II. Phantomhive's Boy.

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Harry lo había hecho.

¡Pero él no quería! ¡de verdad no quería!

Él quería ser un buen niño.
Él era un buen niño.
Si él no era un buen niño, su tío lo castigaba.

Harry se convenció a sí mismo, se obligó a pensar que tenía que ser un buen niño. Que él era un buen niño.

Ese día, Vernon se despertó con el estruendo de un cristal rompiéndose y cosas de metal chocando. Al instante, la irritación y rabia lo llenaron sin sentido alguno.

- ¡Estúpido, estúpido, estúpido! - gritó y escupió mientras salía de la habitación matrimonial a trompicones y bajaba las escaleras - ¿¡Acaso no sabes hacer algo bien?! -

Sabía que su hijo estaba con su dulce amigo Piers y su hermosa esposa estaba durmiendo a su lado, así que solamente podría ser el fenómeno, el estúpido al que tenía que criar. 

Harry tembló cuando escuchó la voz furiosa de su tío Vernon y saltó cuando las pisadas resonaron por el pasillo. Sus ojos verdes se llenaron de lágrimas y la ansiedad corrió por su cuerpo con anticipación mientras su mente revivía los gritos de hace días y el dolor de algún zapato en su piel.

- Lo siento, lo siento, lo siento - las lágrimas cayeron - por favor, tío Vernon, por favor, seré bueno - sorbió su nariz, sus manos sangraban por los cortes que se hizo al intentar levantar el jarrón que se le había caído al dar el paso ciego- por favor, por favor, lo siento, lo siento - Harry lloró mientras intentaba encogerse en sí mismo.

Sientió como sus rodillas temblaron y su cabeza se bajó por naturaleza en un acto de sumisión cuando la gran bola de grasa que era Vernon Dursley ingresó a la cocina.

- ¿¡Cómo pudiste romper ese hermoso jarrón?! ¡era un regalo de mi hermana! ¡inútil bueno para nada! - la cara de su tío estaba roja, llena de furia con los labios separados mostrando los dientes ligeramente amarillos y los puños apretados - ¡Agh! - gritó de enojo mientras levantaba las manos - ¡Es que nunca haces nada bien! ¡Eres tan idiota! - sus manos cayeron con toda su fuerza mientras jalaba a Harry del cabello - ¡También rayaste la tostadora y el microondas! - Vernon enfureció - ¡¿Cómo pudiste hacer eso?¡ ¡Son carísimos de una marca muy buena! - los ojos reflejaron su molestia - ¡Después de todo lo que hacemos por ti! ¡así nos pagas! ¡rompiendo nuestras cosas!- sus ojos azules miraban al pequeño niño encogido desde arriba - tendré que darte un castigo para que dejes de ser tan tonto -

El castigo de Vernon comenzó.

Con las manos abiertas, comenzó a darle collejas a Harry y golpes en los brazos que utilizaba para taparse el rostro, el niño tenia la cabeza gacha mientras intentaba encogerse en su lugar mientras su tío le pegaba, Harry lloraba por lo mal que se sentí, por el escozor de los golpes y por... por todo.

《 ¿Cómo podría salvar al mundo de un súper poderoso mago si no puedo defenderme de los golpes del tío Vernon?《No quiero salvar el mundo, no quiero porque voy a fallar, porque soy inútil, ¿por qué tengo que salvarlos? Ellos no me salvan, ellos no me ayudan a mi》 - más lágrimas cayeron - << por favor >>

- ¡Lo siento! ¡lo siento! ¡seré un buen chico! - Harry gritó cuando un empujón lo hizo caer al suelo sobre los pedazos de porcelana en el suelo. Tragó saliva cuando sintió cortes en su costado.

Vernon no escuchó y Harry siguió llorando mientras se disculpaba y recibía la ira sin control y explicación de su tío.

《Por favor, por favor, Dios, por favor, Querido Santa, por favor, alguien, alguien... alguien, seré un buen chico, soy un buen chico, soy un buen niño, por favor, por favor, por favor, ayuda, ayuda, ayuda 》

Harry solo tenía doce años y se ahogaba en su propia vida.

Solo tenía doce años y su propia mente lo estaba quebrando.

Solo doce años y la sociedad le pedía mucho.

Solo doce años y él... se estaba rompiendo por alguien más.

Harry lloró y rogó para que todo terminara, para que alguien lo ayudará, para que alguien o algo apareciera y le pusiera fin a todo.

Harry rogó y rogó con lágrimas cayendo hasta que ya no salieron más, más sin embargo, nadie llegó y sus ruegos poco a poco fueron quedando en el fondo de su joven mente y corazón. 

[●●●]

Ciel tenía el ceño fruncido mientras caminaba con Sebastián detrás de él  buscando la fuente de los gritos que escuchó antes.

- Parecía un niño - comentó.

Sebastián lo miró de reojo con sus ojos rojos suaves.

- Era un niño  - afirmó comenzando a moverse - viene del número cuatro - se deslizó en sombra por el pavimento con Ciel siguiendo su rastro aún con el ceño fruncido.

Cuanto más se acercaban al número cuatro de Privet Drive, más evidentes se hacían los gritos y su audición aguda podía captar el llanto de un niño y la voz aguda de una mujer.

- ¡Cariño! ¡Cariño! -

La mujer hablaba intentando no alzar de más la voz y otra voz más gruesa, la voz de un hombre, le decía que se callara.

Con paso aún más decidido y Sebastián materializado sutilmente detrás de él, Cielo llamó al timbre.

- ¡Cariño, los vecinos, los vecinos! -

La voz aguda de la mujer volví a hablar, un toque de nerviosismo se escuchaba y Cielo no pudo evitar cruzar los brazos con impaciencia mientras se mantenía erguido frente a la puerta blanca, esperando, y sin embargo, después de unos minutos en los que el llanto aún se escuchaba, la puerta no se abrió.

El conde frunció aún más el ceño y sus ojos turqueza reflejaban la molestia que sentía.

- Abre la puerta, Sebastián, es una orden - el joven habló mientras alzaba la barbilla y miraba a su amante directo a los ojos, él mismo podría haberlo hecho sin problemas, pero si tenía a Sebastián, era mejor que Sebastián lo hiciera.

- Por supuesto - el demonio mayor avanzó y colocando una mano enguantada en el medio de la puerta, la puerta se desintegró convirtiéndose en polvo.

La sangre de Ciel hirvió ante la vista que lo recibió.

En el fondo del pasillo, justo frente a la puerta, un hombre grande tenía a sus pies a un niño mientras lo golpeaba y Ciel notó la sangre en su piel tostada también notó los cristales en el suelo.

- ¿Cómo te atreves? - Ciel siseo en voz baja con la rabia fluyendo por su cuerpo.

Él nunca gritaba, pero justo en ese momento, él sintió como si lo hubiera hecho, con sus cuerdas vocales tensas, sus músculos también tensos y su mandíbula apretada, Cielo dejó que su magia fluyera fuera de su cuerpo de forma viscosa, ejerciendo presión sobre el adulto idiota que lo miraba boquiabierto.

Entonces, Vernon Dursley se desmayó y Petunia chilló.

[●●●]

Harry se ahogó cuando una patada de un Vernon descontrolado azotó en su estómago, el aire salió de sus pulmones y lágrimas salieron de sus ojos.

Su tío nunca había sido realmente malo con él, como castigo la mayoría de las veces no le daba comida cuando hacía algo mal y otras veces lo golpeaba con el cinturón o la regla, tal vez algún zapato si lo tenía cerca, pero él realmente nunca le había dado patadas, ni lo había hecho sangrar.

Pero esta vez... Harry no entendía la furia de su tío.

Rogaba y rogaba mentalmente para que parara. Era casi Navidad, era casi el día más hermoso, en el fondo de su mente, en el fondo de su corazón había una chispa de voz que le decía que nunca le había servido rogar.

Harry sentía como su magia se arremolinaba en su interior, lista para explotar, lista para destruir, pero él no quería destruir, no quería hacerla explotar, sentía que una vez que ese torrente de magia que lo hacía sentir tan vacío explotara, no habría vuelta atrás.

Harry solo quería vivir para otra navidad, sólo quería vivir para poder volver a Hogwarts, sólo tenía que aguantar hasta entonces, encerrando la magia viscosa dentro de sí mismo y soportando el dolor que le daban.

Harry realmente, estaba tan cansado y sentía que una vez más sus ruegos y lágrimas no valdrían la pena, sintió que, una vez más, nadie llegaría, entonces, cuando sus ojos se estaban cerrando por el llanto, el cansancio y la pesadez, la puerta de la entrada de la casa de sus tíos desapareció.

Lo último que Harry vio, fue a su tío volteando hacia la puerta para luego caer al suelo y, entonces, su tía gritó.

Una vez más a Harry la oscuridad lo reclamó como suyo.

[●●●]

Él sabía, más que nadie, lo que había soportado mientras cargaba con el apellido y lo que significaba ser un Phantomhive. 

Ciel casi había muerto quemado cuando la mansión cayó sobre sí mismo y su familia, casi había muerto golpeado cuando lo atraparon y lo metieron en aquella celda.

No había nada que Ciel no hubiera experimentado respecto al maltrato y abuso físico cuando fue vendido a los trece años como un esclavo, aún a veces puede sentir el frío del metal alrededor de sus muñecas o de su cabeza, aún aveces podía recordar la sensación de ser cortado, quemado y abusado más veces de las que podría contar.

El joven conde recuerda a su yo de trece años asustado, las emociones que experimentó mientras estuvo en el bajo mundo con todo aquel abuso psicológico que lograba meterse en su consciencia, todo el miedo, todo el dolor y, sobretodo, la fría rabia, la rabia que lo llevó a dejar de rogar, la rabia que lo llevó a dejar de sentir, la rabia que lo llevó hasta Sebastián.

Ciel sabe lo que se siente estar muriendo de hambre, que tu estómago se hunda tanto que sientes que el cuerpo se cae, recuerda la sensación de las patadas, cada una de ellas, de personas más grandes cayendo sobre él, una y otra y otra y otra vez.

Ciel recuerda, a veces aún lo siente y sin embargo, él sabe que eso no lo define, él sabe que su historia lo hizo fuerte, su dolor transformado en rabia lo llevó lejos, siempre lo llevó lejos.

Sin embargo, eso no significa que él esté de acuerdo con hacer sentir dolor a un niño, el dolor que a él le dio poder, un poder que no sabía lo que significaba cuando lo consiguió, un poder que, en ese momento, le puso una fecha de caducidad al alma ardiendo que llevaba dentro.

No. Él nunca podría desearle ese dolor, esa rabia y ese poder a otra persona y, sin embargo, en esa casa, en un vecindario como cualquier otro, un simple hombre se sentía con el poder suficiente para inyectar tanto dolor en un niño, un niño que podía ser capaz de sentir la misma rabia que él, el dolor parecido a lo que él experimentó y que tenía un poder tan grande que podría explotar y llevárselo con él.

Ciel sentía que su cuerpo se quemaba, entonces, Vernon Dursley cayó sin conocimiento al suelo cuando él, con su ojo sin parche de color rosado y su pupila afilada, lo miró y, al mismo tiempo, Petunia empezaba a gritar.

- ¡Monstruos! ¡Monstruos! - ella los señaló con un dedo tembloroso y huesudo, lágrimas caían de sus ojos - ¡,Lo mataron! ¡Oh, Vernon, Vernon! ¡Monstruos! - ella siguió.

En un segundo, Sebastián elevó su mano y, sin una palabra, le quitó la voz a la mujer, mientras él se quedó mirando al hombre más bajo a su lado, esperando.

- Agarra al niño, Sebastian - Ciel ordenó, podía escuchar claramente como personas se iban acercando a la casa - los gritos de esa mujer atrajeron a más humanos - el conde suspiró mientras se quitaba su abrigo y lo colocaba sobre el niño en los brazos del mayordomo - Sal lentamente con él, yo contestaré sus preguntas - su ojo, aún rosado y afilado, miró directamente al rojo - llamaré a Tanaka para que tenga preparada la habitación, distraeré a las personas mientras tú se llevas al niño - él agitó la mano y cerró sus ojos intentando calmarse.

Sebastian lo miró atentamente.

- ¿Qué quiere hacer con la humana? - él se negaba a llamar 'dama' a esa mujer - Podría simplemente desmayarla y que olvide lo que presenció -

Ciel lo miró y sonrió.

- No. - él volteó a la mujer que estaba pálida y arrodillada al lado de su marido inconsciente - déjala que recuerde, regrésale la voz - con un movimiento de Sebastián los sollozos de la mujer resonaron por la casa -Vamos - caminó hacia la puerta sacando su teléfono.

- ¿Y qué haremos con la reina? -

Ciel se detuvo.

- Yo hablaré con Isabel, ella resolverá lo que tenga que resolverse de la manera legal.

Ambos se miraron una vez más y, con una última mirada de Ciel al pequeño bulto hecho de su abrigo en los brazos de Sebastián, salieron a la entrada siendo recibidos por dos coches de policía y vecinos fuera de sus casas.

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26/04/2021

Editado y corregido.

Cualquier falta ortográfica o falta en la narración, por favor corregir en comentarios, lo agradezco mucho.

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Tiririiiiii.

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