4. No hay dinero para ti

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Crista se levanta de su escritorio y camina hasta mí, se acerca a pocos centímetros, posa su dedo índice en mi chaqueta. Se muerde el labio inferior.

—Sigues igual de sexy.

Ruedo los ojos. Ya sé a dónde quiere llegar con su trato.

—No voy a acostarme contigo Crista.

—Entonces no hay dinero para ti —saca su dedo frunciendo el ceño y camina yendo a sentarse sobre la mesa, cruzando sus piernas —quieres que trate bien a Katty y tú no me tratas bien a mí. Me aburres.

—Deja tu obsesión y comportarte como una madre.

Sonríe.

—No tenemos más nada que hablar aquí —mueve la mano con un gesto para echarme —vuelve cuando me des lo que quiero —tira un beso al aire.

Me giro frustrado, camino hasta la puerta, siento su mano detenerme y la observo. Está a pocos centímetros de mi boca y levanta una tarjeta entre nuestra corta distancia.

—Cuando te quedes sin un peso, llámame. Voy a estar esperándote aquí —no agarro la tarjeta y ella la pone en el bolsillo —ya verás como la pasamos muy bien.

—¿Tan desesperado me ves?

—Lo hiciste antes ¿por qué no ahora?

—Uno, me caes pésimo. Dos, no voy a cambiar de opinión y tres, soy padre, no soy un irresponsable como tú —agarro la manija de la puerta y ella pone su mano sobre la mía.

— Te consigo a alguien para que te la cuide.

Abro la puerta.

—Nadie la cuida mejor que yo.

—Es como un perro, sólo necesita una correa —se ríe.

Frunzo el ceño, pero cuando voy a contestarle...

—¡Mami! —veo a Katty escapar de la recepcionista y acercarse hacia nosotros de manera feliz.

Estoy perdido. Ahora cómo salvo su sonrisa, si Crista dice una de sus maldades, yo... ¿qué hago?

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