❋ Parte 3 ❋

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Sana cayó en una severa depresión cuando su hijo no volvió al segundo día.

Estaba tan angustiada que lo buscó hasta en las tierras vecinas y a las orillas del mar, gritando su nombre con la voz rota.

En ese deplorable estado la encontraron las ninfas del bosque cuando entraron a su casa en el campo. Las tres: Tzuyu, Chaeyeong y Dahyun, estaban inquietas por la noticia que les dejó ese macabro espíritu en el lago.

—¡Diosa Sana, Taehyun fue raptado por el dios del inframundo! —gritaron las tres a coro, demasiado ajitadas como para dar la noticia con más delicadeza.

—¿Qué?

—¡Yeonjun se lo llevó!

Fue así como Sana recuperó un poco de su vitalidad y logró pararse de su lecho, impactada por el hecho de que un dios mayor se hubiera llevado a su hijo. No porque fuera objetivamente sorprendente. Ella misma había presenciado y escuchado a los demás dioses relatar cómo raptaban a las hijas de los mortales y las dejaban en cinta.

Lo que de verdad la ponía nerviosa fue escuchar el nombre del dios que se propuso hacer una cosa así.

El mismísimo Yeonjun, el dios de la muerte.

La sola idea de que estuviera torturando a su pequeño le causó un estremecimiento que la hizo vomitar los rastros de comida que había en su estómago.

—¿Cómo lo supieron? ¿Quién las informó?

—Fue un mensaje del inframundo. Un alma errante nos dijo que estaba sano y salvo, pero que su estadía allí sería hasta la eternidad.

Sana, conmocionada, pensó a toda prisa en algo para sacar a su niño de ese maleficio. Necesitaba una confrontación directa con un dios de renombre.

—Namjoon —susurró para si misma.

Ella iría a las puertas del Olimpo a suplicarle que trajera de vuelta a su hijo. Y, en el caso de que este se opusiera tenía una importante cuestión a su favor.

Si él no hacía nada al respecto con su pérdida, ella tampoco se responsabilizaría por las cosechas de los mortales, y tarde o temprano estos morirían de hambre.

Sin humanos, ¿A quiénes iban a controlar los dioses?

~❋~

Yeonjun observaba desde la distancia a Taehyun remojándose en la cascada que había creado solo para él, con el objetivo de que el joven se sintiera más como en casa.

Mentiría si dijera que no había nada de lujuria en la manera en la que detallaba las curvas de su cuerpo. A esas alturas, casi tres semanas después de haberlo traído consigo, estaba un poco al borde de la locura.

Necesitaba tocarlo, poseerlo y marcarlo, cada trozo de esa piel del color de los duraznos. Sus puños se cerraban inconscientemente cada vez que su imaginación volaba y su conciencia le susurraba al oído que lo tomara de todas formas, sin consentimiento hasta que el niño gritara, porque sabía que lo podía hacer disfrutar.

Pero luego estaban sus ojos bonitos de largas pestañas, destilando puro miedo y tensión cada vez que se le acercaba a tan solo un metro de distancia.

Lo ponía todavía más fuera de si que Taehyun le tuviera miedo, que estuviera tan reacio a aceptar la mínima caricia suya.

Pensando las cosas fríamente el pequeño dios tenía motivos. Lo había arrastrado en contra de su voluntad al mismísimo inframundo: el lugar más oscuro y más solitario que podía existir.

Yeonjun se sentía culpable, porque a pesar de saberlo no estaba dispuesto a devolverlo. Él era su luz y su única compañía aunque fuera a la distancia.

Cuando Taehyun salió de la cascada y se vistió se quedó en la orilla y jugó a remover el agua con las llemas de sus dedos.

Yeonjun aprovechó para acercarse.

—Me has estado observando —expuso  Taehyun sin despegar su mirada de su reflejo en el agua.

—No puedo decirte que me sienta apenado por ello.

—No lo entiendo —suspiró cansado—. No entiendo por qué me trajiste aquí.

Yeonjun se apresuró a responder con el corazón en la mano.

—Porque quiero darte todo, complacerte.

—Si quieres conplacerme entonces llévame a casa.

—Esta es tu casa ahora.

—¡No, no lo es! —golpeó la superficie de la laguna, haciendo chapotear el agua—. ¡Si quieres hacer algo por mi déjame ir con mi mamá!

—No puedes —su ceño se frunció—. Eres mío, y todo lo que es mío permanece aquí, conmigo.

Taehyun se tragó un sollozo.

—Eres tan egoísta Yeonjun...

—Todos los dioses lo somos.

Eso era mentira de hecho. Antes de Taehyun, Yeonjun jamás sintió nada como el egoísmo, los celos o la positividad. Él era un dios tranquilo que buscaba vivir su eternidad en paz.

Pero entonces se sentía repentinamente enamorado de ese hermoso joven que se empeñaba en destrozar sus primeras y únicas ilusiones.

Recordó vagamente esa conversación que tuvo con Hueningkai en la que dijo sin ningún rastro de duda que en el inframundo no había lugar para el amor.

Por supuesto que tenía razón, porque un amor no correspondido no era amor, eran solo fantasías.

—¿Qué pasa si intento huir? ¿Dejarás que tu perro me descuartice?

La imagen era horrorosa. Yeonjun no se podía imaginar a su mascota cometiendo ese homicidio.

—Cerbero solo te obstruiria el paso. No creo que seas capaz de rebazarlo.

—Me subestimas —el chiquillo frunció el ceño, viéndose encantador.

—No lo hago —dijo con toda honestidad—. Pero él está entrenado para no dejar entrar o salir a nadie, sean almas, humanos, o incluso dioses.

Taehyun no tenía planeado huir, porque de todas formas le tenía miedo al bicho. Lo que sí que había pensado era convencer a Yeonjun de dejarlo salir.

Había notado la fuerte atracción que el dios sentía por él. Quizás si lograra ceducirlo... aunque no tuviera idea de cómo hacerlo.

Taehyun no sabía que Yeonjun estaba tan ansioso de contacto que con solo pestañear y coger su mano estaría a sus pies.

Encaró como pudo al imponente dios y se acercó controlando sus aterrados temblores. Su imagen era mucho más atrayente por la luz que irradiaba la cascada a sus espaldas. Yeonjun contuvo el aliento.

Iba a decir algo cuando un alma se apareció entre ellos solicitando la atención de su rey.

—Mi señor, la diosa Nayeon solicita su presencia en la entrada.

—¿Qué demonios hace ella aquí?

El alma obviamente no pudo responder a esa pregunta y desapareció. Yeonjun le lanzó una mirada seria a Taehyun.

—Quedate aquí, no dejes que ella te vea.

—¿Por qué no? —quizás si Taehyun la convencía podría sacarlo de allí.

—No creas ni por un momento que ella es una diosa benevolente y piadosa. A ella no le importa nadie que no sea ella misma, si está aquí es porque quiere joderme, y no lo va a conseguir. Quédate. Aquí.

Antes de que Taehyun pudiera replicar Yeonjun desapareció.

~❋~

Hacer esperar a la diosa de la belleza era un sacrilegio que nadie estaba dispuesto a cometer.

Nadie excepto el dios del inframundo, que siempre la había tratado como a una mujer más del montón.

No es que Yeonjun fuera irrespetuoso o la rebajara, simplemente le parecía demasiado petulante y demasiado narcisista, al punto de que le resultaba insufrible escucharla por más de diez minutos.

A eso había que agregar la insistencia con la que ella quería meterlo en su cama. Yeonjun argumentó que se debía a que a ella le gustaban los hombres que proclamaron no desearla, puesto que si lograba doblegarlos su ego incrementaría a puntos inimaginados.

La encontró sentada en su trono, cómoda como si fuera el suyo propio, lo cual lo enfureció, pero no lo suficiente como para demostrarlo.

—¿Qué se te ofrece Nayeon?

—¿No vas a darme un beso de bienvenida? —ella colocó un mechón de su rojo cabello detrás de su oreja e infló su mejilla izquierda.

Pero al ver que a Yeonjun no le afectaba su coqueteo desistió he hizo un adorable puchero, que tratándose de otro hombre se habrían lanzado a besar.

—Vine porque hace semanas Kai me platicó que tenías un enamorado. Todo el Olimpo lo sabe, de hecho.

—Puesto que es de conocimiento popular, seguro no viniste aquí a confirmarlo.

—Oh, por supuesto que no, yo solo quiero desearte lo mejor y darte una cosita.

—No necesito nada que venga de ti, puedes retirarte.

Ella rodó los ojos y cambió sus piernas cruzadas. Su largo vestido de color rosa abarcaba por lo menos diez escalones, y sus tersas piernas estaban a la vista por el corte del costado.

Yeonjun ni siquiera las ojeó.

—Deja de ser un agua fiestas y permíteme darte unos consejos que no encontraras en ningún otro lado —propuso ella guiñándole un ojo y pasando a rebuscar algo entre las masgas de su vestido.

—Te lo repito, no necesito nada-

—¡Aquí está!

Nayeon sacó una rosa rosa sin espinas, el tallo era casi tan largo como su brazo y los pétalos relucían delicados entre sus manos.

—Estaba guardandola por si un día te animabas a divertirte conmigo, pero por las circunstancias prefiero obsequiartela y no desperdiciarla.

Yeonjun mentiría si dijera que no tenía curiosidad.

—¿Para qué sirve?

—Esta de aquí es una rosa especial —pasó a explicar ella—. Tocar uno de sus pétalos lleva a la extrema sensibilidad. Si los esparces por tu lecho cuando tengas intimidad con tu amante sus sentidos se expandiran y creara una sensación de amor.

—¿Como una poción de amor?

—No. Una posición de amor es como una flecha de Hueningkai; es de por vida. Esto crea amor momentáneo, y en el caso de que ya exista amor entre los dos, solo va a incrementar las sensaciones —después de explicar ella río traviesamente—. Es más como un afrodisíaco.

—¿Cuál es el precio?

Yeonjun no era estupido. Ella podría engañar a cualquier otro, pero no a él. Algo tan útil como eso solo podía ser intercambiado por algo con el mismo valor.

—Si que eres desconfiado —refunfuñó Nayeon— pero ya que insistes podrías darme algo.

—¿Qué?

—Quiero un alma de vuelta.

Yeonjun la miró con más desconfianza aún, pero consideró la propuesta.

—¿Cuál?

—La de Sunoo.

Obviamente. Yeonjun debió suponer que ella solo podria querer el alma de alguien tan narcisista como ella, o incluso peor.

—De acuerdo —aceptó sin pensarlo demasiado. Cumplir con ese capricho en realidad le salió bastante barato.

—¿Será tan bonito como en su primera vida?

—Será igual.

—¡Genial!

Todo lo que Yeonjun tuvo que hacer fue sacar a Sunoo del pozo de las almas y entregársela a la diosa, quien se veía tan emocionada como una niña pequeña.

Allí fue cuando el dios se dio cuenta de que todo el tema de la flor solo era una excusa para poder llevarse al joven. Porque seguro ella tenía miles de rosas como esas y no le importaba hacer un intercambio de esa magnitud.

Yeonjun quería engañarse con la idea de que él no necesitaba de esa rosa, pero mientras la tenía entre sus dedos solo podía pensar en cuánto placer podría causarle a Taehyun si la utilizaba.

~❋~

Sunoo es el equivalente de Narciso ^^

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