Capítulo 6: en sueños

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

En su sueño, Bucky aparecía agazapado rodeado por una nada tenebrosa. La oscuridad le impedía moverse de su sitio, de modo que se abrazaba a sus rodillas e intentaba ignorar el miedo que le producía estar tan solo. Tras unos minutos que parecían interminables en su distorsionada dimensión del tiempo, una muchacha luminiscente aparecía junto a él, preguntándole si había visto a su hermano Steve. Las veces anteriores, Bucky negaba con la cabeza pero aquella vez, consciente de que había repetido demasiado ese gesto, decidió cambiarlo.

-No, pero si quieres podemos buscarlo juntos -fijo esbozando una tímida sonrisa. La niña sonrió entusiasmada a su vez.

-¡Ven, ven! -dijo ella agarrando al soldado de la mano y haciendo que este se incorporará. Bucky sintió una quemazón en la palma de su mano debido al tacto de la de la joven. No obstante era leve y no le molestaba-.¡Vamos a buscarlo, Buckaroo!

El hombre lanzó una carcajada. Le había hecho gracia como le había llamado. No le parecía raro que aquella niña desconocida supiera su nombre porque parecía como si la conociese de toda la vida. Sentía confianza plena hacia ella.

Aparecieron en un estrecho y lúgubre callejón que daba a una avenida más iluminada. Bucky respiró el aroma a tierra mojada tras la lluvia y se detuvo para mirar su reflejo en un charco. Se vio a sí mismo vestido con uniforme militar de sargento y se tocó la cabeza. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué no tenía un brazo metálico? ¿Era aquello realmente un sueño? Los olores, las sensaciones... Todo parecía tan real que era difícil distinguir si lo estaba viviendo o soñando.

-Recuerdo el río -dijo la niña a su lado. Ella no había cambiado su aspecto fantasmagórico y seguía brillando junto a Bucky. Señaló un punto en la panorámica de aquella inmensa ciudad, a las orillas del río-. Y también recuerdo los muelles. Puede que esté allí.

-¿Trabaja en los muelles? Debe de ser alguien muy fuerte -comentó Bucky sonriendo a la niña de forma tan deslumbrante que la joven pareció ruborizarse. Sin embargo, ella negó con la cabeza.

-No me acuerdo qué aspecto tenía pero no era muy fuerte. Creo que le pegaban allí porque siempre venía con moratones. -La niña se llevó las manos a las sienes y se laa golpeó con rabia-. ¡Odio no recordar! ¿Tú también lo odias?

Bucky hizo que se detuviera cogiéndole de las manitas. Aquella pregunta lo dejó sin respuesta. ¿Realmente odiaba no recordar? No sabría decirle. Quizá fuera que nunca tuvo apego por su pasado.

-No lo sé... -dijo este encogiéndose de hombros-. No recuerdo nada salvo mi nombre y que soy de Brooklyn. En fin, vayamos a buscar a tu hermano.

La niña asintió conforme y ambos reanudaron la marcha por las calles interminables de aquella ciudad hasta llegar al embarcadero. Allí el ajetreo era palpable. Los trabajadores se movían frenéticos y sin descanso cargando cajas y otros utensilios en los barcos que estaban a punto de zarpar.

El recinto estaba cercado con una valla que impedía el acceso a transeúntes ajenos al lugar, de manera que Bucky y la niña tuvieron que esperar hasta que el sol se puso y los trabajadores comenzaron a regresar a sus casas.

Fue en ese momento cuando Bucky se quedó mirando fijamente a un joven de unos diecisiete años con aspecto enfermizo y aire taciturno que estaba a punto de marcharse de los muelles. Sin embargo, otro numeroso grupo de jóvenes lo siguió hasta llegar a su altura para amedrentarlo.

La niña ahogó un grito y lo señaló con vehemencia.

-¡Es él! ¡Es Steve, mi hermano! -exclamó.

Bucky estaba lejos del grupo pero no tardó en ponerse en marcha y dirigirse hacia los matones, con decisión y rabia. Vio que uno, que debía de ser el líder, lo había agarrado del cuello de su camisa y lo estaba alzando del suelo para propinarle un golpe en la cara.

Sin embargo, justo antes de la tragedia, Bucky aparecía como un milagro y logró detener el puño de aquel tipo sin escrúpulos, a punto de descargar su furia contra una criatura más débil que él. El joven se volvió hacia Bucky y lo miró con una furia animal. Barnes no se lo pensó dos veces y le asestó un puñetazo al matón que casi le desencaja la mandíbula. Con la fuerza el golpe, el marrullero cayó al suelo y sus secuaces lo abandonaron de una manera tan despavorida, que Bucky pensó que no tenían vergüenza ni honor, ni lealtad.

-La próxima vez, ve a meterte con alguien de tu tamaño -dijo aún en guardia por si al otro se le ocurría contraatacar.

El matón sonrió con desdén, se levantó con la dignidad de un rey absolutista y se marchó de allí sin apartar la vista de aquel desconocido por si lograba que se amilanara pero desde cierta distancia. ¿Quién coño se había creído ese don nadie que era?, pensó el tipo conflictivo.

Finalmente se alejó y desapareció de la vista de los tres. Bucky tendió al joven escuálido una mano para levantarlo y este, reticente al principio, la agarró al final consciente de que no había peligro y podría confiar en su desconocido salvador.

-¿Te encuentras bien? -dijo Bucky preocupado-. Deberíamos ir al hospital.

-Estoy bien, no te preocupes -dijo Steve quitándole hierro al asunto y mirando al suelo, algo avergonzado-. Ya estoy acostumbrado.

-Pues eso no está bien. -Bucky no pretendía sonar rexriminatorio y paternalista pero no había podido evitar aquel tono y trató de rectificar-. Perdona por sonar así. Pero creo que debería verte un médico...

-Estoy bien -cortó Steve algo tenso por el interés de aquel desconocido en su salud-. Tengo que irme...

-¡Espera! -Bucky detuvo a Steve por el hombro. El joven menudo, lo observó sobresaltado-. Tu hermana te está buscando.

-¿Mi hermana? Yo no tengo hermana -replicó Steve confuso.

Bucky frunció el ceño con desconcierto. Se volvió a mirar a la niña incandescente. Esta se había llevado las manos a la cabeza presa de una crisis. Estaba claro que Steve no parecía verla y Bucky no quería asustar a ninguno de los dos. Se giró de nuevo hacia Steve y le sonrió de forma tranquilizadora aunque sin saber muy bien que estaba pasando.

-Perdona, he debido de confundirme -dijo soltándolo del hombre-. Aun así debería acompañarte a casa.

-Vivo en una pensión. Mi familia me echó a la calle. Mi padre... Aunque eso no debería importar demasiado -dijo Steve encogiéndose de hombros con pesadumbre dispuesto a marcharse, avergonzado.

Bucky lo dejó alejarse de él y se volvió de nuevo a la niña. Esta lloraba en silencio.

-¿Qué ha pasado? -susurró el sargento-. Se supone que era tu hermano.

-Me he vuelto a equivocar de realidad -sollozó ella mientras se frotaba los ojos. Bucky trató de tranquilizarla pero ella estaba muy triste-. No me ha visto...

-Eh, eh. Vamos, tranquila. Si esta no es la realidad, vamos a buscar otra -sonrió él a la desesperada.

-Pero no puedo sacarnos de aquí... No sé qué pasa -explicó ella sin dejar de llorar.

Bucky se quedó pensativo un momento mientras miraba a Steve marcharse a lo lejos. Tuvo una idea.

-Nena, ven conmigo. Puede que Steve no te vea pero podemos ayudarle. Yo cuidaré de él mientras tú buscas la manera de sacarnos de aquí -dijo.

-Pero ese no es el verdadero Steve...

-¿Acaso importa? Es un chico al que casi pegan una paliza antes y se ve claramente que necesita comer -replicó Bucky preocupado mientras examinaba sus bolsillos en busca de dinero. Respiró aliviado cuando encontró efectivo en su chaqueta-. Quiero ayudarle...

Y Bucky corrió en pos de Steve hasta alcanzarlo. Steve se sobresaltó de nuevo cuando el sargento apareció a su lado con otra de aquellas radiantes sonrisas.

-Me llamo James -dijo él teniéndole la mano. Steve, al ver que iba a ser casi imposible desembarazarse de aquel desconocido suspiró y sonrió a su vez y de forma tímida se la estrechó-. Ven, te invito a un trago y después te llevaré al hospital.

-No es necesario, en serio...

-Tonterías, mira cómo estás. ¡Si pareces un fantasma!

De pronto, Steve tuvo un repentino ataque de tos que preocupó a Bucky más aún. Lo agarró de los hombros y le dio palmadas en la espalda hasta que se recuperó parcialmente y Steve le miró directamente a los ojos con los suyos llorosos por el esfuerzo de toser. Bucky sintió una descarga por toda la columna. ¿Qué era aquello? ¿Por qué no podía apartar la vista de sus ojos azules como el cielo? Abrumado, logró sobreponerse y carraspeando, dijo.

-Definitivamente, hay que llevarte a que te vean.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro