✦ - Jeon Jungkook 🎨

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Capítulo 20

Capítulo especial

Jeon Jungkook era un alfa reservado que amaba su privacidad. A pesar de tener una cuenta de Instagram que todos los días aumentaba de seguidores, se le hacía innecesario revelar su identidad. Al alfa no le interesaban más distracciones. Su vida estaba cuidadosamente organizada entre sus estudios de artes, y estaba decidido a mantenerla así. Las redes sociales, a pesar de su creciente popularidad, le resultaban una distracción innecesaria.

Durante el instituto, el alfa había tenido una relación que, en retrospectiva, parecía más un capricho juvenil que un verdadero romance. Su novia en aquel entonces, Kyujin, era una chica encantadora con una sonrisa contagiosa y una risa que podía iluminar una sala. A la chica parecía no importarle que fuera un alfa defectuoso sin aroma. Se conocieron en el último, cuando el alfa pelinegro comenzó a destacarse por su talento en el deporte y en sus estudios. Kyujin era una de las pocas personas que no parecía intimidada por su presencia reservada; en cambio, la abordó con una confianza que le resultó refrescante.

Al principio, el alfa no entendía por qué una lengua como Kyujin estaba interesada en él. Ella era extrovertida y social, mientras que él prefería la tranquilidad y la soledad. Sin embargo, su entusiasmo y calidez hicieron que se sintiera cómodo a su lado. Pasaron horas conversando y riendo juntos, compartiendo sus sueños y miedos. Kyujin, con su carácter vivaz, logró que Jungkook se abriera un poco más, revelándole partes de sí mismo que solía mantener ocultas.

Pero a medida que pasaba el tiempo, la brecha entre sus mundos se hizo más evidente. La omega anhelaba un puesto importante en la sociedad y sus sueños se cerraban en ser la esposa mantenida, como ella misma decía. Empezó a insistirle a Jungkook que tenía que hacerse cargo de la empresa de su padre, un CEO multimillonario de una agencia de celulares. El alfa nunca había soñado con eso y, cuando se lo dijo a Kyujin, esta hizo un escándalo.

Kyujin cambió completamente de actitud y fue a la casa de Jungkook para llorar frente a su padre, inventando que él la había golpeado y que, si no se casaban, iba a denunciarlo. El padre de Jungkook, presionado por el escándalo y el trato millonario hecho con el abuelo de Kyujin, intentó obligarlo a casarse con ella. Jungkook, incapaz de soportar la presión, se distanció de su padre.

Desde entonces, Kyujin no dejó de acosarlo. A pesar de que el alfa trataba de alejarla y de decirle que ya no eran nada, ella parecía no escuchar. Se empeñaba en meterse en su vida, y Jungkook no podía ser brusco con ella por temor a que lo denunciara falsamente, dada su influencia y contactos. La situación se convirtió en una pesadilla constante para el alfa y para su lobo, que no podía soportar el aroma a eucalipto de la pelirroja.

Ese pasado había dejado al alfa con cicatrices profundas. La experiencia con Kyujin le había enseñado a ser cauto y desconfiado. Cada vez que pensaba en una relación, el recuerdo de la manipulación y el acoso de su exnovia se interponía en su mente, haciéndole temer el compromiso y la vulnerabilidad. Su corazón se había vuelto un territorio protegido, y él no estaba dispuesto a abrirlo a nadie. Además, el miedo constante de ser dejado de lado solo por dinero, como lo hizo su padre, aún vivía en su mente.

Sin embargo, al despertar junto al omega al día siguiente, la realidad parecía desafiar todas sus barreras autoimpuestas. El omega, dormido plácidamente y pegado a su cuello, respiraba profundamente, su aliento cálido y relajado envolviendo al alfa en una sensación inesperada de calma. A pesar de que su mente insistía en mantener la distancia, su corazón latía desenfrenado, rebelándose contra la lógica y la precaución.

El contacto cercano con Jimin, la forma en que su presencia era tan tranquilizadora y a la vez tan intensa, desafiaba las convenciones que el alfa había establecido para protegerse. Sentía la tensión y el miedo de su pasado aflojarse, sustituidos por un deseo crudo y visceral. Aunque intentaba mantener su mente centrada, la proximidad de Jimin estaba desestabilizando su mundo emocional, haciéndole cuestionar sus propias decisiones y miedos.

El tatuado se dio cuenta de que, a pesar de sus reservas y su pasado doloroso, el rubio despertaba algo en él que no había sentido en mucho tiempo. Su mente luchaba con el deseo de mantener la distancia, pero el latido acelerado de su corazón revelaba una verdad que él no podía ignorar: el omega estaba rompiendo lentamente las barreras que había levantado para protegerse, y su vida, una vez cuidadosamente organizada, estaba a punto de ser desafiada por sentimientos que no podía controlar.

El alfa se permitió cerrar los ojos un momento y respirar profundamente el dulce aroma de fresas y chocolate que emanaba de Jimin. A través de ese cálido y reconfortante aroma, Jungkook también percibía un leve matiz a miel que se mezclaba perfecto con su propio aroma a café con almendras y moras. Esta combinación sutil pero persuasiva evocaba una sensación de intimidad y conexión. Era un aroma que le hablaba en un lenguaje silencioso, diciéndole a gritos que había un vínculo entre ellos mucho más profundo y poderoso que su intento de ser razonable.

El alfa no era tonto. Aunque había intentado protegerse de cualquier tipo de relación, el destino parecía estar desafiando sus esfuerzos. La presencia de Jimin, su aroma envolvente y la sensación de estar tan cerca, no dejaban lugar a dudas de que existía un lazo entre ellos. Era un lazo creado por el mismo destino, un vínculo que no podía ignorar ni eludir.

El alfa sabía, abrazando al omega contra su pecho con fuerza y sonriendo levemente ante el ronroneo que el más joven había soltado involuntariamente, que él y Jimin estaban destinados a estar juntos. A pesar de su intento de resistir y mantenerse en control, la realidad era que ese vínculo era una fuerza innegable, una señal de que el destino había trazado un camino para ellos. Aunque su mente seguía luchando con el miedo y la desconfianza, su corazón reconocía la verdad de lo que sentía. Era un conocimiento que lo hacía sentir vulnerable y al mismo tiempo, profundamente conectado con el bello omega.

Mientras Jungkook se relajaba con el aroma del omega, un suave toque en la puerta lo sobresaltó, haciendo que el movimiento despertara a Jimin. El omega, confuso y con el pelo rubio despeinado, lo miró con ojos somnolientos. Jungkook, con una sonrisa tierna, le acarició la espalda con suavidad para ayudarle a despertarse.

Jimin bostezó como un cachorro y emitió un suave ronroneo, aún con los ojos medio cerrados. Sin embargo, el sonido de la puerta siendo tocada nuevamente lo hizo despertar por completo.

—Minnie, mamá dice que bajes a desayunar. Casi sube a buscarte pero la detuve. Dile a tu amigo que si se va a ir, que lo haga rápido o si no mamá lo empezará a interrogar —dijo la voz familiar de su hermana alfa, Juna, a través de la puerta.

Jungkook se quedó inmóvil por un momento, sintiendo un leve rubor en sus mejillas al escuchar la mención de su presencia. Jimin, ahora completamente despierto, se estiró y miró al alfa con una mezcla de sorpresa y vergüenza. El alfa, tratando de ocultar su incomodidad, se levantó lentamente, preparándose para enfrentar la situación.

—Lo siento, Jims, me quedé dormido y no sé cómo —dijo Jungkook, visiblemente avergonzado mientras se rascaba la nuca. La visión del omega, sonrojado y aún con la ropa del día de ayer, lo hacía parecer increíblemente adorable.

—No te preocupes —respondió Jimin, sonrojándose aún más mientras se ponía las pantuflas de perrito—. Pero creo que deberías irte si no quieres tener problemas con mi mamá.

El pelinegro asintió, sintiendo la urgencia de salir para evitar más complicaciones. Se levantó y se estiró antes de ponerse los zapatos. Jimin, un poco apresurado, lo guió hacia la ventana. Ambos miraron hacia abajo, y la distancia desde el borde hasta el suelo hizo que tragarán saliva; parecía considerable.

—Creo que es mejor que encuentres otra salida —dijo Jimin, visiblemente preocupado mientras observaba la altura. No quería que Jungkook se hiciera daño.

El alfa, a pesar de su desorientación, negó con determinación.

—Saltaré —dijo el alfa, tragando saliva mientras sacaba una pierna por la ventana. Jimin, con los ojos abiertos como platos, lo detuvo agarrándolo por el brazo.

—¡No! —exclamó el rubio, asustado—. Mejor sal por la puerta, tal vez mamá lo entienda...

El alfa tomó las mejillas de Jimin con sus manos, sorprendiendo al omega con el gesto.

—Estaré bien —dijo Jungkook con firmeza antes de darle un rápido beso en la mejilla a Jimin y salir por la ventana con decisión.

Jimin se quedó completamente paralizado, observando cómo Jungkook saltaba por la ventana. Por suerte, un arbusto en la parte de abajo amortiguó algo su caída, pero el omega no podía evitar sentir un nudo en el estómago. La preocupación se reflejaba en su rostro mientras seguía con la mirada al alfa.

Desde abajo, Jungkook levantó la vista con una tierna sonrisa de conejo y se despidió con la mano. Jimin, aún sonrojado, movió la mano de un lado a otro en respuesta. Sin embargo, el momento de ternura y alivio se desvaneció rápidamente cuando ambos escucharon un carraspeo desde el jardín.

Al voltear, Jimin vio a su padre omega, quien estaba regando las plantas con una taza de café en la mano. El padre omega había presenciado toda la escena desde el comienzo. La sorpresa y el rubor se apoderaron de Jimin, quien se quedó inmóvil mientras su padre lo miraba con una expresión mezcla de curiosidad y desaprobación.

El tatuado con el cabello despeinado, al notar el carraspeo, dejó de ver al rubio y se encontró con la figura del padre omega de Jimin. Sus mejillas se tiñeron de rojo al ser descubierto en una situación tan comprometida. La vergüenza lo invadió mientras intentaba disimular su incomodidad. Se aclaró la garganta y, con un gesto torpe, levantó la mano en un saludo algo nervioso.

—Buenos días, señor —dijo el alfa, intentando mantener un tono cortés a pesar de su evidente sonrojo. Sabía que su situación era poco común y que había sido testigo de algo muy personal.

El padre omega lo observó con una mezcla de sorpresa y seriedad, mientras Jimin, aún en la ventana, se tapaba la cara con las manos, deseando desaparecer en ese momento.

—¿Qué hicieron anoche? —preguntó el señor Park, cerrando la manguera y dejando de regar las plantas mientras tomaba un sorbo de su café.

El alfa negó con la cabeza rápidamente, tratando de calmar su nerviosismo.

—Oh, nada, solo dormimos —dijo Jungkook con voz temblorosa, sintiendo el peso de la situación.

El padre omega observó a Jungkook con una ceja enarcada y dejó escapar una risa entre dientes. Luego, con una sonrisa comprensiva, susurró:

—Cariño, yo y mi esposa hacíamos lo mismo a su edad. No es necesario que me mientas, pero por favor, usen protección.

Jungkook comenzó a balbucear cosas sin sentido, el rostro aún más rojo. En ese momento, Jimin apareció por la puerta de entrada de la casa, con sus pantuflas de perrito y el cabello desordenado, luciendo completamente agitado.

—¡Papá, deja a Jungkook! —exclamó Jimin, su voz cargada de desesperación mientras avanzaba hacia el jardín.

El padre omega, aún con una expresión de diversión y comprensión, levantó las manos en señal de rendición.

—Está bien, está bien —dijo con una sonrisa—. Solo me preocupaba por la salud de los más jóvenes.

Jimin, aliviado pero aún sonrojado, se acercó a Jungkook y le lanzó una mirada preocupada. El alfa, todavía con el rostro encendido, le sonrió tímidamente, tratando de recuperarse de la incómoda situación.

—Vamos, Jungkook —dijo Jimin, tomando la mano del alfa y guiándolo hacia la entrada de la casa—. Ya no tiene sentido ocultarte, papá te vio y se lo dirá a mamá. Mejor entra y desayuna. Después puedes irte.

El alfa asintió, aún algo confundido y avergonzado, y entró nuevamente a la casa junto a Jimin. Al entrar en el comedor, saludó con la mano a la familia que estaba sentada en la mesa desayunando.

—Buenos días, Jungkook nos acompañará en el desayuno. Sean amables —dijo Jimin, con una mano en la cintura y la otra aún entrelazada con la del alfa.

Ese gesto no pasó desapercibido para nadie en la mesa. La familia observó con interés mientras Jimin guiaba a Jungkook hacia su lugar.

El omega invitó a Jungkook a sentarse al lado de su padre omega, quien ya había regresado a la casa y estaba preparando una nueva taza para el alfa.

Jihoon, el hermano alfa de Jimin, lo miraba con desdén desde su lugar. No entendía la razón de la presencia de Jungkook en el desayuno, y su expresión dejaba claro que no le agradaba el invitado. La tensión en su mirada hacía que Jungkook se sintiera aún más incómodo.

La madre de Jimin, una alfa con una presencia autoritaria, observó a Jungkook con seriedad. A pesar de su actitud reservada, ofreció un panqueque con una sonrisa contenida.

—Buenos días, Jungkook —dijo ella con un tono neutral—. ¿Te gustaría un panqueque?

El pelinegro, aún un poco atónito, aceptó el panqueque con una sonrisa tímida y un agradecimiento.

Juna, la hermana de Jimin, era la más animada con toda la situación. Con una sonrisa divertida, miró a Jungkook y a Jimin, como si estuviera disfrutando del espectáculo.

—Vaya, parece que la mañana ha sido bastante emocionante —comentó Juna con un tono juguetón—. ¿Quieres miel para tus panqueques?

El alfa asintió tímidamente, sintiendo la calidez de la hospitalidad, aunque aún se sentía como un intruso. Mientras Juna le servía la miel, Jimin, intentando relajar el ambiente, se acomodó a su lado, esforzándose por ignorar las miradas de desaprobación que recibían.

A medida que avanzaba el desayuno, la conversación se volvió más relajada, con Juna manteniendo su tono juguetón y la madre de Jimin esforzándose por mantener un ambiente cordial. Jihoon, en silencio, optó por no intervenir para evitar interrogar al alfa y hacer el ambiente aún más incómodo.

Aunque Jungkook seguía sintiéndose algo fuera de lugar, comenzó a relajarse gracias a la amabilidad de Juna y al esfuerzo de Jimin por hacerlo sentir bienvenido. El tierno omega, con un brillo ilusionado en los ojos, le recordaba al alfa lo especial que era para él. Se dio cuenta de que no podía lastimarlo; si lo hacía, se odiaría a sí mismo más de lo que ya lo hacía.

Maratón 3/5

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