33.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

En multimedia encontraréis la imagen más preciosa de este mundo. Está hecha por Dark_Story (a quien va dedicado este capítulo) a la que no puedo más que agradecerle que se haya tomado tantas molestias con las imágenes para Peligro. De verdad, ¡cada una me gusta más que la anterior!
Y deciros que esta chica no sólo tiene un don para el fotomontaje, ¡sino también para la escritura, así que pasaos por sus historias!

33-

Llevaba demasiados días en la guarida. Después de lo sucedido con Trevor Smith, el ambiente parecía haberse enrarecido un poco entre algunos miembros de Los Tigres y yo, por lo que mi jefe decidió que debería volver a Los Ángeles durante dos o tres días para dejar al club un poco de tranquilidad.

Cuando Kevin me dejó esa mañana en la puerta de mi apartamento, su mirada fue triste.

—¿Seguro que no quieres subir? —le pregunté por enésima vez.

Él negó con la cabeza tenuemente.

—Los dos sabemos que, si entro a tu casa, no podré salir… y los chicos esperan que vuelva.

Miré hacia abajo, apenada, pero Kevin me alzó la barbilla con una mano, obligándome a centrar mis ojos en los suyos.

—Dentro de tres días volverás al club, Lana —dijo cuidando cada palabra—, y te prometo que no vas a encontrar la manera de salir de la cama durante toda la semana.

Enrojecí un poco mientras sonreía y ambos nos besábamos.

Llevábamos pocos días oficialmente juntos (juntos de verdad), pero estaba siendo la época más intensa de mi vida, sin duda.
Kevin era todo un mundo: un hombre fiero, salvaje e incorrecto a la vez que tierno y misterioso. Cada día descubría un nuevo Kevin que me hacía perder el sentido sólo con besarme y tenderme sobre la enorme cama de la habitación, lo cual había sucedido muchas veces ya.

—De acuerdo… —dije a regañadientes—. ¿A qué hora tenéis la reunión?

Él miró su reloj y suspiró.

—Aún tengo tiempo, comenzaremos a las tres.

—¿Tienes idea de cuándo será el encuentro con los Red Dragons?

Él bufó y sus mejillas perdieron el color rápiadmente.

—Esta semana —dictaminó—. Van a meter a esos hijos de puta en nuestra propia casa, el lunes.

Angus lo había comunicado el día anterior: habían invitado a los Red Dragons al club para poder acercarse a algún tipo de “paz” entre bandas, o al menos esa era la excusa que Angus había dado, puesto que algunos ya sabíamos que, en realidad, todo estaba relacionado con el negocio de la metanfetamina.

Ahora que Kevin estaba enterado de sus planes, Angus había decidido dejar de esconderse.

—Lana, por favor. Necesito pedirte que no informes de la reunión a tus superiores.

Yo palidecí.

—¿Cómo? ¿Por qué?

—No podrían resistirse a aparecer y detenernos a todos… yo necesito un poco más de tiempo… tengo que poner a mi padre a salvo antes de ir a la cárcel, sino ellos lo matarán.

Dudé un segundo. Yo no podía esconder información tan importante, debía de haber alguna otra manera de proteger al padre de Kevin…

—Pero, yo no puedo…

—Lana, por favor —me miró, sinceramente preocupado—. Es muy importante que hagas eso por mí. No será mucho, unas semanas.

Tiernamente le acaricié la mejilla a Kevin y me acerqué para darle un nuevo beso corto en los labios.

—Los Red Dragons van a durar muy poco, te lo juro.

Su mirada fue aún más sombría.

—Cuando todos ellos caigan… yo iré detrás, Lana.

Tenía razón, ambos lo sabíamos. Me mordí el labio, sin saber qué contestar.

—Aún falta mucho para eso, hay tiempo de sobra. Te avisaré de lo que haga la policía —conseguí articular.

Él asintió y, tras un largo beso, agarré la mochila completamente llena de informes policiales y salí de su camioneta a paso ligero.

En esos momentos no sabía que no tendríamos tiempo. Nada de tiempo.

***

Cuando Evan tocó el timbre de mi apartamento yo me quedé muy sorprendida de verle sin que me hubiera avisado. De hecho, si hubiera llegado diez minutos antes, habría estado en la ducha.

—Williams me ha dicho que venías estos días y he pensado que querrías compañía.

“¿Y se puede saber por qué has pensado eso?” Quise responder, pero me mordí la lengua.

Abrí la puerta para que Evan pasara, mientras yo aún secaba mi cabello húmedo con una toalla.

—Leslie te manda recuerdos, dice que luego te llamará.

Leslie era una de mis compañeras de la academia, que por fin acababa de salir de allí y se había unido al cuerpo.

—De acuerdo —dije con voz un poco seca.

Evan no me había hecho nada, por supuesto, pero desde que había comenzado esa extraña relación con Kevin, para mí era extremadamente difícil fingir que todo seguía igual ante el inspector Williams, con quien hablaba a diario.
Me sentía a la defensiva con mis propios compañeros de trabajo.

—¿Quieres tomar algo?

Evan asintió con la cabeza.

—Agua, por favor. Hace un calor horrible.

Caminé con lentitud hasta la cocina, que estaba separada del salón por un simple mostrador. Ni siquiera recordaba en ese momento si era la primera vez que Evan estaba allí, pero no me dijo nada que indicara que lo fuera.

—¿Has avanzado algo con lo de la meta? —preguntó, como sin pensarlo mucho.

Fruncí los labios ligeramente al tenderle el vaso de agua, algo nerviosa. Recordaba que, hacía pocas horas, le había prometido a Kevin que no diría nada sobre la reunión, pero era difícil no informar a mi compañero.

—No mucho. Sé que van a tener una reunión con el club de los Red Dragons, dicen que irán hasta la guarida de Los Tigres, pero no sé nada más…

Evan se mostró impresionado.

—¿En serio? Oh, vaya, ese Angus no tiene ningún escrúpulo. Se supone que se odian.

—El dinero convierte en amigos a los enemigos.

Suspiré, la verdad era que cada día detestaba un poco más la forma de ser de Angus. Me parecía un hombre frío y malvado, que, ante mí, aparentaba ser siniestramente simpático.

—¿Tienes miedo?

Su pregunta me pilló desprevenida, alcé los ojos hacia Evan, abriéndolos mucho.

—¿Miedo?

—El inspector Williams me ha pedido que te diga que no vas a estar sola en ningún momento, que nosotros estamos a tan sólo un botón de tu teléfono de llegar a ese nido de delincuentes y sacarte de ahí pitando —parecía querer dejármelo muy claro—. Pero es normal que tengas miedo, Lana. Es tu primer trabajo, ¡acabas de salir de la academia, aún no estás preparada!

Rechiné los dientes.

—He sido la mejor en mi promoción de la academia. De hecho, por eso el inspector Williams me eligió entre 20 policías supuesta mente más “preparadas” que yo.

Quizás fui demasiado agresiva, porque Evan alzó los brazos al instante, como queriendo tranquilizarme.

—Por supuesto, Lana. No quería ofenderte.

Suspiré, relajándome un poco.

—No… pasa nada —musité—. Creo que te he entendido.

Y, entonces, Evan volvió a la carga, recordándome por qué no me caía demasiado bien..

—Si necesitas ayuda sólo tienes que llamarme… puedo aparecer allí y decir que soy tu primo, o un amigo tuyo. Podríamos terminar de resolver el caso los dos juntos.

¿Ese temblor en mi labio era un tic nervioso? Seguramente sí.

Evan seguía hablando:

—¿Cómo no vas a sentir temor teniendo que estar tantas horas junto a Kevin Gerdam? Dios mío, de veras que parece muy peligroso. Seguro que está un poco trastornado, fíjate en cómo ha entregado a todo su club sin siquiera pestañe…

—Basta —le interrumpí con violencia—. ¡Yo no tengo miedo de Kevin Gerdam!

Evan rió con nerviosismo.

—¡Es normal, Lana! —exclamó—. Ese hombre no está bien y además tú tienes que fingir ser su novia… Pero te prometo que no estás en Peligro, yo puedo…

Bueno, había tardado menos de lo que pensaba. Finalmente, Evan había llegado a mi límite. Me acerqué a él rápidamente.

—Mira, Evan. Ahora mismo estoy muy ocupada —no me importó que él siguiera hablando—. Debería hacer millones de cosas, y me temo que tu inesperada visita no es lo que mejor me viene en este momento

—Pero…

—Te mantendré informado de cada cosa nueva que suceda, te lo prometo.

Mentiría si dijera que no lo empujé hasta la puerta. Finalmente, Evan ya no se resistió, sino que terminó saliendo de mi apartamento por propia voluntad.

—Si Gerdam te hace algo tú sólo avísame.

“Si me hace algo… que yo no quiera que me haga”

—Claro, claro. Lo tengo presente. Gracias por la visita, Evan.

Y, segundos después, cerré la puerta.

Volví a suspirar sonoramente. Por fin volvía estar sola, cosa que, desde hacía más de un mes, no conseguía.
Con los pies descalzos caminé hacia mi habitación. Sobre mi cama había un enorme paquete rosa envuelto en papel de regalo que mi vecina me había dado al llegar: era el regalo de cumpleaños de mis padres.

Sonreí al observar la tarjeta, con letras doradas y corazones dibujados a mano por mi madre.
Y antes de abrir mi nuevo regalo, recordé otro.

Dentro de mi pequeña maleta rellena de ropa saqué una bolsita azul, dentro había una cajita de piel. La abrí y me encontré con el colgante que Kevin me había dado por mi cumpleaños. Lo acaricié unos instantes al recordar que, minutos después de que me lo diera, nos habíamos dado nuestro primer beso real.

Y con una sonrisa soñadora, me puse el colgante y me miré en el espejo; era tan brillante…

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro

#acción