Capítulo 18: Endgame

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Parecía que toda la planta se había quedado sin vigilancia. Natasha y Erik aprovecharon para moverse de su escondite, bajo la mesa de la sala diplomática. Los cadáveres de los dirigentes nazis en estado de descomposición, les habían servido para tapar su presencia. La mujer, una vez salió de su escondite fue a una de las esquinas de la sala y se agachó, mareada por el olor y a punto de vomitar.

Erik, al contrario que ella, parecía muy entero y su expresión enigmática no le permitía a Natasha saber qué estaba pensando. Con estoicismo, el chico salió de su escondite y se quedó mirando al cadáver de Adolf Hitler, muy quieto. Entonces la bailarina del Bolshoi supo entonces que se le pasaba a Erik por la cabeza cuando esté hizo levitar un cuchillo de la mesa, modificó su hoja para volverla más afilada, y la clavó repetidas veces sobre el cuerpo rígido del homicida. Natasha empezó a pensar que no había sido buena idea llevarse al chico con él por muy útil que fuese.

—Eh —le dijo sin mucho tacto, incorporándose—. Ensañarte con un muerto no te ayudará.

El cuchillo cayó con todo su peso en el suelo y el niño se volvió hacia la mujer, con una mirada cargada de odio.

—Él nos hizo daño —sentenció el niño.

—Puede, pero ya está muerto. Déjale que se pudra en el infierno y concéntrate en sacarnos de aquí. Hay gente más poderosa que esa basura por aquí que no dudará en matarte, si no nos damos prisa y nos encuentran —replicó Natasha acercándose al chico y cogiendo el cuchillo. Era poca cosa, pero le serviría para apuñalar.

El niño terminó por asentir, abrió la compuerta secreta de la sala y volvieron de nuevo a las galerías laberínticas subterráneas. La mujer estaba completamente perdida y no tenía idea de cómo podrían salir de allí y su pequeño acompañante empezaba a mostrar señales de impaciencia en su comportamiento.

Corriendo, llegaron a la sala de operaciones nuevamente. Erik, asustado, quiso quedarse en el umbral de la puerta, pero Natasha le obligó a pasar con una férrea orden y miró en derredor.

—Hemos vuelto al punto de partida —dijo ella pensativa. Se mesó la barbilla intentando buscar una solución—. Erik, intenta abrir todos los cajones secretos de la sala. Puede que encontremos algo de utilidad. Quizá hasta encontremos un mapa que nos ayude a salir.

Erik obedeció y concentró todo su poder en hallar los posibles cajones que hubiese cerrados. De pronto, una especie de compuerta en una pared cercana de la sala se abrió y reveló ante ellos su contenido. Natasha se acercó a ella con cautela y recogió unas bolsas de plásticos cuyo contenido consistía en un espeso líquido de color azulado. Nada más se abrió en la sala.

—¿Qué es esto? —Entonces la mujer entendió todo—. ¿Podría ser...? Stark tenía razón entonces. Había más de uno.

De pronto, el suelo tembló bajo sus pies. Alarmados, pero sin entrar en pánico, se refugiaron bajo una de las mesas. Allí yacía el cadáver de Zola perforado, con un charco de sangre rodeándolo. Erik arrugó la nariz asqueado, pero no dijo nada. En cuanto terminaron los temblores, Natasha se incorporó con rapidez y contemplo el cuerpo.

—Vámonos —ordenó ella—. Vayamos a buscar la salida.

Volvieron al pasillo y continuaron avanzando por las frías galerías de hormigón hasta dar con una puerta blindada con forma romboidal.

Natasha miró al niño. Este entendió su orden muda, alzó las manos y concentrándose al máximo, terminó por abrir las puertas y revelar lo que había allí dentro que parecía tan importante proteger.

*

La plataforma ascendía lentamente mientras Bucky iba de un lado a otro del ascensor tratando de calmar sus nervios y el terror que le había producido lo que presenciado. Esas personas intentando atraparlo como si fueran muertos vivientes... Aquello estaba fuera de su comprensión de la naturaleza humana. Era demencial, cruel, inhumano.

Peggy había empezado a recobrar el conocimiento y ya podía mirar directamente a los ojos castaños de Howard. Le sonrió con dificultad.

—Supongo que tendrás muchas preguntas. Estabas a punto de llorar como un niño, ¿cierto?

—En primer lugar, puedes besarme el culo —protestó Howard a la vez que dejaba ver lo aliviado que estaba—. Y, en segundo lugar, ¿cómo coño has hecho eso?

—No me queda mucho tiempo, pero ya nada me puede impedir que te lo cuente. Me entrené en Nepal con una poderosa hechicera de las artes místicas. Pero repudié sus enseñanzas y ahora, al recurrir a ellas, voy a morir. He incumplido un juramento que puede matarme —explicó Peggy tratando de incorporarse haciendo todo el esfuerzo del mundo. Su cara reflejaba un terrible dolor, pero, pese a ello, mantenía su sonrisa—. Siento no habértelo contado. La magia no es buena aliada.

—Nos has salvado —dijo Bucky entrando en la conversación aun respirando de forma entrecortada—. No sabría cómo agradecértelo, Peggy.

—No es necesario. La magia puede sacaros de un apuro temporal, pero nunca podrá conservar aquello que amáis...

—¿Qué quieres decir? —dijo Howard

—No pude salvar a mi padre...

La plataforma se detuvo en el primer piso de las serpenteantes galerías bajo el parlamento. Howard cogió en volandas a la mujer y se acercó a Bucky. Este la tomó entre sus brazos.

—Llévala tú —dijo con voz impersonal—. Mis guantes podrán defendernos de posibles ataques.

Bucky asintió y ambos avanzaron por los pasillos, sigilosos, dispuestos a abalanzarse sobre otras posibles amenazas. No obstante, no encontraron a nadie que les hiciera frente.

Peggy se agarró con fuerza a los hombros del sargento y lo miró fijamente con un gesto enigmático.

—Bucky... —susurró.

Él la miró sin decir nada.

—Sé que aún nos guardas rencor. Tanto a mí como a Howard por lo que hicimos y por todo...

—Todo eso es agua pasada —interrumpió Bucky—. No te preocupes por eso.

—Tu cara dice todo lo contrario.

—No es por Howard, ni por ti. Es por Steve, por lo que ha pasado antes... No puedo creer que todo esto esté pasando y francamente, tengo miedo...

—Bucky, no te vengues. No vivas con odio. Sé de lo que hablo, porque por eso ahora me está pasando esto. Bebo porque no puedo olvidar y ahora voy a morir porque me he pasado la vida odiando —dijo Peggy con un hilo de voz—. A veces tienes que dejar las cosas ir...

—No puedo, agente... Le hice una promesa. Le dije que estaríamos juntos —dijo deteniéndose un momento con ella en sus brazos para descansar. Su cara era un poema al sufrimiento—. Volveríamos a casa y eso es lo que vamos a hacer.

—La terquedad no te va a devolver a Steve, porque Steve nunca existió —insistió Peggy preocupada por su compañero.

—No creo que eso sea cierto, Peggy —dijo Bucky y sonrió a esta con tristeza en sus ojos cansados y enrojecidos.

—Si tú no le matas, lo haré yo —dijo Howard que había oído toda la conversación—. Si es que se descongela y va a por nosotros.

—Puede ser —dijo la mujer—. A mí no me queda tiempo. Y el hechizo podría desaparecer.

—Entonces no vas a morir, no lo permitiré —dijo Stark acercándose a ella y mirándola con determinación, rabia y preocupación.

—Ambos sois unos completos idiotas, tercos como mulas —dijo ella soltando una débil carcajada.

Los tres daban una imagen lamentable de sí mismos. Estaban heridos y llenos de sangre propia y ajena. Todo su cuerpo estaba lleno de magulladuras y hollín. Pero el dolor de la batalla previa que habían librado contra las fuerzas de Hydra no les frenó. Siguieron avanzando hasta dar con la puerta romboidal y toparse con Natasha y el niño. La cara de Howard reflejó auténtico estupor al ver que aquella mujer estaba allí y lo más increíble es que seguía con vida. La sorpresa fue mutua, ya que Natasha esbozó una sonrisa de sorpresa para transformarla acto seguido en un gesto de alarma. La espía se acercó hasta Peggy y le tomó el pulso.

—¿Qué os ha pasado? —dijo ella con preocupación.

—Hemos planeado mal nuestra toma de Troya —resumió Peggy tosiendo con dolor.

—¿Dónde estamos, Nat? —preguntó Howard—¿Cuánto tiempo llevas aquí? SHIELD te creía muerta, y tu padre estaba tratando de inmiscuirse en nuestros asuntos.

—¿Tu padre? —se le escapó a Bucky.

Natasha miró a aquel hombre que sujetaba a Peggy de arriba abajo, pero se guardó sus observaciones para ella.

—Karpov es su padre —explicó Howard—. Hablaste con él. Quería saber qué estábamos haciendo y qué información teníamos. Creo que sospecha de tu doble identidad, Natasha.

—De manera que sí entiendes ruso —dijo Bucky arqueando una ceja—. ¿Me enviasteis a hablar con él para hacer la pantomima?

—Me sorprende que a estas alturas no entiendas cómo funciona SHIELD, Barnes.

—Me sorprende que, pese a vuestras artimañas se os escapase el pequeño detalle de que Steve era Hydra —replicó Bucky entre irónico y furibundo.

—¿Tú eres Bucky? —interrumpió Natasha poniendo un gesto de asombro—. El grandullón rubio te creía muerto. Durante este tiempo me ha hablado mucho de ti.

El sargento enmudeció mientras recolocaba a Peggy entre sus brazos para que no se cayese. Todos le miraron fijamente, incluso aquel niño que se mantenía al margen de la conversación. Steve había hablado de él. ¿Por qué? ¿Por qué tenía que seguir haciéndole sufrir?

—Puede que sea de Hydra, pero lo han tratado como al ganado. He visto el alma de ese hombre desgastarse poco a poco debido a los experimentos que han estado haciendo con él. También han experimentado conmigo y ahora puedo percibir cosas que están más allá de la comprensión humana —explicó Natasha señalando a la casa donde aquella mujer desconocida dormía presa de un profundo sueño—. No sé quién es, pero me está pidiendo que la matemos. Lo percibo, ¿entendéis? Y con ese tal Steve, han hecho lo mismo.

—Dios bendito —dijo Peggy horrorizada pese a su agotamiento.

—No sé de qué bando esta Steve, pero no parecía muy contento de participar en los planes de Fräulein Viper...

—¿Viper era la mujer que vimos antes que tenía el cayado no? —dijo Howard.

—Sí, ese es. Es el hermano de Thor. Se ha ocultado hábilmente hasta ahora. Espero que lo haya encontrado ya —dijo Bucky.

Natasha lo miró sin entender.

—¿Qué quieres decir?

—Que la razón por la que ha pasado todo esto es que un dios nórdico procedente de Asgard ha querido vengarse del ser humano provocando todo este magnicidio. Está rabioso porque esa mujer de allí no se levanta —dijo Bucky—. Esa mujer es Sigyn, y es la esposa de Loki. Pero Odín la durmió y ahora todos estamos sufriendo las consecuencias de la ira del hermano de Thor...

Natasha se rio incrédula.

—¿Pretendes que me crea eso? —dijo.

—Pregúntaselo. Tienes el poder de comunicarte con ella. Pregúntale por qué quiere morir —animó Bucky muy serio—. ¿Por qué si no la iba a tener aquí oculta de todo el mundo? ¿Por qué si no Loki se iba a disfrazar de mujer?

Natasha frunció el ceño. Aquello era demasiado fantasioso como para que fuese verdad. Una cosa eran los poderes sobrenaturales que había adquirido mediante los experimentos que habían hecho con ella. Pero otra muy distinta es que aquello obedeciera a los planes de un "dios".

—Me cuesta creer lo que me estás diciendo —dijo ella—. Los dioses no existen.

—He conocido a su hermano y puede volar, Nat —intervino Howard para dar, por primera vez, la razón a Bucky—. No sé si es un dios o no, pero sí es un superhombre y su fuerza y sus poderes nos han traído hasta aquí.

Ella guardó silencio y todos siguieron su ejemplo. Bucky estaba agotado, física y mentalmente y Howard no estaba mucho mejor. Pero la que estaba peor era Peggy, sin duda alguna. No sabía cuánto tiempo más de vida le quedaba, pero no debía de ser mucho.

—¿Y qué hacemos? —dijo Howard al final—. Los planos que estudiamos sobre el parlamento no nos sirven de nada. Esta estructura es laberíntica y parece que no vamos a poder encontrar la salida fácilmente.

—La mujer me ha dicho que la matemos y que así acabará todo. No sé a qué se refiere, pero no las tengo todas conmigo —dijo Natasha, meditabunda.

—Si eso soluciona algo, yo mismo lo haré —dijo Howard activando sus guantes.

Bucky dejó a Peggy en el suelo con la máxima delicadeza que le permitieron sus músculos agarrotados y agarro con fuerza uno de los brazos de Stark para detenerlo.

—¡Se puede saber qué coño haces? —dijo Howard a voz en grito.

—No puedes matar a una persona que está inconsciente. No sabemos si lo que le ha transmitido a Natasha es una trampa o no —dijo Bucky arrugando su gesto que se tornó en ira.

—¿Y por qué iba a ser una trampa? ¡Esa mujer está en peligro, como nosotros!

—Si la matamos quién sabe cuánto duraremos con vida si Loki lo descubre. ¡No podemos matarla, Howard!

—¡Tu buenismo nos va a condenar a todos! ¡Eres un cobarde que no se atreve a matar! ¡Entonces para qué coño te metiste al ejército? —dijo el otro zafándose del agarre del sargento y accionando sus guantes. Sin embargo, Bucky se interpuso entre el rayo y el cuerpo de la mujer y bloqueó el ataque con su escudo. La nueva trayectoria hizo que impacta se contra el techo y trozos de este se precipitaran hacia ellos. Por suerte, Natasha, Bucky y el niño que podía controlar el metal, se echaron a un lado y movieron a sus compañeros para que no quedasen sepultados bajo los escombros.

—¡Eres un puto anormal! —vociferó Howard iracundo—. ¡Te juro que te voy a matar si salimos de esta!

—¡Eso ha sido muy peligroso, Howard! —gritó entonces Peggy. Howard enmudeció y pareció entonces avergonzado de su conducta—. ¡No vuelvas a hacer una cosa así en tu vida! ¡Nos has puesto a todos en peligro!

Este no replicó, pero miró a Bucky con odio. ¡Cómo era posible que ese imbécil no viera que esa era la única opción que tenían si querían vencer a ese dios?

—Busquemos la salida —dijo Bucky con voz ronca dirigiéndose hacia la puerta—. Aquí no se nos ha perdido nada.

—Tienes toda la razón, escoria humana —dijo una voz tras ellos. El grupo entero se dio la vuelta. Ante ellos, junto a la cama, había aparecido la enigmática figura de un hombre alto de pelo negro algo grasiento, peinado hacia atrás. Su rostro cetrino estaba congelado en un rictus de ira que difícilmente iba a desaparecer—. Ni siquiera voy a tener piedad porque hayáis decidido mantener a mi esposa con vida. Vais a morir aplastados como las cucarachas que sois.

Natasha dio un paso ante la mirada atónita de Bucky y Howard. Loki, con una sonrisa torcida de sorna la contempló con desprecio.

—Al parecer ya tenemos a la primera cucaracha...

—Sigyn no te quiere, Laufeyson.

Al escuchar aquellas palabras pronunciadas con aquella seguridad por parte de la mujer del Bolshoi, Loki perdió por un momento su compostura y enseño los dientes, amenazador.

—¿De qué hablas, escoria judía?

—El éter que me habéis metido tú y los tuyos —dijo Natasha arqueando una ceja y permitiéndose sonreír, triunfal—. He hablado con ella gracias a él. ¿Y sabes que me ha dicho? Que estaba embarazada cuando la durmieron, pero no de ti. Sino de Odín.

—¡Nat, qué coño estás haciendo! —dijo Howard alarmado sin dejar de apuntar a la cabeza del dios.

Loki, patidifuso quedó mudo unos instantes antes de continuar.

—Qué estás diciendo...

—Ella no quiere despertar porque no quiere verte. Solo eras un peón en sus planes para vengar a su familia y hacerse con el trono de Asgard —dijo Natasha que, al parecer estaba repitiendo lo que Sigyn parecía decirle a través de su inconsciencia—. Nunca te quiso. Te engatusó para que la llevasen hasta tu reino y allí planeó todo. Embrujó a Odín y concibió con él. Está embarazada.

—¡¡Qué estás diciendo!! —repitió Loki rabioso. No quería escuchar. Aquello tenían que ser patrañas de esa mujer imprudente que había decidido sacrificarse por aquel grupo de insectos. Accionó su cayado y el Tesseracto despidió un haz de luz azul que debía desintegrarlos a todos. Pero Bucky llegó a tiempo para salvarlos y volver a interponerse con su escudo.

Sin embargo, la fuerza del rayo era muy fuerte y no tardó en salir despedido junto con su defensa. Howard entonces atacó, pero aquel endemoniado logró esquivar sus rayos de plasma a una velocidad asombrosa. Natasha no daba crédito a lo que veían sus ojos. Loki conjuro un hechizo mediante el Tesseracto y se multiplicó, ocupando toda la sala con presencias idénticas que rápidamente se abalanzaron sobre los intrusos.

Howard logró acabar con cinco proyecciones antes de que lo atraparon y lo inmovilizaran para luego destrozar su cuerpo a base de puñetazos.

—¡Poneos detrás de mí! —Bucky logró incorporarse y correr hacia Natasha y el niño atemorizado para tratar de ponerlos a salvo, pero una de las proyecciones le atravesó el pecho con un puñal.

Por suerte no había dado en el corazón. El sargento entonces desenvaino la bayoneta de su padre y la clavo en el corazón de la imagen de Loki que pegó un grito antes de desaparecer. No, no iba a morir apuñalado como su padre. Su sangre había salpicado el escudo. Trató de taponarse la herida con la mano mientras a duras penas se ponía en pie y avanzaba hacia la camilla. Natasha contempló aquello horrorizada junto con el chico sin atrever a mover un solo músculo de su cuerpo.

Las proyecciones les habían evitado porque por alguna razón los consideraba débiles y se concentraban en acabar con Stark.

De pronto, la moribunda Peggy se levantó y comenzó a levitar. Una poderosa fuerza oscura la envolvió entonces y todas las proyecciones desaparecieron a la vez para sorpresa de Loki. Bucky aprovechó aquella distracción para acercarse a la cama donde la mujer descansaba eternamente. Hizo girar el escudo contra Loki, al cual derribó y sin pensarlo ni un segundo más, dejó que su humanidad desapareciera dentro de él mientras clavaba la bayoneta de su padre en el corazón de la joven dormida.

—¡Por los eternos Vishanti! —gritó Peggy. La luz oscura que la envolvía desapareció como si fuera volutas de humo y dejó paso a una intensa luz que cegó a todos los presentes. Howard se atrevió a abrir los ojos un segundo para ver como Peggy, envuelta en una luz inmaculada ella también, se giraba para verle y le sonreía antes de desaparecer convertida ella misma en parte de aquella luz poderosa.

—Peggy, no... —dijo él con un hilo de voz. Su amiga se acababa de ir para siempre. No. No era justo, aquello no podía estar pasando.

La luz se fue volviendo cada vez más débil hasta extinguirse por completo tras volverse un diminuto punto de luz. Loki, confuso, se levantó y observó rabioso que su cayado había sido destruido por el poder de aquella luz. El Tesseracto había caído al suelo, pero aún permanecía intacto. Volvió su vista hacia la cama y se encontró con que Bucky, desangrándose, le había asestado una puñalada a su amada. El shock del semidiós fue instantáneo.

—Qué has hecho... Qué le has hecho —dijo él como si estuviera ido—. Voy a matarte...

—¡Fuera ahora mismo de este planeta, hijo de puta! —gritó Bucky intentando sonar lo más amenazador posible pese a que su imagen distaba mucho de ser una amenaza para el asgardiano. Las lágrimas corrían a raudales por sus mejillas y el dolor de la herida se había extendido a todo su cuerpo. Separó la hoja manchada de sangre del cuerpo de Sigyn y apuntó con ella hacia Loki.

Howard se arrastró por el suelo. Debía tener todas las costillas de su cuerpo rotas. Pero no debía rendirse. Conseguiría el Tesseracto. Sin embargo, llegó demasiado tarde. Una fuerza estranguladora le recorrió todo el cuerpo hasta dejarlo completamente sin aire. Sus ojos se cerraron. Había fallado. Les había fallado a todos. A Ike, a Zeter. A Peggy... Loki había vencido.

Este, mientras Howard agonizaba por culpa de su hechizo mudo, se acercó hasta el Tesseracto y lo recogió con delicadeza. Bucky sabía lo que vendría a continuación. Su ira despiadada cayendo sobre él sin piedad. Loki iba a matarlo. Moribundo y desangrándose, acabó en el suelo intentando arrastrarse hacia algún lugar lejos de la cama. Pero Loki se lo estaba tomando con calma. Lo perseguía despacio, andando con tranquilidad, lentamente, como un depredador que espera hasta que su presa no pueda más. Su rostro era el epítome de la ira.

—No sabes lo que acabas de hacer...

—Ella nos pidió que acabáramos con su vida —dijo Bucky renqueante.

—No tienes ni idea de lo que has hecho... —prosiguió Loki en su delirio—. Tu sufrimiento será el mayor de todos los que el hombre haya conocido.

—Basta —dijo una voz nueva cargada de tristeza.

Loki se dio la vuelta y se topó con su hermano Thor que contemplaba los restos de la batalla que se acababa de librar con dolor.

—Hermano. —A Loki la voz comenzó a temblarle de pura rabia—. Vete al infierno.

—¿Es que no ves lo que estás haciendo? Te has vuelto completamente loco. Has masacrado a millones y pretendes continuar con esta cruzada... Depón esta masacre, Loki. Vuelve a otorgarles la vida a quienes se la arrebataste con injusticia...

—No me obligues a matarte a ti también.

—Te lo ruego, hermano. Para. No hagas más daño a este planeta —dijo Thor en tono conciliador mientras se acercaba a Bucky.

Loki agarraba el Tesseracto como un poseso, como si se lo fueran a quitar. Miró en derredor como un animal acorralado. Howard seguía retorciéndose en el suelo y la bailarina y el niño también habían comenzado a agonizar. Al asesino de su amada le quedaba poco para morir. Elw había vencido. Pero Sigyn había muerto y por el maleficio era imposible traerla de vuelta.

—Sigyn te traicionó, Loki —continuó Thor, pero Loki lo interrumpió.

—Es demasiado tarde para tener piedad. Voy a matarlos a todos y me ensañaré especialmente con ese asesino que te empeñas en proteger.

—Loki, tú eres el asesino. Has matado de forma despiadada a un montón de gente. Tú eres quien los ha masacrado sin tregua —replicó Thor adoptando una posición defensiva para proteger a Bucky con su martillo—. Pon fin a esto. Devuelve las vidas que has quitado. Tienes la oportunidad de no ser irreflexivo como lo fue nuestro padre en su juventud. Padre fue engañado por ella. Sigyn se vengó y tú fuiste un instrumento más. Ella no te quería, pero nosotros sí, Loki. Eres mi hermano y te quiero. Y siempre he estado preocupado por ti. Me dolía cuando creías que nadie estaba a tu lado. Pero yo guardé el secreto de lo que vi ese día y de cómo Sigyn chantajeó a Odín con quedarse ella con el trono o destruirte a ti. Guardamos el secreto porque creíamos que era la decisión correcta, pero nos equivocamos, Loki.

—Mientes —siseó el otro presionando los dientes con fuerza y odio.

—Jamás te mentiría, hermano. Eres mi familia. Mi hermano pequeño...

—No sabes nada de la familia. No sabes lo que es la soledad. No sabes lo que es ver cómo te desplazan y encontrarte al cabo de un tiempo con tu alma gemela. Tú siempre has estado en el lado de los apuestos vencedores y no sabes lo que es perder —dijo Loki con amargura.

—Te equivocas —siguió Thor señalando el cadáver de Sigyn—. Te perdí por ella y te busco desde entonces porque sé que algo queda de mi hermano ¡en tu corrupto corazón!

Loki no pudo aguantar más y se abalanzó con su hermano creando un nuevo cayado para contenerlo. No obstante, se encontró con un poderoso adversario: el Mjolnir. Este detuvo el cayado y ambos hermanos forcejearon con sendas armas. Loki trataba de embestir con rabia mientras que Thor se defendía haciendo acopio de toda la serenidad que le quedaba. Loki era fuerte con aquel artefacto y lo estaba venciendo por momentos y su mirada reflejaba todo el odio del mundo.

Thor estaba asustado de su hermano, de lo que todo aquel asunto de Sigyn había despertado en él. No quería reconocerlo, pero ya no había nada que lo recordara a su hermano en aquella mirada cargada de ira. Pronto, distraído por todos esos pensamientos, se vio acorralado y con un golpe que el otro le asestó, el dios del rayo cayó al suelo, herido. Había perdido el martillo. El Mjolnir había caído cerca de Bucky. Este se arrastraba por el suelo. Si al menos él pudiera...

Bucky vio como el Mjolnir aparecía a su lado. Loki le había arrebatado a su hermano el arma. Si fuera capaz de reunir todas sus fuerzas, empuñarlo y destrozar aquel cayado...

Su padre lo habría intentado, como aquel día en Coney Island cuando le robó el saco de caramelos a aquel abusón. El imbécil estaba tan distraído intentando mostrarse fuerte que no se dio cuenta. Y ese dios desalmado estaba actuando de la misma forma. Podría lograrlo. Se levantó resollando y con gran esfuerzo, se hizo con la maza. Aún podía levantarla, eso era buena señal. Mientras tanto Loki le había rodeado el cuello a Thor con las manos y lo estrangulaba, lleno de rabia.

—Muere ahora, hermano...

—Loki, no lo hagas... —dijo Thor sofocándose.

Bucky levantó la maza y con toda la fuerza que le quedaba, descargó un fuerte golpe contra el Tesseracto. Este se rompió en mil pedazos.

Que todo vuelva a la normalidad, pensó Bucky antes de que una gran cúpula de luz lo engullese por completo, quedara ciego y cayera al suelo inconsciente. Antes de perder el conocimiento, pudo ver en aquella luz cegadora el rostro de su padre que le sonreía y se acercaba a él, con una pelota de béisbol en la mano.

*

El hielo se deshizo. Steve y Cráneo Rojo quedaron libres del hechizo de aquella mujer. El primero en levantarse fue el aberrante general nazi. Las llamas volvieron a brillar y a quemar con fuerza y este se aproximó hasta el capitán.

—Hay que salir de aquí cuanto antes —gruñón Schmidt—. Apresúrate, Zemo.

Los dos se pusieron en marcha y corrieron hacia la plataforma.

*

Bucky abrió los ojos lentamente y parpadeó varias veces para intentar que sus ojos enrojecidos calmasen su escozor. No lo consiguió, pero no parecía algo por lo que preocuparse demasiado. Estaba vivo y aparentemente, sin un rasguño. Se incorporó con algo de dificultad y recogió el escudo para, a continuación, palparse el cuerpo con su mano libre. No estaba herido. Ni una contusión, y él mismo se sentía como nuevo. Aún tenía la bayoneta de su padre, envainada en su bota.

La cama con la mujer y los destrozos de la sala habían desaparecido, junto con Thor y Loki. Lo único que quedaba como constancia de que todo aquello había ocurrido era Howard, el chico, Nat y los trozos brillantes del Tesseracto desperdigados por el suelo. Peggy había dejado de existir.

Se acercó hasta Stark y trató de reanimarlo, pero no pudo. Tampoco era capaz de distinguir si tenía pulso o no. Lo mismo le sucedió con los restantes. El muchacho era el que más frío estaba. Se mordió el labio inferior, preocupado, mientras respiraba entrecortadamente.

—Tengo que salir de aquí. Quizá las tropas hayan llegado —se dijo a sí mismo tratando de sobreponerse a la situación—. Qué mareo...

Mientras se dirigía hacia la puerta, se dio cuenta de que no se había recuperado del todo. Al salir de aquella sala blindada e internarse en las frías galerías del parlamento, se dio cuenta de que no podía caminar de otra forma que no fuera dando tumbos. Tenía los brazos entumecidos y la cabeza le dolía.

—Si encuentro la salida, estaré salvado y ellos también —dijo para sí.

Se encontró de nuevo en el corredor de la plataforma que daba al hangar subterráneo. Lanzó una maldición; se había vuelto a perder. De pronto notó ruido al otro lado de las compuertas. La maquinaria movía. El ascensor estaba subiendo.

Bucky se dio cuenta de que ya era demasiado tarde para emprender la huida y esconderse en alguna parte, lejos de allí. La puerta se abrió y Steve, con su armadura, salió seguido del Cráneo Rojo. Schmidt y el sargento se quedaron un instante, confusos, mirándose fijamente hasta que Bucky reaccionó y emprendió una carrera a la desesperada en dirección contraria.

—Mierda —masculló.

Cráneo gritó una orden en alemán y Steve, obediente, alzó el guante de su armadura y descargó un torrente en la dirección del fugitivo. Al ver que no tenía muchas opciones de esquivar aquel rayo de energía, Bucky se detuvo, se dio la vuelta y lo detuvo con su escudo de vibranium. Pudo resistir su fuerza durante unos escasos segundos, pero enseguida tuvo que echarse a un lado y dejar que el rayo impactase en la pared. Steve volvió a cargar los guantes y no le dio tregua. Un nuevo rayo de energía salió disparado de ellos con la intención de pulverizar a Barnes.

Cráneo continuaba gritando, echo una furia. Steve avanzó hacia Bucky hasta tenerlo a unos pocos palmos de él.

El escudo aún aguantaba, pero la energía era demasiado fuerte para Bucky. No era un supersoldado como Steve. No tenía más que una bayoneta y un escudo para defenderse. Se había metido de lleno en la boca del lobo. ¿En qué demonios estaría pensando? Con los dientes apretados por el esfuerzo de contener a Rogers, sus ojos se le empeñaron mientras observaba fijamente a los de su rival. Seguían sin tener brillo. Sin vida.

—¡¡STEVE!! —gritó con todas sus fuerzas. El grito desconcertó a Steve que por un momento detuvo su ataque y dejó que Bucky empuñase su bayoneta, la acercara a su cara y con un gesto rápido, le hiciera un feo corte en una de las mejillas.

Steve gritó, pero no por dolor, sino por fastidio. Contrariado, le pegó un empujón a Bucky que lo estrelló contra una de las paredes del corredor. Después fue a por él, pero Bucky tenía ya pensado un plan. Dejó que se abalanzara sobre él, puso su escudo entre el capitán y él y al final, los guantes de la armadura rozaron el metal quedando así completamente destrozados.

Cráneo decidió acercarse con cautela hacia ellos. Estos habían empezado a forcejear y Steve parecía haberse olvidado de usar los guantes de su armadura. Estúpido. Desenfundó su Mauser y se acercó a Bucky por detrás.

—Detente, escoria yanqui —dijo Schmidt con un marcado acento alemán. Bucky le arreó a Steve un puñetazo y con otro movimiento rápido, se giró y le cortó la mano a Cráneo que empuñaba el arma. Cráneo reaccionó con dolor y sorpresa al ver que el arma que le había cortado la mano era la misma que le había arrebatado la vida al hombre que había truncado sus planes en la primera guerra mundial.

Bucky, se zafó del agarre de Steve, recogió el arma que Cráneo había dejado caer junto con su mano ensangrentada y apuntó al general aberrante a la cara.

—Haz que pare —dijo Bucky a Schmidt tembloroso a causa del miedo y la ira que recorría su cuerpo—. Dile que pare o te clavo la bala entre los ojos, cabrón.

Schmidt, que había caído al suelo gritó una orden y al instante Steve se detuvo. Bucky recogió la bayoneta que se le había caído y continuó apuntando a Cráneo que se arrastraba por el suelo como una babosa herida, dejando una línea de sangre. De pronto, se carcajeó con desdén. Había comprendido todo. Bucky le miro, desconcertado.

—Adelante. Mátame. Haz lo que tu cobarde padre no se atrevió a hacer —resolló.

Barnes no dejó de apuntarlo, pero aquellas palabras le afectaron profundamente.

—De qué estás hablando —siseó Bucky con desprecio.

—Esa hoja es mía —dijo Cráneo señalando a la bayoneta con su única mano—. Yo maté a tu padre con ella. Y tú querido tío me quemó la cara para quitármela. Los americanos no sois unos vulgares saqueadores que no respetan las reliquias de la familia. Bastardos.

—Puedes irte al infierno —contestó Bucky arrugando la nariz, enseñando los dientes y frunciendo el ceño, amenazador—. Debería matarte, tienes toda la razón.

—Pero no lo harás. Eres un débil, como lo fue tu padre. Lo lleváis en la sangre. Podrías haber acabado tiempo atrás con Zemo y, sin embargo, aquí está; tratando de aniquilarte —replicó Cráneo con una sonrisa cruel.

—Estás solo, hijo de puta —continuó Bucky—. Tu jefe ya no existe y tu intento de masacrar a la humanidad ha fracasado. Te sugiero que te rindas antes de que mis "vulgares saqueadores" te rompan esa cara horrenda que tienes.

—No estoy solo. Te olvidas de algo muy importante —dijo Cráneo gritando como un poseso en alemán. Bucky no vio venir lo que pasó a continuación.

Steve se abalanzó sobre él y lo tiró al suelo. La semiautomática, el escucho y la bayoneta cayeron al suelo debido a que el capitán pilló por sorpresa al sargento. Con lo que quedaban de guantes, puso sus manos alrededor del cuello de Bucky y empezó a apretar con toda su fuerza. Bucky lo miró, aterrorizado y empujando con las manos para que apartara sus brazos, pero no pudo. El capitán era más fuerte que él.

—Steve... —boqueó Barnes con la cara roja, sin apenas aire en los pulmones—. Por favor... Recuérdame...

—No puede oírte —se rio Cráneo al otro lado—. No significas nada para él.

—Steve... —continuó Bucky con un hilo de voz a punto de perder el conocimiento por la falta de oxígeno. Su enemigo apretar más y más—. Estaré contigo hasta el final de...

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