Querido relojero,
¿para ti fluía el tiempo
a la medida del mío?

Mi abuelo siempre decía
que por tu pellejo no corrían las estaciones,
que contabas cada grano de arena caído.

¿Retrasabas las manecillas,
viejo?
Suponía que ese era tu secreto.

Imaginaba tus charlas
repletas de peticiones
a Cronos y Morfeo.

A cambio
de los deseos cumplidos,
llevarías a cuestas
el ritmo de todo un pueblo.

Me cuestioné mi cuento
cuando vi el humo
del cigarrillo expirado
y las colillas acumuladas en el cofre
repleto de años de tu pecho.

Los senderos
recorridos por ti
quedaron marcados
sobre la suave piel.

Libérrimo de inocencia
de juventud huída,
no te quedaba sal que condimente
tu dolor metamorfoseado en llanto.

Caminante de desiertos blancos,
se había descolorido el tiempo dorado
de tus días.

El pájaro
cantaba desorientado,
fusionaba su voz
con los murciélagos
del reino nocturno encantado.

El mecanismo
de ruedas dentadas
enmudeció cayendo dormido.

Querido relojero,
ya descasas hace más de un año
junto a mi abuelo,
tu buen compañero.

¿Ahora quién vela
por los segundos escurridizos
de mi tiempo?

Nada en este lugar
de carreras temporales
resulta ser eterno.

Siempre existe
un insoslayable final...

Te regalo
cada latido escrito
en única letra.

Entretanto
me pregunto cómo
frenar mi biografía terminal.

luuuuss