Capítulo 4

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Debido al material subido de tono, este capítulo cuenta con dos versiones, esta recortada y reeditada y otra en FFNet íntegra que cuyo enlace pueden encontrar en el comentario de esta párrafo.

El señor Loud respingó cuando su mano resbaló del sillón golpeando el suelo. Bostezó incómodo por estar acostado ahí en la sala esperando el regreso de su hijo tal y como le prometió a su esposa que haría al igual que a las chicas. Ya era muy tarde y había pasado algo de tiempo desde la última llamada que finalmente Lincoln había contestado justo cuando estaban a punto de llamar a la policía para denunciar ellos ahora su desaparición. Lola se mostró especialmente más insistente que su madre en ello queriendo desvelarse para esperar su regreso.

El hombre gimió a disgusto por el dolor que sabía su hija sentía, sin duda debía de querer mucho a aquel chico al que poca atención le había puesto en el pasado, haciendo que ahora se arrepintiera de ello. Por supuesto y aunque de un modo distinto, también amaba a su hermano, de quien seguramente cual caballero en brillante armadura ella se lo imaginaría cruzando la puerta de la casa llevando a Winston entre sus brazos, tras haberlo rescatado de fieros dragones en un peligroso y lejano reino.

Se puso de pie con la intención de ir a la cocina para prepararse una taza de café, cuando al pasar frente a la ventana de la sala notó el coche de su hijo estacionado sobre la acera enfrente de la casa.

—¿Pero qué...?

Consternado, subió las escaleras preguntándose en qué momento Lincoln había vuelto. Estaba por dirigirse hacia la habitación de este, cuando escuchó el ruido del agua de la regadera cayendo en el baño. Teniendo un presentimiento se acercó y tocó la puerta.

—¿Lincoln, eres tú?

—Sí, papá. —Le respondió desde la ducha.

—¡Hijo! ¿Por qué no me despertaste en cuanto llegaste?

—Lo lamento. No quería molestarte, por lo que preferí dejarte dormir.

Al menos por él ya estaba tranquilo, y aunque ya se imaginaba de forma pesimista la respuesta que le daría, de cualquier manera el padre le preguntó.

—Ah... ¿encontraste alguna pista sobre Winston?

Lincoln hizo una pausa muy amplia que hizo sospechar al señor Loud de que no lo había escuchado. Estaba por preguntarle de nuevo cuando Lincoln le contestó notando la frustración en su voz.

—Lamentablemente no conseguí ninguna novedad, papá. Sus amigos siguen sin saber nada de él y nadie lo ha vuelto a ver en los lugares que solía frecuentar durante los días anteriores a su desaparición. Ya les contaré mañana a todos cómo me fue con mayores detalles si quieren, pero no es como si hubiese conseguido algún avance a pesar de que traté y traté de obtener algo.

Lynn asintió pensando en cómo Lola se lo tomaría dadas las esperanzas que había puesto en su hermano.

—Comprendo, campeón. Por favor no te sientas mal. Sé que hiciste todo lo que pudiste con lo que tenías a tu alcance para intentar averiguar algo y eso ya es muy loable. Estoy muy orgulloso de ti por haberlo intentado, hijo.

—Gracias, papá.

—Bueno, me voy a dormir. Procura ya no desvelarte más para que tú también ya lo hagas en cuanto termines de ducharte. Seguramente debes de sentirte exhausto.

—Descuida, papá. En cuanto termine lo haré.

Lynn se marchó a su habitación enseguida. Calmaría a su esposa, cuando por accidente la despertara tras moverla un poco sin querer al acostarse a su lado, diciéndole que todo estaba bien, al menos para Lincoln, reiterándole nuevamente lo orgulloso que se sentía de su único hijo varón al igual que ella.

Mientras tanto, bajo la regadera, Lincoln permitía que el agua recorriera su cuerpo llevándose toda la tierra, suciedad, vómito y sangre que lo cubrían, nada de aquello le pertenecía. Cerrando los ojos al mismo tiempo que lavaba su blanquecina cabellera, recordaba lo sucedido hace pocas horas de forma muy vívida.

Había llegado a su casa quitándose los tenis dejándolos en su coche, tanto para no ensuciar su casa con tierra y lodo, como para así poder entrar sigilosamente caminando descalzo de un modo en que Lucy se sentiría orgulloso de él por todo lo que le aprendió, pasando de largo a su padre en completo silencio para dirigirse directamente hacia su habitación manteniéndose tranquilo y sereno. Adentro tomaría una bolsa de plástico de las que tenía guardadas para su cesto de basura, se desnudaría por completo y pondría su ropa dentro de la bolsa, cerrándola después con cinta adhesiva impidiendo así que la peste del interior se esparciera en su habitación o el resto de la casa. Luego tomaría una toalla yéndose enseguida a bañar tras ocultar la bolsa bajo su cama. Pero por encima de todo eso, reflexionaba sobre el estado en el que dejó a Winston.

¿Qué tan bien se suponía había pensado en cómo deshacerse del muchacho? ¿Cuánto tiempo tardaría la policía en encontrarlo? ¿También encontrarían la evidencia necesaria para presentarse en su casa con la intención de arrestarlo?

Estas serían preguntas que lo atormentarían no solo cuando saliera del baño y se fuera a dormir, sino también durante los posteriores días. Cuestiones que lo perseguirían en la escuela, en su trabajo de medio tiempo, incluso cuando a la mañana siguiente tuviera a Lola entre sus brazos, consolándola y disculpándose con ella por no haber tenido éxito en localizar al chico. Sería un hermoso momento que él apreciaría, sintiendo cómo ella lloraba sobre su regazo, no reclamándole por su fracaso, sino agradeciéndole por preocuparse por ella y haberlo intentado exponiéndose a que le ocurriera algo malo. Ella le pediría que no volviera a hacerlo para no dejarla tan preocupada, algo que su familia también le pediría, teniendo más peso para Lincoln el que su hermana lo hiciera.

Justo en ese momento la preocupación por sus acciones fue opacada por el asco que le provocaron los fluidos de Winston al resbalar por su cuerpo diluyéndose en el enrejado de la alcantarilla del baño.

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Lola regresó aquella tarde a su casa tras pasar el tiempo con sus amigas con una actitud taciturna. A partir de ese día ya habían transcurrido diez desde la última vez que vio a Winston, y las autoridades seguían sin tener siquiera la más remota idea de dónde podría estar.

—Hola, Lola. ¿Cómo te fue en la escuela?

Mientras las chicas estaban arriba haciendo sus cosas, Lincoln que acababa de terminar de hacer sus deberes, estaba en la sala mirando la televisión aprovechando el momento en que nadie la ocupaba. Lola le respondió escuetamente "bien" antes de sentarse a su lado y apoyar su cabeza contra su costado. Lincoln alzó su brazo, permitiéndole acercarse más a él para poder abrazarla.

Rita pasó junto a ellos encontrando encantadora la escena. Como todos en el pueblo, lamentaba lo que le había ocurrido al muchacho, aunque a favor, el suceso había acercado bastante a esos dos, y no es que antes del incidente tuviesen una mala relación, o se mantuviesen apartados el uno del otro, sencillamente parecía que progresivamente habían formado un lazo muy fuerte entre ambos que se sentía inquebrantable. Gran parte de esto fue gracias a Lincoln, que no dudaba en pasar el tiempo que hiciese falta con su hermana, la cual comenzaba a buscarlo más a él de lo que lo hacía con Lana o con cualquier otro miembro de la familia.

Instantes como aquellos llenaban de gratificación al muchacho de dieciocho años, tanto que se olvidaba de las preocupaciones de su vida, más allá del estrés que la escuela le generaba, el cual no era nada comparado con el ataque de pánico que estuvo a punto de sufrir cuando Liam un par de días atrás les había contado en la escuela que el servicio de limpieza había conseguido por fin poner en orden la granja. Lincoln entonces trató de aparentar normalidad e incluso desinterés en el tema cuando pareciendo buscar ser solamente amable al seguirle el tema, le preguntó.

—¿Entonces es un hecho que podremos hacer la fiesta de fin de curso ahí? Tal vez podríamos adaptar el granero como una especie de pista de baile o algo así si es que la dejaron mínimamente presentable.

—Por supuesto —Liam le contestó ladeando la cabeza ante algo que recordó al respecto—. Esos ladrones de la agencia de limpieza hicieron un buen trabajo, pero nos cobraron más de lo que habían pactado por encargarse del granero. Dijeron que el olor de los animales muertos era mucho más penetrante de lo que se imaginaron estaría. ¿Pues qué esperaban si ese sitio era un matadero? Lo peor de todo es que mis padres tuvieron que invertir todavía más de lo que esperaban para arreglarlo. Algunas vigas tenían que reforzarse por lo viejas y podridas que estaban, incluso una se había caído. Pero en fin. Cuando quieran los llevo para que vean por ustedes mismos que se trata de un sitio ideal para cualquier evento escolar.

Lincoln fingió el mismo entusiasmo que sus amigos de poder ir a conocer por primera vez el lugar, aunque realmente la idea de regresar a la escena de su crimen por dentro lo ponía muy nervioso, con todo y que la evidencia aparentemente ya había desaparecido, al igual que su ropa de esa noche cuando después de mantenerla en aquella bolsa en el portaequipaje de su coche, días atrás la llevó hacia las inmediaciones del bosque al otro lado del pueblo para quemarla, en sentido contrario a la dirección donde estaba la cueva en la que los restos de Winston suponía aún permanecían. Aunque se había tentado en más de una ocasión el regresar a la cueva para asegurarse de que seguían ahí, terminaba por recriminarse a sí mismo de que eso sería una pésima idea. Sólo los delincuentes más estúpidos volvían a los escenarios donde cometieron sus crímenes sin darse cuenta de que con ello terminaban en ocasiones por delatarse dejando a veces alguna pista adicional para la policía.

Pero en ese momento nada de eso debía de importarle. Winston estaba muerto y la alcaldesa Davis anoche había dado un boletín por televisión para reportar lo infructuosa que estaba resultando la búsqueda del chico. Debía de mejor disfrutar el presente, con Lola en el sofá a su lado mirando una sitcom, apaciguándolo con la suavidad de su piel, el dulce aroma de su perfume y de su cabello, avivando el profundo amor que le profesaba y...

"—Interrumpimos este programa para traerles un boletín especial. Soy Catherine Mulligan y me encuentro en la parte oeste del bosque de Royal Woods, por las cercanías al kilómetro 170 de la carretera colindante hacia Great Lakes City."

En la escena que ahora la pantalla mostraba, podían ver a la reportera frente a la cámara con una colina de fondo tras el bosque, donde dos oficiales de policía salían de una cueva, para que enseguida ingresaran tres sujetos con batas blancas, mientras que algo nerviosos, cuatro chicos con aspecto de estar listos para una acampada, asustados esperaban junto a otro oficial a que les dieran la señal para ser entrevistados por Catherine en relación a lo que encontraron ahí adentro mientras hacían excursión.

Por mucho que deseara apagar el televisor de inmediato y proponerle a Lola de que hicieran algo más, Lincoln fingiendo que nada malo ocurría, dejó que el canal continuara transmitiendo la noticia con la entrevista de los chicos narrando su descubrimiento, temiendo que de un momento a otro Catherine anunciase que habían encontrado los restos de Winston y que el responsable ya había sido identificado gracias a que sus huellas digitales, o las de los neumáticos de su auto, que de alguna manera no se habían borrado con el paso de los elementos desde entonces, fueron ubicados y cotejados por expertos de forma cien por ciento segura y fiable dando como resultado todo perteneciente a él, Lincoln Loud.

"...de esa forma los restos humanos serán trasladados al laboratorio forense en espera de ser identificados, mientras que las autoridades por la zona buscarán pistas o el resto de los mismos, dado que los animales del territorio los dispersaron, según nos explicó el teniente Callahan. Soy Catherine Mulligan prometiéndoles seguir de cerca este caso".

Y de esa manera finalizó la emisión reanudando la programación casi enseguida. Lincoln no había despegado la vista de la pantalla hasta ese momento, cuando de pronto Lola a quien continuaba abrazando, gimió y con su mano lo tomó de un brazo demandando mayor atención.

—Linky... tú crees que ese podría ser...

No se atrevió a terminar la oración. Su hermano cerró los ojos con dolor como si al igual que ella, también estuviera considerando la posibilidad por funesta que sonara.

—Hasta que identifiquen de quién se trata esa persona, no debemos de sacar conclusiones apresuradas, Lola. No está bien. ¿entiendes?

Ella asintió aunque no muy segura. Lincoln la atrajo hacia él para abrazarla más estrechamente y depositarle uno, dos, tres besos en la frente y sus mejillas.

Los mimos consiguieron calmarla. Esa sensación que Lincoln conseguía producirle a la perfección de hacerla sentir amada y especial en la vida de alguien, mucho más que con cualquier otra persona en el mundo, en esta ocasión la percibió distinta. Estaba segura de que se debía a que su hermano al igual que ella, sospechaba fuertemente que esos restos quemados que aquellos excursionistas encontraron en esa cueva, podrían ser de Winston, pero en favor de que ella estuviese bien, él no se lo mencionaría, tal y como Catherine Mulligan tampoco lo hizo, pese a que ella también tenía la certeza de que en efecto se trataba del desaparecido muchacho

Como toda una profesional, no podría ni siquiera mencionarlo sin algo concreto, o sin que por lo menos primero las autoridades fuesen a la casa del muchacho desaparecido para dejar entrever la posibilidad a la familia, aunque sin permitirles aún tratar de reconocerlo, dadas las condiciones anómalas que había en aquél cuerpo que tuvo el desagrado de ver también, con el cráneo roto, o que además de podrido, estaba tan quemado que a primera vista no era posible reconocerse de ningún modo.

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Sólo dos días después, los resultados concluyentes del registro dental fueron oficialmente dados a conocer al público en una exclusiva que Catherine Mulligan cubrió acaparando la atención del pueblo entero, aunque los primeros en enterarse de todo una hora antes de que se anunciaran por televisión, fueron los padres del occiso tras ser citados por la policía para hablar con ellos en privado. Esta vez no había especulaciones ni dudas. Se trataba del chico Winston.

Lola estaba en clases cuando la noticia se dio a conocer públicamente, y entonces la adolescente de trece años entró en una severa crisis nerviosa de la que Lana, pese a sus esfuerzos en conjunto con Lucy y las amigas de su gemela, no pudieron sacarla. Lana no podría justificarse después sobre por qué no llamó primero por teléfono a sus padres desde su celular, cuando Lucy le pidió que llamara a alguien para buscar ayuda, sencillamente y quizás por el fuerte acercamiento que Lincoln tenía con su hermana, fue que él se trató de su primera elección.

De igual manera, Lincoln estaba en su escuela cuando en medio de una de sus clases recibió una llamada entrante silenciosa por parte de Lana, por lo que se agachó para contestarle preguntándole qué era lo que necesitaba, a sabiendas de que ninguna de sus hermanas le marcarían ni en broma en aquél horario, a no ser que se tratara de una auténtica emergencia. Pese al modo en que tan desesperadamente ella trataba de explicarle lo que pasó con Winston y de cómo Lola reaccionó tras enterarse de la noticia que comenzaba a difundirse, Lincoln le entendió lo necesario como para ponerse de pie y marcharse del salón gritándole al profesor al cruzar la puerta que surgió una emergencia familiar sin dar más explicaciones, dejando asustados y perplejos a sus amigos a quienes al otro día les explicaría lo sucedido, siendo en ese momento Lola su prioridad.

Para cuando los señores Loud supieran sobre lo que le ocurrió a su hija, Rita principalmente angustiada pues se había enterado de la noticia del muchacho media hora antes de que Lucy la llamara después que a Lincoln, por lo que se estaba preguntando sobre cómo podría darle la noticia que ya era un hecho iba a devastar a Lola, Lincoln ya había ido por ella y la había recogido haciendo oídos sordos a las palabras de la profesora cuando trató de detenerlo explicándole que solamente un padre podía llevársela en horario de clases, consiguiendo que Lucy y Lana se las arreglaran para distraerla y hacerla a un lado para no tener dificultades al sacarla.

Apenas vio a Lincoln, los gritos y sollozos de Lola por su amado perdido ahora sí para siempre, aminoraron tan pronto encontró el consuelo entre sus brazos con los que la cargó y se la llevó, esperando que fuera a cualquier otro lugar en donde pudiese despertar de la pesadilla en la que se sumió.

—¡Lincoln! ¡Winston está muerto! ¡Está muerto! ¡Está muerto!

Como si se tratara de una niña pequeña, mientras se dirigía hacia su auto Lincoln la arrulló por el camino recargándole la cabeza contra su pecho sin decirle nada, permitiéndole desahogarse en él todo lo que llevaba dentro.

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Durante todo el oficio luctuoso en el cementerio del pueblo, Lola no se despegó ni un momento de la mano de su hermano, ni siquiera cuando los padres de Winston se dirigieron hacia ella al final del mismo, después de todo se trató de la amiga más cercana de su hijo.

—Tal vez te suene algo tonto —la madre le dijo con ese dolor palpable a causa de la pérdida aún castigando su corazón—, pero a veces tenía la loca fantasía de que tú y Winston algún día, en un futuro, terminarían casándose o algo así.

La primera sonrisa sincera afloró en Lola a pesar de continuar sollozando. Si Lincoln la soltó, no fue para satisfacer sus ganas por golpear a la tipa por decir aquella estupidez tan ridícula, sino para que su hermana pudiese abrazarla estrechamente.

Lola se sintió conmovida por las palabras de la madre de Winston, a pesar de la tristeza que continuaba sintiendo. Aunque la idea de haberse llegado a casar algún día con su amigo parecía, además de lejana, un poco inverosímil, después de todo nunca fueron novios oficialmente, apreciaba el gesto que tuvo la mujer al confiarle aquello. Lola la abrazó con cariño compartiendo un consuelo mutuo en medio de la pena.

Lincoln por su parte, podía darse una idea acerca de los sentimientos impresos en las palabras de la mujer y decidió no reaccionar con molestia, sino con empatía. Sabía que Lola necesitaba también de ese consuelo y apoyo en tan difícil momento.

—Quisiera pensar que nosotros fuimos el último pensamiento que tuvo cuando... —el padre de Winston junto a ellas se interrumpió así mismo para cubrirse los ojos y limpiarse la nariz.

La situación era extremadamente difícil para todos los presentes. Comprensivo, Lincoln le dio una palmadita en el hombro, un gesto sutil, pero significativo para mostrarle su apoyo en aquel momento tan doloroso.

"No, señor. Winston murió creyendo que su madre se había suicidado porque usted decidió abandonarla por su socia, sólo para después ser arrestado tras que por eso todos creyeran que usted lo mató".

—Estoy seguro de que ustedes siempre fueron lo principal en sus pensamientos en todo momento. De corazón espero que algún día consigan atrapar al responsable, señor.

El efecto que le produjo fue positivo. El hombre le estrechó con firmeza la mano. Aunque no conocía tanto a Lincoln como a su hermana, estaba al tanto de los esfuerzos que ese joven hizo por encontrar a su hijo durante los primeros días de su desaparición preguntando en todas partes por él, y poniendo su bien conocido ingenio en el pueblo para tratar de dar con alguna pista que desafortunadamente, y al igual que la policía hasta el momento, nunca encontró.

—Gracias por todo. Eres un buen hombre. Cómo me hubiese gustado llegar a ver a mi hijo convertido en alguien como tú.

"¡Ja! Eso ni de milagro hubiese sucedido. Aún si no le hubiera hecho el favor de deshacerme de su mierdecilla, seguro que nunca me habría llegado ni a los talones".

—No, señor. Estoy seguro de que su hijo hubiese sido alguien todavía muchísimo mejor que yo o cualquiera.

Un tanto a regañadientes, Lincoln le permitió a su hermana convivir un poco más con la familia del mocoso, por lo que preocupado se dirigió hacia su abuelo, ahora que lo encontraba solo finalmente. En la mañana había notado que habló con unos agentes de policía tras el servicio de la iglesia.

—Hola, Pop-pop. No había tenido la oportunidad de agradecerte por acompañarnos.

—Descuida, hijo. Sé que ese muchacho se trataba de alguien muy especial para tu hermana. Es una verdadera pena lo que le sucedió. No pude evitar preguntarle a la policía cómo iba el caso.

Lincoln consiguió imitar una expresión entusiasta mezclada con preocupación.

—Por favor, dime que por fin ya tienen al menos a un sospechoso. Ha sido muy extraño que no hayan detenido a nadie desde el primer día, cuando Winston desapareció.

El anciano suspiró.

—El comisionado es un buen amigo mío, y aquí entre los dos, ve difícil que esto pueda resolverse. Ni siquiera saben cuál fue el móvil principal por el que le hicieron eso al chico. Debido al maltrato que los osos y los lobos de la zona le ocasionaron a los restos, que de por sí ya estaban quemados, resulta imposible por el momento determinar exactamente por qué lo mataron, aunque el "cómo" es concluyente.

—Un golpe en la cabeza. Lo vi en las noticias.

Su abuelo asintió sin extrañarle el que su nieto siguiera con interés el caso debido a su hermana.

—Sí. Aunque no descartan que pudo ser algo más.

Escéptico, Lincoln levantó una ceja.

—¿Como qué?

Albert dudó en qué tan prudente sería compartirle cierta información. Al final y tras arrancarle un juramento de que no se lo contaría a nadie, ni a sus amigos más cercanos y mucho menos a su familia, en especial a Lola, le contó algo todavía más grave que no se había hecho público.

—Es probable que el mismo objeto con que lo golpearan en la cabeza... también le rompieran las piernas y le aplastaran la caja torácica.

No tardó en arrepentirse de haberle revelado aquello, ya que al instante Lincoln se mostró asqueado y aterrado, seguramente imaginándose tal barbarie.

—¿Cómo rayos se puede hacer eso con un martillo?

—¿Martillo?

—Es un rumor que está corriendo en la escuela. Dicen que el golpe se lo debieron de propinar con un martillo, y que en cuanto la policía lo encuentre sabrán quién fue la persona que lo mató.

El anciano negó con un gesto.

—Ningún martillo podría hacer algo así, hijo.

—¿Un bat de béisbol?

—Probablemente. La policía también está pensando en ello, pero habrá que ver. Lamentablemente y como están las cosas, a no ser que el responsable se presente para confesar su crimen, dudan mucho que esto pueda llegar a resolverse pronto.

A sus ojos, Lincoln parecía molesto y frustrado, incapaz de ver la felicidad que por dentro lo llenaba. Albert no se atrevió a decirle que al chico, el maldito loco también le había cortado todos los dedos de ambas manos con unas tijeras chamuscadas que encontraron en la cueva, las cuales y debido al fuego estaban libres de huellas digitales. No tenía caso perturbarlo aún más con aquellos datos.

—Lincoln, voy a pedirte algo que por favor quiero que cumplas sin importar lo que suceda.

La seriedad con que su abuelo le habló, provocó que de pronto el miedo lo invadiera.

"¡Lo sabe!" —pensó— "¡Sabe lo que hice y va a pedirme que me entregue yo mismo para no tener que ser él quien lo haga!" Conteniendo el impulso de tragar saliva, le preguntó.

—¿De qué se trata, abuelo?

—Quiero que permanezcas más ahora que nunca al lado de Lola. No dejes, ni hagas sentir sola a tu hermana en estos momentos tan difíciles. Puedo notar lo mucho que todo esto le ha afectado por la cercanía que tenía con aquel muchacho. Si es posible conviértete en su sombra, en su ángel guardián, por lo menos hasta que vaya recuperándose de todo esto. ¿Podrías hacerlo, hijo?

Solemne, Lincoln sacó el pecho y asintió cual cadete atendiendo a la misión que un general de alto rango le estaba dando tras advertirle sobre la importancia de la misma.

—Puedes contar conmigo para eso y mucho más, Pop-pop. Te prometo que estaré encima de Lola todo lo que me sea posible.

Satisfecho, el anciano lo tomó por un hombro presionándoselo con afecto.

—Muchas gracias, hijo. No cabe duda de que eres todo un hombre de bien.

Lincoln sintió una oleada, no solo de alivio, sino también de orgullo en su interior por la declaración de su abuelo, que para él tenía más peso que las de muchas otras personas quienes de forma repetida le habían dicho lo mismo.

Cuando el anciano se dirigió hacia su hija y su yerno, Lincoln cabizbajo fue hacia el agujero en la tierra rodeado de flores frente a una lápida, donde por medio de una estructura metálica ya habían bajado el féretro del chico que se mantuvo cerrado durante toda la ceremonia desde la iglesia, lo que había suscitado ciertos comentarios insidiosos del porqué de esto, llevando a desagradables especulaciones que se silenciaban cuando los padres de Winston o un familiar o amistad muy cercana se acercaban. A Lincoln le costó trabajo mantener ese porte, pues a la mente le llegó lo que para él le pareció un recuerdo muy cómico: cuando la cabeza del muchacho se acható por el lado donde lo golpeó como si se tratara de una piñata de cartón.

—Winston —murmuró en voz muy baja lo que muchos creerían se trataba de una oración—. No solo porque me lo pidió mi abuelo, sino por convicción propia, te prometo estar siempre para Lola en todo momento como seguramente tú hubieses querido estarlo... con la diferencia de que yo sí haré un mejor trabajo a diferencia tuya, pequeña mierdecita.

Gimió y se talló los ojos. Se inclinó para tomar un puñado de tierra que arrojó contra el ataúd como muchos otros habían hecho ya. Lola había terminado de hablar con los padres de Winston y parecía haberse quedado sola, pero no por mucho. Se recuperó al instante del sobresalto que sufrió al ver que se trataba de Lincoln quien por su espalda la había rodeado entre sus brazos brindándole todo el confort que necesitaba.

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Lana había hecho lo propio, como todos en la familia, de tratar de infundirle ánimos a Lola, pero a una semana de la muerte de Winston, seguía viéndose tan mal como una viuda que perdiese a su esposo con el que llevó toda una vida juntos, algo a vista de muchos conmovedor, pero para otros, principalmente para su familia, muy perjudicial.

Lincoln, fiel a la promesa que le había hecho a su abuelo, se había convertido en el protector de Lola. La llevaba todos los días a la escuela y dentro de lo que podía también iba a recogerla, siempre de la escuela a la casa y viceversa únicamente, pues ella no solo había dejado de participar en aquellos concursos de modelaje y belleza que antes le habían importado tanto, sino que también había rechazado todas las invitaciones que sus amigas le venían haciendo para salir a cualquier lado, ya sea para hacer tareas, divertirse, o preocupadas por ella, intentar también ayudarla de alguna manera buscando solo hablarle.

La rutina de Lola después de la escuela se había limitado a ver televisión, hojear de forma distraída sus libros de texto o alguna revista, pero sobre todo, a ser mimada por Lincoln. Lo que había conseguido si bien no solucionar mucho, pero sí producirle alguna mejoría, principalmente era el tener a su hermano a su lado, dispuesto a prepararle algún bocadillo, ayudarle con algunas rutinas de ejercicio, planchar su ropa, peinarle el cabello, pero lo más importante, ser un hombro sobre el cual llorar cuando sentía que la situación la sobrepasaba, justo como le estaba ocurriendo esa noche en que le dio por visitar las redes sociales de Winston, obviamente inactivas por parte del chico, pero llenas de mensajes positivos y de comprensión a su familia de quienes lo conocieron.

El sentimiento le ganó de nuevo una noche en su habitación antes de irse a dormir tras ponerse su corta bata rosa de listones frontales. Fue infructuosa la ayuda de Lana para reconfortarla, al menos hasta que Lincoln apareció tras escuchar su llanto, entrando a la habitación de las gemelas sin esperar a que le permitieran el paso. De esa forma fue que Lola pudo tranquilizarse, cuando su amado hermano mayor en pantaloncillos y playera, la abrazó, la cargó y para tener mayor libertad y hacerla sentir segura, la llevó hacia su habitación.

—¿Quieres que los acompañe? —Lana preocupada por su gemela le preguntó a Lincoln.

—Descuida, Lana. Gracias, pero a partir de aquí yo me encargo.

Lola no dijo nada. Sintiéndose desvalida usando su bata rosa, se aferró al cuello de Lincoln al que humedeció con sus lágrimas.

Ya en su habitación, la cual sin soltar a Lola maniobró la puerta para abrirla, entrar y volver a cerrarla, Lincoln sentó a Lola sobre su cama quedando él frente a ella. Ya estaba tranquilizándose un poco conforme su hermano le alisaba con una mano su hermoso y pronunciado cabello rubio que caía en cascada sobre su bata rosa de una pieza sin mangas.

—Tranquila, Lola. Ya pasó.

—Lo siento, Linky. Debes de pensar que estoy actuando de una forma muy ridícula y...

—No tiene nada de ridículo el que llores por alguien a quien querías mucho. No puedo ponerme en tus zapatos aunque quisiera para saber cómo podría ayudarte mejor.

Ella negó con un gesto.

—Ya has hecho mucho por mí, más de lo que siento que me merezco.

—Vamos. No digas eso.

—Por favor. Me está yendo muy mal en la escuela y me he apartado de todas mis amistades, todo para encerrarme en mí misma buscando ahogarme en mi soledad.

Lincoln sonrió con pesar al encontrar un tanto hilarante la forma en que su hermana de trece años se expresaba usando palabras más propias de Lucy. Para muchos podría sonar como toda una diva, pero él la conocía muy bien entendiendo lo que trataba de transmitir.

—No estás sola.

Estaba por agregar "nos tienes a todos nosotros" tras hacer una breve pausa, cuando sonriendo, ella asintió.

—Lo sé. Estás aquí, conmigo. Pero precisamente es contigo con quien más vergüenza tengo por haberme vuelto tan dependiente de ti restringiendo tu vida por mi culpa al obligarte a estar a mi lado.

Lincoln le presionó los brazos quizá con más fuerza de la que hubiese querido dado el sobresalto que le provocó, en especial cuando de pronto acercó su cara bastante a la de ella.

—No estás restringiendo mi vida, quiero que eso te quede muy claro. Tú eres mi vida y no me has estado obligando a estar contigo. Yo permanezco contigo porque te amo.

La adolescente se sonrojó ante la gallardía con que el peliblanco le habló, antes de darse un golpe mental recordándose a sí misma que siendo su hermano es obvio que la amaba, aunque el efecto de "tú eres mi vida" había provocado también que su corazón diera un vuelco.

—No tienes que ser tan lindo conmigo.

—Soy contigo como mereces que lo sea. Aunque quiero verte bien y que superes pronto lo ocurrido con Winston, estoy dispuesto a compartir toda mi vida contigo si eso hace falta para ayudarte.

Lola suspiró. Winston en vida le había dicho cosas muy hermosas demostrándole el cariño que le tenía dado lo mucho que la quería, aunque en comparación a lo que Lincoln últimamente solía decirle, apenas y parecían pequeños halagos. Quizá y pese a que inicialmente llegó a fastidiarle un poco el siempre tenerlo sobre sus talones, ahora era ella quien buscaba a su hermano constantemente para cualquier cosa, pues siempre conseguía con sus palabras y acciones apaciguar su alma y aliviar su corazón.

—No sé que es lo que haría sin ti, Linky.

Apoyado sobre su pecho, Lola alzó la mirada para encontrarse con el rostro de Lincoln, quien la miraba embelesado haciéndola sentir como el diamante más hermoso del mundo. Notó cierta duda en su expresión al mismo tiempo que sus labios sufrieron un espasmo, enseguida entrecerró los ojos y lentamente se inclinó todavía más hacia ella.

Lola comprendió lo que estaba por suceder, y aterrada por la implicación del suceso, estaba por echarse hacia atrás buscando separarse de él, para poner un alto a la aberrante pretensión de su hermano, cuando de pronto este pareció pensar con claridad las cosas frenándose a sí mismo y retrocediendo a último momento. El chico abrió los ojos, pero pareció incapaz de mirarla a la cara desviando su atención hacia todas partes, menos a ella, claramente avergonzado al mismo tiempo que por su expresión parecía desdichado.

—Gracias, Lola. Saber que soy importante en tu vida significa mucho para mí como... tu hermano solamente.

De pronto Lola se sintió mal, a pesar de que en realidad ella no había hecho nada malo, pero así era. Sentía que acababa de defraudar gravemente a Lincoln. Descubrió que cualquier miedo o decepción que sintió hacia él por lo que estaba casi segura pretendía hacer, fue reemplazada por frustración a que no se animara a continuar.

Lincoln había hecho tanto por ella y hasta el momento ella no le había retribuido de ninguna manera sus atenciones. Fue efímero el instante cuando pareció buscar algo con ella, algo inapropiado, prohibido, tan escandaloso que renunció a eso quizá no tanto por su moral, sino más por su temor de hacerla sentir mal, sacrificando con ello su verdadero deseo e intención, porque así era su hermano, dispuesto a dejar de lado sus metas por el bienestar de sus hermanas, lo que lo convertía a ojos de la rubia en mejor hombre que cualquier otro que haya conocido... incluso mejor de lo que fue Winston.

Tal pensamiento la desconcertó y confundió bastante. ¿De dónde había venido aquello? De pronto sus sentimientos de duda sobre cómo corresponderle y qué permitirle, fueron mucho más pronunciados que los de Lincoln, quien preocupado le preguntó al notar su conflicto.

—¿Te sucede algo, Lola?

—Ah... nada, Lincoln. Fue... no es nada.

Cabizbajo, el peliblanco suavemente le peinó sus dorados cabellos con una mano.

—Si hice algo que te molestara o... te hiciera sentir incómoda, te pido una disculpa. No fue mi intención. Lo último que querría hacer es lastimarte.

Y ahí estaba de nuevo, actuando cual caballero dispuesto a defender la integridad de su amada princesa ante cualquier adversario, e incluso de sí mismo. Lola sintió que sus mejillas se ruborizaron.

—N... No, Lincoln tú no...

De forma inconsciente y con los labios temblándole, ahora fue ella quien aproximó su cara a la de su hermano sin estar muy segura de lo que pretendía. Lincoln con obvio anhelo, lentamente acercó su rostro al de ella provocando que la rubia volviera a asustarse y considerara con mayor seriedad esto, pero entonces volvió a notar a Lincoln dudar y retroceder ante lo que su corazón verdaderamente buscaba y deseaba, entonces con ambas manos lo tomó por las mejillas y sin darle la oportunidad de escapar o arrepentirse, fue Lola la que tomó la iniciativa de plantarle un beso justo en la boca.

Lincoln no retrocedió e inmediatamente correspondió su beso moviendo los labios siguiendo el ritmo de Lola, cuyos dulces y suaves labios se convirtieron en una significativa parte de la recompensa que tanto había anhelado y esperado pacientemente desde que redujo a nada al imbécil de Winston. Lola con sus ojitos cerrados parecía entregada a él, saboreando el beso adulto que le proporcionaba, ese que quizá de haber tomado él la iniciativa desde un inicio hubiese conseguido solamente un rechazo, de no ser porque supo cómo hacerse desear por su hermana aparentando un poco de inseguridad, duda, supuesta culpa y con ello un cambio de idea repentino hacia sus intenciones, siempre mostrándose amoroso con ella, plantándole la idea de que se lo debía, por supuesto en su manipulación se encontraba el también enamorarla aunque fuese inicialmente de un modo platónico y fraternal antes de aventurarse a profundizar más y más otra clase de sentimientos y deseos.

Por mucho que deseara arrojarla sobre su cama y arrancarle la ropa, incluso en el calor del momento fue prudente para conformarse con sus besos, los cuales no tenían ningún desperdicio y disfrutaba tanto o más que cualquier otro que hubiese recibido o dado hasta ese momento de su vida. Lola no solamente era más hermosa que cualquier otra de las chicas de su edad o incluso mayores, el dulzón sabor de sus besos y la consistencia húmeda, suave y maleable de sus labios superaba con creces a los de cualquiera de las chicas que llegó a conocer o seguro conocería en un futuro.

Sus manos fueron a parar hacia los hombros de su hermana, cuyos brazos rodeaban su cuello profundizando más el beso sin detenerse a pensar de que Lincoln se trataba precisamente de su hermano, mirándolo más como el mayor devoto de los hombres hacia su persona, dispuesto a perder un brazo y una pierna por ella. Si bien había una pequeña voz susurrándole que lo que hacían era incorrecto tratando de empujarla a la culpa, supo ignorarla dejándola de lado.

Discretamente Lincoln asomó su lengua con una disculpa preparada y una expresión de miedo y desconcierto ante la posible reacción de rechazo por parte de su hermana, pero sus acciones dieron frutos cuando la misma Lola no solo permitió que la alojara dentro de su boca, sino que con su propia pequeña y tibia lengua la saludó en un vaivén que elevó la temperatura de los dos.

Lola fue la primera en separarse poco a poco para interrumpir el beso. Lincoln no encontró signos de rechazo o arrepentimiento en su expresión, tenía los ojos entre cerrados y aunque parecía contener un jadeo, no había soltado su cuello o mostraba sinceros deseos de concluir lo que hacían.

—Lincoln... —Ella exclamó con la mente nublada.

En respuesta, él atacó su cuello con la boca, besando y chupándolo con cuidado, a sabiendas que no podía dejarle ninguna marca visible que pudiese meterlos (principalmente a él) en problemas. Lola cerró sus ojos comenzando acariciarle el blanquecino cabello disfrutando la sensación que le provocaba enviándole aguijonazos placenteros de electricidad hacia la columna. Para estar más cómodos y facilitarle las caricias, ella se sentó sobre su regazo y entonces así, con un brazo su hermano la atrajo más hacia él.

Lincoln de forma magistral atacaba los puntos más sensibles de su hermana mientras que sus manos viajaban sobre la espalda de la misma acariciándola a momentos con suavidad y otros con rudeza, no mucha, sólo la necesaria para despertar en ella el mismo deseo que él contenía haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad.

Lola creía que en cualquier momento estallaría en llamas ante el intenso calor que su cuerpo estaba sintiendo por culpa de Lincoln, mismo que se concentraba especialmente sobre su zona privada. Era verdad que estaba técnicamente sobre el cuerpo de su hermano al estar sentada sobre sus piernas, pero en un acto inconsciente buscó todavía acercarse más a él restregando sus caderas sobre la parte baja del chico, sorprendiéndose al sentir de pronto algo duro y firme debajo de ella, algo que estaba apresado y que así debía de mantenerse porque... así debía de ser. En realidad le estaba costando pensar siquiera en un motivo por el que no debía de salir huyendo de la habitación en lugar de estarse entregando a los placeres que Lincoln le proporcionaba impidiéndole pensar con claridad.

"Esto ya es demasiado", su conciencia le advertía. Colocó sus manos sobre el abdomen de Lincoln buscando las fuerzas y en especial la convicción necesaria para atreverse a empujarlo, distrayéndose ante lo bien trabajado que estaba y preguntándose si debía de darle las gracias a Lynn por ello, o si Lincoln lo había conseguido por iniciativa propia al ejercitarse en la escuela y durante sus tiempos libres. Con sus manos de pronto extasiada continuó recorriendo toda la zona de su torso mientras la boca de su hermano estaba recorriendo su clavícula. No se percató del momento en el que hipnotizada por la tonificación de Lincoln, le había subido la camisa para tentar el ancho pecho tan varonil de forma directa.

Lincoln se detuvo apartándose un momento de ella, provocando que Lola se sintiera decepcionada porque todo terminara ahí a causa de su imprudencia, cuando el muchacho mayor entonces se quitó la camisa alzándola sobre su cabeza, reanudando enseguida sus besos y caricias permitiéndole a su hermana tocar su cuerpo con mayor libertad.

Aunque un poco temerosa, Lola no desaprovechó la oportunidad para apreciar la masculinidad de Lincoln que hacía quedar mal a cualquiera de sus compañeros de escuela y, que el cielo la perdonara por lo que estaba pensando, hacía parecer a Winston en comparación como un afeminado.

Discretamente las manos de Lincoln se apoyaron sobre sus suaves y blancas piernas de terciopelo comenzando a recorrerlas de arriba a abajo, pareciendo imitar la forma en que su hermana acariciaba su espalda y pecho. Lola estaba tan sumergida en las dulces sensaciones que no le impidió tocarla como tal vez lo hubiera hecho cinco minutos atrás. Lincoln la tentaba con gran delicadeza, como si tuviese miedo de romperla, lo cual si bien a ella le gustaba y la hacía sentir reconfortada, a momentos le desesperaba que no fuese sólo un poco más rudo y agresivo, después de todo y a diferencia de Winston, él ya era un hombre completo.

Aquel pensamiento de deseo hacia su hermano la asustó más a cuando poco a poco él comenzó a deslizar la bata, de por sí corta, hacia su cintura dejando al descubierto su pantaleta de encaje rosa.

Cuando Lola tomó más conciencia de lo que estaba sucediendo, supuso que Lincoln se estaba dando aquellas libertades por la forma en que ella misma se había atrevido a hacer que se quitara la camisa y así también poder disfrutar de su cuerpo. Insegura se cuestionó si este era el momento en el que debía de ponerle un alto, a pesar del profundo deseo que estaba despertando en su interior produciéndole un intenso cosquilleo en su área privada, o... permitirle continuar todavía más.

—Li... Lincoln. Ah... tal... tal vez...

Lentamente Lincoln comenzó a deshacer hábilmente los nudos de los listones frontales de la bata rosada tomándose su tiempo, aunque cuando estaba por deshacer el último que expondría su pecho, pareció pensárselo mejor dejando así las cosas para en cambio darle un nuevo beso en la boca una vez más. Enseguida con ambas manos cubrió su hermoso cuerpo con los pliegues de la bata desabrochada juntándolos. Desconcertada, Lola notó una lágrima asomarse bajo uno de los ojos de Lincoln al mismo tiempo que le murmuraba.

—Te amo, mi amor.

El miedo que Lola llegó a experimentar no parecía nada en comparación al que Lincoln exhibía al separarse de ella haciéndola a un lado para ponerse de pie mostrándose además sorprendido, como si no fuese capaz de procesar lo que acabara de hacer, mirando con disgusto y decepción sus manos, así como sobre su hombro la camisa que se quitó a un lado de Lola.

El chico volvió a mirar a su hermana que tenía una mano sobre su pecho. Por su postura y la manera en que la dejó, aún mostraba bajo la bata su pantaleta rosa.

Antes de que Lola abriese la boca a punto de decirle a Lincoln que esto fue un error para enseguida ahora sí irse corriendo a su habitación asustada, una vez más su hermano le ganó la palabra.

—¡Lo siento, Lola! ¡Lo siento mucho! No... no pretendía aprovecharme de ti de esta manera, es sólo que... —por mucho que lo intentó, con dolor parecía que no pudo dar con las palabras que quiso transmitirle—. Lo lamento. Iré... iré con nuestros padres.

Esto impactó a Lola que finalmente consiguió salir de su trance para cuestionarle asustada.

—¿A nuestros padres? ¿De qué hablas? ¿Qué vas a decirles?

Lincoln se cubrió la mano gimiendo como si tratara de contenerse de echarse a llorar.

—Que intenté abusar de una de mis hermanas, por lo que lo mejor sería que llamaran a la policía y me alejaran de ti dado el peligro que represento. Todo es mi culpa, lo siento. Sé que no debí de... enamorarme de ti.

La joven sintió el impacto de su respuesta costándole trabajo el procesarla.

—En... ¿Enamorarte de mí? Lincoln, ¿eso es lo que sientes? ¿Estás seguro?

A pesar de las circunstancias, la culpa y la abnegación de Lincoln hacía que sintiera aquella confesión como de entre todas las que había recibido en su escaso tiempo de vida, como la más sincera y romántica de todas, quizá porque venía de alguien dispuesto a pasar el peor de los males solo por proteger a la mujer que ama.

—Li... Lincoln, espera. No... No hagas eso, tú no eres...

—Soy un monstruo por haberme dejado llevar tanto. Por forzarte a corresponderme. Puedo entender que a partir de ahora me odies e incluso... me tengas miedo, pero...

Lola lo silenció con un beso, un beso violento y salvaje con el que buscaba callarlo definitivamente. En un arrebato impulsivo se sacó la bata rápidamente quedando expuesta solamente en panties frente a él, mostrándole a placer visual aquello que tanto deseaba de ella.

—Estoy bien, Lincoln... —le decía durante los breves momentos cuando dejaba de besarlo—. Estoy bien. Estaré bien siempre que tú estés conmigo.

El muchacho, ya todo un hombre a ojos de Lola, se mostró en esta ocasión más decidido tanto al corresponder sus cariños, como al con sus manos recorrer con una mezcla de suavidad y urgencia su cuerpo.

Lincoln no se dio tiempo para felicitarse internamente a sí mismo por haber conseguido que Lola se entregara a él usando las palabras correctas, actuando con la condescendencia necesaria, no tanto como para mostrarse patético, pero tampoco lo mínimo como para que pareciese cínico o indiferente, sino la medida correcta.

Quería sentir en su totalidad las bendiciones que la adolescencia le proporcionaron a quien en el pasado sólo se trató de una niña caprichosa. Lola era hermosa. A sus trece años despedía una sensualidad sin comparación, poseedora de una dulce, suave y tersa piel de la que no pudo contenerse a probar con su boca y lengua al recorrer una de sus clavículas, para enseguida bajar más hacia su pecho, al nacimiento de sus senos y todavía más abajo.

Magnificando el momento estaba la hermosa música que su joven hermana hacía al jadear con los ojos cerrados, rindiéndose a hacer caso de su moral y prudencia, dejándose guiar por su ruda, pero a la vez muy estimulante guía, convencida de ser iniciada por el muchacho al misterioso mundo del placer adulto, con la confianza de que estaba con la persona correcta y más capacitada para ello.

Lincoln cuidadosamente se hizo hacia adelante empujando discretamente a Lola para que se recostara sobre su cama, tras conseguirlo quedó encima de ella, apoyando su peso contra sus puños sobre el colchón para no aplastarla. La joven doncella rubia acarició su blanca cabellera despeinándosela, insegura que si aquellos mimos bastarían para corresponder el placer que él estaba proporcionándole. Por cada pequeña incomodidad recibía un aliciente placentero que recorría todo su cuerpo y nublaba su cerebro.

Conflictuada entre detenerlo y animarlo a que se diese prisa, Lola se limitó a no hacer nada optando por darle carta abierta y dejarle hacer lo que desease con ella por el momento, depositando toda su confianza en su amado hermano y esperar lo mejor de él.

Lincoln continuó su tarea, convencido de que Lola no rechazaría ir todavía más lejos si conseguía embriagarla con todos los tipos de placeres íntimos que aprendió a proporcionarle a las mujeres gracias a los textos, videos e imágenes en su poder, de los que apenas los pornográficos ocupaban una fracción, siendo su material de estudio mayoritario las revistas de sus hermanas mayores que supuestamente habían tirado, pero como a un tesoro, un día en que le tocó la limpieza encontró bien ocultas en el ático, sitio donde Lincoln las ha mantenido guardadas con recelo desde el día en que las encontró, lo mismo aplicaba con el viejo diario de Lori.

Leer sobre la inesperada vida íntima de su hermana fue algo que lo impactó bastante hace pocos años cuando dio con los escritos, que movido sencillamente por la curiosidad fue que los ojeó. Bobby cuando joven tal vez parecía entonces algo bobo en muchos sentidos, pero en ciertos aspectos resultaba que parecía tener la facultad para dejar mucho más que satisfecha a Lori, aunque el mayor crédito lo tenía en realidad su hermana tras haberlo instruido con todo lo que aprendió de los "libros de sus padres" que salían mencionados en varios momentos.

Dar con esos libros fue un reto mucho mayor incluso. Pero cuando los encontró una tarde cuando aprovechó que toda la familia había salido, arreglándoselas previamente para hacerse con la llave del buró de su madre con seguro, comprendió tras encontrarlos el cómo es que durante todos estos años su matrimonio había perdurado hasta la fecha entre ambos sin desgastarse en ese aspecto o perder la chispa, y sí, también con cierta gracia respondía a la incógnita de cómo es que en pleno siglo habían conseguido la facultad para engendrar a diez hijos.

Apenas pudo hojear unas hojas por las prisas que tenía ante el temor a que alguien llegara, que en el, caso de sus padres debía de dejar adicionalmente todo como estaba para que no se notara que estuvo hurgando en sus cosas, pero ya anotados los títulos y los nombres de los sexólogos que escribieron aquellos tratados que pese a sus años tenían ideas y teorías ingeniosas muy prácticas, posteriormente pudo conseguirse ejemplares propios y actualizados que estudió al dedillo. A pesar de que no deseaba demeritar a su padre, estaba seguro de que su madre era la responsable de haber conseguido los libros originales.

Tras unos intensos momentos que tuvieron, la adolescente se tensó pareciendo querer separarse de su hermano cuando este parecía desear ir todavía más lejos de lo que ya lo habían hecho, lo que lo confundió.

—¿Lola?

—¡Lincoln...! ¡No...! Tú... yo... no... no sé si debamos continuar. No me siento... no es que no quiera, pero... no lo sé. Digo, ¿no te parece algo extraño que tu y yo...? Ya sabes, después de todo somos hermanos y... eso.

El joven suspiró. Lola hubiese pensado que lo hacía por frustración (y habría acertado) de no ser por la manera en que con comprensión la miró y le sonrió aparentemente conmovido por la confusión de la adolescente que parecía morderse los labios ansiosa cuál niña indecisa de participar en una travesura que al inicio tras proponérsela le había parecido una buena idea.

—Tranquila, Lola. Si te sientes insegura de continuar, podemos dejarlo. Aunque nada me gustaría más que demostrarte todavía más de lo que ya he hecho en este momento lo mucho que te amo, tu bienestar y seguridad es y será mi prioridad. En lo personal no veo que sea un problema nuestro lazo, por el contrario, creo que eso hace todavía más especial el que estemos juntos. Qué mejor que amar a alguien que te conoce de toda la vida como para procurarte primero antes que a uno mismo.

Le acarició la mejilla dulcemente. Lola apreció el gesto al mismo tiempo que meditaba sus palabras, aunque el sentir la "otra cabeza" de Lincoln aún rozando su zona íntima la hizo experimentar una curiosa ansia que la animaba a tomar el riesgo, fue cuando se dio cuenta cuál sería el mejor modo en que podría finalmente corresponder en agradecimiento a su hermano el gran amor y afecto que siempre le profesaba.

—Bueno... gracias, Lincoln. La verdad es que yo... confío en ti y... ¿Me dolerá tanto como dicen?

El muchacho depositó un beso en sus labios y enseguida le susurró al oído.

—Todo lo que puedo prometerte es que seré lo más cuidadoso y delicado posible, y que llegaré sólo hasta donde tú me permitas, luz de mis ojos.

La adolescente por unos segundos pareció degustar la manera tan hermosa en que había sido llamada. Con fuerza cerró los ojos y olvidó de pronto qué fue lo que la llevó a la habitación con Lincoln. Winston dejó de existir en sus pensamientos, siendo su hermano quién fue a alojarse en su corazón para nunca más salir del mismo.

El joven pudo sentir a través de los brazos de su hermana, en el momento cuando le rodeó el cuello, la seguridad de la decisión que ella acababa de tomar, incluso antes que con voz trémula le susurrara su deseo.

—Adelante, mi amor.

Preparada ante lo que estaba por suceder, Lola besó a su hermano. Cuando ella le decía que se detuviera, él lo hacía, reanudando la marcha cuando ella se lo indicaba tras acostumbrarse a él. Fiel a su palabra, Lincoln consiguió hacer de la experiencia algo único, aunque lo cierto es que él también disfrutaba hacerlo lento para saborear el momento y no llegar al clímax, permitiéndole así a Lola a que ella intentara lograrlo a pesar del dolor que se conjugan con el placer.

Lola gimió, se retorció, pero con convicción consiguió tolerar todo y relajarse para ir disfrutándolo. Aunque lo último que Lincoln quería en ese instante tan importante era tener a Winston en la cabeza, la expresión de horror de aquél muchacho se hizo presente, así como sus gritos agónicos por la tortura a la que lo sometió, entonces todo lo que Lincoln pudo pensar ante la funesta imagen que irrumpía su gran momento fue... ¡Cuánto al final había valido la pena y por mucho!

—Con... con cuidado, Linky.

Y a pesar de que sentía que la excitación lo estaba dominando, Lincoln no se permitió ser presa de sus instintos consiguiendo hacer más caso a la apenas discreta súplica de Lola que a sus propios impulsos.

—Lo lamento, hermosa. ¿Te hice daño?

Ella se mordió el labio, pero negó con un gesto.

—No mucho. Puedes continuar, solo por favor ten cuidado y ve más despacio.

El muchacho sintió decidido a que esta fuera una experiencia memorable no solo para él sino también para su hermana, pues cualquier escenario futuro entre ambos sería determinado por cómo actuara en este momento, por lo tanto no permitiría que ella se perdiera la confianza, el cariño y la complicidad que le había brindado.

Para el muchacho no había mayor espectáculo a su vista que ver a su hermanita tan vulnerable, pero feliz y dichosa a juzgar por la sonrisa que asomaba en su hermoso rostro.

—¿Realmente te está gustando? —Se sintió tonto por preguntarle algo así a mitad del acto y esperó no haber roto el momento.

Lola abrió los ojos mirándolo con seriedad y en efecto el peli blanco pensó que lo había arruinado y hasta ahí habría terminado todo.

—Por favor... bésame de nuevo.

Sintiéndose más dichoso que aliviado, él obedeció y con la misma mano con que la que acarició la atrajo hacia sí mismo para unir sus labios mientras su expresión de amor corporal continuaba.

Por medio de algunas de sus amigas ya había escuchado acerca de cierto "frenesí" en el que casi todos los chicos solían entrar sin hacer más caso que a su propio disfrute, incluso los más cariñosos y comprensivos, pero Lincoln había demostrado ser todo lo contrario, un chico muy distinto a todo cuanto temía podría ser cualquiera a quien algún día le hubiese entregado su virginidad.

"Tal vez ni siquiera Winston hubiese llegado a ser como Lincoln".

Tal pensamiento la hubiese desconcertado de no haber sido porque la corriente eléctrica que sintió recorrió todo su cuerpo desde su frente hasta la punta de los dedos de los pies, siendo en definitiva lo más placentero que había sentido en su vida.

Dejó de besarlo y con mayor fuerza lo abrazó. Temiendo gritar, de forma inconsciente cerró su boca alrededor del hombro derecho de su hermano, quién a pesar de la sorpresa no se detuvo, aunque se mantuvo atento por sí Lola le pedía que lo hiciera, algo que no hizo pues a pesar de sentirse muy sensible quería que su amado compartiera aquella maravillosa había adquirido un matiz excitante que estaba lejos de molestarle

—Por... por favor, Linky. Ya no puedo más.

Lola se rindió ante la continúa oleada de sensaciones al igual que él y sonrío complacida cuando todo terminó aparentemente, segura de que su hermano se había detenido solo porque ella se lo pidió, aunque se sintió un tanto decepcionada de sí misma por no haber estado a la altura de lo que quizá él hubiese esperado, pensamiento que desechó cuando él consiguió lo suyo.

Al igual que ella poco a poco su hermano comenzó a relajarse junto con su agarre hacia ella, pero Lola se mantuvo aferrada con sus brazos a su cuerpo sintiéndose acalambrada.

El muchacho prácticamente le estaba jadeando al oído y ella no pudo echárselo en cara dado que estaba actuando del mismo modo.

—Eso fue... maravillosa, hermanita.

La chica se sintió un tanto incómoda ante el recordatorio del parentesco que ambos tenían. Imágenes de ella con Lincoln, en ocasiones acompañados de Lana de cuando eran unas niñas y a él le tocaba cuidarlas llegaron a su mente, como esa ocasión en que de alguna manera consiguió alternarse entre los gustos de ambas simulando por un lado que tomaba el té en una fiesta que hizo con sus muñecos de peluche, al mismo tiempo que fingía ser un monstruo que arrasaba con los bloques con los cuales simulaba una ciudad montada por Lana, y ésta complacida por aquello, fingió ser otro monstruo que buscaba enfrentarlo en una guerra de cosquillas en la que terminaron por involucrarla, al principio sintiendo fastidio, pero pronto esto se volvió en una experiencia por la que se sintió feliz de ser partícipe del tiempo y el amor que su hermano les dedicaba.

Otra cosa de la que sus conocidas le habían advertido, era que muchos chicos mostraban cierta indiferencia una vez pasado el momento dado que quedaban por completo exhaustos (algo por lo que una debería de sentirse orgullosa de conseguir, según le explicaron y ella ahora entendía el porqué tras ver la cara de satisfacción de Lincoln). El muchacho dejó pasar unos segundos antes de buscar sus labios para plantarle otro apasionado beso que la tomó desprevenida, interrumpiendo sólo para reafirmar sus sentimientos por ella.

—Te amo tanto que duele, Lola. Pero no me importa, pues preferiría morir mil veces a dejar de hacerlo.

Y toda la respuesta que ella pudo darle fue el llorar, no solo por lo inesperado e inaudito de la experiencia, sino también por el temor que le generaba el entender que ella le correspondía sus sentimientos, pues estaba decidida así como le entregó su cuerpo, a también a entregarle su vida, e incluso su alma.

—Nunca me dejes sola, Linky.

Esta vez le dió un beso corto.

—Te prometo que jamás me apartaré de tu lado y que te protegeré de todo peligro hasta el último instante de mi vida, amor mío.

Y de aquella manera entre reflexiones, pasaron aquella noche juntos, hasta que el agotamiento terminó por noquearlos dejándolos profundamente dormidos en los brazos del otro, a sabiendas que las cosas acababan de cambiar entre los por siempre y nunca jamás sería como antes.

Y esto estaba bien para ambos.

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