Capítulo 14 // Editado

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Me estiré un poco al despertar sin llegar a abrir los ojos. Palpé el otro extremo de la cama y por la frialdad me di cuenta de que Jimin no se encontraba a mi lado. Cuando me incorporé, observé la habitación y con lo único que me encontré fue la soledad. Nunca le tuve miedo a estar sola, más bien me gustaba. En mi apartamento sentía tranquilidad, incluso durante las noches de tormenta; sin embargo, en la mansión no era lo mismo. La soledad era sinónimo de terror, no soportaba la ausencia de quien era mayoritariamente mi compañero.

¿Y cómo no? Hasta los expertos paranormales huirían del lugar al enfrentarse a las cosas que experimenté. Toda valentía se esfumaba al llegar aquí.

Lo que me tranquilizaba era el hecho de que estaba en una de las habitaciones más luminosas. No sabía si a Jimin le agradaba más la claridad o la oscuridad, parecía adaptarse a ambas situaciones. A decir verdad, veía una dicotomía en él, muchas veces su personalidad era resplandeciente, pero en otros momentos sufría un cambio radical y su mirada albergaba una extraña mezcla de melancolía sombría.

Las cortinas celeste pastel y el tergal blanquecino en el centro se ondeaban con cada ráfaga de brisa que ingresaba. Un espectáculo tan corriente me hipnotizó, sentí tranquilidad, un sentimiento que había dejado casi en el olvido. Ni siquiera sabía cuándo fue la última vez que sentí paz.

—Oh, ya despertaste.

El motivo de mis pensamientos entró a paso lento, esbozó una pequeña sonrisa y se encaminó hacia mí con las manos detrás de la espalda. Al menos hoy resplandecía.

—¿Te levantaste temprano?

—Sí abrí mis ojos temprano para verte mientras dormías, pero me levanté hasta después. Cierra los ojos un momento —estaba emocionado—. ¡Ábrelos!

Sostenía un hermoso ramo con peonías y tulipanes rosados. Era la primera vez que recibía flores. Me quedé sin palabras por al menos un par de minutos. Las peonías eran gigantescas y hermosas, por lo que se veían increíbles junto a los delicados tulipanes.

—Yo mismo las elegí para ti. También me di cuenta de algo. Nunca te he preguntado cuáles son tus flores preferidas.

Su sonrisa tímida, sus mejillas sonrojadas y el brillo de sus ojos demostraban lo orgulloso que estaba, además de sus ansias por conocer mi reacción. A veces podía leerlo, y en otras ocasiones no.

—¡Son preciosas! ¡Me encantan! Sin duda alguna, ahora estas son mis preferidas —me levanté en un salto, lo estreché entre mis brazos con fuerza y sentí como dejaba escapar el aire contenido con alivio.

—Me alegra que te hayan gustado —susurró y besó mi cabeza—. Abrázame siempre, Soo Min. Cuando muera, quiero hacerlo en tus brazos, me dan tranquilidad.

No solíamos abrazarnos todo el tiempo, y generalmente no era yo quien tomaba la iniciativa; sin embargo, coincidía con él.

—Te tengo otra sorpresa, pero será para más tarde. Me levanté más temprano porque Nini me dio una lista de cosas para comprar —me muestra el dichoso papel, mientras arruga su pequeña nariz.

—¿Una pista?

—No quiero arruinar la sorpresa —deshizo el abrazo—. Iré rápido.

En cuanto se fue, me dirigí a mi habitación y busqué ropa para tomar una ducha. No sabía qué esperaba encontrar en el perchero cada vez que abría el armario, siempre estaban los mismos extraños vestidos, por lo que dejé de tomarle importancia a lo que me ponía. Todo era extravagante. Tomé uno de color rojo con la parte superior tipo corsé y una falda bastante esponjosa.

Al inicio pensaba que nada de eso era mi estilo, luego pensé que mi ropa diaria no era mucho mejor que eso, casi siempre usaba una blusa sencilla ceñida al cuerpo, un pantalón y tenis. Simple. Los tacones, las sandalias y esa clase de calzado siempre estuvo descartado porque no quería lucir mis pies maltratados, además, buscaba la comodidad tras cada ensayo.

Posterior al suceso en la tina, me limité a usar la ducha y salir a la mayor brevedad posible. Ni siquiera era capaz de cerrar los ojos cuando me deshacía del champú, prefería tirar la cabeza hacia atrás.

Escuché un golpeteo en la ventana. Abrí la cortina y vi numerosos cuerpos picotear el vidrio, mientras otros chocaban sus cuerpos en repetidas ocasiones con desespero. Di unos pasos hacia atrás hasta encontrarme con la cama.

—¿¡Jimin!?

Mis gritos no obtuvieron respuesta. La violencia se intensificó y el vidrio comenzó a quebrarse. Cuando se rompió por completo, los vidrios se dispersaron y algunos tocaban mis pies. Temí que los animales se abalanzaran sobre mí, pero en lugar de ello comenzaron a caer muertos uno tras otro. Lo único que invadió la habitación fueron las plumas azabaches de los animales suicidas.

¿Qué demonios fue todo eso?

En cuanto fui capaz de reaccionar, salí apresurada de la habitación. En mi interior rogaba no rodar escaleras abajo. Nini se interpuso en mi camino y sonrió, pero su expresión cambió al verme tan agitada.

—¿Te pasa algo, Soo Min? Estás muy pálida.

—Los cuervos —fue lo único que pudo salir de mi boca.

—¿Cuáles cuervos? No tengo idea de qué me hablas, cariño.

—Vi los cuervos caer desde la ventana de mi habitación.

Me vio pensativa por un momento con el ceño fruncido. Luego sonrió como si hubiese recordado algo.

—Ya lo recuerdo. En estos días un propietario de un maizal cercano dijo que había una plaga de cuervos en su terreno y que usaría veneno, para que no nos alarmáramos en caso de que observáramos varios muertos o alguna conducta extraña — comenzó a reír, restándole importancia.

Su risa no era convincente, se notaba forzada. No le creía, no era tan ingenua para hacerlo.

Antes de decir algo más, ella me llevó al comedor y colocó frente a mí un sinfín de platillos. Puse oposición, no tenía apetito, pero ella insistió una y otra vez para que comiera un poco.

—Nini —la llamé antes de que saliera de la habitación—. ¿Le ha pasado algo extraño en este lugar?

—Creo que no. ¿Extraño como qué?

—Fantasmas, sombras... toda esa clase de cosas paranormales.

Su rostro pareció ensombrecerse por unos segundos e intentó disimularlo con un movimiento de negación.

—Nada de esas cosas existe, Soo Min. No deberías tener miedo.

Parecía que intentaba convencerse a sí misma. Si en poco tiempo vi un montón de cosas aterradoras, ¿por qué ella no? Era ilógico, por supuesto que mentía.

—Sé lo que vi —le respondí. El nerviosismo se acrecentó en su mirada y sus manos se volvieron temblorosas.

—No puedo comentar nada respecto a eso, Soo Min —se dio cuenta de que negarlo no funcionaría —. Mientras sigas aquí, junto a Jimin, te darás cuenta de todo lo que hay detrás de él, y no porque sea una mala persona. Por el momento sigue así, estás haciendo un buen trabajo, ha cambiado desde que llegaste.

—¿Cómo era antes?

Enmudeció por unos segundos y apartó su mirada de mí.

—Solitario —pellizcó su brazo.

Había más, algo que se negaba a contarme y presentía que no era precisamente bueno. Ya no le creía a nadie, todos parecían actores. Al inicio les creía; no obstante, con el tiempo comencé a conocer su lenguaje corporal y percaté que muchos de sus discursos eran deshonestos. ¿Cuándo encontraría la verdad detrás de todo?

—¿Quién era el hombre de la playa?

—Seguramente ya Jimin te dijo que solo es alguien que le gusta salir a caminar por esta zona de vez en cuando.

Antes de que volviera a dirigir otra palabra o pregunta, ella se retiró de la habitación. Una vez más estaba sola. Podía aventurarme por la casa y revisar algunas habitaciones para buscar respuestas, ¿era sensato? No. Prefería no imaginar las cosas tan espantosas que podían acecharme en mi recorrido.

La ausencia de Jimin fue corta, pero la sentí eterna. Sin él me sentía desprotegida, vulnerable, nerviosa, insegura y sola. ¿A caso tenía dependencia emocional? Quería pensar que todo era parte del miedo causado por el lugar.

—¿Estás lista para la sorpresa? —era la segunda ocasión en donde lo veía efusivo.

Me tomó de la mano y partió hacia un rumbo desconocido. Aunque tenía un tiempo en el castillo, calculaba que si acaso conocía el 20% del mismo. Tantas puertas, gradas y pasillos me mareaban. En el recorrido, abrió la puerta ubicada en lo que parecía ser una oficina en el primer paso e inmediatamente las luces situadas en las paredes comenzaron a extenderse. Frente a nosotros apareció un pasillo no tan extenso como los del segundo nivel. Caminamos hasta el fondo y bajamos por las gradas a la izquierda. El pasillo solo tenía tres puertas e ingresamos a la primera.

¡Genial! También había sótano. Ni siquiera podía imaginar lo que había ahí abajo. Quizás un montón de insectos, telarañas, humedad y cosas en mal estado.

Mi teoría fue incorrecta. Una enorme sala de cine estaba frente a mí. Calculaba que tenía unos 150 asientos y la pantalla le hacía justicia a la de cualquier otro cine. ¿Cómo podía existir algo así en un lugar tan antiguo?

Nos sentamos en la hilera situada en el centro. Mi acompañante se levantó otra vez y se encaminó a la parte trasera de los asientos, donde había unas escaleras para subir a la cabina de proyección. Posteriormente, se enrumbó a una máquina de palomitas y un contenedor de refrescos que también se localizaban en la parte de atrás.

En mi cabeza no paraba de aparecer la misma pregunta, "¿Cómo?". No entendía por qué todas esas cosas estaban ahí, quién las utilizaba o cuántas personas mantenían este lugar. Imposible que Nini se encargara de todo. ¿Cuál ser humano era capaz de mantener limpios cinco pisos?

Recibí un vaso con Coca cola y un bote con palomitas de caramelo medianas. ¡Dios! Había olvidado el fragante dulzor de las palomitas con caramelo. El olor a infancia. Mi abuelo solía llevarme al cine de vez en cuando durante mi niñez, exactamente, cuando el ambiente en mi casa era inundado por gritos y tensión entre mis padres. Gracias a ese gran hombre, tenía recuerdos agradables.

No extrañaba a mis padres en absoluto. Si la muerte aparecía frente a mí, era capaz de decirle que se llevara a los dos y me regresara a mi abuelo.

—Elegí mi preferida —susurró.

—¿Y cuál es? —se encogió de hombros y señaló la pantalla.

De pronto, comenzaron a aparecer algunas imágenes y videos caseros. Era él cuando estaba pequeño junto a su familia. No cambió tanto, todavía tenía la misma sonrisa adorable. Me inspiraba a una de esas familias de revista o comerciales que parecía perfecta.

—¡Ahí sales tú! — aplaudió animado.

Y sí, efectivamente había una fotografía mía de cuando estaba en el jardín de niños, luego apareció otra en la que él me observaba y una más en la que sonreía al verme. Mi perspectiva de adulta era distinta, después de varios años, me di cuenta de que le gustaba. Era increíble que desde pequeño sintiese una ligera atracción por mí, en mi inocencia, creía que me veía como una amiga.

Las fotografías me habían permitido ver algunos cambios emocionales de Jimin. Las dos últimas eran muy distintas a las demás. En la penúltima salía tan radiante y sonriente como siempre, pero en la última, su aura era distinta, sus ojos reflejaban un sentimiento indescifrable para mí, uno que no había visto antes en él, además tenía bolsas bajo sus ojos y su rostro lucía ensombrecido. El rostro de un niño cuyos padres le fueron arrebatados.

Tras varios minutos, el proyector se apagó. Asumí que las fotos y videos llegaron a su fin.

—Dijiste que querías conocerme un poco más, entonces te presenté a mi familia de este modo, porque ya ninguno de ellos vive —noté el dolor en sus palabras.

Hace solo unos minutos le deseé la muerte a mis padres, pero junto a mí había alguien que los extrañaba. También me hubiese gustado tener una familia cariñosa y unida, quizás así comprendería cómo se sentía.

—Lo siento, mucho...

—Todavía viven en mi corazón y a veces los escucho... Quiero decir, recuerdo sus voces.

—Una vez escuché que las personas mueren cuando son olvidadas, entonces nunca sucederá con ellos si tienen un espacio importante en tu interior.

—Los extraño mucho, pero una parte de mí se siente agradecido porque tuve los mejores padres, aunque fue por poco tiempo. ¿Cómo es tu familia, Min?

En algún punto de la conversación sabía que la pregunta aparecería.

—Horrible.

Asumí que una respuesta cortante sería suficiente para dar por terminada la conversación, pero era Jimin. Nunca captaba las intenciones ni era sensato. Abrió los ojos y levantó sus cejas con curiosidad.

—¿Te pegaban?

—A veces, sí. No fue solo eso, siempre me presionaban demasiado y me gritaban una infinidad de insultos si las cosas no me resultaban de la manera que ellos querían. Además, no tengo recuerdos en donde hayan sido dulces, nunca hubo apoyo, cumplidos o muestras de cariño por parte de ellos. Siempre me ignoraban. Cuando me dirigían la palabra era para regañarme, humillarme y decir lo mucho que estaban decepcionados de mí. Entre cien cosas buenas, una mala era suficiente para maltratarme.

—Min, ya conociste a mi familia, pero no te preocupes, no tienes que presentarme la tuya —dejé escapar mi risa.

Aunque era pésima dándole palabras de aliento a los demás, el chico frente a mí era peor.

—¿Por qué no tienes fotografías más actuales? —le pregunté curiosa.

—Porque las odio y no tengo motivos para hacerlo.

—Los hay, eres más alto y viejo. Pronto te saldrán arrugas.

—¡No es cierto! Yo no estoy viejo, y siempre me pongo cremita para cuidar mi piel. Déjame ver si hablas por tu experiencia —sostuvo mis mejillas con una de sus manos e inspeccionó mi rostro—, todavía no, luces fresca y bonita.

Sus últimas palabras perdieron fuerza y nos envolvió el silencio, parecía pensativo, de cierto modo ausente. ¿Qué pasaba por su cabeza?

—Nini una vez me dijo que en algunas citas quienes se gustan deben besarse. ¿Qué esperas para hacerlo?

Mi garganta estaba seca. ¿Por qué a veces era tan inesperado? Le di un sorbo al refresco y otra vez me enfrenté a él

—Jimin, yo...

—Por favor, Soo Min —suplicó.

Una vez que quería algo, insistía una y otra vez para obtenerlo. Estaba segura de que fue un niño demasiado mimado.

—Si no lo haces tú, lo haré yo —colocó su mano izquierda detrás de mi cuello y la derecha sobre mi rodilla.

Con delicadeza, acercó mi rostro al suyo. Al inicio plantó varios besos cortos sobre mis labios, pero luego se aventuró a crear un poco más de movimiento, el cual guie. La torpeza desapareció cuando nos acostumbramos al ritmo del otro y nuestros labios comenzaron a encajar. La suavidad de la acción no desapareció, pero noté que su cuerpo se tensó por la presión que ejercía sus dedos sobre mi rodilla.

—Soo Min —jadeó en cuanto me alejé de él.

Mis propios pensamientos lascivos me llevaron a alejarme. Quería llegar más lejos y me daba miedo perder el autocontrol. Sus labios levemente hinchados, las mejillas sonrojadas y los ojos ligeramente entrecerrados no me ayudaban. No había algo mejor que la expresión deseosa de un hombre.

Me atrajo una vez más con un movimiento más brusco y coloqué mis manos sobre su pecho. Su beso fue fugaz. Pensé que habría algo más. No, ese fue el fin.

—Haces mi corazón palpitar muy deprisa Soo Min, siéntelo. No sé si eso es bueno o malo, le tengo miedo a morir de un infarto, pero me estás infartando —la preocupación detrás de lo que decía era genuina.

—No vas a morir de un infarto, Jimin.

—¿Entonces late así por ti? ¿Es normal?

Desconocía cómo responder esa clase de preguntas, la timidez me invadía.

—Sí, es normal. Solo tú puedes responder la primera pregunta.

—¿El tuyo late así por mí? —colocó su mano sobre mi pecho—. También late así —se respondió a sí mismo con alegría.

—Deberíamos irnos —me levanté, en un desesperado intento de recuperar el aliento.

—Si tu corazón late veloz por alguien es que te atrae, eso significa que yo también te atraigo, ¿no?

¿Cuándo llegaría el día en el que Jimin dejaría de hacer preguntas en los instantes menos adecuados? Él no era tan ingenuo, sabía la respuesta. Buscaba una afirmación que lo sosegara.

—Tienes razón, siento lo mismo por ti —confesé.

—Soo Min, ¿existe un sentimiento más fuerte que el querer?

—Supongo que el amar.

—Entonces, creo que estoy dejando de quererte. Estoy comenzando a amarte.

¿Alguien podía por favor aparecer y llevárselo o al menos colocarle cinta en la boca?

Deseaba evitar y escapar de esa conversación. Él también me gustaba, pero no estaba preparada para conversar sobre el tema.

—Vamos a ver otra película, la compré temprano —cambió de tema.

No entendí qué sucedió. Lo agradecía. Tal vez se dio cuenta de que no quería hablar de eso o fue un arranque propio de timidez.

Todo iba bien, era una de esas películas románticas en donde todo era sano, color de rosas y dulce. Hasta que comenzó la "acción". Dios, ¿qué hice mal para que me abandonaras?

—Jimin, no puedes ver eso— cubrí sus ojos de inmediato.

—¿Qué está pasando? ¿Ya no la quiere y la golpea?

—También cúbrete los oídos.

No dijo nada y lo hizo, lo que agradecía. Su curiosidad había despertado, y no quería que luego me dijese que hiciéramos lo de la película o algo por el estilo.

En cuanto la escena acabó, quité mis manos y él me vio con los ojos entrecerrados.

—¿Por qué tú lo viste y yo no puedo hacerlo? —cruzó sus brazos.

—Yo tampoco lo vi, cerré mis ojos.

—Voy a retrocederla —se puso de pie, pero lo jalé de su brazo y no lo solté.

—No, tengo sueño. Entre más pronto termine, mejor.

—Está bien —se sentó, aunque no estaba muy convencido.

Ambos metimos al mismo tiempo la mano en el bote de palomitas e hicimos contacto visual, pero él sacó su mano.

—Primero las señoritas. Me das una, ¿por favor? —abrió su boca y cumplí con su solicitud.

¿Por qué de pronto todo cambió a una escena de una película cliché? Esperaba que mañana la situación no se tornara en una película para adultos, no estaba preparada para afrontar ese tipo de situaciones. La ovulación no estaba a mi favor y era mejor si guardaba cierta distancia.

*****

¡Hola! Les recuerdo que el fanfic está en edición, por lo que varias cosas han cambiado. Este capítulo ahora es el doble de largo, jajaja.

Espero que les esté gustando cómo va hasta ahora y que noten la diferencia. Como es una novela tan vieja, me toma muchas horas editar cada capítulo, por eso el proceso ha sido tan largo; sin embargo, les prometo que valdrá la pena y podrán leer algo de mejor calidad.

Muchas gracias, por leerme. Que tengan un lindo día. 💖

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