Nuevo hogar

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Conecta su mirada con la rojiza, que no para de mirarlo, volviendo a sentir esa ligera corriente en su espalda. Su boca se reseca y trata de lubricarla tragando un poco de su saliva. Endereza su espalda para mantener su posición de autoridad, aunque no causa ningún efecto visible en el moreno. Frunce un poco los labios, sí, era un erizo duro y muy amenazante, hay una gran probabilidad de que lo someta si no va con cuidado.

Debe calmarse, puede con esto, el mismo erizo aceptó venir con él, no lo estaba obligando.

Suelta el aire de sus pulmones por sus labios lento y suave.

—puedes dejarlo— habla con un tono calmado, quiere transferirle algo de tranquilidad.

Estrecha más a su hermana contra su cuerpo. Parece que no funcionó.

—qué es lo que hará con nosotros?—.

El aire se le va al escuchar esa voz tan profunda y tersa, aunque hostil. Queda en silencio, ordenando sus pensamientos. ¿Qué hacer con ellos? Bueno, con la pequeña no tiene mayor intención, ninguna en realidad. Es muy pequeña, ¿ocho años quizás?, los pets pequeños son más como compañías para los niños de arns, como compañeros de juegos y así. Pero no tiene ningún niño, ¿algún puesto de trabajo?, quizás, pero tratar de separarlos sería complicado, y enfrentar al moreno parece tarea imposible.

Recuerda a ese felino saliendo a volar de la jaula y a varios moretones de los guardias. Si las palabras del zorrillo son verdaderas, el erizo frente a él es un verdadero monstruo.

Se remueve en su asiento ante un ligero cosquilleo entre sus piernas.

—de ella, nada— aclara —realmente solo la traje, porque es obvio que no está en tus planes soltarla— mira a la pequeña, quien se oculta en el pecho del oscuro —de ti, en cambio...— busca las palabras indicadas, ideas pasan por su mente en segundos —yo... te quiero como mi pet sexual— suelta con su voz más baja de lo normal. La idea de tocar al erizo oscuro roba su aliento.

Sí, por ello lo trajo, es el único que le ha provocado esa electricidad en su espalda y le agrada mucho esa esencia que expulsa, el que aumenta su ritmo cardiaco, puede ser un buen pet sexual.

—pet sexual?— baja su mirada a su hermana. ¿él? ¿por qué él?, ¿no es mejor su hermana?. No, definitivamente lo matará si solo la mira. Es una mejor opción ser él, ha aguantado en el pasado, puede aguantar ahora... o matarlo y salir corriendo de allí.

Inhala, no, no puede, por lo menos aún no. Su cuerpo está muy dañado y se siente agotado, no puede pelear contra el erizo azul y seguramente todas las personas que tiene a su disposición, como el zorrillo. Será peligroso si llegase a perder la conciencia.

—como... puedo creer sus palabras?— regresa a verlo

—las palabras a veces no son suficientes... pero puedo demostrarlo— suelta la cuerda de la pequeña y esta se esfuma, luego tensa el que posee el moreno y jala de él invitándolo a acercarse

Lo ve dudar. Claro que va a dudar, fue torturado por no sabe cuánto tiempo tratando de quitarle a la niña, pero debe demostrarle que habla con la verdad.

Luego de un tiempo silencioso, suelta a su hermana, aunque esta se niega en un principio, temiendo por él. Logra soltarla y la deja a un lado. Voltea hacia el azul y acepta la invitación. Con cuidado levanta su cuerpo. Mantiene su equilibrio lo mejor posible y avanza, con cautela. Retiene su respiración resistiendo el dolor al tensar a su lastimado cuerpo, aunque más calmado ante la buena pausa que ha tenido dentro de ese raro lugar.

Era más impresionante al tenerlo tan cerca, tan imponente, su corazón se acelera y la necesidad de oxigeno lo hace respirar profundo. Pega sus manos a sus costados, lento para no alterarlo, sobre la tela desgastada y sucia que posee. Jala suavemente para que termine de acercarse.

Frunce un poco la nariz al detectar un aroma un poco intenso y desagradable. Deberá darle un buen baño. Sin embargo, no retrocede, el erizo frente a él puede tomar mal su actitud. Baja sus manos, despacio, hasta llegar a sus rodillas. Las jala haciendo que pierda el equilibrio y las manos oscuras terminan en sus hombros. Cada rodilla se acomoda en sus costados y pronto el peso de sus caderas descansan en su regazo. Tenerlo allí provoca otro ligero cosquilleo en la parte baja y que la temperatura cambie, por lo menos para él.

Mantener a ese gran ejemplar sobre él le permite admirar con sus manos cada parte oculta de su cuerpo. Sube desde sus piernas hacia su cadera y luego a sus costados. Sus ojos se unen al recorrido admirando mejor su rostro oscuro y pecho esbelto, aunque con poca masa muscular. Poca alimentación... no debían llevar mucho tiempo capturados. ¿Una semana quizás? Deberá alimentarlo bien.

Continúa su recorrido. Logra divisar más heridas, pequeñas, antiguas, muy ocultas por su color oscuro. Centra su atención en el mechón de pelaje café grisáceo donde nota pequeñas gotas oscuras. Con mayor atención nota que son sangre seca.

Entrecierra los ojos, maldito zorrillo. Mandará a inspeccionar ese lugar y si encuentra una evidencia más va a tomar cartas en el asunto. No se puede permitir que un ser tan despreciable tenga bajo su poder a seres vivos.

La inspección termina regresando su vista a la del moreno. Tan intensos, tan brillantes. Una nueva corriente recorre toda su columna y entreabre sus labios liberando un ligero jadeo. Algo comienza a llamarlo, algo que hace que se acerque un poco al rostro del moreno. Traga su saliva para aliviar su garganta, su lengua pasa por sus labios al sentirlas muy resecas, su boca se une a la respiración al sentir que no entra la suficiente. Trata de acercarse a él, sin perder de vista esa mirada curiosa que no para de mirar sus movimientos.

—hemos llegado— escucha la voz de su conductor cortando ese extraño ambiente y mira hacia la ventana. Su jardín comienza a relucir con miles de colores resplandecientes llamando la atención de una mirada roja y otra azul.

María abre la boca sorprendida, era tan bonito, todo brillaba, todo era de un color vivo. Se acerca para mirar mejor —¿estamos en el paraíso?— pregunta con voz débil.

Una risa los hace voltear, tanto a ella como a su hermano, para mirarlo. Tapa sus labios, se le ha escapado la risa sin querer, pero debe admitir que la pequeña es muy tierna.

—no, es mi hogar—

—¿usted vive en el paraíso?— ladea su cabeza con inocencia, logrando sacarle otra sonrisa.

—supongo— logra responderle —aunque ahora vivirán también aquí— la mirada que la pequeña le da lo hace ver más tierna. Dos zafiros profundos, brillantes, esperanzadores lo observan con tanta admiración y la sonrisa que le entrega ilumina el carruaje. Su corazón late más fuerte mientras un suave calor lo envuelve.

Cree comprender porque el moreno es tan protector con ella. Lo observa, chocando con sus ojos y ceño fruncido. ¿no le ha gustado el hecho de hablar con la menor?

Toce un poco, solo espera que esto no arruine los avances... y que no trate de hacerle algo, tenerlo encima lo tiene en clara desventaja.

Poco más adelante el carruaje se detiene frente a un imponente estructura, un muro blanco y calizo con grandes arcos sellados por una puerta café adornada de elementos de metal brillante. Los ojos de la pequeña miraban todo el sitio claramente emocionada, puede ver su colita agitada. El oscuro sobre él, en cambio, se mantiene quieto sobre su regazo, sin cambiar mucho su expresión, solo prestándole atención a su hermana.

—vamos, bajemos— indica cuando le abren la puerta.

El moreno solo asiente y cumple su orden, bajando de sus piernas para darle paso. Desciende con cuidado y mira hacia atrás. El moreno ha tomado a su hermana de nuevo y sale del carruaje con cuidado, trata de mantener su equilibrio, pero parece no lograrlo.

Alza sus brazos atrapándolo cuando parece caer.

—bajala— el moreno sube su mirada en alerta, pero mantiene su posición, aunque sus púas se ericen. —no puedes con su peso, así que bajala, deja que camine—

Logra escuchar un gruñido de su parte. A los segundos obedece bajando a la pequeña, pero tomando su mano. Se nota que no la va a soltar. Libera el aire de sus pulmones y toma la correa de él para adentrarse a su hogar.

El interior es igual de impresionante que el exterior. Una gran edificación que nunca imaginó conocer en su vida, ni siquiera en su imaginación. Cada parte parecía creado por un ser enorme y poderoso, hace que se sienta pequeño mientras más avanza, en especial cuando observa el techo donde entra una gran cantidad de luz. Baja su mirada del techo y la dirige a una estructura que se eleva a la mitad de las paredes. Y frente a esa estructura encuentra a muchas personas, todas con el rostro en dirección al suelo.

—sea bienvenido master— Nota en su cuello la pieza de metal que los identifica como a él y todos van vestidos igual, de telas blancas y negras. —buen trabajo el día de hoy, que solmary y la ciudad de arns siga bendiciendo su benevolencia, paciencia y esfuerzo—

—gracias— escucha su voz —por favor, regresen a sus labores—

—yes master— sin reclamos y tardanza, mira cómo se marchan a distintas direcciones.

—Bienvenido mi señor— se acerca una eriza rosa y queda frente al azul.

—amy— saluda de vuelta —ha habido alguna novedad?—

—ninguna master, todo sigue como lo ha dejado, ordenado y corriendo como debe ser—

—supiste como siguió Loren?—

—sí, aun descansando, mañana estará de vuelta—

—bien— sus ojos verdosos lo enfocan a él —tengo un encargo que hacerte— regresa a ver a la rosada dejándolo confundido, encargo?

—todo lo que usted desee master—

—necesito que les den un baño— los señala y la eriza también los mira de arriba hacia abajo, tanto a él como a María. La oculta en su espalda.

—claro master—

—quiero que uses mi baño personal— nota la sorpresa de la eriza y voltea a ver al azul, este sigue con sus indicaciones mirándolo a él —que sean mujeres quienes los laven bien y, báñenlos juntos, no traten de apartarlos—

—su... su baño?, pero master, los productos usados para los pets se encuentran en otro lugar y... es su baño— ¿que es un baño? ¿por qué la eriza parece horrorizada ante la idea? ¿Es algo malo?

Aparta sus piernas para mejorar su posición, listo para dar pelea.

—si es cierto... entonces utiliza los míos—

—sus... sus productos? Pero esos son... solo para... usted—

—amy, solo hazlo—

—yes master—

—luego que sean llevados conmigo—

—como ordene—

—bien— voltea a verlo —van a limpiarlos— le explica como si entendiera lo confundido que se encuentra —no es nada malo, es más rutina para quitarles la suciedad, te sentará bien, lo prometo, no tienes por qué preocuparte— sacude sus púas ligeramente

Su labio inferior tiembla ante la duda. Pero a su mente vienen las palabras del felino. Si obedece no será maltratado, y no piensa separarlos que ya es algo. Decide confiar una vez más y baja la cabeza.

—yes master— pronuncia esas palabras que tanto regañó el estúpido felino.

—muy bien... los veré después— escucha su voz muy débil y alza la mirada cuando escucha los tintineos de los metales en sus brazos cuando se marcha. Nota que camina bastante rápido y pronto se pierde en una de las entradas de la parte superior de ese lugar.

—por que?— sus ojos rojizos regresan a la eriza que ha cambiado su posición corporal —no puedo creer que el master pida que sean limpiados en SU baño— sigue sin comprenderla ¿Qué tiene de especial eso llamado baño?

Esa eriza es extraña.

—como si no pudieran ser llevados a los baños de los pets— brama apretando los dientes —solo porque son ordenes— voltea a verlos —dejaremos algo en claro, yo soy Amy, pero deberán llamarme señorita de ahora en adelante. Soy la mano derecha del master, la que se encarga de este lugar, lo que significa que deben hacer lo que yo ordene ¿ha quedado claro?—

Resiste las ganas de golpearla. Primero porque no quiere pelear; está muy agotado, aunque lo disimule, y segundo; no desea enfrentarse al azul por el momento.

—si señorita— responde de mala gana, pero gana una sonrisa de ella. Aunque es molesta.

—ahora, vamos— toma la luz que aun cuelga de su collar —y el de ella?— mira a la menor

Ella se esconde detrás de él.

—el master se lo ha quitado, y viene conmigo—

—bien entonces— gira y avanza tirando de su collar. Frunce los labios y camina detrás llevando a maría de la mano.

Avanzan por la estructura elevada, apreciando el salón desde las alturas. Se miraba igual de impresionante definitivamente. Giran por otro lado perdiendo de vista el lugar principal. Avanzan por un área más estrecha, con las paredes adornadas de algunas cosas colgadas de ellas que mira efímeramente; culpa de la eriza que no para de jalar su collar.

Tras un largo camino recorrido, el lugar era mucho más grande de lo que pensaba, se detienen en una entrada.

—entren— lo suelta.

Mira el interior y luego a la eriza rosada. Duda un segundo, pero al final ingresa tomando con fuerza la mano de María. Camina por otro lugar angosto un poco oscuro, como una cueva, pero mejor formada. Al avanzar unas pequeñas luces aparecen de la nada, reacciona colocando a su hermana detrás. Agitado, se acerca a las luces y con cuidado las trata de tocar, siente calor, pero no es algo vivo. Al no ver peligro siguen avanzando. Un poco más adelante admira una luz más grande y se dirige a ella encontrando la salida.

Al ingresar al lugar abre sus labios al igual que sus parpados.

—esto es hermoso!— su hermana le quita las palabras

Era otro salón, pero de paredes de un color verdoso. Desde las alturas mira unos objetos verdes saliendo de otras entradas de luz, cayendo como cabello frondoso por toda la estructura, adornado de pequeñas cosas brillantes como las que encontraron al llegar. En el centro de este lugar cuatro figuras se alzan recordándole a las bestias que cazaba para alimentarse, aunque estos se miraban más hermosos. De ellas sale algo cristalino que cae en el centro produciendo un sonido que lo relaja. Este líquido cae a un agujero grande no natural por su forma tan redonda, y de este sale algo transparente que se expande por el área. Lo toca por curiosidad, no podía agarrarla, pero si sentirla. Es bastante cálida y húmeda, como su aliento cuando sopla sus manos en las noches heladas.

—son ellos— escucha detrás y se gira rápidamente

La eriza ha aparecido con otras cuatro mujeres: una coneja grande, dos felinas y otra eriza.

—a ambos? Juntos?—

—sí, fueron sus órdenes—

—como guste señorita amy, nosotras nos encargamos—

—bien— la ve girar y se pierde por el mismo lugar por donde entraron. Las otras bajan la cabeza cuando se marcha. ¿eso no debía hacerse solo con el master?

—hay que quitarles la ropa— escucha a la coneja mayor y voltea a verla —ustedes encárguense del erizo, tu y yo de la pequeña— indica a las otras tres.

Siente la mirada de las chicas y las ve. Sus mejillas están teñidas de algo rojo, son un poco más bajas que él, son jóvenes, no representan ningún peligro.

—es bastante guapo— las escucha susurrar

—sí, y podemos tocarlo—

—para que creen que lo haya traído el master?—

—seguramente para el trabajo de campo, parece ser alguien muy fuerte—

—quizás deberemos pedir una audiencia, me gustaría pedir permiso para tener pareja—

—yo pensé lo mismo—

Alza la ceja sin comprender nada. ¿pareja? ¿permiso? ¿Audiencia?

Ellas lo vuelven a ver y ríen suavemente.

Los de este lugar son todos muy extraños.

Voltea a ver a su hermana, quien es despojada de las telas que la cubren. —que es lo que haces?— gruñe.

La coneja se sobresalta y lo mira.

—lo que llevan puesto está sucio y necesitamos limpiarla— termina de retirar lo último para tomar a la pequeña desde su cintura, la levanta y se la lleva, asustándola.

—shadow— lo mira, y este gruñe.

—suéltala— va tras la coneja

Esta parece ignorarlo. Solo baja a maría dentro del agujero de forma lenta y con cuidado. Aprieta los puños, listo para golpearla, pero...

—esta cálido— la voz de su hermana lo frena

Mira a María cuando termina de ingresar dejando el líquido hasta sus hombros y como mueve sus manitas entre ella, curiosa. A su alrededor aparece un color café recordándole lo que bebían allá afuera.

La coneja deshace la coleta. Recoge el líquido del lugar con un pequeño instrumento y se lo agrega a la cabeza haciéndola reír un poco.

—se siente muy bien— mueve sus orejas y sigue recibiendo lo que la coneja hecha en su cabeza.

Relaja su postura, parece ser que no es algo malo.

—que es lo que haces?— se digna a preguntar

—bañándola— lo mira —debo retirarle la tierra que su cuerpo a acumulado, ahora, entra también—

La mira un poco más, luego retira las telas escuchando algunos sonidos raros de las presentes, lo cual ignora. Se acerca al lugar e ingresa. Se estremece un poco. Es cálido, pero no lo lastima, es suave y bastante reconfortante. Ingresa por completo encontrando una pequeña elevación en el interior, se sienta en ese lugar.

—ustedes que esperan?— escucha a la coneja, a quien no la pierde de vista —el master indico que lo bañaran— mira a donde ella ve, se está dirigiendo a las otras presentes.

—s...sí—

Como a su hermana, el líquido recorre su cabeza. Es una sensación rara, pero al no sentir dolor solo se relaja. Vuelve a verla. La coneja vierte un líquido de un color extraño sobre ella y toca su cabeza haciendo aparecer algo de un color café, no parece pesado y a María no le molesta.

Su atención se ve interrumpida por las manos de las chicas, que, también tocan su cabeza y otras partes de su cuerpo. También cae sobre él ese líquido extraño.

Su nariz es atrapada por un aroma nuevo, bastante placentero. Nota también esa sustancia café que ahora lo rodea, confirmando que no pesa y es bastante suave.

Se remueve cuando las manos pasan a otras partes de su cuerpo llegando a sus piernas. Frunce su entrecejo mirando a las felinas, estas no le devuelven la mirada, aunque nota que lo rojo se ha extendido mucho en sus mejillas.

—basta— al fin lo ven dejando de tocarlo

—son ordenes— se atreve a contestarle una

Gruñe, especialmente cuando tocan esa parte. Tiene ganas de golpearlas, pero ya no es necesario, se apartan rápido. Luego solo siente más liquido en su cabeza y ve como eso café se aleja.

—retiren el agua— la coneja habla regresando su atención a ellas.

Mira como el líquido, ahora de un color oscuro, desaparece bajo sus pies. Sube su mirada hacia la orilla donde el agua ingresa nuevamente, transparente y cálida como en el principio.

—es magia— escucha a su hermana mientras toca el líquido que sale.

El proceso se repite. Vierten agua sobre ellos, luego el otro líquido que tiene el aroma curioso. Las manos vuelven a tocarlo sacando de nuevo esa sustancia, pero con otro color un poco más claro y al final lo retiran.

—creo que con eso será suficiente—

Mueve sus orejas y vuelve a voltear en dirección a su hermana. Abre un poco sus labios, formando un arco poco después, y sus pupilas se expanden ligeramente. Frente a él, su pequeña hermana se había transformado, regresando a tiempos pasados.

—Salgan, los vamos a secar—

Se levanta y junto a maría salen del lugar.

Las cuatro hembras se acercan a ellos con diferentes instrumentos en sus manos. Uno de ellos lanza un viento cálido, aunque menos fuerte al que él recuerda, eliminando el agua sobre su cuerpo.

Nuevas telas son colocadas sobre él bastante suave al tacto, de color blanco y negro como la de ellas. Al mismo tiempo algo pasa por sus púas.

—Listo, ya está— voltea a la coneja cuando se alejan de ellos —yo los llevaré, ustedes encárguense de limpiar el baño— le habla a las demás.

—sí, claro—

—síganme— indica la coneja.

Mira a su hermana. Toma su mano y caminan detrás de la coneja saliendo de ese sitio, dejando atrás ciertas risas tímidas y palabras sobre él.

—Me siento rara— mira a maría y ella le sonríe jugando con las telas —pero me gusta, es muy suave, más que tu pelaje—

—entonces ya no te gusta mi pelaje?— alza una ceja

—claro que sí! Me gusta mucho— deja de jugar con las telas haciendo un pequeño puchero.

Suelta una ligera risa, extrañándose por la misma. Eran muy raro los momentos tranquilos, pero se siente un más relajado y recuperado luego del "baño". El erizo azul tenía razón, no fue algo malo.

—pero me has dicho que la tela es más suave que mi pelaje, significa que ya no vas a dormir abrazada a él?— sigue jugando

—claro que lo voy hacer, me gusta estar allí, no es solo por lo suave que me gusta—

—a sí?—

—Sí! También es cálida y, puedo escuchar tu corazón, y cuando cantas hace un movimiento suave que me relaja mucho—

—entonces no me vas a cambiar por tela?—

—que no!—

—llegamos— una tercera voz los detiene, por un momento olvidó que venía la coneja.

Esta no los mira, solo toca el lugar suavemente con sus nudillos realizando un pequeño sonido. Deja de molestar a su pequeña hermana y regresa a su expresión.

Mantiene su mirada en la pantalla, concentrado en los informes que le han llegado, pensando en ir o no a revisar esas áreas para asegurarse de que todo se encuentre en orden. A su lado, la eriza rosada acomoda una taza con un líquido cálido junto a un pedazo de postre.

Mueve sus orejas al escuchar el toque de la entrada —adelante— indica sin levantar su mirada. Escucha unos pasos y luego la voz de una de sus pets.

—los he traído como pidió, señor—

Alza la mirada hacia los nuevos ocupantes de su oficina. Al verlo su boca se seca. Abre ligeramente sus labios mientras lo escanea de arriba hacia abajo admirando todo su esplendor. Unos ojos de un rojo intenso acompañados de un pelaje oscuro y reluciente ante la luz del gran ventanal a su lado, tal como una piedra volcánica pulida; su mechón en pecho tan blanco como el más fino algodón, por un momento desea tocarla para comprobar si es tan suave como se ve. Es toda una joya que se encontraba oculta en polvo y manchas de sangre.

Parpadea un poco, se levanta y se acerca al oscuro para admirarlo mejor. Su nariz es acariciada con el aroma a lavanda de sus jabones y sus ojos recompensados con la vista detallada de su rostro, no era tan moreno realmente, tiene una tersa piel de un color muy similar al caramelo de leche.

Ensancha su pecho siendo llenado de emoción y admiración, similar a lo que siente al ver la estatua de la diosa cuando ingresa al templo. Es como mirar a un gran guerrero de la mitología, o a uno de los guardianes de la diosa.

—te vez... muy bien— logra liberar cuando su respiración se regula.

Traga la poca saliva que su boca logra crear y acerca su mano, usando sus nodillos para acariciar su mejilla, ya no resiste la tentación. Nota su tensión al tacto y escucha el suspiro que suelta. Todo lo que sucedió en el carruaje se repite en su cuerpo: el escalofrió, la palpitación acelerada, su respiración irregular, la resequedad de su boca y el cosquilleo entre sus piernas, pero ahora era más intensos. Lame sus labios mordiendo un poco el inferior pasando a observar los del moreno. Por inercia, su mano también se dirige a esa dirección y acaricia el área. Es extraña, muy extraña esa sensación que lo recorre. Que llama a sus brazos para rodear al moreno y pegarlo a su piel. Que implora a sus labios tocar los del que se encuentra frente, quieto, con la mirada fija en él. ¿A qué sabrán? ¿Serán tan dulces como el color que los adornan?

Cierra los ojos y deja de tocarlo al darse cuenta de sus pensamientos extraños.

Baja su mirada para mirar todo menos sus ojos, frunce un poco los labios al ver las telas. Le quedan bien, pero, no le convencen, no.

Siente un movimiento a su lado y fija su mirada en la menor. Abre los ojos más de lo que debería, era bastante hermosa también. Una pequeña eriza blanca como los pétalos de una orquídea, ojos azules como el cielo de arns, cabellos dorados sueltos en cascada como la luz del amanecer y la piel de sus mejillas tan suaves y dulces como un flan.

Un brazo negro aparece frente a sus ojos sobresaltándolo. Alza la vista encontrándose de nuevo con el moreno que ahora lo miran con molestia. Retrocede un paso. Cierto, el moreno la protege mucho, parece que tampoco le gusta que la vean. Se lo aclara con el ligero gruñido lanzado a su dirección.

Por un momento se siente intimidado, se recupera rápido, aunque le teme no puede mostrarlo, pero no logra sostenerle la mirada y regresa a ver las telas que cubren su cuerpo, siguen sin gustarles.

—Amy—

—master?—

—llama a rouge—

—claro master, solicito algo en especial?—

—sí, pídele que traiga las mejores prendas que tenga y joyas... también para niña—

—para niña?—

—sí, necesitarán ropa— recupera la visión completa del moreno, ahora imaginándolo con telas de diversos colores. Un dorado puede quedar perfecto con él, o un rojo tan intenso como su mirada.

—pero master, los pets ya tenemos ropa, puedo conseguirle algunos conjuntos más si lo desea—

—amelia— desconecta su imaginación y la observa a ella, tensa ante su nombre completo —estoy consciente de los trajes para pets, pero quiero otra cosa— resopla, algo irritado ante la interrupción de sus pensamientos —mejor lo haré yo— alza su mano y aparece de nuevo la pantalla que lo sigue prácticamente a todos lados

—no, yo...— ignora la voz de la eriza

—llama a rouge—

—llamando— le contesta la pantalla

Mira confundido a la eriza rosada, luego al azul, de nuevo a la rosada. No comprende la situación, desde que entró se siente incómodo ante la mirada de su master, y ahora con la de la eriza que se mantiene fruncida y dirigida hacia él.

La regresa, no dejará que lo intimide, no lo ha logrado el azul, menos su "mano derecha".

—ho señor Sonic, nuestro hermoso benefactor, que puedo hacer por usted?— otra voz aparece, voltea al azul y a la cosa rara que está cerca de su rostro

—rouge, tiempo sin verte, llamaba para hacer un pedido—

—desea cambiar sus prendas? Realmente no me sorprende señor, ya es tiempo de que renueve su guardarropa, el kieb de nuestro sector no debe estar vistiendo cosas de hace años—

—agradezco la consideración a mi imagen, pero no lo deseo para mí, he adquirido dos pets que me gustaría vestir—

—ho... bueno... verá, yo no hago ropa de pets—

—comprendo— suspira un poco decepcionado —entonces buscaré a alguien más que haga mis pedidos, gracias por su ayuda, señorita rouge—

—espere!— la observa alterada —puedo, puedo hacer una excepción por usted— el temblor de su voz lo alerta, sus palabras han causado eso? ¿Puede que lo haya mal interpretado? —solo, dígame las edades y yo... bueno, puedo hacerlo, aunque no me gusta mucho el color—

—creo que me ha malinterpretado— niega ligeramente —se lo pido porque deseo verlo en otros colores, sé que no es lo común, pero me gustaría y nadie mejor que usted para saber cuál que va bien en ellos—

—comprendo— habla con la voz más calmada —gracias por sus palabras, son todo un honor. ¿De casualidad puedo verlos?—

—claro que sí— voltea la pantalla a los dos erizos quietos junto a la coneja en medio del lugar —son ellos—

—vaya...— la admiración en su voz lo hace sonreír, sí, sintió lo mismo —entiendo porque desea cambiar el vestuario, será un placer trabajar con ellos—

—gracias, por favor que sean cinco para cada uno, y deseo joyas para el oscuro, las más brillantes que poseas—

—con mucho gusto señor Sonic, estaré allí cuanto antes—

—perfecto— y con eso la pantalla se cierra.

—mientras ella llega, llévenlos a comer— le indica a la coneja mayor —deben tener hambre—

Recuerda lo delgado que está el oscuro, aunque la menor parece estar mejor en ese aspecto. Imagina unas posibilidades.

—que sea la suficiente comida para que ambos estén llenos—

—claro master—

—y amy, prepara todo para que puedan acomodarse—

—yes master—

—bien... ammm... ahora que lo pienso no he preguntado sus nombres— mira al moreno regañándose a si mismo por no recordar ese detalle.

—shadow— habla bajo —y ella es maría—

—shadow y maría...— acaricia sus nombres, especialmente shadow —suenan bien— susurra —bien, shadow, los llevarán a la cocina para que puedan alimentarse como es debido, luego alguien vendrá para que pueda crear vestuarios para ambos. No están en peligro, así que mantente tranquilo, de acuerdo?—

Asiente con movimientos lentos, definitivamente el azul es alguien extraño, pero comienza a agradarle y creer en sus palabras, no parece ser tan peligroso como temía, aunque eso no bajará su guardia.

Mira a la coneja quien muestra con su mano la salida. Mira de nuevo a su "master" y pasa a seguir a la coneja con su hermana tomada de su mano. 

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