20° Secreto descubierto

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El timbre sonó hace unos momentos y no le hicimos caso hasta que Rosa subió a avisarnos que teníamos visitas. Recién ahora me acuerdo que Alejandra y Nicole iban a venir a hacer el trabajo.

Las recibo en la salita que está frente nuestras habitaciones y veo que Gabo está con ellas. Seguramente vino a pasar el tiempo con Matías mientras nosotras trabajamos.

—¡Oh por Dios qué te pasó! —es lo primero que exclama Nicole al ver el nuevo look de Matías, y a diferencia mía, ella se acerca a acariciarlo con descaro.

—¡No me toques! ¿Qué crees que soy un perro? —se queja alejando sus manos.

—¿Emma por fin se vengó y te pasó la podadora mientras dormías? —pregunta Alejandra.

—No, tuve que cortármelo para mi libreta del servicio militar, los imbéciles perdieron mi trámite —les explica.

Alejandra deja su mochila en el suelo.

—Mi padre es militar —le dice—, si tenías problemas me lo hubieras dicho, él habría hecho aparecer tus documentos hasta de las piedras.

—¡Me cago en la puta! —grita, enojado, las chicas y yo nos reímos—. ¡Malditos militares hijos de su madre!

—¡Oye! —protesta Alejandra.

—Perdón, todos son unos desgraciados hijos de puta mal paridos excepto tu honorable padre. Igual ya es tarde. Empecé todo de nuevo y las rastas no las recupero.

—Ni tu seax appeal, lo perdiste todo con la rasurada —menciona Nicole.

—Yo creo que igual estás guapo —interviene Gabo y todos lo miramos extraño.

—Ahora soy un imán de gays —Matías se lanza al sillón y Gabo intenta corregir lo que dijo.

Por la siguiente media hora hablamos sobre el trabajo. Básicamente es una investigación y una opinión respecto al sistema penitenciario. Debemos hacer una comparación con la Grecia clásica y Roma y luego dar alternativas al sistema actual. Pensamos en tomar como punto de partida la justicia comunitaria, pero Alejandra no está de acuerdo. Nicole quiere escribir a favor de la pena de muerte y Alejandra es quien salta totalmente en desacuerdo. Hacer esto va a ser difícil, no encontraremos opciones con las que todas estemos de acuerdo. Por eso prefiero los trabajos individuales, aunque admito que la estoy pasando bien, más que haciendo los trabajos del colegio donde mis amigos divagan sobre cosas absurdas. Al menos es interesante escuchar las ideas de Nicole y Alejandra. Me recuerdan a las discusiones de mi madre con mi tío y mi abuelo. Ella como Alejandra estaba en total desacuerdo con la pena de muerte, el aborto o la eutanasia; cualquier cosa que implicara la eliminación de una vida. Nunca perdía oportunidad para discutir. Lo hacía con tanto ímpetu, poniendo su corazón en ello. Me gustaba escucharla, a diferencia de ella yo le temo a la confrontación, sobre todo en estos temas, prefiero mantenerme al margen.

—Matías tú que piensas, colabora, es tu trabajo también —le reclama Nicole. Él está muy concentrado tocando una partitura de "Hotel California", mientras Gabo lo mira con tanta admiración que de verdad me hace sospechar que está enamorado de Matías.

—Yo no voy a hacer el trabajo, para eso la tengo a esta —me señala con los ojos—. ¡Trabaja esclava! —Me lanza una de las pipocas que devora mientras toca.

Nicole se levanta del suelo y va directo a hacerle una pinza en el pezón. Lo retuerce hasta hacerlo caer al suelo rogándole que se detenga.

—No es tu esclava maldito estúpido —lo insulta. Finalmente lo suelta y regresa a su lugar frente a la mesa de café, donde tenemos las laptops y varias fotocopias dispersas. Gabo corre a socorrer a Matías, yo no digo nada, Nicole ya hizo suficiente por mí.

—¿Y tú qué piensas?, habla en lugar de Matías porque él no tiene cerebro suficiente para dar una opinión inteligente —dice Alejandra, llevándose a la boca un puñado de pipocas.

—Bueno, no estoy del todo de acuerdo con la pena de muerte aunque tiene puntos a favor. Pero podríamos basar el trabajo en el abolicionismo penal, basándonos en las teorías de Zaffaroni. Algunos dicen que es utópico, pero es el único sistema que de verdad busca la reinserción de los presos a la sociedad, además que pagan su condena trabajando para empresas del Estado y aprendiendo oficios en lugar de perder el tiempo en una celda —doy mi tímida opinión.

—¿Cómo sabes de abolicionismo? —me pregunta Nicole.

—Mi madre era abogada y siempre hablaba de eso. Le faltaba construir un altar para Binder y Zaffaroni.

—A mí me parece interesante, seguro es algo que nadie más va a hacer. Aunque no tengo ni idea de quienes son esos —opina Alejandra y las tres nos ponemos a buscar información en internet.

—Oye te puedo preguntar qué pasó con tu madre —con inseguridad Nicole hace escuchar su pregunta.

—Murió hace unos meses de cáncer de mama. Se lo detectaron hace seis años, tuvo sesiones de quimio, radioterapia y todo mientras esperaba una operación, la cual salió mal. Solo expandieron el cáncer —les explico.

—¿Y no tienes papá o abuelos? ¿O por qué vives con el padre de Matías? —Alejandra deja cínicamente de hacer lo que está haciendo y se acomoda con las manos apoyadas en el suelo detrás de su espalda. Nicole cierra su laptop también.

—Mi padre nos dejó cuando yo era recién nacida y mi abuelo murió hace cuatro años. Nos dejó en herencia una casa, bueno a mi madre y a su hermano, la vendieron y se fueron a medias con el dinero, de eso vivimos el tiempo que ella no pudo trabajar. Henry era su amigo de la universidad y no sé, solo confió en él para cuidarme. —Respecto a eso realmente no sé qué decir. Sobre el porqué Henry tiene mi custodia no tengo una respuesta concreta, solo que le hizo un gran favor a mi madre.

—¿Si tienes un tío por qué no te fuiste con él? —Alejandra sigue preguntando, no me molesta, me hacer sentir bien que la gente se interese por mi o por mi vida. Pero el tema de mi tío es un tema que no quiero tocar.

—Dejó de hablarse con mi madre desde hace años. —Por la forma en que contesto parece que se dan cuenta que es algo de lo que no quiero hablar.

—Debió ser muy triste, digo, debe seguir siendo triste, no pasó ni un año y de pronto te viniste a otra ciudad dejando todo de lado —comenta Nicole, de pronto me doy cuenta que está más cerca.

—Supongo. En realidad no me dio pena cuando murió. Por un año estuvo internada en una cama de hospital sin poder moverse, decayendo cada vez más, gritando de dolor en las noches. Cuando me avisaron que falleció un día cuando volví del colegio, fue como despertar de una pesadilla. Todo por fin había terminado. Siento que la perdí mucho antes, no cuando murió, sino cuando ya no me respondía cuando le hablaba o se la pasaba dormida mientras yo me quedaba todo el día a su lado. Ni siquiera se daba cuenta de cuando me iba en las noches a casa o cuando llegaba del colegio. Los últimos tres meses sobre todo ya no era mi madre. Durante el funeral la gente esperaba encontrarme en un mar de lágrimas y lo único que me molestaba era esa fila para el pésame en la que todos aguardaban para abrazarme y decirme que los tenía para lo que fuera, aunque no sabía ni sus nombres y por supuesto no podían ayudarme en nada. Cambiar de ciudad fue un alivio, no seguía recibiendo visitas o llamadas para preguntarme cómo estaba, invitarme a casas de oración o decirme que debía ser fuerte, la mayoría de las veces terminaba yo consolándolos a ellos en lugar de tener un consuelo que no había pedido. Incluso me hacían sentir culpable por no haber llorado lo suficiente. —De pronto me doy cuenta que soy el centro de atención. No solo las chicas me escuchan, Gabo y Matías tienen la mirada clavada en mí.

—La gente siempre espera que reacciones como ellos reaccionarían. Sino es saltarte una norma social y eso los inquieta —menciona Matías.

—Pero piensa que ahora ella es un ángel que te cuida desde el cielo —Me dice Alejandra con un tono tan dulce y seguro que hasta suena verdad.

—No creo en ángeles ni en el cielo, ni ninguna de esas cosas.

—¿No crees en Dios? —parece sorprendida, como si fuera la primer atea que ve en su vida.

—No, mi madre si creía y eso le daba fuerzas, el pensar que se reuniría con Dios y con sus padres, yo solo le seguía la corriente.

—¿No crees en Dios por lo que le pasó?

—No es por eso. El mal y el sufrimiento son necesarios en contra posición al bien, sino su existencia no tendría sentido. Pero simplemente no puedo creer en un ser superior que creó todas las cosas o a quien le recemos y nos conceda favores. Creo que al morir simplemente desaparecemos, nuestro cuerpo se recicla y la consciencia se esfuma.

Alejandra me abraza de improviso y me da un beso en la mejilla.

—No importa, ¿sabes? Yo voy a creer por las dos.

Envidio su ingenuidad y su fe. Me gustaría poder creer como ella. Pensar que mamá me cuida desde el cielo y tiene hermosas alas blancas, que interviene cuando lo necesito y que al morir voy a encontrarme con ella. Cómo me gustaría ser creyente para simplemente tener esperanza, algo a que aferrarme, un ancla a la felicidad, aunque al morir desaparezca.

Avanzamos casi todo el trabajo y estará listo para el lunes. Los chicos acaban de irse y antes de dormir quiero husmear un poco más en la cuenta de Deviant Art. Cada vez que la abro hay más comentarios, la mayoría en inglés y francés.

Ya que estoy en estas también voy a ver mi Facebook. Las chicas me dijeron que me habían mandado una solicitud de amistad y se quejaron porque no las había aceptado. No fue mi intención, es que nunca reviso esa red social, ni ninguna otra. Arturo también se queja de que nunca entro ni para ver las fotos en las que me etiqueta. No veo para qué, nadie sube nada interesante. Laura pone imágenes cursis o fotografías de frases de libros que ni siquiera ha leído. Isabel tiene como mil fotos de ella frente al espejo mostrando el escote y quejándose de estar gorda y Arturo comparte insultos y memes con sus amigos.

Tengo como cincuenta notificaciones y ojalá fueran mensajes en mi biografía para subirme la autoestima, pero son solo invitaciones a juegos. Lo que sí son reales son las seis solicitudes de amistad. Están Alejandra, Nicole, Gabo, Itu y las últimas me sorprenden, son de Julieta y Matías. Acepto todas y de inmediato me meto al perfil de Matías. Como imaginé tiene más de mil quinientos amigos, yo no he debido conocer tanta gente en mi vida entera. Me siento empequeñecida con los cincuenta y dos amigos que tengo añadidos, de los cuales solo debo hablarme con diez.

Su imagen de portada es un hermoso Illimani pintado al óleo en tonos azules y violetas con detalles naranjas y blancos, y en su foto de perfil está él en una pose casual, todavía con rastas. En su álbum tiene más de dos mil fotos y no pierdo el tiempo para entrar. A diferencia de su cuenta de Deviant art no tiene obras de arte, son fotos suyas con amigos, gente que en mi vida he visto y con comentarios en francés, idioma del cual no entiendo ni pío.

Se me pasan las horas revisando sus fotografías. Con tal voy pasando las páginas me doy cuenta que en casi todas hay gente en común y lugares en común. Retrocedo un año y siguen apareciendo. Se ve la misma habitación, el mismo balcón donde aparentemente bebía con amigos, algunos salones de arte y la puerta principal de lo que parece ser un instituto o universidad: École Supérieure des Beaux-Arts Tours Angers Le Mans.

La busco en Google y descubro que es una escuela de bellas artes en París. No necesito indagar más, solo con ver las fechas y las fotos me doy cuenta que Matías no se fue de mochilero por Europa como le hizo creer a Henry, sino que estuvo estos tres últimos años estudiando arte en París.

Gracias por leer!!! Recuerden que pueden comprar este libro por amazon.com y amazon.es

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