Cuando termina el baile, caminamos y la acompaño hasta su casa.

—No sabía que bailabas tan bien —sonrío.

—No es para tanto —se ríe.

—¿Vas siempre a la plaza?

—A veces —juega con un mechón de su cabello.

—Te he dicho... —detengo el movimiento de su dedo en su pelo cuando toco su mano —¿Te he dicho lo mucho que me encanta tu sonrisa?

—¿Estás coqueteando conmigo Daniel Wallas? —se acerca a mi rostro.

—Helen, no sé tu apellido, no vale —me río.

—Vas a tener que robármelo.

—¿Cómo? —la agarro de la cintura y me acerco a sus labios —¿Así? —le robo un beso y ella me lo sigue.

Nos correspondemos en un frenesí apasionado, nuestras lenguas juegan y nuestras bocas disfrutan. Ahora esto seguro, estoy enamorado.