Cinco (Fin)

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Temblaron putas JAJAJJAJA

Para ser honestos, este iba a ser el capítulo cuatro, pero Hanna no perdonó al pobre de Manuel y lo quiso muerto, así que le di una probadita, pero mi corazón de pollo no resistió.









Después del encuentro, mientras el estadio se vaciaba y los sonidos de los fanáticos se desvanecían en la distancia, Manuel Neuer decidió quedarse un poco más. Había algo en la quietud del lugar que le permitía reflexionar, aunque sabía que quedarse allí también significaba enfrentar los fantasmas de sus decisiones.

Sentado solo en el banquillo, Manuel contemplaba el campo vacío, recordando los años de gloria y las oportunidades perdidas. La charla con el médico seguía resonando en su cabeza, junto con la mirada de Gavi, esa pequeña sonrisa que le dio un atisbo de esperanza.

No se dio cuenta de cuándo Gavi se había acercado. Solo sintió su presencia cuando su hijo se sentó a su lado, en silencio. Pasaron varios minutos sin que ninguno de los dos dijera nada, ambos sumidos en sus pensamientos. El peso del tiempo, de las palabras no dichas, llenaba el espacio entre ellos.

Finalmente, Gavi rompió el silencio, con una pregunta que contenía todo lo que había estado guardando durante años.

—¿Por qué?—Preguntó, sin mirar a su padre.

—¿Por qué no viniste aquel día? ¿Por qué no me dijiste nada?

Manuel respiró hondo. Sabía que este momento llegaría tarde o temprano, pero no estaba seguro de estar listo para enfrentarlo.

—Quise ir, Pablo.—Comenzó, su voz quebrada.

—Tenía todo planeado. Incluso hablé con el Bayern para que me dieran permiso. Estaba listo para volar a Sevilla, para estar contigo... Pero cometí un error. Decidí volver a mi departamento para buscar un regalo especial que había guardado durante años... Algo que Anna había dejado para ti. Pensé que ese era el momento de dártelo.

Gavi permaneció en silencio, escuchando, sus ojos fijos en el suelo.

—Pero mientras me dirigía al aeropuerto, un niño apareció en medio de la calle. Traté de evitarlo, y el coche volcó. No recuerdo mucho después de eso, solo que me desperté en el hospital, con la noticia de que había fallado nuevamente, no solo en llegar a tu cumpleaños, sino en ser el padre que merecías.-Manuel hizo una pausa, luchando por contener las lágrimas.

—Ese accidente no solo me dejó secuelas físicas, también me arrebató la oportunidad de estar contigo. Y desde entonces, he intentado compensarlo de alguna manera, aunque sé que he fallado muchas veces. Pero, hijo... Nunca he dejado de pensar en ti, nunca he dejado de querer ser tu papá.

Gavi levantó la vista, sus ojos brillando con una mezcla de emociones que habían estado reprimidas durante años.

No dijo nada de inmediato, pero cuando finalmente habló, fue como si hubiera decidido abrirse por completo.

—Me gusta el dulce de maní, los de mango no.—Comenzó, su voz suave, casi como si estuviera recitando algo aprendido de memoria.

—Me gusta entrenar mucho, pero no me gusta levantarme muy temprano. Me gustan las sorpresas, pero no me gusta hacerlas porque nunca puedo guardar silencio y termino diciendo todo.

—A veces no puedo dormir y me gusta tomar leche caliente, no tibia, sino caliente, caliente.

—Le tengo miedo a la oscuridad, me gusta el invierno, el verano no, el otoño me gusta también, la primavera no tanto porque soy alérgico...

Manuel lo escuchaba en silencio, sintiendo que, por primera vez, estaba realmente conociendo a su hijo.

—Tengo... Tengo una pareja que siempre me está recordando que te llame porque soy muy olvidadizo.-Gavi añadió, esta vez su voz tembló un poco, sin atreverse a mirar a Manuel.

Manuel sintió que su corazón se llenaba de una calidez que hacía mucho tiempo no sentía.

Sabía lo que esto significaba para su hijo, y aunque estaba sorprendido, lo único que le importaba en ese momento era el vínculo que estaban empezando a reconstruir.

—Pa... Gavi, yo... —Intentó decir algo, pero Gavi lo interrumpió.

—Gavi es... Es porque no me gustaba que me llamaran Pablo, porque solo tú me llamabas así. Los otros me decían Pablito o incluso Martín, pero luego me decían Pablo, y no quería. Pero... Si me dices Pablo, yo te digo Papá. ¿Trato... Papá?

Manuel asintió, con los ojos llenos de lágrimas. Se inclinó hacia adelante y abrazó a su hijo, sintiendo cómo las barreras que habían estado entre ellos durante tantos años se desmoronaban.

Ambos lloraron, liberando años de dolor, de arrepentimiento y de amor reprimido.

Después de unos momentos, Manuel, aún abrazando a su hijo, preguntó con una sonrisa suave.

—¿Quién es tu novia? Quiero agradecerle.

Gavi se tensó ligeramente, pero luego se relajó y, sin apartarse del abrazo, respondió.

—Ah... Bueno, no es... Papá, soy gay.

Manuel se separó un poco para mirar a su hijo a los ojos. En su mirada no había más que amor y aceptación.

—Bueno, ¿Quién es tu novio para agradecerle y darle la charla?

Gavi rió, rió mucho, sintiendo que por fin podía ser él mismo frente a su padre.

—Lo conoces... Es Robert, Robert Lewandowski.

Manuel abrió los ojos sorprendido.

—¡¿Qué?!

El estadio vacío se llenó de carcajadas, las de un padre y su hijo que, por fin, comenzaban a encontrar el camino de vuelta el uno al otro.

Manuel, aún con el tobillo adolorido y vendado, se levantó abruptamente del banquillo.

—¡Ese hombre tiene que aprender algunas cosas!—Exclamó Manuel, sin poder evitar que el tono protector y algo furioso se colara en su voz.

Gavi, que aún se estaba recuperando de la risa, lo miró con sorpresa.

—¿Qué? Papá, espera...—Intentó decir, pero Manuel ya estaba cojeando hacia la salida del túnel, su cara roja de furia.

—¡Robert!—Gritó Manuel, su voz resonando en el pasillo vacío.

—¡Robert Lewandowski, ven aquí inmediatamente!

Gavi no podía creer lo que estaba viendo. Su padre, a pesar del evidente dolor que sentía en el tobillo, estaba decidido a perseguir a Robert por el estadio. No sabía si reír o preocuparse.

-—Papá, no es necesario... ¡Papá!—Gavi comenzó a seguirlo, intentando detenerlo antes de que se lastimara aún más.

—No quiero que te lastimes de nuevo, por favor.

Manuel, sin detenerse, seguía gritando por el pasillo, ignorando el dolor que se agudizaba con cada paso.

—¡Ese hombre es demasiado mayor para ti, Pablo!

En ese momento, la figura de Robert apareció al final del pasillo, aún vestido con su equipamiento, evidentemente intrigado por el alboroto que escuchaba.

—¿Qué pasa, suegrito?—Preguntó Robert con una sonrisa traviesa al ver a Manuel cojeando hacia él.

Manuel se detuvo un segundo, sus ojos se entrecerraron al escuchar el término "suegrito", y una chispa de indignación paternal se encendió en su interior.

—¡No me llames así!—Gruñó Manuel, pero Robert solo rió.

—Vamos, Manuel, no te pongas así.—Dijo Robert con una sonrisa calmada, pero claramente disfrutando del momento.

—Tu hijo es increíble, lo sabes. Y además, es mayor de edad y puede tomar sus propias decisiones.

Gavi, que finalmente alcanzó a su padre, puso una mano en su hombro, tratando de detenerlo.

—Papá, por favor, no te lastimes más. Ya hablaremos de esto con calma, ¿De acuerdo? —Dijo Gavi, aunque la risa seguía.

Manuel, aún con la furia latente, se giró hacia su hijo, intentando mantener la compostura.

—Pablo... Esto no es... ¡No puedes estar con un hombre que es casi de mi edad!—Protestó, aunque la fuerza en su voz comenzaba a disminuir.

Robert, que no dejaba pasar la oportunidad de bromear, se acercó más y puso una mano en el hombro de Manuel, adoptando un tono más serio, pero sin dejar de sonreír.

—Manuel, sé que esto es un poco impactante, pero te prometo que cuidaré de él. Es un gran chico. Tienes que confiar en él... Y en mí.—Dijo, su tono suavizándose.

Manuel miró a Robert, luego a Gavi, y suspiró, sintiendo que la tensión en su cuerpo comenzaba a relajarse. Aún así, no pudo evitar su último comentario.

—Esto no significa que me guste la idea.—Dijo, señalando a Rober.

—Y no creas que te vas a librar de la charla... Tú y yo tenemos que hablar más tarde.

—Estoy listo cuando tú lo estés, suegrito.—Respondió Robert, soltando una pequeña risa.

Gavi no pudo contenerse y soltó una carcajada, abrazando a su padre desde el lado. Ver a Manuel, tan protector y decidido, lo hacía sentir más cercano a él que nunca antes.

—Vamos, papá. Ya basta por hoy. ¿Qué tal si te llevo a casa? Necesitas descansar ese tobillo.—Dijo Gavi, con una sonrisa mientras miraba a Robert, quien asintió en acuerdo.

—Está bien.—Dijo, aunque con una sonrisa en su rostro.

Quizás pensó Manuel mientras apoyaba su peso en su hijo.

Las cosas van a estar bien después de todo.

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