🌹 19 🌹

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Territorio ducal

La pareja se encontraba paseando en la montura de Misterio desde hacía una hora aproximadamente arriba del caballo y estaban bordeando todo el perímetro del ducado. A Elizabeth en vez de cansarla, la entusiasmaba más porque lo tenía muy cerca y sentir sus brazos, y manos alrededor de ella era placentero. Patrick había decidido cabalgar con el pelo suelto, puesto que no debía recibir a nadie y tampoco tenía que salir para alguna reunión de negocios.

―Te ves muy guapo con el cabello suelto ―confesó acariciando su mejilla con la mano extendida hacia atrás mientras lo miraba a los ojos.

―Gracias ―sonrió y aceptó un beso de ella.

La duquesita lo abrazó por detrás para profundizar más el beso, él lo correspondió de buena gana al tiempo que miraba al frente para saber por dónde estaban yendo pero los besos que su esposa le daba no lo dejaban concentrarse.

―Elizabeth... será mejor que dejemos los besos para después, necesito observar lo que hay al frente ―expresó acariciando su mejilla.

―Tienes razón, lo siento ―dijo apenada.

―Está bien, no te tienes que disculpar ―sonrió y le dio un último beso para retomar mejor las riendas de Misterio y continuar con el paseo.

El recorrido les llevó casi tres horas y cuando volvieron a la residencia, él la ayudó a bajar del caballo sujetándola de la cintura y ella de los hombros. El mozo de cuadra llevó al semental al cobertizo y James los recibió. Sin decir nada más que el anuncio por el mayordomo de que la cena se serviría para las siete y media, ellos subieron las escaleras y entraron cada uno a sus dormitorios para darse un baño y prepararse para la cena.


🌹🌹🌹


Comedor

Durante el postre, la duquesita vio a Patrick desanimado.

―¿Has podido dormir la siesta?

―Poco y nada. Y el baño que me he dado me ha relajado más.

―¿No quieres salir a ver la luna? Puede que te despabiles un poco.

El duque se levantó y ella lo hizo también. Se dirigieron a la entrada para tomar sus capas y colocárselas. Ambos salieron por la parte trasera del palacio.


🌹🌹🌹


Jardín trasero

Estando de pie, ella alzó la vista hacia el satélite natural.

―En el campo cuando había noches así, salíamos con mis hermanos y Sophie hacia los rosales para ver las estrellas y la luna antes de ir a dormir.

―Aquí lo podemos hacer también, el cielo está despejado y libre de humos.

―Lo sé ―sonrió al mirarlo de nuevo.

La melancolía en el rostro de la duquesita se reflejaba y Patrick la percibió. La abrazó por la cintura y le dio un beso en la mejilla.

―¿Qué te ocurre, duquesita? ―quiso saberlo porque estaba preocupado por ella―. Desde que llegué que estás triste y si bien ya hemos arreglado las cosas entre nosotros, siento que aún sigues así. ¿Me quieres contar? ―cuestionó mirándola y animándola a que se lo dijera.

―No me sucede nada, Patricien ―respondió con su nombre en francés, dándole a entender así que todo estaba bien.

Cuando las cosas estaban bien entre ellos, o ella quería evadir algo que sentía, lo llamaba de aquella manera. Y en aquel momento lo quería, quería intentar esquivar su interrogación con la frase que le había dicho hacía segundos atrás.

―¿Segura? ―No dejó de mirarla con atención.

―Completamente ―admitió con una sonrisa también―. Vayamos adentro para dormir, tú debes descansar, te has levantado muy temprano ―dijo acariciando sus mejillas y dándole un beso mientras inclinaba su cabeza hacia ella.

―De acuerdo ―contestó él pero no estando del todo convencido.

Patrick sabía bien que algo la inquietaba y era terrible saber que no confiaba en él para decírselo.


🌹🌹🌹


Residencia ducal

Pocos pasos les bastó para volver a entrar al interior del castillo y vieron a Clarissa subir las escaleras con una lámpara al aceite de mano.

―Duquesita, creí que te encontrabas en tu habitación.

―Estaba por ir. Te acompañaré.

―Mientras tanto iré —dijo su dama de compañía.

―Está bien.

La pareja subió un par de segundos después y cuando llegaron a la puerta de la recámara del duque, él le dio un beso en los labios y le deseó buenas noches. Ella hizo lo mismo.


🌹🌹🌹


Alcobas ducales

En el refugio de su habitación su rostro y comportamiento fue algo distinto, estaba melancólica y desde que se había ido su familia a La Rochelle, que no dejaba de pensar en ellos y sobre todo de extrañarlos. Aquellos ocho días fueron los que más sola se sintió y quiso tenerlos junto a ella.

―¿Te ayudo? ―Se ofreció a desvestirla.

―Quédate un rato más, quiero hablar contigo ―se sentó en el borde de la cama sin quitarse la capa.

―¿Qué necesitas? ―preguntó sentándose a su lado.

Clarissa frunció el ceño y la vio muy preocupada. Su rostro se notaba afligido.

―¿Duquesita? ¿Qué tienes? Me asustas.

―Clari... extraño mucho a mi familia y siento que a pesar de las pocas semanas que pasaron, no encajo aquí ―dijo con congoja dentro del cuarto―. Es todo nuevo.

―Inglaterra es moderna y la ciudad es igual. Yo sé que te cuesta adaptarte pero lo estás haciendo muy bien, Elizabeth.

―Pero me preocupan ciertas cosas también, aunque últimamente estoy muy sensible y extraño demasiado. Todas las noches me la paso llorando, pienso en cosas que no debería también.

―¿Cómo cuáles? ―formuló mirándola.

―Ayer en el paseo que dimos, nos encontramos con una mujer que solo hablaba del rumor que se sabe por la ciudad. El rumor de cómo llegué aquí y del cómo y porqué terminé siendo la esposa del duque. La mayoría de los presentes se rieron, y la mujer finalizó por decir un insulto frente a todos ―comentó y luego de una pausa continuó hablando―, el encargado de hacernos la visita a la galería, la interrumpió para tratar de disipar el tema pero ella arremetió diciendo más cosas, Patrick quiso intervenir pero yo no se lo permití.

―¿Por qué no? Habría estado bien que la pusiera en su lugar a esa impertinente ―dijo enojada―. ¿Quién era esa mujer? ―preguntó intrigada Clarissa.

―Patrick me ha dicho que es Claire, la amante de Roseanne.

Su dama de compañía quedó de piedra porque de aquel detalle no estaba para nada enterada.

―¿Su amante? ¿Le gustan las mujeres también? ―Frunció el ceño sin comprender mucho.

―Así parece, pero eso no me importa, cada quien con sus cosas ―declaró tajante―, me molesta que haya tenido la cara para decir esas cosas, lo está dejando en una posición muy mala y el duque no se lo merece. Siempre he pensado que todo fue un error.

―Aunque no lo hubieras querido, debió haberla puesto en su lugar cuando abrió la boca solo para decir barbaridades. Tenía muy bien merecidas todas las palabras que milord le hubiera dicho, porque ella también tuvo la poca decencia para hablar así de ti y de él ―expresó con énfasis en sus palabras―. Ahora, no tendrías porqué pensar más en esa mujer y tampoco en su examante. El duque te da todo, Elizabeth. No te hace faltar nada, deja que hagas todo cuanto quieras y eso rara vez se ve en Londres ―sonrió cuando se lo dijo.

―Lo sé y se lo agradezco pero... Si los demás se enteran de donde provengo en verdad, se burlarán de él como ya lo han hecho ―sujetaba con nervios la tela de la capa mientras la fruncía con sus dedos.

―Nadie podría burlarse de él, y mucho menos de ti, y el que lo haga lo pagará caro. El duque es implacable ―confesó con honestidad―. Estoy segura que de alguna manera, él sabrá qué hacer al respecto. En el día de ayer te ha comprado el cuadro en la exposición de arte, creo que representa mucho la historia de ustedes.

―A pesar de ser muy lindo el cuadro y el gesto de cariño que tuvo en comprarlo para mí, no puedo sacarme de la cabeza que todo esto siempre ha sido un error. El venir aquí, dejando todo atrás fue una locura ―admitió.

―¿Acaso no te parece atractivo? ―formuló y la duquesita quedó callada por miedo a decirle la verdad―. No soy de piedra y aunque estoy casada, sé cuán apuesto es el duque, y debo decirte que te come con la mirada cada vez que posa sus ojos en ti, Elizabeth. ¿Ni sabiendo eso puedes dejar de pensar en cosas absurdas? Porque lo son, todas querían ser la duquesa de Covent Garden, todas las niñas casamenteras lo anhelaban, incluso la puta de Roseanne ―escupió con asco en un arrebato de enojo.

―¡Clarissa! ¡Qué boca! ―exclamó horrorizada.

―Es la verdad ―admitió molesta―. Todos sabemos que ella y él fueron amantes mucho antes de que tú aparecieras en su vida. Desde el día en que supimos que había una fotografía tuya dentro de su despacho y que era posible que fueras la futura duquesa, vimos una nueva oportunidad.

―No te comprendo ―negó con la cabeza al tiempo que fruncía el ceño.

―La furcia estuvo a punto de ser la dueña de este lugar ―emitió―, pero cuando conoció a quien es su marido, y vio la gran fortuna que tenía, lo abandonó ―admitió―, lo dejó hecho una piltrafa y él aprovechó su libertad.

Elizabeth en aquel momento recordó lo que le había dicho dos días atrás la examante de su marido.

―Ahora entiendo porqué en el medio de la discusión, Roseanne me dijo que todo esto y él podrían haber sido de ella.

―Y menos mal que no sucedió, fue un gran alivio para todos que el duque se diera cuenta de la clase de mujer que era ella. Desde que la fulana se enteró que él volvía a creer en alguien y estaba decidido a contraer matrimonio con una misteriosa mujer, la liviana volvió a aparecer en su vida. Solo para joder.

―Aún no sé si se siguen viendo a mis espaldas ―respondió y ambas escucharon la puerta abrirse que separaba las dos recámaras.

Patrick se presentó en el dormitorio de la duquesita y se puso frente a ellas.

Milord ―tragó saliva con dificultad la doncella, poniéndose de pie de inmediato.

―Clarissa, vete a dormir por favor. Ya le has contado suficiente a la duquesita.

―Sí, con su permiso, milord. Buenas noches ―comentó casi asustada olvidándose de la inclinación y las muestras de respeto para ambos.

Cuando quedaron solos, ella creyó con angustia que pronto la golpearía en la cara. La joven se irguió también, sintiéndose diminuta frente a él.

―Patri...

―No digas nada ―sus palabras fueron más afiladas que una navaja―. Extrañas a tu familia, tienes el camino libre para irte, no voy a detenerte... no seré un idiota de nuevo. Tampoco crees en mi palabra cuando cada vez que dudabas te decía la verdad, que dejé de relacionarme con ella justamente desde el día en que llegó la carta con tu fotografía desde La Rochelle ―apretó los dientes.

―No termino de entender... ―arrugó los labios compungida.

―¿Qué es tan difícil de entender? ―preguntó negando con la cabeza―. Es lo que te confesó Clarissa, Roseanne iba a ser duquesa, pero cuando me cambió por otro, decidí ser promiscuo... con el tiempo, volví a frecuentarla a pesar de estar casada, es una moneda corriente en mi círculo, que los hombres tengan amantes... Y las mujeres los tienen también aunque los escondan más... Pero cuando en verdad me di cuenta la clase de mujer que era en todos los sentidos, decidí terminar con ella, justo en el momento en que recibí una segunda misiva de tu padre, avisándome que había aceptado el trato y que a cambio me enviaba tu fotografía ―casi su voz se quiebra ahogando un llanto―, te soy fiel desde que te conocí en la foto, sin importarme si eras bonita o te salías de los estándares de lo que se considera actualmente bello en la sociedad, Roseanne aún ronda entre nosotros, pero no he vuelto a estar con ella ―confesó sin vueltas y directo.

―De eso hace mucho más de un año ―quedó estupefacta del asombro.

―Sí... Pero no puedo retenerte en contra de tu voluntad y por eso, te dejo ir. Si quieres, esta misma noche dispongo un carruaje para que te lleve al puerto y viajes en uno de mis navíos, son más veloces que un transatlántico y podrías estar llegando por la mañana del siguiente día.

―¿Harías eso? ¿Por mí? ―cuestionó incrédula alzando las cejas.

―Pondría el mundo a tus pies si me lo pidieras, Elizabeth ―confesó con sinceridad acariciando su mejilla―, si para dentro de una semana no vuelves, comprenderé que no quieres estar a mi lado.


🌹🌹🌹


Territorio ducal

Habían pasado dos horas desde que la muchacha metió algo de ropa en la maleta, lo necesario porque no pretendía llevarse más de lo que era suyo. Lo que había ahorrado del sueldo que Patrick le entregó desde antes de casarse para tener gastos personales o lo que ella quisiera, se lo había dejado sobre la mesa de noche dentro de una bolsa de terciopelo. Lo único que tomó de aquellas monedas fueron una docena de las mismas, solo para comprar provisiones para su familia una vez que llegara al puerto francés.

El carruaje emprendió el viaje hacia el puerto y cuando sintió que la garganta le apretaba de angustia echó la cortina hacia un lado para mirar cómo se alejaba de él. El duque mantenía apretada la mandíbula y las manos, se sentía impotente porque a pesar de todo, la amaba y no podía retenerla. Si hubiera sido un hombre déspota, la habría obligado a que se quedara pero él no era así. Se dio media vuelta y entró a la residencia.


🌹🌹🌹


Interior del castillo

―¿Por qué? ―cuestionó su mayordomo.

―Tenía que haberla retenido, milord ―comentó su ayuda de cámara.

―No soy un monstruo para retenerla conmigo y no tengo autoridad sobre ella, si la tuviera, jamás iba a ser libre y no pretendo hacerle eso ―respondió con tristeza.

―Pero pudo haberle dicho algo, quizá así podría haberse quedado ―expresó el empleado.

―El amor no es así, Sam... La dejé libre ―contestó y se dio la vuelta para caminar hacia su despacho.

―Por lo menos podría alcanzarla para despedirse de ella, creo que la duquesita no se ha ido del todo tranquila ―sugirió James.

―No me hagas estos planteos, viejo metido ―rio por lo bajo ante la sugerencia de su mayordomo.

―Fue solo mi opinión, milord.

―Sé tu intención, James.

Terminó por entrar a su oficina, y tanto el mayordomo como Sam entraron a la cocina donde se encontraban los demás del servicio doméstico.


🌹🌹🌹


Cocina

―¿Se fue al final? ―preguntó Bertha angustiada.

―Sí ―afirmó el hombre mayor.

―Le insistí para que no se fuera... pero la entiendo también, extraña a su familia y la sangre tira ―comentó Clarissa con lágrimas en sus ojos.

―Algo me dice que la duquesita no volverá ―suspiró con resignación Bertha.


🌹🌹🌹


Oficina del duque

Dentro del despacho, Patrick bebía una copita de coñac mientras estaba sentado en el sillón frente al hogar a leña. El silencio lo estaba volviendo loco y peor aún porque sabía que Elizabeth no se encontraba en el castillo.


🌹🌹🌹


Territorio del ducado

Se levantó y dejó la bebida a la mitad, cuando salió de la oficina, se dirigió a la entrada principal para colocarse la capa y salir de allí para caminar hacia el cobertizo y ensillar a Misterio.

Relinchos de un caballo se escucharon desde la cocina y miraron por la ventana para ver a su milord montado y dispuesto a salir del ducado.

―Quiero suponer que irá a buscarla ―dijo Clarissa.

―Eso espero ―comentó Sam.

―Por lo menos está haciendo lo que le sugerí ―notificó James.

Patrick salió al galope para poder alcanzarla, esperaba que todavía no hubiera llegado al puerto.

A medida que el carruaje avanzaba por la zona territorial del ducado, ya que aún no salían de ahí, Elizabeth se sentó un poco más cómoda sobre el asiento mullido y apretaba con insistencia la tela de satén de uno de los cojines que tenían los dos asientos que contenía la calesa. Estaba nerviosa y desanimada. Cuando salió de la residencia, se sintió angustiada y peor que antes, sentía que había abandonado a Patrick y con el dorso de la mano contra sus labios, lloró en silencio.

El lacayo le gritó al cochero para que se detuviera porque se estaba aproximando el duque. La joven quedó perpleja del asombro al escuchar de la boca del hombre, que su milord se acercaba a ellos. Cuando Su Gracia, bajó del caballo, abrió la portezuela del carruaje y entró cerrándola. Ambos se miraron. Elizabeth se quedó sin palabras cuando lo vio sentado a su lado, jamás se lo habría esperado.

―Me debes un beso ―levantó una ceja y le sonrió.

―¿Sí? ―contestó con ánimos de irritarlo.

―Sí, te fuiste sin darme un beso.

Sin que ella le dijera algo más, la tomó de las mejillas para depositarle un dulce beso en sus labios. La muchacha se sostuvo de las muñecas de él. Aún cuando la dejaba seguir su camino, la trataba así, con delicadeza. Se separó pocos centímetros de su rostro y la miró a los ojos a pesar de la poca iluminación que había dentro.

―No creí que vendrías... ―respondió sorprendida.

―Te escoltaré hasta el puerto.

―No tienes porqué hacerlo.

―Debo insistir, por favor.

―No lo hagas más difícil... mi corazón se debate en quedarme y mi mente en irme ―puso sus labios en una línea recta al tiempo que lo observaba.

―No puedo obligarte a nada, Elizabeth... solo quiero escoltarte hasta que subas al barco.

―Está bien ―no pudo negárselo.

Le dio un segundo beso dejándola con ansias de más y salió del carruaje para volver a montarse a Misterio. Le comentó al cochero que iba a acompañarlos hasta el puerto y luego se ubicó de nuevo al lado de la calesa, donde ella se encontraba.

A medida que avanzaban, ella echaba a un costado la cortina para observarlo arriba de Misterio, él de vez en cuando la miraba también, las sonrisas que se daban eran de complicidad.


🌹🌹🌹


Puerto de Londres

Media hora después, llegaron al puerto, ella se colocó la capucha de la capa y él abrió la puerta para ayudarla a bajar.

El lugar se encontraba casi desértico y para ambos era un alivio, cuando el lacayo subió a cubierta una sola maleta y bajó, Patrick supo que todo estaba listo para dejarla ir.

―Vete ―fue lo único que dijo.

La duquesita quedó confundida ante la respuesta pero lo entendía también. Ni siquiera bajó la cabeza para mirarla. Ella poniéndose en puntas de pie solo llegó al cuello masculino donde le depositó un beso en la zona donde el pulso se aceleraba. Sin decirle algo, se giró en sus talones y caminó para subirse al navío. En el momento en que el barco comenzó a navegar, él montó en su caballo y se fue de allí al galope sin esperar a nadie.


🌹🌹🌹


Palacio ducal

Despacho

Llegó al ducado en menos de veinte minutos, estaba más que furioso y se le notaba en la cara y la forma en cómo caminaba. El mayordomo entró al despacho para hablar con él.

―Realmente no esperaba que regresara, milord ―expresó James perplejo.

―Aquí me ves... dejé que se marchara ―se sentó en el sillón y recargó la cabeza sobre el respaldo.

―Cuando lo vimos irse con el caballo, pensamos que se iría con ella.

―Estuve más que tentado en hacer eso pero no hubiera servido de nada ―miró al fuego y suspiró.

―Lo habría hecho, ya tiene cara de amargado de nuevo ―intentó molestarlo.

―Lo supongo ―giró la cabeza para mirarlo―, me siento una piltrafa, esto es peor que aquella vez ―suspiró de nuevo.

―Lo comprendo, pero es diferente la situación... usted ahora está así por amor y se le pasará solo con ir a La Rochelle ―acotó sin vueltas.

―Me estás instigando a hacer algo que no corresponde.

―¿Y usted desde cuando hace algo que corresponde? ―preguntó con énfasis en cada palabra.

―Viejo metido, cómo me conoces ―rio.

―Desde que usted era un crío de cinco años, milord.

―Dejaré que esté con su familia por unos días, no quiero que se sienta sofocada de mí.

―Entiendo. Con su permiso, me retiro. Buenas noches, milord.

―Descansa, James y buenas noches para ti también.

Patrick se tocó el costado del cuello, donde Elizabeth lo había besado y cerró los ojos al recordarlo. Prefirió subir a su alcoba y dormir unas horas, necesitaba poner su mente a descansar porque de no hacerlo, se iba a sentir más desesperado.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro