PERDÓNAME (ONE-SHOT)

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Disfrútenlo muchas gracias!!

—¡Vergüenza! —le gritó a su hijo, seguido de un golpe severo en su brazo derecho. De tantos golpes que le había dado con aquella regla ya le habían quedado grabadas las heridas de esos golpes—, no puedo creer lo inútil y patético que eres, tanto tiempo practicando y no has mejorado nada, ¿Así es como pretendes deshonrarme?

—No padre, yo no... —le interrumpió el golpe que su padre volvió a darle en el brazo.

—¡Silencio! —Gustavo volvió a gritarle—, ¿Por qué no puedes ser como tú hermana?, No puedo creer que después de haber dado a luz a una hija tan talentosa y excepcional como Lydia, la inútil de tú madre haya concebido a un mediocre e inútil ser como tú.

Sebastián le miró de reojo, una inmensa rabia corría por sus venas, la sangre le hervía, ya deseaba amarrarlo a una cama y alzarse con un bate de baseball y devolverle todo el dolor y sufrimiento que le ha hecho pasar desde muy temprana edad.

—He invertido tanto tiempo en ti, para hacerte un músico excepcional como tú hermana, pero nada funciona... —se acercó a su oído y le amenazó—, me da vergüenza decir que eres mí hijo, eres tan mediocre que me provoca náuseas.

—Pero padre...

Sin sentir remordimiento alguno le volvió a azotar, al punto de que ya sus heridas sangraban. Lo corrió de aquella habitación donde practicaban para el examen de admisión, o bueno, dónde comenzaba el sufrimiento de Sebastián. Cuando salió de aquella habitación, se sostuvo el brazo, sus lágrimas caían por sus mejillas y el dolor era insoportable, tal vez un golpe más con la regla y se hubiera quebrado ahí mismo.

—Veo que te gusta que nuestro padre te maltrate, ¿No es así, Sebastián? —preguntó Lydia, su hermana, la persona que en teoría debería ayudarle y hasta defenderle en ciertas situaciones, pero no, se regocijaba al ver sufrir a su hermano y revolcarse en la mierda de su "mediocridad"—, te daré un consejo, mejora pronto o nuestro padre jamás dejará de golpearte jaja.

Solo la ignoró y se fué a su habitación, le dolía tanto el brazo que no tenía deseos de hablar con su hermana. Lydia lo tomó con gracia, para ella, su hermano no era más que un simple "perdedor sin talento" que no estaba a su altura. Nuestro querido Sebastián fué a su habitación, debía ducharse mientras el mayordomo limpiaba su habitación en busca de cualquier cosa sospechosa, y es que hasta por eso lo golpeaban.

La vida de Sebastián era más que dura, era un verdadero infierno, un padre enfermizamente perfeccionista y abusivo, una hermana egocéntrica y que no lo ayudaba en nada, un mayordomo que lo trataba de forma denigrante y una madre que, era mejor que no intente defenderle.

Luego de cenar todos en el comedor, dónde Gustavo dejó en claro lo que pensaba acerca de su hijo —cosas que un padre no debería siquiera pensar— todos se retiraron a sus respectivas habitaciones, pronto llegaría la medianoche y Sebastián debía estar descansado y listo para empezar de nuevo el sufrimiento, digo, su práctica.

A la mañana siguiente comenzaron las prácticas de Sebastián, el muchacho tenía talento y hasta de sobra, pero para los oídos de su padre, su hijo no era nada más que una simple basura sin talento, no importaba si tocaba magníficamente, si llegaba a fallar aunque sea en un solo acorde, ya lo consideraba como un ser inútil y patético. Con cada error que cometía a la hora de tocar el violín era un golpe, el brazo de Sebastián estaba ya muy marcado y la sangre salía lentamente de esas heridas.

Cansado, fastidiado, y sin saber que más hacer con su hijo, Gustavo mandó a llamar a su hija, Lydia, quién fué llevada por el mayordomo a la habitación donde estaban practicando.

—¿Me mandaste a llamar, padre? —preguntó Lydia, ingresando en la habitación luego de que el mayordomo le haya abierto la puerta y después la haya cerrado.

—Sí, te llamé con el objetivo de que le demuestres a este... —miró a su hijo con desprecio—, inútil, lo que es tener talento, a ver si logra captar algo de tus habilidades y mejore un poco. Su vibrato es muy deficiente y no sé qué más hacer para que mejore.

—Claro, será un gusto ayudar a mí para nada talentoso... hermano —dijo ella, sonriendo con mucha arrogancia y cruzándose de brazos.

Gustavo le ordenó a Sebastián que le entregue su violín a Lydia y que observe con atención. Dicho y hecho, Sebastián le entregó su violín a su hermana, ella le sonrió burlonamente y luego miró a su padre.

—¿Cómo quieres que te deleite, padre? —sabía que preguntar algo como eso haría que su hermano se sienta peor de lo que ya de por sí, estaba.

—Quiero que toques introducción y rondó caprichoso, estoy seguro que puedes hacerlo —miró a su hijo con desprecio, de nuevo—, aprende lo que hace el verdadero talento, Sebastián.

Sebastián entrecerró sus ojos y observó a su hermana. En efecto, Lydia tocó introducción y rondó caprichoso de manera impecable, no se equivocó en ningún acorde y su padre estaba felíz por eso, tener a una hija tan talentosa y asombrosa como ella era magnífico, a diferencia de su "mediocre" hijo. Cuando terminó de tocar, le entregó el violín a Sebastián y este último miró a su padre.

—Espero que hayas visto y captado cómo debe hacerse, en teoría tú también deberías saber tocar una melodía como esa, ahora hazlo —dijo su padre, viéndole directo a los ojos.

Sebastián entrecerró sus ojos y volvió a tocar esa melodía, tan impecable al principio, a pesar de que le dolía muchísimo su brazo, tocó esa melodía. Sebastián tenía talento, mucho talento, pero para los oídos tan perfeccionistas de su padre eso no era suficiente, y logró escuchar un pequeño error casi al finalizar la melodía.

—¡Brazo! —dijo su padre, enojado por el pequeño error de su hijo.

—Pero padre... —dijo Sebastián.

—¡Rápido!

Lydia solo sonrió al ver cómo Sebastián se doblaba la manga de su brazo derecho. Gustavo procedió a golpearlo como siempre, incluso no le importó que su hija estuviera enfrente. Los golpes en el brazo llegaron al punto de que sus heridas comenzaron a sangrar de nuevo, y su hermana, cruzada de brazos y con una sonrisa, solo pensaba en lo mediocre que era su hermana.

Es decir, no le importó que su hermano estuviera llorando, no le importó que su hermano estuviera sangrando, no le importó que a su hermano lo estuvieran golpeando de manera injusta, hasta que, ella sintió como una pequeña, una minúscula gota de sangre cayó en su mejilla.

Lydia llevó su mano a su mejilla y vió, en sus dedos la sangre de su hermano...

—¡¿Por qué no puedes ser cómo tú hermana?! ¡¿Por qué?! —continuó golpeando a su hijo sin sentir siquiera el más minúsculo resentimiento—, ¡¿POR QUÉ TUVE QUE TENER UN HIJO TAN MEDIOCRE?!

golpe tras golpe, finalmente todo el brazo de Sebastián comenzó a mancharse de sangre, y las lágrimas caían rápidamente por sus mejillas. Los golpes cesaron, porque Gustavo se cansó de estarlo golpeando, y mientras Sebastián se sostenía el brazo mientras sangraba, le vió a los ojos...

—Yo... aprobaré el exámen... y te sentirás orgulloso de mí... querido, padre —le dijo, entre muchas lágrimas—, te haré sentir... orgulloso.

Lydia por unos momentos se sintió extraña, por alguna razón esa minúscula gota de sangre que llegó a su mejilla fué como, si la hubiera ayudado a darse cuenta de la realidad.
Llegó la noche, de nuevo, en la cena Gustavo volvió a hacer sentir mal a su hijo, a tratarlo como una basura.

Pasada la media noche, Lydia tuvo sed, por lo que se levantó de la cama y fué a la cocina a beber algo de agua, mas sin embargo para poder llegar a la cocina debía cruzar el pasillo y pasar por la habitación de su hermano. Cuando pasó, logró escuchar algo, algo que llamó poderosamente su atención, Sebastián estaba... ¿Llorando?, Acercó su oído a la puerta y escuchó claramente a su hermano llorar y decir ciertas cosas que, no debería decir una persona que esté completamente en sus cabales.

—¡¿Por qué no puedes ser como tú hermana?! ¿Por qué? —imitaba su padre, mientras lloraba al filo de su cama, y un pequeño tic en su ojo se hacía presente—, ¿Por qué eres un inútil?, ¿Por qué? ¡¿Y ELLA QUÉ ES PERFECTA?! ¡¿SI TANTO ME ODIAN POR QUÉ NO ME CORREN?! ¡¿SI TANTO ME ODIAN POR QUÉ NO ME ABORTARON?! ¡¿POR QUÉ?! ¡ESTARÍA MEJOR MUERTO Y ASÍ NO SERÍA UNA DESHONRA! O MEJOR NO, ESTARÍA MEJOR SI TODOS SE MURIERAN... —se le quebró la voz por completo—, y me dejan tranquilo... me dejan de joder.

Se quebró completamente a llorar, la presión sobre él ya era insoportable. Su hermana solo le escuchaba llorar y decir esas cosas, no supo el por qué, pero sintió algo de... ¿remordimiento? ¿Culpa? ¿Tristeza?, prosiguió con su camino, no quería seguir escuchandole decir esas cosas.

Más tarde, esa misma noche, mientras estaba en su cama, escuchó el fuerte viento azotar contra su ventana, eso la despertó, eran poco más de las dos de la mañana, quiso volver a dormir pero el sonido de la puerta de su habitación abriéndose lentamente le asustó un poco, mas sin embargo ese susto se incrementó más al ver que, o mejor dicho, quién era el que había abierto la puerta.

Lydia abrió sus ojos a más no poder, se cubrió con la sábana de su cama y se sentó en la misma, dió un grito horrendo al ver a su "querido" hermano de pie, con un puñal manchado de sangre en su mano derecha, la sonrisa más retorcida que un ser humano puede hacer, algunos tics en su ojo derecho, y en su rostro, pequeñas gotas de sangre escurrirse lentamente. Se acercó a su hermana, en tanto que ella daba gritos aterradores pidiéndole que se aleje, pero él no le escuchaba, solo la veía directo a los ojos mientras se acercaba. La agarró del cuello, le dió un fuerte apretón, y aunque su hermana intentaba alejarlo y salir huyendo, el agarre de su hermano era más fuerte.

—¡Es-Espera... po-por favor... Sebastián! —por más que intentaba escapar, no podía hacerlo.

—Ya me encargué de todos, solo faltas tú... —levantó ese puñal enfrente del rostro de su hermana—, con que así se siente ser libre, hubieras visto como quedó nuestro querido... padre.

—¡D-Detente! —al borde de las lágrimas veía ese puñal alzarse, y bajando rápidamente siendo enterrado en su pecho una y otra y otra vez.
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Dió un grito que sonó por toda su habitación, tocó su cuerpo y vió que no tenía ninguna herida, había sido una pesadilla, una horrenda y terrorífica pesadilla, observó la puerta, estaba cerrada. Abrazó sus piernas, tuvo esa pesadilla a raíz de haber escuchado lo que su hermano decía mientras lloraba en su habitación. Ella también lloró un poco, esa pesadilla no la iba a olvidar en mucho, mucho tiempo.

A la mañana siguiente, muy temprano, Lydia había ido al baño a realizar sus aseo personal, y cuando salió observó cómo su hermano estaba saliendo de su habitación también. Ella pudo sentir como su hermano, aunque tratando de ocultarlo, la miró con algo de desprecio.

—Sebastián... —lo detuvo a su hermano.

—¿Qué deseas, Lydia? —preguntó Sebastián, obviamente en su tono de voz se pudo sentir algo de desprecio.

—Puedo... ¿Puedo ver tú brazo? —no utilizó un tono de voz burlesco, al contrario, parecía como si ella estuviera, preocupada por él.

—¿Eh? ¿Para qué? —dijo su hermano.

—Déjame verlo, eso es todo —dijo ella, desviando un poco su mirada.

Sebastián recogió la manga de su bata de dormir y en efecto, esas heridas no se veían nada bien, a pesar de que su hermano haya tratado de curarlas. Ver esas heridas se sintió como un golpe en el estómago, como un balde con agua fría, ¡Carajo era su hermano, su hermano, no un animal! sus ojos se cristalizaron un poco, volvió a sentirse mal.

—Cielos...

—Sí, así es como queda un brazo después de ser azotado todos los días —dijo Sebastián. Esas palabras fueron como un puñal en su pecho.

—No has curado bien tus heridas, eso podría infectarse y agravar más el asunto, vamos a mí habitación, creo que tengo algo con lo que poder curarte correctamente —dijo Lydia.

Sebastián entrecerró sus ojos un poco, ya que esa actitud de su hermana no era para nada típica en ella, antes si hubiera visto sus heridas no le hubiera importado en lo más mínimo. Fueron a la habitación de ella, ahí dentro, Lydia curó cuidadosamente las heridas de su hermano, limpiando y envolviendo con vendas adecuadas el brazo de su hermano.

—Listo —dijo Lydia—, así debiste curar esas heridas.

—Muchas gracias Lydia pero, ¿Por qué estás haciendo esto?

—¿Sebastián realmente te gusta ser maltratado por papá? —preguntó su hermana, guardando algodón, pinzas, vendas y alcohol en un pequeño botiquín.

—Claro que no, ¿Cómo se te ocurre pensar siquiera eso?

—¿Entonces por qué no mejoras? —le preguntó viéndole a los ojos.

—¡¿Y cómo quieres que mejore con la presión que papá ejerce sobre mí?! —le levantó la voz, en efecto, había mucha ira encerrada en el interior de su hermano.

—Sebastián no es tan difícil...

—Obvio, a tí no te golpean todos los días ni te dicen lo mediocre que eres, tú eres perfecta, no cometes ni un solo error a la hora de tocar un instrumento —dijo, algo indignado el jóven rubio—, a diferencia de mí, dentro de poco será el exámen de ingreso en el conservatorio, y sino llego a... aprobar , me van a masacrar sin duda alguna.

Pudo sentir como la voz de su hermano empezaba a quebrarse. Se preguntó a si misma qué había estado haciendo todo ese tiempo, dejando a su hermano solo y sin ayudarlo en lo más mínimo, dejando que su padre lo maltrate y no haciendo nada al respecto. Una pequeña lágrima comenzó a caer por su mejilla...

—Lo siento...

—¿Eh? —murmuró Sebastián.

—Perdóname, no sé que rayos he estado haciendo todo este tiempo, en vez de ayudarte te he dejado solo, discúlpame, he sido... una pésima hermana.

Su hermana se estaba disculpando, y de paso estaba llorando por él, ¿Qué? ¿Lydia llorando y pidiendo disculpas?, ¿Siquiera ella conocía esa palabra? Sebastián no entendía muy bien el cambio tan repentino de actitud de su hermana.

—¿Por qué te estás disculpando?

—Porque debo hacerlo, no he sido la mejor hermana del mundo, mi deber es ayudarte no dejarte solo, y ahora, papá me aprecia más a mí que a tí...

—¡Tsk! cómo si alguna vez ha sentido aprecio por mí.

Lydia colocó su mano encima del hombro de su hermano y le pidió disculpas, en cierto sentido se sentía culpable por haber hecho nada por él. Le prometió, no, le juró no volver a dejarlo solo y lo ayudaría en lo que más podía. Sebastián no comprendía bien lo que ella estaba haciendo pero, en cierta forma, escuchar esas palabras fué como menos carga para él.

—Espero que me perdones, te ayudaré de ahora en adelante a mejor tus habilidades, y serás el número uno al dar el exámen, te lo aseguro...

Steven2: *Chess* Yo no estaría muy seguro de eso jeje...

Tomó su mano y le dió un fuerte apretón. Dicho y hecho, Lydia empezó a ayudar a su hermano todos los días, antes de practicar con su padre y después de practicar, así los malos tratos y hasta los golpes iban reduciéndose poco a poco. Ambos hermanos de nuevo habían vuelto a tener esa especie de conexión que alguna vez tuvieron cuando fueron niños pero que, con el correr de los años, y las circunstancias, la habían perdido.

Sebastián sintió un gran alivio en su corazón y en su mente, de algún modo tener a alguien de su lado ayudándole se sentía muy bien. Pronto Gustavo se dió cuenta que Sebastián había "mejorado" al parecer, sin embargo, aún se podía sentir esa frialdad en su corazón hacia su hijo. Sebastián estaba feliz de que al menos, entre tanta mierda, contaba con el apoyo de su hermana.

Porque sí de algo estoy seguro, es que algunas cosas se pueden solucionar con un sincero... Perdóname.

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