19.

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19.

Las dos horas de camino hasta Los Ángeles transcurrieron sin pena ni gloria en la camioneta negra de Kevin.
En la radio sonaba música rock mezclada con country y ninguno de los dos habló demasiado, pero aun así el silencio no resultaba incómodo.

De vez en cuando dejaba mi mirada vagar por el rostro serio de Kevin mientras éste conducía: sus ojos azules fijos en la carretera, su cabello rubio y algo largo…

No podía negar que su físico era imponente y atractivo. Tras tantos días conviviendo con él a diario, casi me había acostumbrado.

Era un capullo, pero al menos un capullo realmente guapo.

Estaba ansiosa por llegar a mi casa y poder “recuperar” de nuevo mi vida en mi pequeño apartamento de L.A., aunque sólo fuera durante unas horas. Simplemente no quería pensar en el trabajo, bastante había tenido esos días.

El sol brillaba con gran intensidad y sentí un leve cosquilleo en el pecho cuando por fin llegamos a la ciudad. Quería hablar con mis padres cuanto antes.

Las calles se me hicieron eternas hasta que por fin llegamos a la enorme fila de edificios donde se encontraba mi apartamento. Volví a mirar a Kevin, pero éste no hizo ningún ademán de prestarme atención.

Finalmente sonreí al observar mi edificio de tres pisos, negro y blanco. ¡Cuánto lo echaba de menos!
Y algo llamó mi atención… había alguien sentado en las escaleras, en la puerta.

¿Evan Red?

Él miró hacia la camioneta y se levantó; pude comprobar que sí, era mi compañero.
Qué curioso, no esperé que fuera a recibirme.
Desde mi asiento pude apreciar que sonreía ampliamente y, un segundo después, Kevin detuvo la camioneta y yo suspiré un momento.

¿Qué debía hacer ahora?

Se me hacía muy extraño despedirme de él.

—Vendré a buscarte el lunes, ¿de acuerdo?

Era viernes, así que disponía de casi tres días enteros para mí misma. ¿No era maravilloso?

—De acuerdo —dije—. Gracias.

Durante un par de segundos los dos nos quedamos en el sitio, sin hablar.

¿Debía invitarle a pasar a mi casa?
Sí, definitivamente eso era lo adecuado.

—Kevin, esto… —balbuceé—. ¿Quieres…

Pero algo me interrumpió.
Ante mi sorpresa, Evan se encontraba fuera de mi ventana. Tocó el cristal como si se tratara de una puerta de madera y sonrió cuando yo me giré hacia él.

¿Qué demonios estaba haciendo?

Miré de nuevo a Kevin y éste pareció divertido un instante.

—Anda, vete —me dijo.

Yo asentí con la cabeza y salí de la camioneta, llevando mi mochila negra en el hombro derecho. Allí tenía todos los detalles e informes del caso “Los Tigres de L.A.”

—¡Lana! —exclamó Evan—. Dios mío, ¡qué ropa tan ridícula!

Sonreí amargamente, dirigiendo una mirada leve hacia mi ya acostumbrado atuendo de stripper.

—Me temo que no puedo elegir —murmuré.

Evan rió.

—Lo sé, pero… Dios mío, pareces uno de ellos.

Cerré la puerta de la camioneta y le dirigí una última mirada a Kevin, sabiendo que había oído perfectamente ese “uno de ellos”. No sé por qué, pero en ese momento me sentí fatal y mi cerebro imaginó durante unos instantes cómo sería meterle un calcetín en la boca a Evan para que la cerrara de una vez.

Kevin no volvió a mirarme, simplemente aceleró y, segundos después, no quedaba ni rastro de él en la carretera.
Me quedé con ganas de decirle que me informara de cualquier cosa que ocurriera, pero sabía que no era necesario, lo haría.

—¿Ese era Kevin Gerdam? —preguntó Evan mientras me acompañaba a casa—. Dios mío, tiene pinta de ser todo un peligro.

—Bueno, parece peor de lo que es en realidad —comenté—. ¿Quieres entrar? —Señalé hacia el interior del edificio, pero Evan negó con la cabeza.

—No, debo pasar por la comisaría a informar a Williams de que has llegado bien y a terminar algunas cosas —contestó—, pero, oye, ¿cenamos esta noche y así nos ponemos al día?

¿Cenar con él? Mierda, habría matado por poder tener el resto del día completamente libre. Aun así no me vi con fuerzas para declinar la oferta y, finalmente, acabé asintiendo con la cabeza.

Sería una cena completamente llena de trabajo, charlas incómodas (para mí) y “Dios mío” por parte de Evan.

—Te veré a las nueve, entonces. Paso a buscarte.

Y sin darme tiempo a contestar, Evan Red se fue.

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