuncias mi propio nombre—... Taehyung —vuelves a decir y mi corazón enloquece cuando clavas tus dedos en mi cintura, a la par que tu nariz en mi cuello. Estás aquí, no estoy soñando, estás fundiéndote en mi cuerpo. Giro mi rostro, tratando de encontrarte a mis espaldas y solo diviso tu precioso cabello negro, cayendo sobre mi hombro; de verdad me estás tomando—... Tae —pronuncias, haciendo que todo dentro de mí se estremezca y es entonces que analizo que sabes mi nombre, ¿Cómo es eso posible?—. Déjame —murmuras y tus brazos enrollan mi cuerpo con fuerza, cómo si estuvieras tratando de retenerme ahí, en tu calidez y ternura—... déjame bailar contigo —propones y siento que me muero.

—Jung... Jungkook —trato de alejarme, pero te aferras a mí. No comprendo qué es lo que está sucediendo ni en qué momento te has aproximado de nuevo al lugar, tampoco sé si he escuchado bien aquello que has dicho, pero no sabes cómo deseo que sea certero—... Koo.

—Por favor —pides y por alguna extraña razón siento que estás desesperado: quizá me lo dice tu respirar, pues mi cuerpo entero reacciona a él y me contagias tu completo sentir—... solo una vez —ese ruego es demasiado para mi corazón, tu susurro se adhiere en mí y es cuando logro girarme entre tus brazos, no sabiendo de dónde he sacado la fuerza para encarar tu bello y blanquecino rostro.

Entonces, me ves.

Tus ojos se pierden en los míos y siento que te conectas con mi alma, dejándome una sensación inigualable, una que me calienta el pecho.

—Jungkook —sin embargo, es lo único que puedo articular.

—¿Está mal que quiera sostenerte? —preguntas y tus ojos brillan con algo de dolor—, ¿Está mal que necesite estar cerca de ti?... Todas esas veces en que he imaginado que te tomo y que te elevo hasta el cielo, que te abrazo con fuerza y que no te dejo ir, que me aferro a ti y te conduzco a una danza sobre los más suaves pétalos de rosa, ¿Han estado mal?

—No —es lo que digo y ni siquiera entiendo cómo es que puedo responderte; no obstante, tus ojos se abren un poquito más y suavizas tu expresión, sin dejar la seriedad de lado.

—No sé qué es lo que estoy sintiendo ahora, Taehyung, pero, si decido irme...

—No —vuelvo a decir, cómo si tuviera la capacidad de prohibirlo—... Yo —murmuro y llevo mis manos hasta tus mejillas, necesitando captar toda tu atención, aun sabiendo que centras tu mirada en la mía—... quiero que te quedes —pronuncio, ordenando con seguridad, esa que nunca he tenido en mi vida—... y que bailes conmigo.

En consecuencia, en tu rostro se dibuja una sonrisa maravillada y haces que una mueca cuadrada aparezca en el mío, dejándome sin aliento y con unas ganas intensas de ponerme a llorar.

—Bailemos entonces —indicas y tus manos van directo a mi cintura, acariciándola levemente y haciéndome temer del poder que ya tienes en mí.

Te alejas y haces una ligera reverencia que me invita a quererte de nuevo cerca. Tomo tu mano y giro hasta enredarme entre tus brazos, sonríes de nuevo y me ayudas a rotar. Danzamos con armonía, y aunque estoy muy nervioso por estar siendo parte de tu perfección, no hay fuerza natural que me haga pedirte que nos detengamos.

Me elevas y damos una vuelta que no comprendo cómo puede realizarse, pues no soy una chica y no contengo la sutileza de una; pero lo haces bien, incluso, como si no te costara ningún trabajo y eso hace que me sienta realmente feliz.

Tomas mi cintura y haces que me incline llevándome al compás de la melodía que no ha dejado de sonar y que nos conduce, a cada segundo, por la senda de lo irreal y maravilloso.

Nos paseamos y giramos más veces de las que puedo contar. No sé cómo es que me he aprendido la coreografía de una manera tan empatizante con la tuya, pero es un placer estar siendo, por fin, tu compañero de baile.

Acaricio levemente tus mejillas y me alejo con soltura, imitando aquella expresión que muchas veces logré ver en esa linda chica.

Entonces, te acercas casi corriendo y yo lo hago igual, a la par que elevo mis manos como si las alas de un cisne fueran, sintiendo cómo pones tu mano en la parte trasera de mi cuello y controlas mi equilibrio con una bondad indiscutible, una que me provoca el confiarte mi vida y dejar que me guíes hasta el piso, dónde me recuestas y me das esa mirada que me llena de ilusiones, para después sentir tus manos recorrer mi cuerpo con toda esa pasión que pones en todo lo que haces: por fin tocas mi piel así y eso me vuelve el hombre más afortunado del planeta. Tu cálido tacto siempre ha sido y será la guía de mis más grandes sueños dorados.

Me levantas en un movimiento sutil y me abrazas con cariño, dejando que mi rostro descanse en la curva de tu cuello y balanceándote un poco para no perder el sentido del baile. Lo tienes todo controlado, cómo si entendieras mi técnica y supieras exactamente lo que mide la longitud de mi cuerpo, para hacerlo embonar con el tuyo.

Es entonces que te quedas de rodillas y me permites erguirme, mientras tomas mi cintura y ves directo a mis ojos, a la par que yo elevo mis extremidades, totalmente perdido en tu atención y hermosura. Te levantas y elevas mi cuerpo sobre tu hombro, haciéndome volar otra vez y dejando mis sentidos más hipnotizados de lo que ya están.

Me giras en tus brazos y es cuando mi rostro queda frente al tuyo. Sonríes y dejas que mis pies toquen la pista reluciente, sin dejar de sostenerme un segundo. Por consiguiente, acaricio tu nuca y devuelvo tu sonrisa con una pequeña timidez instalándose en mi pecho.

No entiendo esta forma en la que me estás mirando, Jungkook. No entiendo porque se siente tan genuina, natural y pura, no entiendo porque se clava en mis sentidos y me hace querer tener contacto visual por la eternidad.

Es que me miras con cariño, como si acariciaras cada una de mis facciones, en conjunto de mi existir... y eso me hace sentir tan pero tan especial.

Ojalá que esto sea real, ojalá que no me haya desmayado cuando te escuché respirar en mi oído, ojalá que en serio me estés viendo así, con todo ese afecto y amor.

Amor.

Eso es lo que hay entre nosotros, y solo lo comprendo hasta que tu mano se posa en mi mentón y calculas la distancia entre mis belfos y los tuyos, uniéndolos en un toque etéreo que me acelera todos los sentidos.

Mis manos tiemblan y van directo a hacer puños a tu camisa. Es demasiado para que mi pobre corazón pueda soportarlo, y sabes que me has hecho la vida porque sonríes y te alejas levemente, para poder apreciar mi rostro colorado. Quiero esconderme, meterme bajo los centenares de asientos que se encuentran frente a nosotros, pero solo puedo bajar la mirada, cómo el tonto que soy al caer tan fácil en tu juego.

Sin embargo, es tu nariz la que busca la punta de la mía y la que comienza a dejar pequeños roces contra mi erizada piel. Efectúas un pequeño beso esquimal y eso me llena el corazón: nadie nunca me había tratado con tanta delicadeza y afecto, nadie nunca se había tomado el tiempo para mimarme tan tiernamente, como si de verdad te importara mi corazón y lo que sucede con él cuando se trata de ti.

Sin más, levanto la vista y me encuentro con tu fino rostro sonriéndome; no te burlas, me acaricias y es cuando me atrevo a volverte a besar: planto mis belfos en los tuyos con necesidad y recibo el mismo tacto de tu parte en una mueca de pato que después me avergonzará recordar.

Abro mis labios y tú comienzas a dejar caricias intensas con tus comisuras, tomándolos, anclándolos y volviéndo a ellos una y otra vez, hasta que tu lengua los lame y se abre paso a una locura que ocurre dentro de mi boca hambrienta de ti.

Cierro los ojos con fuerza y tú me tomas con una delicadeza que es imposible que exista, mucho menos cuando yo estoy en la situación más tensa del mundo. ¿Cómo logras hacer que no pierda los estribos al darme un poco de lo que siempre he deseado?, ¿Cómo logras controlarte también?, si puedo sentir que tu lengua actúa inquieta dentro de mí, como si quisiera acaparar más, sentir más y disfrutar más.

Cientos de suspiros me abandonan cuando pueden y tus brazos solo me acercan más y más a ti. Quieres que seamos uno mismo y comparto el sentimiento cuando permito que mis brazos se enreden en tu cuello, atrayéndote más a mí.

Quiero llorar de la emoción y la sensación se engrandece por cada segundo que pasa, mientras te quedas ahí, haciendo que me aferre a tu cuerpo y no quiera soltarte nunca.

Esto no es un paso de baile, esto es amor.

Juro que es amor, puedo sentirlo: es pleno, vivo y regocijante; es precioso, tanto como tú.

Nos separamos por falta de oxígeno y vuelves a buscar mis labios en cuanto sientes el vacío que nos ha llenado a los dos. Quiero sonreír, quiero llenarte de besos más allá de lo posible y decirte cuan enamorado estoy de ti, quiero pedirte que me des más de tu vida y que me sigas besando hasta que me muera de cariño.

Me robas el alma, te quedas con mi aliento y envuelves cada fibra de mi corazón... ¿Cómo puedo agradecerte lo que me haces sentir?, me besas como si necesitaras respirar de mi piel para vivir.

Y es entonces cuando se contraen mis entrañas.

Algo dentro duele, y la imagen de ti, besándola, se posa en mi mente, haciéndome sentir un estúpido... No me besas igual que a ella, ¿Verdad?, no estás depositando el mismo tipo de pasión en mis labios, ¿Cierto?

Si eso fuera, no lo soportaría.

Quiero ser alguien especial, alguien a quien quieras besar sin tener razones para hacerlo, alguien de quien no te olvides y que no necesites sustituir.

No soy ella, Jungkook... soy yo, Taehyung, alguien que te ha ama en secreto y que te dedica cada respirar, alguien que existe solo para ti, para acunar tu corazón y protegerlo de todo aquello que puede dañarlo.

Mis instintos hablan por sí solos y de un movimiento te alejo, aun cuando mi cuerpo entero no quiere hacerlo. Abres los ojos de golpe también y me observas desorientado, tratando de adivinar qué es lo que ha sucedido y porque he rechazado la hermosa danza que ocurría entre nuestras lenguas—... Ju... Jungkook —digo, pero todo lo que he pensado en los últimos segundos simplemente se atora en mi garganta: tus preciosos ojos no me ayudan a hablar—... Lo siento —pronuncio y dejo que mis manos suelten tu cuello, haciéndote temer por lo que diré—... Lo siento —repito, tus brazos se aferran con más fuerza a mi espalda baja, deteniendo aquello que sabes que haré en cuanto me liberes—... Eres todo lo que siempre he querido —confieso y cierro los ojos, dejando que pequeñas gotitas resbalen por mis mejillas, sin entender en qué momento han aparecido—... pero ella no se merece esto.

Tu respiración se altera, y yo empiezo a llorar por observar esa mueca que ha rellenado tu rostro; jamás te había visto tan angustiado, ni a punto de soltar el llanto.

—Taehyung... ¿De... de qué hablas?, ¿Ella... quién?

—La chica con la que bailas —suelto, en un intento por no desmoronarme del todo frente a ti—... ustedes... se quieren —determino y tus ojos se abren incrédulos, dándome la oportunidad perfecta para zafarme de tus brazos y alejarme un poco más, para no permitir seguirme hundiendo en tu apreciable aroma—... yo no puedo destruir lo que han formado...

—No, Taehyung...

—No lo hagas más difícil —te ruego y me armo de valor para comenzarme a alejar, pero eres más rápido y tomas mi mano, deteniendo todo intento tonto de mi parte.

—Taehyung —me llamas y juro que no puedo voltear a mirarte, me rompería si lo hiciera—... no es lo que crees —tratas de aclarar y vuelvo a escuchar el desespero en tus palabras—... Yuna y yo no tenemos nada...

—Pero la besas con necesidad y se complementan perfectamente —me animo a decir y vuelvo a sollozar.

—Taehyung, es solo balé...

—El balé lo es todo para ti —te recuerdo y el suspiro que sueltas me hace reanudar el tan doloroso tema que nos ha traído hasta aquí—... Ve y pregúntale si opina lo mismo, aunque igual te dirá lo que todos ya sabemos.

—Tae...

—De todos modos —vuelvo a interrumpirte. Ojalá pudieras entenderme, desde hace tiempo, todo esto quema mi pecho inmensamente—, tampoco puedo ser alguien a quien beses de vez en cuando: soy egoísta, pero necesito que tus besos sean solo para mí, que tus manos me toquen a mí y que me quieras solo a mí.

—Taehyung —vuelves a nombrarme, como si me reprendieras por lo que he dicho y, cuando sueltas mi mano, es cuando comprendo que he perdido esta lucha. Pero, de pronto, me abrazas de nuevo, apegando mi espalda a tu pecho y hundiendo tu rostro en la curva de mi cuello, conteniéndome en tus brazos—... Sé que no te conozco, pero estoy enamorado de ti —confiesas y mi corazón se estremece de inmediato—... lo he estado desde el primer día, cuando te vi entrar por esa puerta y saludar a todos dentro de la pista. Me conquistaron tus ojos bonitos y la sonrisa sincera que me diste cuando me miraste también... Por semanas intenté reprimirlo, pero cada vez que te tenía cerca, el sentimiento era más fuerte, hasta llegar al punto en que no pude sacarte de mi mente: te pienso día y noche y estoy tan lleno de ti, que no me imagino una vida en la que no estés a mi lado —dices y es el momento en que me giras entre tus brazos, haciendo que mi mirada dé con la tuya y que pierda la cordura al instante.

—¿Lo... lo dices en serio? —pregunto, no tengo otra opción más que hacerlo, y el puchero que se me sale te saca una tierna mueca conmovida.

—Más que en serio, corazón —y quiero chillar por la manera en que me has nombrado. No sabes cuantas veces soñé con escucharte decirme algo así, Jungkook—... No me importa lo que otras personas sientan u opinen... Con la única persona que deseo bailar, por el resto de mi vida, es contigo —entonces, vuelvo a llorar y tus pulgares van directo a secar mis pómulos.

—Jungkook —te llamo y mis manos capturan tus muñecas, sin dejar que tus manos se vayan de mi rostro—... ¿Qué pensarías... si ahora mismo te digo que... te amo? —y puedo ver muy poco tiempo la expresión ilusionada que se dibuja en tu rostro, pues vas directo a dejar un beso tibio en mi frente y eso hace que todo el mar, dentro de mí, se apacigüe.

—Pensaría que es muy apresurado —contestas y tus labios dan con la punta de mi nariz, mientras me acaricias las mejillas—... que puede que no todo sea de color rosa —pero, al contrario de lo que dices, dejas un pequeño beso en mi boca y sonríes—... y que no me importa en lo absoluto porque estoy tan perdido en ti, que siento que, con todo mi ser, te amo también —entonces, me vuelves a probar con tus labios, dejando que nuestra fina esencia se una de la forma más dulce que pudimos haber imaginado.

—Te amo —confieso, completamente conmovido y dejo que me sigas besando, a la par que escucho tus suspiros en mi boca.

—Te amo —respondes y me besas nuevamente, hasta que te detienes, dejándome con más ganas de ti, de las que antes de esta noche existían—. Taehyung —me nombras y mis ojos vuelven a conectarse con los tuyos, acunándome el corazón—... quiero hacer de esta vida nuestro baile —dices y sonríes con ternura, esperando una respuesta, pero no puedo decir nada porque sonrío también al recaer en que, por fin, estoy completamente seguro de que tu sonrisa ocurre por mí y eso me llena el alma de ilusiones.

—Entonces... bailaré toda una vida contigo.

Y aquello es suficiente para que me tomes en tus brazos y me lleves directo a la cama de utilería que, afortunadamente, sigue en el escenario. Me recuestas y comienzas a besarme hasta que no queda un sitio en mi boca que no hayas probado.

La ropa deja de cubrir nuestros cuerpos más pronto de lo que podemos entender, nos acariciamos por completo y los jadeos de placer llenan el escenario cuando nos fundimos en uno mismo, confirmando que lo que sentimos es verídico, que no hay nada más detrás de este amor inmenso, que este mismo es más que arte y que, gracias a él, podremos tener una vida juntos, una en la que bailarémos hasta la eternidad.

Porque eso es lo que haremos de nuestra existencia y porque, de ahora en adelante, solo presentaremos nuestro baile.

Después de algunas semanas, he venido con este pequeño One Shot que se me ocurrió mientras veía un bailable folclórico. Estoy orgullosa porque se ha logrado, pensé que no saldría.

Espero que te haya gustado.

Gracias por leer.

Atte: Nia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro