Capítulo 1

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La idea de la siguiente historia viene por parte de un comisionado del usuario implegimple en Wattpad. Espero que la disfruten tanto como a nosotros el presentárselas.

Descargo de responsabilidad. El concepto de " Loud House " y todo lo relacionado con el mismo pertenecen a su autor y casa productora: Chris Savino & NICKELODEON © 2016 .

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Lincoln de forma distraída estaba comiéndose sus wafles dando un vistazo de tanto en tanto a Lana, pues de distraerse podría perder por ella parte de su desayuno, no es que lo haya intentado últimamente, pero nunca estaba demás el ser precavido. El descuido lo cometió Lily cuando tras apartar la mirada del televisor, se dio cuenta que le faltaban dos wafles, mismos que a su hermana de pronto le sobraban. Su madre le llamó la atención.

—¡Lana, deja de quitarle sus wafles a Lily!

—Lo siento, mamá —con malicia miró a Lisa, quien de forma acaparadora acercó su plato hacia ella dándole una mirada de advertencia—. No lo haría si me dejaras tomar los de Lola.

Nadie protegía el plato de su gemela, pues esta no los estaba acompañando. Todavía continuaba en su habitación y el señor Loud preocupado exclamó.

—¿Por qué está tardando tanto esa niña en bajar?

—¿Niña? —Lana se burló—. ¿De dónde? Ya es tan grande como yo.

Lincoln no pudo resistirse a señalarle.

—Las niñas grandes no le roban el desayuno a los demás, ni dejan que se les embarre la cara con jarabe de maple.

El jarabe escurrió del mentón de Lana a su mano, lo que hizo reír a Lily. Lejos de avergonzarse, Lana le mostró a la pequeña su lengua abriendo todo lo que pudo su boca para que pudiese ver lo que había estado masticando, consiguiendo que su madre se molestara más con ella.

—¡Basta, Lana! Ya eres una señorita de trece años, santo cielo. ¡Compórtate como tal! —se volvió a su hijo—. Lincoln, ¿puedes ir a ver por qué tu hermana está tardando tanto?

De que podía, podía, pero no quería hacerlo. Se apresuró a comer muy aprisa y a grandes bocados lo que le quedaba del desayuno antes de levantarse y hacer caso a su madre. Lana entendió el motivo de su acción, por lo que agachó la cabeza finalmente apenada. Ella nunca se hubiese atrevido a tocar el desayuno de Lincoln. El chico sonrió, como si su propósito desde un inicio hubiese sido ponerla nerviosa.

Lucy gruñó al adivinar lo que pasaba por la mente de su hermano, pero cuando este la vio con expresión severa, al igual que Lana apartó la vista de él y prefirió concentrarse en su desayuno. Lincoln subió por las escaleras sobradamente satisfecho y no sólo por los deliciosos wafles.

"Tengo dieciocho años, pero ya me respetan al igual que a papá y a mamá".

Desde que Lori se fuera de casa años atrás cuando asistió a la universidad, se imaginó el día cuando Leni también lo hiciera, después Luna y así hasta que él quedase de último, y por tanto sus hermanas lo verían como la nueva figura de autoridad y respeto. Le había costado trabajo, pero a base de paciencia, determinación y estricta mano firme lo había conseguido.

Ya arriba se dirigió a la habitación de las gemelas con la desagradable sensación de no haber bajado correctamente los wafles, sintiéndolos aún atorados en la garganta. Le urgía un vaso con leche para resolverlo, por lo que abrió la puerta para entrar y apurar a Lola lo más rápido que pudiera.

—Lola, si no bajas ya, seguro que Lana va a...

Su hermana estaba inclinaba en el suelo frente a su cama buscando algo debajo de esta. Llevaba una minifalda rosa por encima de las rodillas, que al encontrarse agachada en aquella posición, la prenda se le subía inutilizando su propósito de cubrirla. Las pantaletas de Lola también eran rosas, y estas no eran como aquellas infantiles prendas de Lily o Lisa algo grandes y ligeramente abombadas, estampadas con ositos o algún dibujo. No. Las que Lola llevaba puestas no tenían ningún estampado, eran tan pequeñas que dejaban al descubierto sus muy bien formados y amplios glúteos rosados, cuya tersa piel tentaban a palparlos para comprobar si eran tan suaves o firmes como parecían serlo; la prenda era tan reducida que incluso aunque taparan lo importante, los pliegues de la intimidad de su hermana adolescente se distinguían entre la ajustada prenda.

—¡Oye! —Lola le reclamó sin asomar la cabeza todavía—. ¿Es que ya se te olvidó que tienes que tocar antes de entrar?

Como si acabase de salir de un trance, Lincoln desconcertado estuvo a punto de preguntarle a Lola sobre a qué se refería, olvidando por un instante el propósito por el que había ido ahí.

—Ah... se... se te está haciendo tarde en bajar para desayunar.

—Dame un minuto más. No encuentro uno de mis labiales.

Y tan concentrada estaba en su búsqueda que continuó balanceando sin cuidado su respingón trasero ante la vista de Lincoln, quien siguió el movimiento hipnotizado como si se tratara del mejor espectáculo del mundo. En serio, no podía dejar de preguntarse qué tan suave podría ser al tocarlo.

—Ah... ¿no puedes sólo tomar otro labial y ya? Estoy seguro de que tienes cientos.

Ella resopló y salió de debajo de la cama. Al erguirse su vestido bajó cubriendo una vez más su retaguardia y Lincoln se maldijo a sí mismo por ser el responsable de apresurar la conclusión del show que tanto estuvo disfrutando.

—Sí, supongo que puedo llevar otro —ella también lucía frustrada—. Pero tengo que encontrar ese labial. Es uno de los nuevos y apenas lo he usado sólo una vez.

—Pues te compro otro y ya. ¿Cuál es el problema?

—Que me costó veinte dólares.

Al instante Lincoln se arrepintió de su ofrecimiento.

—¡Qué clase de cosmético puede costar tanto dinero!

—Uno que es de buena marca y que pensaba usar para el certamen que tendré por la tarde. Mira.

Se dirigió hacia su clóset donde se estiró poniéndose de puntillas para alcanzar un vestido de la parte de arriba, al hacerlo los ojos de Lincoln inevitablemente se dirigieron a su parte inferior trasera con la esperanza de poder ver algo ahí una vez más. Entonces su hermana se dio la vuelta con un vestido de cóctel color vino en una mano y un diminuto traje de baño en la otra del mismo color.

—Tendrías que ver el color del labial para darte cuenta de que combina maravillosamente con ambos.

Lincoln no sabía nada acerca de vestidos, aunque no negaría que sentía mucha curiosidad por averiguar cómo le sentaría a su hermanita usar aquellas prendas, en especial el traje de baño tan revelador.

—Tal vez no sea para tanto y de cualquier forma te vaya bien.

Al menos por su parte estaba seguro de que los ojos del jurado y el público no estarían precisamente en su boca. El pensamiento de pronto lo molestó bastante. Por primera vez se preguntó en qué genuinamente los jueces varones que trabajaban ahí estarían tan interesados, realmente dudaba que fuese por las coreografías y vestuarios de las jóvenes participantes. Se sintió en la necesidad de averiguarlo.

Lola con resignación revisó en su caja de maquillaje los otros labiales que tenía. Uno a uno los examinó hasta elegir otro, aunque no muy convencida.

—Supongo que este se asemeja bastante al color que busco, aunque no es lo mismo.

Abrió el tubo y se lo colocó sobre uno de sus labios mirándose al espejo, todo bajo la atenta mirada de su hermano. Ella juntó los labios al terminar proyectándolos al frente, entonces se volvió hacia Lincoln aprovechando que estaba presente.

—¿Qué tal se me ve?

Hizo un gesto como si estuviese sacándose una selfie, dejando una mano detrás de su cabeza y la otra apoyada sobre su cintura, ladeando un poco el cuerpo y haciendo una expresión en la que parecía mandarle un beso.

La imagen era exquisita y Lincoln lamentó haber dejado su celular en su habitación cargándose, pues la tentación de tomarle una foto fue mucha. Prestó especial atención a sus labios. Esos pequeños, pero carnosos, suaves y sensuales labios llamativamente rojizos, tan tiernos y de aspecto tan distinto al de todas las chicas que hasta la fecha había besado. Estaba seguro de que sería toda una experiencia posar los suyos en ellos.

—Te vez magnífica.

Aunque por el tono de voz Lola comprendió que no se lo dijo sólo por decirlo dándole por su lado, sonando por el contrario realmente sincero, le costó sentirse complacida, pues había algo extraño, algo que la hizo sentir un tanto incómoda, a eso sumarle también el modo en que Lincoln parecía mirarla.

—Ah... gracias, Lincoln —se relajó un poco, que tenía cosas más importantes qué atender—. Ya me voy a desayunar. Espero que Lana no se haya comido mis wafles.

—Le daré una lección si lo hizo.

La chica tembló ante el suave susurro intimidante en que él pronunció lo último. Como todas, había notado lo severo que Lincoln se había vuelto desde la partida de Lynn.

—No será necesario. Pero gracias. Mejor me doy prisa. No quiero tener pendientes en la tarde y de verdad espero llegar puntual al certamen.

—No tengo problemas en llevarte yo mismo en mi auto, si quieres.

Esto animó a Lola. Desde que Lincoln se compró un auto propio gracias a sus trabajos de medio tiempo, uno de los hobbies favoritos de todas era ir de paseo en él, lo que raramente ocurría, pues las tareas que solía pedirles para llevarlas a donde quisieran, solían ser incluso más tediosas o cansadas a las que Lori les pedía hace años.

—¡Lo dices en serio! Eso sería genial, pero... ¿qué quieres a cambio?

Por supuesto que iba a desconfiar de ese alarde de amabilidad, siendo la primera en saber que nada podía ser gratis.

—Nada. Todo lo que quiero es ayudar a una de mis hermanitas. ¿Hay algo de malo en eso?

Lola dudó un poco de sus intenciones, pero en fin. Se encogió de hombros pensando que debería tal vez ser más agradecida de aquellos escasos momentos en que encontraba de buenas a su hermano.

—Gracias, Lincoln. Entonces te esperaré después de la escuela.

Ella se marchó y el muchacho la siguió con su mirada hacia abajo. Aunque la falda estuviera en su lugar, de cualquier manera, podía distinguir la silueta de ese trasero respingón que tanto le atraía.

Una vez que Lola desapareció de su rango de visión, desconcertado Lincoln tomó consciencia del modo en que se estuvo comportando.

"¡Maldito enfermo! ¡Esa es tu hermana!" se regañó a sí mismo, aunque consiguiendo controlarse. "Bueno, que sigo siendo un hombre y no tengo la culpa de que ella sea ya tan sensual a su edad".

Aunque reconoció que tal vez había exagerado cuando se ofreció a llevarla al certamen sin pedirle nada a cambio. Esperaba que ella no pensase que podría hacer de eso un hábito.

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Durante la tarde Lincoln tuvo un serio conflicto consigo mismo por lo ocurrido en la mañana. No dejaba de sentirse como un degenerado por técnicamente haberle coqueteado a una de sus hermanas.

"A mi hermana de trece años. ¡A Lola por todos los cielos!"

Ya estaba por dar la hora para que cumpliera con lo que prometió, por lo que estacionó su coche casi a la entrada de la escuela secundaria y esperó a Lola, la cual no tardó en salir debido al apuro que tenía en llegar temprano a su certamen, pero no lo hizo sola.

—¡Gracias por venir, Lincoln! ¿No te importaría llevar también con nosotros a algunas de mis amigas?

La miró con fastidio y cierta exasperación, lo que a la vez lo hizo sentir aliviado porque significaba que aquella extraña sensación que sintió por ella en la mañana parecía que acababa de desaparecer.

—Este bebé no es vanzilla, sabes.

No es que su viejo versa de segunda mano fuera la gran cosa, en realidad se trataba de lo único que le alcanzó a comprarse con el dinero que juntó, pero de cualquier modo lo cuidaba y tenía la regla no escrita de no llevar a más de dos personas por viaje.

—¡Oh, vamos! No haremos mucho bulto.

Lola volteó hacia sus amigas y Lincoln lo hizo también. Estaba una chica pelirroja que reconoció como Emily, una castaña que nunca había visto, esa chica latina llamada Meli con quien Lola más se juntaba y una asiática a la que tampoco conocía, pero que por su aspecto y algo que Lola les contó hace tiempo, seguro se trataba de la novia de la tal Emily. Parecía un variopinto grupo de diversidad étnica y se preguntó si Lola no andaba con ellas para hacerse la interesante e inclusiva.

—¿No viene tu amiga... Van Dora algo?

—¿Cricket Van Dora? Lamentablemente ella se encuentra enferma, por lo que no podrá asistir con nosotras en esta ocasión.

"Una pena, sólo te faltaba la chica negra para completar el juego" pensó sintiéndose como un cretino por haberlo hecho. De nuevo las miró, esta vez con mayor atención y hasta cierta curiosidad. Todas eran lindas, no tanto como su hermana, pero admitía que su juvenil atractivo era fuerte.

—Está bien, suban todas a bordo.

Las chicas felices y entusiastas subieron al vehículo, con cierto descaro algunas mirando con coquetería al hermano de su amiga Lola que les estaba haciendo el favor, lo que a él le hizo gracia. Para Lincoln no eran más que un puñado de niñas insignificantes... aunque en serio admitía que eran muy bonitas a su edad. Tal vez sería interesante dentro de algunos años ver cómo crecían.

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Pensó que el trabajo sería muy sencillo. Sólo sería ir al evento, dejar a su hermana junto al resto de las chicas y retirarse sin más para aprovechar lo que le quedara del día para sí mismo, pero entonces cuando entró al sitio sintiéndose un tanto repugnado por el festivo ambiente lleno de listones rosas, flores y más cursilerías, una joven no mayor de veinte años al instante interceptó al grupo.

—¡Lola, chicas, ya las estábamos esperando para prepararlas!

Repasó el rostro de cada integrante, deteniéndose al final en el chico que las acompañaba.

—Él es mi hermano Lincoln —Lola le explicó sin más al notar el interés repentino de la maquilladora en él—. Vino a traernos.

—¡Excelente! Siempre es grato cuando la familia viene a acompañar a las concursantes para demostrarles su apoyo. Mi nombre es Maya, Lincoln. ¿Me permites buscarte un buen asiento para que no te pierdas del evento? Me aseguraré de que tengas un lugar con muy buena vista.

Lincoln estaba por excusarse diciéndole que él ya se iba, pero la muy atractiva chica lo había tomado por el brazo arrastrándolo hacia donde algunos espectadores ya se habían sentado frente al escenario. No estaba interesado en mirar el evento, pero aquella chica le pareció linda, además que no quería romperle la ilusión de estar ahí por gusto. Con un poco de suerte y podría invitarla más tarde a tomar una hamburguesa juntos.

—Pues... gracias, Maya. Ese soy yo. Siempre interesado en las cosas de mis hermanitas.

—Eso es muy lindo. ¿Qué es lo que más te gusta de estos concursos?

Mirándola atentamente, exclamó cambiando el tono natural de su voz a uno que pensó lo haría sonar seductor.

—Todo lo que conlleva la apreciación de la belleza femenina, claro está.

Maya se sonrojó. De cualquier otro tal respuesta seguramente la hubiera escandalizado, pues las concursantes tenían menos de catorce años, pero pudo comprender que el muchacho no estaba refiriéndose a las niñas por la manera en que la miraba a ella.

Tenía que reconocerlo, aunque parecía solamente un poco más joven que ella, el tal Lincoln le parecía un muchacho muy apuesto.

—Sí... creo que ese es el propósito del evento, ah... ¿Y qué edad tienes, Lincoln?

El chico captó el interés que despertó en la joven.

—Dieciocho.

Fue sincero y ella se dio cuenta de su honestidad. Un par de años de diferencia no le parecieron muchos a la joven. Por lo menos ya era mayor de edad por poco. De pronto Maya se dio cuenta sobre cómo se estaba comportando y del trabajo que todavía tenía pendiente.

—Ah... que bien. Diviértete mirando el evento, Lincoln. Tal vez cuando termine te vuelva a ver.

Y ella se marchó dejando complacido a Lincoln por la muy segura conquista que había conseguido. Después de todo, el haberle hecho el favor a Lola no resultó tan malo como se imaginó que sería.

Se arrellanó en el asiento y esperó a que el certamen de su hermana comenzara, a la vez que miraba su reloj presintiendo que así estaría durante toda la ceremonia, tan sólo esperando a que concluyera.

No tardó mucho en dar inicio, primero apareciendo una presentadora aburriendo a todo mundo al explicar largo y tendido sobre la importancia de la pasarela, las oportunidades que les brinda a las jovencitas que se adentran en este terreno, entre muchas otras cosas un tanto superficiales que a Lincoln le sonaron como un constante "bla, bla, bla" que perdió sentido a los diez minutos. Temió que la cita con aquella chica no llegara a valer el tiempo que estaba perdiendo ahora.

Entonces presentaron a las muchachitas, todas ataviadas con sus vestidos a la última moda dando cada una sus nombres y compartiendo sus aspiraciones, como salvar al mundo, ser médica, embajadora y más cosas lindas que en sus labios sonaban muy vacías.

—Soy Lola Loud y mi sueño es llegar a convertirme en la próxima miss Universo algún día.

Le concedió puntos a su hermana por no cortarse un pelo al ser la más sincera de todas, con todo y que esa también le parecía una aspiración vacía. Al menos esta parte no le pareció tan aburrida. Las chicas, aunque jóvenes, eran lindas, por lo que se entretuvo imaginando cómo se pondrían en unos años cuando crecieran y estuvieran mucho mejor desarrolladas. Estaba seguro de que algunas de ellas, como la chica latina, se volverían más interesantes.

Y entonces tras un descanso, las jovencitas volvieron a salir llevando vestidos de cóctel y de paso mostrando algunas de sus habilidades artísticas, ya sea cantando, tocando un instrumento, o como su hermana, mostrando sus peripecias con el listón. Lincoln pudo sobrellevar lo que consideraba un suplicio gracias a que podía admirar las piernas descubiertas de algunas de ellas. Admitía que no estaban nada mal.

Y entonces comenzó la exhibición en trajes de baño.

Definitivamente tras la ropa holgada que usualmente llevaba, Meli Ramos era una preciosidad morena cuyo cuerpo apuntaba hacia generosas formas latinas, justo como las que a Lincoln le encantaban. Se sintió sucio por no poder quitar la mirada del trasero de la jovencita cuando se dio la vuelta y se marchó, como tampoco pudo hacerlo de la pelirroja que meneando seductoramente las caderas salió enseguida a escena con un muy diminuto bikini. Escuchó algunas quejas de indignación por parte de algunos integrantes del público, especialmente de mujeres mayores, lo que no entendió por qué. Él no se estaba quejando de nada.

Los ojos de Lincoln se movieron acompañando el bamboleo de los pechos sugerentes que hubiera pensado imposibles en una chica de trece, si no fuera porque los estaba viendo dentro de un bañador rojo en otra de las concursantes, una rubia a la que no conocía, pero le encantaría hacerlo.

Una chica negra no tardó en llevarse la atención que las otras antes de ella de seguro envidiaron, pues con su escultural cuerpo de un metro setenta, siendo la más alta de todas a sus apenas catorce años, impactó con un cuerpo de infarto que seguramente ninguna de las otras tendría nada qué envidiarle, ni siquiera la niña asiática de doce que llegaría después con su pequeño cuerpo curvilíneo bastante llamativo y apetecible pese a la edad que tenía. Conforme la morocha se marchaba, Lincoln no dejaba de imaginarse cómo se sentiría recorrer con sus manos esa piel tan oscura como el ébano y a la vez tan brillante como un diamante.

Y entonces llegó el turno de Lola.

Todas las chicas hasta el momento le habían resultado muy atractivas, lo que le preocupó un poco, pues entendía que se trataban de niñas que apenas cursaban la secundaria. Sin embargo, cada una de ellas no tenía nada qué hacer para competir a la altura de Lola Loud, que a sus trece años lucía una escultural y agraciada figura capaz de robar el aliento a quien fuese que la contemplara. Lincoln tuvo que sujetarse fuertemente por los apoyabrazos de su asiento para evitar ponerse de pie e irse de frente hacia el escenario mientras contemplaba a su hermana de trece años exhibiendo divinamente su deseable, púber y juvenil cuerpo de nínfula.

Los ojos de Lincoln oscilaban sobre los seductores contoneos de cadera de su hermanita, al bamboleo de sus pueriles senos en desarrollo, y al darse la vuelta inevitablemente como en la mañana, contempló su respingada retaguardia, cuyos glúteos lo hicieron morderse los labios imaginando la suavidad que sus manos percibirían de poder tocarlos y amasarlos a su antojo.

Más chicas le siguieron a ella, y todas resultaron agradables a la vista, muy sensuales a un modo que Lincoln no hubiese imaginado nunca en chicas tan jóvenes, pero como un cisne entre los gansos, Lola destacaba sobre las demás y podía comprenderlo. Incluso al mirar hacia los jueces, notó unas desagradables sonrisas en los varones dirigidas hacia su hermana, lo que lo molestaba al punto de desear ir hasta ellos y darles una paliza por atreverse a contemplarla sin ningún derecho, al menos ninguno que él tenía por ser su hermano y vivir con ella, claro está.

El evento concluyó tras un tiempo que le pareció bastante corto, hasta que, al mirar la hora de su reloj, se dio cuenta que en realidad trascurrieron dos horas completas. Dos horas en las que se entretuvo fantaseando con las concursantes. Incluso... con la que fue coronada con la victoria del evento y que en aquel instante frente al micrófono daba el cierre llevando su ramo de rosas en las manos y su nueva tiara sobre su cabeza.

—...a mis padres, a mi coordinadora, pero especialmente a mi hermano en quien siempre puedo confiar y que vino aquí a apoyarme.

Se llevó una mano a la boca y le lanzó un beso localizándolo con la mirada entre el público. Tras que algunos mocosos se hicieron los graciosos haciendo como que recibían el beso emocionándose con el mismo, Lincoln se puso de pie y aplaudió con la gente para hacerse notar e imponer su presencia. Lola estaba complacida, pero Lincoln se sintió de estarlo mucho más él debido al reconocimiento que su muy hermosa y bella hermana le había dado. Sin embargo, ella no había terminado.

—Y por último, a mi querido Winston que siempre está presente y a mi lado a donde quiera que vaya, haciéndome saber que también puedo contar siempre con él.

Imitando a Lincoln, un jovencito rubio con una bufanda al cuello se puso de pie aplaudiendo con gran entusiasmo. Algunos chiflidos no se hicieron esperar sonrojándolo por la insinuación a que se trataba del novio de Lola, lo que incluso a ella la divirtió. Lincoln era el único que ni siquiera sonrió. Lentamente volvió a su asiento perdiéndose entre los aplausos del público, sin que nadie notara la forma en que miraba con ira contenida al chico. De todos modos, ¿quién se suponía que era aquel mocoso al que su hermana le estaba dando tanta importancia?

La presentación terminó y para empeorar el humor de Lincoln, al mismo tiempo en que él volvió a ponerse de pie procurando ser rápido para ir al encuentro de Lola, el tal Winston también lo había hecho con las mismas intensiones. Lincoln quería averiguar qué era lo que sucedía entre ambos, cuando enfrente de él y sin que la viera llegar, apareció Maya, la chica que trabajaba en el evento y a la que estuvo coqueteándole con éxito al principio.

—Hola Lincoln, ¿qué te pareció la presentación?

—Ah, sí. Estuvo genial... —por un momento se le había olvidado su nombre—. Maya. Hiciste un buen trabajo con las chicas.

—Pero por supuesto de entre todas, tu hermanita es la que como siempre más se lució. Debes de sentirte muy orgulloso de ella.

—Claro, ¿cómo no voy a estarlo?

Trataba de mirar detrás de ella a Lola, la cual fue directamente con su ramo en manos hacia Winston, quien con galantería se arrodilló frente a ella dándole un beso en una mano, ocasionando que Lola se riera tontamente para molestia de Lincoln. Maya aunque no estaba segura de qué era lo que ocurría, notaba la falta de atención del muchacho en ella.

—¿Te sucede algo?

Había pensado que la prioridad del chico era que el evento terminara para invitarla a salir. Lincoln lamentando ser tan evidente, se disculpó con ella.

—Lo siento, estaba buscando a Lola con la mirada, pero ya la encontré.

La joven se giró distinguiéndola también. Su sonrisa se amplió enternecida al ver con quién estaba.

—¡No te parece adorable! Winston parece un caballerito en la búsqueda de su amada princesa.

—Disculpa, ¿tú lo conoces?

—Por supuesto. Winston es aficionado a esta clase de eventos desde muy pequeño, cuando acompañaba a sus primas que entonces participaban. Aunque con el tiempo ellas dejaron de venir, él siguió haciéndolo.

El chico bufó burlón. ¿Es que era gay y por eso le gustaban las cosas de niñas? Entonces cuando Lola se dio la vuelta tras que una amiga le hablara, Lincoln notó el modo en que los ojos del adolescente se dirigieron a su trasero fugazmente. Bien, no era gay. Recordó que su hermana, al igual que las otras participantes, se exhibió en bikini, y se imaginó a sí mismo reaccionando de un modo no muy diferente a como debió de hacerlo ese mocoso.

—Y entonces... ¿se trata del novio de Lola o algo así?

Maya se rió al notar la molestia con que le preguntó aquello.

—Vamos. ¿No me digas que eres un hermano celoso?

—Por supuesto que no. Sólo... tengo curiosidad.

—Pues entonces pregúntale más tarde a tu hermana. A mí no me corresponde responderte eso.

"¡Pues qué inútil eres!", pensó Lincoln.

—Sí... supongo que tienes razón. Bueno, fue un placer conocerte Maya. Voy por Lola para irnos ya.

Esto la desconcertó.

—Sabes, Lincoln. No tendré nada qué hacer por el resto del día.

—No te preocupes, algo se te ocurrirá. Hasta luego.

Y la pasó de largo para de una vez por todas ir por su hermana. Maya consternada y dolida lo miró alejarse. Molesta fue a ayudar a recoger las cosas. Al demonio con ese chico de todos modos. Él se lo perdía.

Lola continuaba disfrutando de las caravanas con las que a su alrededor el tal Winston le inflaba el ego, cuando Lincoln apareció visiblemente molesto carraspeando la garganta para hacerse notar.

—¡Linky! Me alegró ver que te quedaste al certamen. ¡Gané!

Y ella corrió a abrazarlo llevando todavía el ramo de rosas. Lincoln se inclinó un poco para poder rodearla mejor entre sus brazos apoyando el mentón contra su cabeza. Aspiró profundo sorprendido porque la melena rubia de Lola oliese tan bien, sin duda usaba un buen shampoo.

Desde su posición miró a Winston. El jovencito, aunque desconcertado por el curioso comportamiento del mayor hacia Lola, mantenía su sonrisa, sintiéndose si acaso algo nervioso e intimidado por conocer al hermano de la chica por la que sentía una profunda admiración. Recordando que su amigo estaba presente, Lola se apartó de Lincoln.

—Linky, creo que ya conocías a Winston, ¿no? Él ha venido a apoyarme en la mayoría de mis eventos desde que era una niña.

El chiquillo todo cordial y correcto se aproximó un paso hacia Lincoln ofreciéndole su mano.

—Creo que ya nos habíamos visto, pero creo que esta es la primera vez que nos conocemos formalmente. Un gusto, Lincoln.

Miró la mano extendida que el tal Winston le ofreció durante unos segundos antes de acceder a estrechársela por mera cortesía frente a su hermana. No entendió qué era lo que a Lola le llamaba la atención de ese estirado, porque por la forma en que ella se dirigía a él con cierto brillo en los ojos, muy a su pesar reconocía que en efecto su hermana estaba interesada en ese chico. Es verdad que tenía en apariencia el estereotipo del príncipe azul al que muchas adolescentes con una mentalidad no muy alejada a la de su hermana desearían, incluso cuando las compañeras de Lola aparecieron, algunas le echaron el ojo al chico... aunque también a él. Era bueno saber que tan mal gusto no tenían.

—Sí... creo que me acuerdo de ti.

Lincoln le respondió finalmente teniendo un vago recuerdo de un mocoso lambiscón que en ocasiones veía de forma repetitiva en las pocas veces que acompañaba a Lola con la familia a aquellos eventos. Nunca se dio por hacerse una opinión del chico sino hasta ahora, una no precisamente positiva.

—Sin duda debes de sentirte orgulloso por tu hermana, Lincoln. Es una belleza excepcional con muchos talentos.

—Claro que lo sé.

No necesitaba que ningún estirado le señalara lo obvio. Aspiró profundo tratando de calmarse. Lo mejor sería apresurar a las chicas.

—¿Quieres que te lleve a ti y a tus amigas de regreso a sus casas, Lola?

—Me encantaría —ella le respondió, pero entonces miró al chico con ojos de ensoñación—, pero creo que me quedaré un poco más para pasar el rato con Winston. Igual te agradeceré que les hagas el favor a mis amigas.

Esto por supuesto molestó bastante a su hermano, así que se puso algo insistente.

—¿Segura no quieres que de una vez te lleve? Puedo invitarte una hamburguesa o un helado para celebrar tu triunfo.

—Descuida, Lincoln —amable, pero pomposamente, Winston le habló—. Invitaré con su permiso a su hermana una malteada para celebrar lo que, desde antes de comenzar el certamen, era otro triunfo asegurado.

Miró con cariño a Lola, la cual parecía derretirse ante las palabras del muchacho, lo que considerablemente irritó todavía más a Lincoln.

"Señor Lincoln para ti, mocoso igualado" pensó el chico lamentando que no se le ocurriera de forma inmediata un buen motivo para no dejar a Lola salir con ese papanatas que no paraba de exhibir unos modales con los que de seguro impresionaría a sus padres dándole su aprobación para salir con Lola.

—Entonces... ¿quieren que los lleve a algún lado? —Les ofreció. Así por lo menos ejercería mejor control sobre ambos para cualquier actividad que pensaran hacer juntos.

—No te molestes, Lincoln —Winston le contestó restándole importancia, sin darse cuenta de cómo lo molestó más por el modo en que lo estaba tuteando sin su permiso—. Mi mamá nos llevará a comer, se lo había pedido para celebrar la inminente victoria de Lola y se mostró de acuerdo.

Lola divertida lo miró con coquetería.

—¿Y si hubiera perdido? —No es como si de verdad se creyera que eso pudo haber pasado. Winston se encogió de hombros.

—Entonces hubiera sido una improvisada comida para levantarte los ánimos, aunque nunca consideré que eso ocurriera, mi princesa hermosa.

Justo en el momento en que Lola suspiraba, Lincoln soltó burlón con respecto a la dependencia que el chico tenía aún de sus padres:

—¿Es que necesitas en serio que tu mamá los lleve en su cita?

Winston lo miró confundido del mismo modo que Lola, la cual comentó sin comprender a lo que su hermano trataba de llegar.

—Pues... claro que la necesita. Él sólo tiene trece años como yo.

—Con mucho menos que eso tú comenzaste a conducir un coche, Lola.

—Un cochecito de juguete de princesas, Lincoln. No seas ridículo al comparar eso con un auto de verdad.

Lincoln sintió que podía alegar que ese "juguete" genuinamente funcionaba como un coche de verdad, pero perdió los ánimos para discutir cuando se dio cuenta que era ella y no el mocoso quien lo estaba rebatiendo, además de hacerlo quedar mal.

Al no añadir nada más, Winston le mostró el brazo a Lola quien contenta lo tomó por el mismo permitiéndole que la guiara hacia afuera.

—Nos vemos más tarde, Linky. Sé buenito y no olvides llevar a mis amigas a sus casas.

Y ambos se marcharon haciendo que Lincoln frustrado se preguntara en qué momento les permitió irse.

Así como con Winston, alguien lo tomó por el brazo. Al mirar a un lado perdiendo la atención sobre su hermana y el mocoso, notó a una muy segura adolescente castaña de la edad de Lola mirándolo con emoción.

—Entonces, Lincoln. Lola nos dijo que nos llevarías a nuestras casas.

El chico alzó la mirada de ella notando a Emily tomando de la mano a la chica asiática, mientras que Meli un tanto abochornada y apartada de las demás chicas, parecía mirar con frustración y envidia a la castaña, lo que enterneció un poco a Lincoln. La latina le parecía muy linda. No olvidaba lo bonita que se veía en aquel bikini durante el concurso.

Comprendiendo que acababa de perder a Lola y no podría recuperarla por el momento, Lincoln asintió ofreciéndole la mano libre a Meli, quien al principio dudó unos segundos antes de aventurarse a tomarla sonrojándose, lo que no pareció hacerle ninguna gracia a la castaña.

—Está bien, chicas. Vámonos ya.

Con mal genio tuvo que esperarlas primero a que terminaran de recoger sus cosas. Se distrajo observando por ahí a otras de las jovencitas que concursaron yendo al encuentro de sus padres, amigos y familiares. Un par de adultos lo observaron y se lo señalaron a Maya incómodos, aunque esta continuaba molesta por el modo en que la rechazó, fue sincera y calmó a los padres aclarándoles que era el hermano de una de las concursantes, específicamente de la ganadora, lo que los relajó. Uno nunca podía dejar de ser prevenido ante posibles depredadores que seguramente verían con ojos malsanos a las pequeñas participantes.

Una tiara de prueba se le cayó a una chiquilla de doce años en minifalda. Estaba muy cargada con varias cosas entre sus manos, por lo que con dificultad se inclinó para recogerla. Lincoln varios metros atrás de ella, no perdió detalle del color azul chillón de sus pantaletas asomándose bajo su vestido. Ciertamente la vista en esa clase de sitios era mucho más agradable de lo que recordaba.

De todas maneras, no podía quitarse a Lola de la cabeza, incluso la chica del descuido se deslucía ante la posición comprometedora en que encontró a su hermana por la mañana. Al darse la vuelta, se dio cuenta que no era el único que disfrutó del espectáculo que ofreció sin saberlo aquella niña. Otra vez estaba ese juez que durante el evento le hizo recelar por el modo en que miraba a las chicas de forma tan lasciva, sonriendo maliciosamente ante el descuido, tan parecido a... él.

Lincoln se horrorizó ya no sólo por ese tipo, sino de sí mismo. ¿Qué rayos le estaba pasando? La chica de las pantaletas azules era una niña, una mocosa, como Lola y el resto de sus hermanas que quedaban en casa aún, incluso Lucy a sus quince años. No eran esas chicas candentes de su salón o las que salían en los videos que miraba a escondidas en su celular por internet en la privacidad de su habitación, con tal de no arriesgarse a usar la computadora ante la posibilidad de ser descubierto por sus padres o hermanas. ¡Eran solamente niñas!

—Estamos listas, señor Lincoln.

Meli Ramos lo sacó de sus pensamientos. La avergonzada adolescente latina de nuevo vestía su minifalda negra con una blusa sin mangas gris. La pareja de chicas estaba detrás de ella, pero la castaña casi dándole un empujón a Meli, se les acercó de lado para tomar a Lincoln de la mano, siendo demasiado evidente en sus intenciones tanto para el chico como para sus amigas que giraron los ojos, así también para una muy nerviosa Meli.

—Somos todas tuyas, Lincoln.

Aunque irritante, admitió para sí mismo que le gustó cómo se escuchó eso. Una vez más se volvió a reprender por emocionarse tanto ante las tonterías que una chiquilla le decía... aunque admitía que Meli se veía muy linda en ese conjunto. Tenía bonitas piernas.

Ya en el auto, Emily y su novia se adelantaron subiendo a los asientos traseros tan pronto Lincoln le quitó el seguro a su vehículo girando la llave, dejando el espacio suficiente para que una más las acompañara atrás. La castaña que no soltaba a Lincoln le dedicó una mirada de advertencia a Meli, que suspirando estaba por acompañar a la pareja, cuando Lincoln le habló.

—¿No quieres sentarte adelante conmigo, Meli?

Algo nerviosa, la niña morena miró a Clara. Antes que asustada fuese a negarse, Lincoln la tomó por el hombro instándola a acompañarlo, lo que hizo chistar a Clara a la vez que resignada subió junto a sus compañeras. Sonrojada, Meli se sentó a su lado sintiéndose un poco feliz de que el hermano de Lola la prefiriera a ella, permitiéndose olvidarse de Clara y lo que quizás le diría en la escuela.

El camino fue tranquilo. Atrás las chicas conversaban sobre los puntos buenos y malos que tuvo la competencia y el cómo realizaron sus rutinas, incluso Meli ocasionalmente añadía algo. Lincoln se limitaba con la cabeza a asentir, negar o encogerse de hombros cuando le pedían su opinión debido a su desinterés ya en un tema que se podría decir en su infancia por Lola llegó a apasionarle, antes que fijara sus intereses en cosas distintas, aunque admitía que lo que vio le gustó mucho.

—Opino que independientemente del resultado, todas lo hicieron bien y dieron lo mejor de sí mismas —dijo el joven al detenerse frente a la casa que la asiática le señaló como la suya tratando de sonar interesante—. Todas se vieron bastante bien. Especialmente tú, Meli.

La chica latina dio un respingo. El inesperado cumplido de Lincoln hizo que atrás Clara hiciera un mohín con la boca, provocando con esto la risa de sus amigas al saber que eso debió de ser un golpe muy duro para su ego. Sin embargo, la reacción de Meli no se debió a las palabras del chico, sino a la forma en que, sin pensárselo, este bajó una mano apoyándola sobre su rodilla desnuda.

Tarde, Lincoln se dio cuenta de lo que hizo, por lo que con cierto temor soltó a Meli preguntándose qué era lo que acababa de ocurrir. La jovencita se encogió algo nerviosa contra su asiento y tras que su amiga se marchara, Lincoln volvió a poner en marcha el vehículo agradeciendo que ella no fuera igual a las otras chicas, quienes (salvo quizás por Clara) seguramente indignadas hubiesen saltado por estarse tomando tales confianzas con ellas, tal vez amenazando con acusarlo para fastidiarle la vida. El resto del camino permaneció en silencio.

La siguiente en bajar fue Clara, la cuál y a pesar de la desventaja en que pensaba Meli la había puesto, antes de dirigirse a la puerta de su casa, se dio la vuelta y le guiñó el ojo a Lincoln con descaro, esperando sonrojarlo, pero este apenas y captó su insinuación, aún aturdido por lo que había hecho con Meli. La piel de la morenita resultó ser muy suave y se preguntó si la de Lola sería así también.

A pocas cuadras de una papelería, Meli algo dubitativa, exclamó.

—Ah... señor Lincoln. ¿Podría dejarme aquí?

Sonrojado y pensando que en efecto la había hecho sentir incómoda, carraspeó antes de preguntarle.

—¿No prefieres que te deje en tu casa?

—Es que tengo que llevar algo de aquí antes.

Emily se recargó sobre los asientos delanteros y miró a su amiga.

—¿No has comprado lo que Clara te encargó para la maqueta del viernes todavía?

—Hmm... no —avergonzada le respondió—. Por lo del concurso me olvidé de la tarea.

Lincoln gruñó no pudiendo evitar ponerse en plan de hermano mayor.

—Deberías de darle prioridad a la escuela antes que a los concursos.

La pelirroja rodó los ojos divertida.

—Lo siento "papá". Te prometemos ya hacer la tarea.

Lincoln le quitó el seguro a la puerta del lado de Meli, quien tras mirarlo una última vez antes de bajar la cabeza, se marchó. Los ojos del chico la siguieron mientras ella se dirigía a la papelería, especialmente por la parte de atrás de su minifalda gris.

—Espero que no se esté influenciando mucho por Lola. —Exclamó Lincoln.

—Sólo lo necesario para que tenga más confianza en sí misma —Emily le dijo—. Descuide. Por cierto, yo vivo a cuatro bloques dando vuelta en la siguiente esquina de la derecha.

Cuando terminó con Emily y esta bajó, tras agradecerle se fue y Lincoln repitió su nueva manía para verla por atrás. La pelirroja no estaba mal, tampoco la asiática cuando la vio. Sin duda ese par serían muy populares entre los chicos. Podía entender por qué salían juntas.

"Que desperdicio."

Pero tenía que admitir que ambas, incluso Clara, quedaban muy atrás de Meli y esta sólo por un poco de su hermana Lola. Si jugaba bien sus cartas, el tal Winston tendría mucha suerte.

"¡Que maldito desperdicio!"

Volvió a enfadarse al imaginar que en esos momentos su hermanita estaría haciéndole ojitos de cachorro al maricón oportunista ese. Apretando con fuerza las manos sobre el volante, dio la vuelta para marcharse a su casa esperando ya ver a Lola ahí o a punto de hacerlo. Sin embargo, al virar en la siguiente esquina su coraje se intensificaría olvidándose por completo de Lola.

—¡Déjenme!

Casi al punto de las lágrimas, Meli forcejeó con el chico rubio que, aunque quizás de su edad, le sacaba fácil una cabeza de altura, mientras que el otro, el rapado, aunque no tan alto, claramente era un par de años mayor. Riéndose como su amigo, tras conseguir quitársela, balanceó la bolsa que tenía el logo de la papelería en la que Lincoln la había dejado.

—¡Sólo estamos jugando frijolera! ¿Es que los tuyos no tienen sentido del humor o lo se les cayó al brincar el muro?

—¿Tienes tacos? Unos nos caerían bien, ¿comprende?

El calvo de pronto la abrazó por atrás cargándola y su compañero se abalanzó contra ella por el frente. La presa había sido abierta y Meli ya estaba llorando a lágrima viva.

Lincoln tocó la bocina de su coche un par de veces y los chicos asustados al ver que fueron descubiertos, la soltaron empujándola al suelo para enseguida huir como los cobardes que eran al meterse con una niña, claramente sólo por su raza. El que llevaba la bolsa al darse cuenta que aún la tenía, la arrojó sobre la calle desbalagando el material escolar de Meli a lo largo de la acera.

Meli se encogió sobre sí misma y se puso a llorar, sin darse cuenta que de forma descuidada estaba mostrando sus pantis desde el ángulo donde Lincoln se encontraba, el cuál aunque la miró unos segundos, saliendo de la impresión y sinceramente preocupado por ella, salió de su coche para ver cómo se encontraba la pobre chica.

—Oye, Meli. ¿Estás bien? ¿Te lastimaron?

Sin poder resistirlo. Meli se levantó y corrió hacia él para abrazarlo y llorar ocultando su cara contra su abdomen. Algo incómodo, pero comprensivo, Lincoln le acarició el cabello hasta que terminara de desahogarse. Ella no puso ninguna objeción cuando tras terminar de ayudarla a recoger sus cosas, le dijo que la llevaría hasta la puerta de su hogar.

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Ya conduciendo de regreso a su casa, Lincoln pensó que, si ese par de bobos en su tiempo le hubieran hecho lo mismo a Ronnie Anne, seguro a ella no le hubiera costado ningún trabajo despacharlos, lo que lo hizo sentirse un tanto inútil al pensar que pudo hacer más por Meli. Realmente le afectó ver a ese par de cretinos molestando a una chica tan dulce como ella lo era, casi tanto como ver a Lola caer ante las insinuaciones de ese tonto pretencioso de Winston, el cual si tuviera en frente de seguro le haría...

—¡Rayos! La espalda mojada me llenó de mocos.

Al voltear a su derecha, miró a los dos tontos de antes salir por un callejón y caminar por el lado opuesto de la calle por la acera contraria por donde iba él, por lo que sólo alcanzó a verlos de espaldas, pero era indudable que se trataban de ellos.

—¡Uh, amigo! Esos gérmenes mexicanos no se pueden quitar, es lo que mi papá dice. Ni modo. Tendrás que quemar tu sudadera.

—¿Es que te vas a quemar las manos? Estoy seguro de que te vi meterlas debajo de la falda cuando la estaba sujetando.

Estúpidamente el adolescente rubio se rió al mismo tiempo que se ponía una gorra guinda.

—¡Uff! Esos gérmenes valen la pena. Si vieras lo rico que le sentí la...

El otro chico no se enteraría de lo que su amigo iba a decirle, ni de eso ni de nada más. Habían cruzado casi codo a codo, andando sobre el camino al no ver ningún coche enfrente, cuando sin aviso y metiéndose en contra de la circulación por la despejada calle, por la espalda el coche de Lincoln los golpeó e incluso les pasó por encima, siguiendo avanzando velozmente hasta llegar a la siguiente esquina y dar la vuelta antes que alguien apareciera dándose cuenta de lo que hizo.

Al ver que la siguiente avenida estaba más concurrida, Lincoln con el corazón a mil, disminuyó la velocidad hasta detenerse cuando el semáforo se puso en rojo, fue cuando muy nervioso y bastante asustado tomó consciencia de lo que había hecho apenas sin pensarlo.

Cuando el semáforo pasó al verde, antes de volver arrancar juraría haber escuchado a lo lejos algunos gritos. Estaba seguro de que lo siguiente que oiría sería la sirena de una patrulla apareciéndosele para ordenarle que se detuviera, pero eso no sucedió. En el volante actuó de una forma tan moderada, que no habría motivos para que lo pararan siquiera para hacerle una infracción.

Fue así como llegó a su casa, donde en el patio Lana estaba revisando la cadena de su bicicleta. Cuando volteó hacia el coche estacionándose en la entrada, abrió los ojos con sorpresa mirando al frente del vehículo. Pálido, Lincoln de pronto temió que la salpicadura estuviera cubierta de sangre.

—¡Linc! ¡Qué le pasó a tu coche!

—Ah... ¿de qué hablas?

Haciéndose el sorprendido en lo que consideró una actuación digna de un Oscar, bajó del auto preocupado avanzando al frente para descubrir lo mismo que su hermana miraba.

—¿Contra qué te pegaste? ¿Un hidrante?

No había ni una gota de sangre, pero sí tenía una enorme abolladura que sin duda le dificultaría abrir el capo.

—Ah... no lo sé. Creo que fue una piedra muy grande que no alcancé a ver.

—Bueno. Ahorita estoy ocupada. Mañana puedo dejártelo como nuevo sin problemas.

—Gracias, Lana.

—De gracias, nada. Esto te costará un mes de visitas a la veterinaria, al taller del papá de Glenda y quizás unos cincuenta dólares.

—Hasta mañana nos arreglamos. Dame un respiro.

Lana continuó arreglando su bicicleta y Lincoln entró a la casa asustado encontrando a Lily en la sala jugando con Darcy, cuando se suponía que esta última debía estar ayudando a Lisa con el proyecto que les encargaron en la escuela, no es que la pequeña científica se quejara, quizá agradecida porque su amiga se distrajera con su hermanita en lugar de estorbarle en algo que por sí sola podría hacer mejor que ambas.

—Hola, Lincoln.

Con familiaridad fue Darcy quien primero lo saludó antes que Lily. Lisa apenas y alzó la cara de su laptop para siquiera mirarlo, lo que fue bueno, quizá hubiese sido la única que recelara de la expresión sospechosa con que Lincoln les regresaba el saludo aparentando normalidad.

—Hola. ¿Ya llegó Lola?

—No.

¡Lincoln saltó por la respuesta que Lucy le dio apareciéndose detrás de él! La gótica, aunque normalmente disfrutaría la reacción que provocaba, retrocedió incómoda por la manera en que su hermano apretó los puños y levantó un poco el brazo antes de bajarlo y relajarse.

—¡Lucy, no hagas...! —tomó aire dándose cuenta de cómo quizás se miraba—. Lo que sea. Voy a mi habitación.

Y estaba por irse cuando Lana limpiándose las manos con un trapo entró dirigiéndose a la cocina. De pronto el chico tuvo un terrible pensamiento y como si pensara que debía de justificarse, exclamó en voz alta.

—¡Olvidé algo en mi coche!

Aprovechando el instante en que nadie lo miraba, salió afuera y se tiró al suelo asomándose debajo de su vehículo, donde cerca de la conexión con el escape encontró una gorra guinda atorada que, al quitarla, horrorizado vio que tenía sangre, al igual que algunas partes del coche que seguro Lana sabría identificar llamándole más la atención de lo que estaban manchadas si las viera.

Por la madrugada y antes de que su hermana revisara su coche, Lincoln planeó despertarse para ir a limpiar él mismo el desastre que se veía allá abajo... eso en el caso que en el transcurso del día ningún oficial se presentara en la casa buscándolo para hacerle algunas preguntas tras que lo vieran huir de la escena donde se suscitó un extraño crimen.

—Muchas gracias por traerme, Winston.

Tras escuchar a Lola, se asomó apartando sus problemas. Su hermana bajada del vehículo de la mamá del tal Winston, quien se había bajado antes para ir a abrirle la puerta cual caballerito pasado de moda, pero que resultó irresistible para Lola, la cual no dudó en darle un beso en la mejilla, consiguiendo que el muchacho se emocionara bastante dada su expresión.

—Fue un placer mi querida Lola. Te veré en la escuela hasta entonces.

—Adiós dulce príncipe.

Lincoln sintió cómo las entrañas se le retorcieron de coraje con estas dos últimas palabras, ni el hecho que desde su posición pudo ver perfectamente una vez más las ajustadas pantaletas rosas de su hermana entre sus llenitas posaderas pudieron relajarlo.

Una vez que Winston se marchó, haciendo una mueca de colegiala enamorada, como lo que en realidad era, Lola se dirigía hacia la puerta, cuando saltó asustada al ver la cabeza de Lincoln asomarse por debajo de su auto.

—¿Y tú qué haces ahí?

Sospechó que tal vez Lincoln podría sin querer mirar bajo su falda, pero como sólo se trataba de su hermano, no lo contaba como un chico, así que no se molestó en cuidarse.

—Choqué con unas porquerías que encontré en el camino y revisaba mi auto para ver qué tanto se dañó.

—Lo que haces con tal de no pagarle a Lana para que te lo arregle. Con tu permiso.

Y sin borrar esa irritante expresión de felicidad por el mocoso ese, entró a la casa haciendo que Lincoln se sulfurara y estrujara furioso entre sus manos la gorra ensangrentada. Se horrorizó el imaginarse la satisfacción que le hubiese producido que entre esos dos granujas que molestaban a Meli, Winston los acompañara en ese momento cuando los embistió.

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"Un shock se llevaron los vecinos de la calle Churchill cuando encontraron a Zach O'Nill de trece años y a Stuart Denver de quince, tras haber sido arrollados presuntamente por un coche que entró por el sentido contrario de la circulación, acción por la cual se dio a la fuga. Lamentablemente y debido a la conmoción, nadie alcanzó a ver ni siquiera el color del vehículo, apareciendo tarde quienes reportaron el incidente cuando éste se marchó dejando gravemente a los dos jóvenes en el asfalto. Con este fatal accidente se suman nuevas críticas para la alcaldesa Davis ante su demora en arreglar las cámaras de vialidad, las cuales hubiesen podido servir a las autoridades para atrapar al responsable de estar funcionales. Por el momento no se tienen sospechosos."

Por la televisión la familia miró a Catherine Mulligan hacer una pausa para contrariada ajustarse el auricular en su oído antes de proseguir afligida.

"Lamentablemente acaba de llegarme la notificación de que el joven Denver acaba de fallecer en el hospital central de Royal Woods, mientras que O'Nill continúa luchando por su vida en el quirófano".

—¡Qué horrible!

El señor Loud genuinamente se estremeció al imaginarse ser el padre de cualquiera de esos dos chicos, haciendo sus actividades cotidianas, sólo para que un policía repentinamente se presentara para darle la noticia.

—Espero que atrapen al responsable.

Las chicas asintieron a las palabras de su madre, del mismo modo en que Lincoln lo hizo nervioso, pero sintiéndose muy aliviado al descubrir que por muy poco había esquivado esa bala.

Buscando cambiar la conversación hacia algo más ameno, Rita cambió de canal y miró a Lola.

—¿Y cómo te fue en tu cita después del certamen, hija? —Lola ya les había contado sobre la competición durante la cena, apenas mencionando que al final de la misma, salió a comer con la familia de su amigo.

—¡Excelente! Su mamá nos llevó a Jean-Juan.

El señor Loud rumió y Lincoln agradeció que como él, no pareciera muy de acuerdo en que su hija estuviese ya saliendo con alguien.

—Pudieron ir a la Mesa de Lynn. Les hubiera preparado sin costo mis famosas Lynn-Chiladas.

Su esposa sólo negó con un gesto. Más entusiasmado, el hombre le hizo una sugerencia.

—Deberías un día traerlo a la casa para que lo conozcamos mejor.

—Sí —Lana burlona lo secundó—. Que vaya conociendo a la familia si quieren un día ser parte de ella.

Lola se frotó el mentón pensativa.

—Supongo que un día de estos podría hacerlo.

Lincoln se puso de pie sin decir nada, por lo que su madre preocupada le preguntó.

—¿A dónde vas, hijo?

—Todavía tengo tarea que hacer, mamá. No pude hacer mucho por llevar a Lola y a sus amigas al certamen.

La mencionada se encogió algo avergonzada por eso. Lincoln haciéndose el dolido, pero satisfecho por haberla hecho sentir mal, se retiró a su muy amplia habitación que anteriormente perteneció a Lori y Leni antes de que se marcharan a la universidad.

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Aunque en efecto tenía deberes pendientes, ya en la mañana le pediría a Clyde los suyos para copearlos antes de las clases. No es que soliera hacer eso, pero en serio no tenía cabeza en esos momentos para pensar en otras cosas además de lo que hizo en la tarde.

Había arrollado a dos chicos. Había asesinado a un chico y probablemente el otro no tardaría en acompañar a su amigo. Es verdad que eran escoria, pero no por ello significaba que estaba bien lo que hizo. Fue un crimen, fue horrible, fue un pecado, fue algo verdaderamente atroz y se sentía desconcertado por... no sentir culpa al respecto.

Extrañamente los inquietantes sentimientos de deseo que de pronto sentía por Lola superaban por mucho a lo que se supone debería sentir una persona por lastimar de semejante forma a otra. Lo único que temía de lo que hizo fue que lo descubrieran y fuera a prisión. Es más, hasta el odio que le tenía al tal Winston era más fuerte incluso que la culpa que se supone debería de tener. ¿Qué estaba mal con él?

Estaría horas reflexionándolo en su habitación, hasta que la alarma sonara para recordarle que debía salir a limpiar la evidencia de su crimen de la parte baja de su auto, llegando entonces a varias conclusiones.

Hasta ese día se había considerado una buenapersona, alguien recto y de buena moral hasta que... descubrió que fuertementedeseaba a una de sus hermanas como lo haría con cualquier otra mujer, odiaba aWinston por el sólo hecho de interesarse en Lola, y que había arrollado a dosadolescentes sin sentir culpa, por el contrario, incluso sintiéndose por ello...muy bien.

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