La Boda

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— ¡Pero Christian! ¡No puedes hacer eso!

— ¿Por qué no?

— Porque se supone que no deben verse hasta que estén en el altar.

— ¿Pero por qué?

Christian insiste. Grace se cubre la cara con frustración, mientras Carrick, Mía y Elliot nos miran desde la sala. Papá y mamá están en casa, con Isaac.

— Le prometí a Carla y a Ray que Ana se quedaría con ellos esta noche.

— ¡¿Por qué?! – gruñe de nuevo apretando mi mano.

— Christian, solo será una noche, nos veremos mañana temprano en Bellevue.

— No, no quiero estar lejos de ti – Exhala antes de mirar de nuevo a su Madre – Ana ha vivido aquí conmigo los últimos tres meses. ¿Por qué tengo que separarme de ella ahora?

— Cariño, la verás mañana. En tu boda.

Mi chico abre la boca para decir algo, luego presiona sus labios. Conozco esa expresión, se está conteniendo de decir algo.

— Yo prometí que nada iba a separarnos, y no voy a faltar a esa promesa. Ni siquiera por nuestra boda.

Grace lo mira con ternura, sus ojos se llenan de lágrimas, pero su gran sonrisa me dice que realmente está conmovida.

— Primero no hablaba y ahora no se calla – se ríe Elliot – Déjenlo ser, intenté alejarlos durante semanas y no lo logré, ¿Qué les hace pensar que lo van a alejar un día?

— ¿Estás de acuerdo? – Le pregunta Mía, señalándonos.

— Si, ¿Por qué no? ¿Qué pueden hacer que no hayan hecho ya?

— ¡Elliot! – chilla Grace avergonzada.

Tengo que morderme el labio para no reír, pero estoy tan sonrojada que tengo que esconder el rostro detrás del brazo de mi novio.

— Entonces volvamos todos a Bellevue – Mía sonríe y se pone de pie – Ana no puede ir a su casa porque su familia no va a dejar que Christian se quede. No puede quedarse aquí porque no les gustará saber que están juntos. Y no podemos llevarnos solo a Christian, así que andando todos.

— Estoy de acuerdo, vamos.

Carrick se levanta del sofá para venir a abrazar a su esposa. Le susurra algo al oído, haciéndola reír.

— ¡De acuerdo! Llamaré a Carla en el camino. Si alguien pregunta, Christian se quedó en Escala y Ana con nosotros.

— Si – respondemos todos.

Vamos todos a Bellevue para la cena, luego de que Grace le avisara a mamá. Mis padres y ellos se conocieron la semana pasada, cuando tuvimos nuestras fiestas de solteros. Juntos. Christian no quiso fiestas separadas.

Todo está instalado en el patio trasero de su casa y las personas de seguridad resguardan la casa de los curiosos. Taylor parece estar en su elemento.

— Ana, cariño, puedes usar la habitación de invitados.

Christian frunce el ceño de nuevo, pero no dice nada. Solo toma mi mano por debajo de la mesa.

— Grace – Carrick le da una mirada divertida – ¿Recuerdas lo que dije?

— Si, pero eso no significa que los deje hacer lo que quieran, ¿O si?

— Técnicamente esto es tu culpa, cariño – Le dice bajito, pero escucho – Tú insististe en que Ana era lo mejor para Christian, ¿Y ahora quieres separarlos?

— ¡Una noche! – chilla ella.

— Buena suerte – Carrick besa su cabeza y se levanta de la mesa.

Sigo a Christian hasta el segundo piso, hasta su antigua habitación. Me hace entrar y cierra la puerta con seguro.

— ¿No crees que exageras?

— No.

— ¡Pasaremos toda la vida juntos! Esto no es nada en comparación con lo que viene.

Él me ignora para ir al closet a tomar una camiseta blanca y me la entrega. Mi pijama por esta noche. También se deshace de su ropa, dejándose solo los boxers.

Dejo el móvil en el buró, pero le doy una rápida revisada a la lista de notificaciones que tengo. Una llamada de mamá, una de José y muchas más de Isaac. Luego un mensaje.

* Anastasia Rose Steele, será mejor que no estés donde creo que estás *

Lo ignoro y me acomodo en la cama junto a él, que se coloca detrás de mí para pasar su brazo por mi cintura así como dormimos en Escala.

— Christian – lo regaño cuando siento sus labios en mi hombro.

Estoy acostada boca abajo en la cama, pero alcanzo a distinguir algunas sombras porque la persiana está levantada dejando entrar la luz de la luna. Puedo sentir a Christian sobre mi, su piel cálida y suave.

— Sé lo que haces, duérmete – insisto, pero no detiene su camino de besos por mis piernas.

Levanta la camiseta hasta dejarla a mitad de mi espalda, sus manos bajan de nuevo a mi cadera para presionarla. Mi piel se eriza, pero no sé si por el contacto o por el frío.

— ¿Christian? ¿Eso en el piso es mi ropa interior?

— Shhh, nos van a escuchar.

Se sienta sobre mi, sus piernas a cada lado, sus manos me jalan hacia él, dejándome ligeramente expuesta y con el trasero al aire.

— ¡Christian! – chillo por la sorpresa.

Su cadera golpea la mía mientras entra con un solo balanceo, haciéndome jadear. Tengo que esconder la cara en la almohada para no gemir ruidosamente.

Estar en la casa de sus padres, en su antigua habitación y haciendo lo que hacemos es suficiente para encendernos de una forma diferente. ¡Gracias al cielo no fuimos a mi casa!

Se recarga en mi espalda jadeando y riendo bajito. Yo también estoy agitada, con las mejillas sonrojadas y preocupada de que alguien nos haya escuchado.

— A este paso estaré embarazada antes de la luna de miel.

Lo escucho reír bajito, besando de nuevo mi piel. Estoy exhausta, así que cierro los ojos un momento para descansar.

— Ana... Nena, despierta – escucho su voz en la distancia.

— ¿Hmm?

— Nos quedamos dormidos, nena, te están esperando para alistarte en la habitación de invitados.

— ¡Mierda!

Me levanto de un brinco para ir a la ducha de la habitación de Christian, me envuelvo en la bata de baño que dejó para mí y corro hasta la habitación que me indica.

Mía y otra chica están ahí, mi maleta en la cama para que pueda vestirme. Mi vestido colgado en un gancho y el resto de mis accesorios a un lado.

¡Ni siquiera tuve tiempo de desayunar! Lo único que hice mientras la chica me hacía el peinado fue tomar un yogurt y fruta, con extremo cuidado de no ensuciarme antes del maquillaje.

— ¿Ana? – mamá me saluda desde la puerta – ¡Mi cielo! ¡Te ves hermosa!

— Gracias mamá. ¿Están listos? ¿Isaac y papá están aquí?

— Si, mi niña, abajo con los padres de Christian. Los invitados ya están llegando, ¿A cuantas personas invitaron?

— No lo sé exactamente, yo quería algo discreto pero Isaac y Christian insistieron en que fuera algo extravagante.

— ¿En tres meses? Felicita a la organizadora de mi parte.

— Esa es la madre de Christian, y Mía – señalo a mi cuñada.

— ¡Las fiestas son lo mío! – se ríe ella.

Ahora estoy nerviosa. Muy nerviosa. Estamos en el pasillo esperando que empiece la música para caminar todos a nuestros lugares, en el orden ensayado.

Primero Grace y Carrick, enseguida de ellos Christian con su padrino, que es Mía. Luego Isaac con mi madre, seguidos de José y Nana. Al final, Papá me lleva hasta el altar.

Hasta que estoy frente a él es que puedo verlo. Christian sonríe cuando extiende su mano hacia mi y yo quiero tomarla, pero papá me detiene.

— Yo te entrego, Annie, no te entregas sola.

Papá me regaña bajito, así que tengo que esperar las formalidades. Cuando finalmente Christian toma mi mano, ya soy toda sonrisas y nervios.

— Respira, banana – José también me regaña – No queremos que te desmayes de la emoción.

Volteo hacia mi damo de honor, para que deje de reír y se concentre en su papel. Hoy luce muy elegante con su esmoquin negro y una flor en la solapa de las que llevo en mi ramo. Mía, detrás de Christian, lleva un elegante vestido negro con detalles en blanco, para combinar con el esmoquin de su hermano.

La ceremonia comienza a tiempo con el padre hablándonos de las maravillas del matrimonio, pero yo estoy perdida en los ojos del chico frente a mi. Lo próximo que sé es que tengo que decir Acepto y él hace lo mismo.

¡Empiezo a impacientarme! ¿Cuánto tiempo más tengo que esperar para que Christian sea mi esposo?

— ¿Alguien conoce algún impedimento por el cual este hombre y está mujer no se puedan unir en sagrado matrimonio?

El padre pregunta hacia los invitados, así que me giro hacia ellos también. Antes de que pueda ver algo, Mía y José se paran frente a nosotros, de brazos cruzados y observando a todos.

— ¿Qué hacen? – susurro hacia José.

— Tranquila, banana. Nadie impide esta boda.

Christian y yo reímos de las ocurrencias de nuestros amigos, y al padre no le queda más que continuar con la ceremonia.

— Yo los declaro marido y mujer.

¡Al fin!

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