Recibieron la tarde con sus miradas puestas en el cielo de la tarde que se iba tornando de colores más oscuros con los destellos de las escasas estrellas en el manto estelar. La danza de las hojas dando un espectáculo para ellos que sonreían al hablar y tomar su cotidiano té con leche.

—¿Es necesario ir a la revisión mañana?

YoonGi asintió dando el último sorbo a su taza y ver a JiMin con poca seriedad ya que no podía molestarse con el hombre que llevaba toda una vida a su lado.

—Te haz visto más delgado estos últimos días, incluso nuestros hijos lo notaron.

JiMin sonrió confundiendo a su esposo que espero su respuesta—. Sigo pensando en lo bonito que se siente decir «nuestros hijos». Me hace pensar que realmente no me falta nada mientras los tenga a ustedes.

No era usual que JiMin hablara con tanta nostalgia como lo hacía en ese momento, pero tampoco cuestionó nada y solo se acercó para darle un beso con sabor a té dulce en los labios haciendo al omega sonreír con sus ojos marcando en sus orillas las arrugas de la vida.

—Preparemos la cena, podemos comer en el balcón está noche.

YoonGi logro convencer a su esposo de salir al patio ya entrada la noche acompañados del coro de grillos y aquellas aves que vivían en sus árboles yendo a dormir a sus nidos en las copas verdes y frondosas que se mecían con la brisa tardía.

Extendió una cobija en el césped y puso las almohadas que trajo sin el permiso de su esposo, lo tomó de la mano besando sus labios antes de caminar de regreso a la casa para traer una jarra de agua y fruta picada que lucía apetitosa por el brillo dorado de la miel y decorada por la granola que esparció encima.

—¿Tenías planeado todo esto? —JiMin interrogó com una sonrisa y pasando sus dedos en el cabello corto de la nuca ajena masajeando con sus yemas hasta que vio a YoonGi cerrar los ojos y suspirar aliviado.

—Solo soy espontáneo, querido esposo —recibió gustoso el beso que YoonGi le dió sintiendo en sus labios el sabor de la fresa que había comido antes y ahora se quedaba en su boca.

JiMin parecía brillar esa noche, con la luz plateada de la luna esparciéndose en su piel con parsimonia, bañando sus ojos de plata hasta lograr que se vieran todavía más hermosos y la sombra de sus pestañas cubriendo una mínima parte de sus pómulos rosáceos.

La risita de YoonGi a su lado captó su atención y vio frente a él un pedazo de manzana bañada en miel—. Te ves muy lindo está noche y siempre.

A pesar de los años, nuevamente se sonrojo y evitó verlo por cortos segundos mientras desaparecía el color de su piel. A veces el comportamiento melifluo de YoonGi lograba hacerle sentir más de lo que él podía soportar, su rostro siempre era demasiado expresivo con aquello que lo sonrojaba y escuchando las risas roncas de YoonGi se ocultaría entre su pecho hasta calmar a su desenfrenado corazón.

El alfa solo podía definir su amor como algo deífico, tan único y sagrado que ni siquiera entregarle cada constelación en las manos a JiMin sería suficiente para expresar el amor hacia él, era algo simplemente inefable y aquello le encantaba más que nada.

Porque no amaba a JiMin solo por ser su esposo y haber pasado grandiosos años a su lado; amaba a JiMin  como a un mejor amigo, un consejero de vida, amaba lo detallista que era sin darse cuenta, amaba al rubio que le preparaba un café y lo llevaba hasta él cuando lo veía frustrado con su trabajo, el mismo hombre que le acariciaba el cabello hasta ambos terminaban dormidos, se enamoro del comportamiento inigualablemente hermoso, su corazón latió encantado cada que veía a JiMin cortar una pequeña flor y ponerla entre sus cabellos de oro. Cayó deleitado cuando observo por primera vez el atardecer reflejado en los ojos de JiMin cuando aún eran novios, tomar su mano cuando viajaron en tren para conocer la ciudad natal del omega y decirle que él era su Busan, respondiendo que entonces él sería su Daegu.

Porque siempre tendrían un hogar al que regresar y ese era donde estaba su otra mitad, su pareja y compañero de vida.

Los amo bebés. 💜