4

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Llevaba ya alrededor de media hora caminando por las frías calles de la ciudad de México, aunque no sentía el frío por el calor que él mismo emanaba.

Se estaba cansando de caminar, e inclusive había intentado desplegar sus alas que empezaban a entumecerse pero era inútil, en el mundo humano no podía mostrar sus alas a menos que fuera de un rango mayor, y aunque lo fuera, necesitaba mucha práctica para hacerlo.

Vagamente recordó las palabras de su amiga “debes imaginar el lugar o la persona a la que quieres llegar y apareces ahí”. ¿Acaso era tonto?
Volvió a agarrar el collar y esta vez imaginó el rostro de aquel castaño que tanto aparecía en su mente. Abrió los ojos y sonrió al notar que había aparecido frente a una puerta.

Estaba dentro de una casa bastante bonita y acogedora pese al entorno oscuro por la falta de luz. Con cuidado intentó abrir la puerta descubriendo que la podía traspasar. Caminó hasta cruzarla y se encontró con una habitación de un tono azul oscuro y blanco.

Caminó hasta el centro de la habitación observando todo a su alrededor con impresión. Normalmente las casas en el cielo eran blancas con dorado, le daba una agradable sensación a la vista poder ver otros colores aparte de los mencionados.

“¿Esto no es invasión a la propiedad?” pensó el rubio.

Antes de que pudiera pensarlo un poco más una puerta a sus espaldas se abrió dándole paso a una luz blanca que iluminaba parte de la habitación y junto con ella a un chico castaño de ojos verdes.

Lysandro se sonrojó.

Por el pecho del castaño caían despreocupadas gotas de agua y su cabello mojado se le pegaba a la frente. Sin contar que solo estaba con una toalla amarrada a las caderas dejando ver los inicios de su “V”.

El castaño se detuvo frente al rubio casi como si pudiera verlo, de hecho, se quedó viendo directamente a sus ojos y estuvo a punto de preguntarle si lo podía ver hasta que siguió caminando hasta traspasarlo y tirarse en su cama boca arriba aún en toalla y mojado.

—Debo ser idiota —se talló los ojos con ambas manos.

Lysandro finalmente reaccionó y se tapó los ojos aún con el rostro sonrojado, si Dios se enterara de que uno de sus ángeles había visto a alguien semidesnudo seguramente se enojaría muchísimo. O así lo pensaba el pequeño e inocente rubio que tanto aprecio le tenía a su hogar, y más aún a sus alas.

Escuchó que algo se abría y cerraba y luego de unos minutos también escuchó que algo caía despreocupadamente sobre la cama.

Abrió los ojos lentamente y observó a Dean ya vestido y con su teléfono en la mano. Suspiró aliviado.

Vio como pegaba aquel pequeño aparato a su oreja sin saber exactamente qué hacía.

—Hola bebé, ¿cómo estás? —escuchó levemente una aguda voz.

—Hola amor, bien ¿y tú?

—Bien ahora que me llamas.

Lysandro no sabía qué hora era pero calculaba que eran las dos de la mañana, ya era muy tarde, ¿cómo era que seguían despiertos a aquella hora? Él ya estaba bostezando por el sueño.

—Bebé, ¿sabes que te amo? —soltó la chica repentinamente.

El ángel al instante notó la gran mentira en la voz de aquella chica y rodó los ojos de manera inconsciente.

Empezó a caminar por el cuarto mientras el chico terminaba de hablar con su novia diciendo cosas como “sí, pero yo te amo más” o similares. Por algún motivo hizo que el rubio detestara a más no poder a aquella mujer con la que hablaba por teléfono el castaño. Pese a no saber ni quien era.

Suspiró de alivio nuevamente cuando lo vio colgar el teléfono sabiendo de alguna manera que la chica ya no los podía escuchar, quería saber todo de aquel mundo, no sabía que era ese aparato, ni aquel que estaba sobre un escritorio y que parecía marcar la hora. Pero sobre todo quería saber todo de aquel castaño que le había robado la atención.

Se acercó hasta el chico que estaba acostado sobre su cama y se paró a su lado mientras lo veía.

—¿Quién será esa chica? Le está mintiendo —dijo para sí mismo con un toque de preocupación ya sabiendo que el chico no lo oía.

Las parejas estaban prohibidas en el mundo celestial, debías tener un mínimo de veinticinco años para tener una y a los treinta ya debías tener mínimo un hijo y estar casado para hacer lo dicho por lo que tenían que hacerlo rápido y ser selectivos para saber que ibas a estar a gusto con ella hasta que la muerte los separara.

Algo le decía que aquella chica era la novia del castaño, ¿él sí podía tener novia a esa edad? No le calculaba más de dieciocho e incluso quizás diecinueve años. Cada vez quería saber más.

Notó que el castaño respiraba de forma tranquila con los ojos cerrados y así notó que ya se había dormido. Llevó su mano a los cabellos de su contrario inconscientemente dejando una leve caricia y luego la bajó hasta su mejilla anhelando sentir aquella extraña sensación de calidez y frialdad a la vez.

Al sentir el cálido tacto, Dean sonrió entre sueños sin ser consiente de lo que pasaba a su alrededor.

Lysandro también sonrió al notar la dulce expresión de su contrario, del cuál por cierto aún no sabía su nombre, y después de eso volvió a agarrar su collar pensando en él mismo para volver a su cuerpo.

Lo logró con éxito, se incorporó y respiró agitadamente en su propia cama como si hubiera estado dormido o llevará mucho tiempo sin respirar, como si estuviera bajo del agua.

Entre bocanadas de aire sonrió nuevamente por haber cumplido su deseo de volver a ver a aquel chico castaño, se levantó y se quitó el collar para guardarlo entre su ropa, no quería meterse en problemas si alguien aparte de Lucy lo veía.

Se cambió su ropa a su pijama y se dirigió nuevamente a su cama para acostarse y taparse con la frazada mientras cerraba sus ojos y caía en un profundo sueño del cual no planeaba despertar hasta dentro de muchas horas más.


.°• † ‡ † •°.


Los rayos del sol iluminaban levemente la habitación blanca y neutral de Lysandro provocando que despertara con el cabello revuelto.

Era bastante temprano, las seis de la mañana para ser específico y sus clases empezaban a las ocho, tenía tiempo suficiente para arreglarse de manera tranquila y de desayunar.

Se bañó, hizo sus necesidades e hizo todo lo de aseo personal. Se vistió con un pantalón blanco al igual que su camiseta de hombros caídos y manga ancha hasta el codo y sus tenis. Igualmente blancos.

Su armario estaba lleno de ropa blanca, solo tenía uno que otro pantalón negro y eran contadas las veces que los había utilizado ya que aquel color no era bien visto en el cielo, por motivos estúpidos cabe recalcar. Se asociaba con los demonios al parecer de muchos y era algo que Lysandro lamentaba ya que aquel color le gustaba mucho.

Salió de su habitación y optó por desayunar un poco de huevo revuelto, cosa que comía muy rara vez. El huevo estrellado le provocaba náuseas, era una sorpresa que el huevo revuelto no, total, era lo mismo.

Sonrió cuando su madre bajó junto con su hermana ya lista para ir a la escuela, les dio un beso en la frente a ambas y siguió comiendo.

—¿Cómo descansaste cariño? —le preguntó su mamá.

—Bien —respondió nervioso, la mayor parte de la noche había estado en otro lugar. Más o menos.

—Que bueno, solo espero que no estés haciendo algo malo —se carcajeó un poco.

—¿Qué, p-porqué lo dices?

—Estas actuando muy extraño —se burló su hermana.

—Te notó nervioso, soy tu madre, te conozco —sonrió por la respuesta de su hija.

—Ah, es que hoy tengo un examen —miró su plato.

Odiaba mentir, en especial a su familia, más aún porque según los mandamientos, mentir era un pecado. Inferior pero pecado a fin de cuentas.

—Bueno me debo ir, hasta la tarde, hoy saldré con Lucy un rato —se levantó.

—Oh, mándale saludos de mi parte.
Hijo, solo te faltan siete años para escoger a tu pareja y esa Lucy me agrada mucho, ¿no has pensado en ella como tu pareja?

Se atragantó con su propio aire al oír a su madre decir aquello. Negó rápidamente mientras tosía y se despidió con la mano derecha mientras se golpeaba levemente el pecho y salía de su casa escuchando las risas de su hermana desde el interior.

Empezó a volar hacia su escuela hasta que escuchó un aleteo cerca de él y se detuvo al saber quién era.

—¿Cómo te fue ayer? —interrogó su amiga.

—Hola, yo estoy bien, gracias por preguntar —sonrió burlón.

—Hola para ti también, responde.

Ambos empezaron a volar nuevamente.

—Bien, bastante bien en realidad. Por cierto, ¿cómo conseguiste el collar ese?
No había notado aquel punto.

—Ah… bueno pues… —se puso nerviosa.

—Es un objeto muy poderoso, no me imagino de dónde lo sacaste.

Al notar que no respondía la agarró de un brazo e hizo que se detuviera volando en el mismo lugar.

—Es poderoso, y un poder así debe de estar prohibido para los ángeles inferiores. Lucy, ¿de dónde sacaste ese collar? —se puso serio al notar que su amiga se podría estar metiendo en serios problemas.

—No te lo puedo decir, Lysandro, lo siento. Pero confía en mí. ¿Puedes? —susurró.

Era su mejor amiga, la conocía desde la infancia y ambos se ayudaban y encubrían en lo que fuera, y si ella le pedía que no la forzara entonces no lo iba a hacer.

La abrazó de manera protectora.

—Cualquier cosa me dices.

Después de un rato siguieron con su camino directo a la escuela. Ya iban tarde.

.°• † ‡ † •°.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro