26° Un poema Dadá

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La mayor parte de mis compañeros no escribieron su poema y los que lo hicieron fueron tan malos o mediocres que hace que no me sienta tan mal con el mío.

Bruno nuestro profesor de literatura luce bastante decepcionado, no sé qué esperaba escuchar por parte de un mediocre grupo de alumnos que no quieren hacer nada por tratarse de su último año de colegio. Y por supuesto estoy yo, quien apenas tiene creatividad y talento para este tipo de cosas.

—Siguiente, Emma pasa —dice con tono neutro, mandando de regreso a una de mis compañeras a su lugar y pidiéndome pasar la frente para leer mi trabajo en voz alta.

Como está sucediendo últimamente, todos me ignoran. Es como si no estuviera aquí. Lejos de molestarme eso me tranquiliza porque así mi poema lo leeré solo para el profesor.

—Bueno, es éste. —Empiezo aclarándome la voz—. A través de mis ojos cual filtro de mi alma, mi corazón te añora. Esperanzas perdidas por tu amor no correspondido. Estrellas que bajan como dorada escarcha, caen en mi cabello. La luz se refleja en el agua cristalina y me trae tu recuerdo. Añoranzas perdidas por tu amor cautivo en el corazón de otra persona.

Nadie se inmuta. Arturo y Miguel conversan entre ellos y de rato en rato me miran de reojo, como si hablaran mal de mí o se burlaran, y el resto no me dirigen ni la mirada.

—Bien Emma. Tienes seis —inmutable el profesor pone mi calificación que no es la mejor de todas, pero considerando que la nota más alta hasta el momento es siete, estoy entre los mejores.

Regreso a mi lugar, insatisfecha, seis es una nota muy baja para mí y de verdad quiero graduarme con el mejor promedio.

Arturo levanta la mano y se ofrece de voluntario para ser el siguiente. Me sorprende que haya escrito algo, aunque lo más seguro es que se lo bajó de internet. Lo ignoro cínicamente. Abro mi libro de texto y me apoyo con los brazos cruzados sobre este.

—Escribí este poema pensando en alguien muy especial: Tú finges que estás drogada. Tú finges que estás aburrida. Tú finges, tú no eres nada. Sólo quieres ser adorada y lo que necesitas es lo que consigues. No crees en el miedo. No crees en la fe. No crees en nada que no puedas romper. — Escucho con atención mas no me animo a levantar la vista. Todos ya saben a quién va dedicado el poema y se hace un silencio sepulcral para escuchar mejor las palabras de Arturo. Miguel se ríe quedamente. Estoy segura que él lo ayudó con esto—. Tú, chica estúpida. Todo lo que tuviste lo desperdiciaste. Un millón de mentiras para venderte a ti misma es todo lo que has tenido. No crees en el amor. No crees en el odio. No crees en nada que no puedas desperdiciar. No puedo creer que lo finges. No crees en el miedo. No crees en el dolor. No crees en nadie que no puedas dominar.

Todo el curso lanza una exclamación en cuanto el poema termina. Yo sigo con la mirada clavada en mi libro, queriendo arañar las hojas por la rabia.

—Arturo eso estuvo muy fuera de lugar. Es un insulto a tu compañera —de pronto el profesor reacciona, ya no permanece neutral como antes ahora está enojado—. Eso es bullying y sabes que yo no lo admito.

—No es bullying. Es algo que surgió de mi corazón —responde con cinismo.

—Es la letra de una canción. Vete a la dirección, voy a llamar a tus padres. Por plagio y por faltarle así el respeto a Emma.

Arturo lo mira con desprecio y arruga su hoja, luego la lanza en mi dirección y cae a mis pies. El maestro lo empuja fuera y retoma la clase queriendo hacernos olvidar el acontecimiento.

Yo no voy a caer, no en el juego de Arturo. Lo quiero borrar de mi vida y solo debo hacer de cuenta que no me afecta nada de lo que diga o haga, aunque a estas alturas ha propagado tantas pestes sobre mí que incluso los chicos del paralelo y de grados inferiores voltean la vista cuando me ven pasar. Mitad del colegio cree que soy una zorra por haberme acostado con Arturo, la otra mitad que soy una frígida por no haberme acostado con él lo suficiente, y todos están seguros de que le puse los cuernos con Matías.

—Bueno chicos olvidando ese episodio. No puedo creer que nadie haya presentado un buen trabajo. Esto valía como examen para su nota del mes y nadie se sacó más de siete. ¿Dónde quedó la creatividad?

Creatividad, como el poema dadá...

—Profesor —levanto la mano. A estas alturas nada pierdo, no puedo sacar menos de un seis—. Tengo otro poema —saco la hoja con palabras pegadas de revista y se lo extiendo.

Él lo recibe con recelo, frunciendo el ceño. Lo examina un momento y en silencio saca cinta adhesiva del escritorio.

¿Qué diablos va a hacer? Ahora lo pega en la pared. Genial, humillación pública por parte de un profesor. ¿Por qué soy tan estúpida?

—¿Saben que es esto? —le pregunta a la clase, por supuesto nadie tiene idea—. Emma diles.

—Es un poema dadá —respondo tímidamente con las palabras atoradas en mi garganta.

—Exacto, un magnífico ejemplo de un poema dadaísta. Alguien sí investigo he hizo algo diferente a un conjunto de palabras cursis sin alma. Tienes diez.

No puedo creer lo que acaba de suceder. El timbre suena y todos salen apresurados. Yo me acerco al maestro.

—Profesor, a veces no entiendo el sarcasmo así que dígame si eso iba en serio.

—Por supuesto que iba en serio. No quiero que sean grandes poetas. El trabajo consistía en investigar y hacer algo original, y eso es exactamente lo que hiciste.

Este tipo esta tan mal dela cabeza como Matías, pero si eso me da buena nota que más da. Le agradezco con una sonrisa amplia, al llegar a casa juro que besaré a Matías hasta que me duelan los labios.

—Emma —añade antes de que me vaya—. No dejes que te hagan bullying.

—No me están haciendo bullying. —Ni yo me lo creo.

—Aislarte y hablar mal de ti es un tipo de bullying, hasta los profesores sabemos las cosas que Arturo anda diciendo. Sé que falta poco, pero no dejes que hagan de este último trimestre un infierno, procura llevarte un buen recuerdo del colegio. —Cariñosamente me acaricia la cabeza y me deja sola en el salón.

Observo mi poema en la pared que será un recordatorio constante para todos de que los he superado, y no sé cuánto bien haga eso. Pasé de ser invisible a medianamente popular y ahora posible víctima del acoso. Pero algo es seguro, sea o no en el colegio, estos van a ser los tres meses más especiales de mi vida.

Pasar la tarde después de clases con Nicole y Alejandra es refrescante. No estoy ahí con ellas porque debo estar, sino porque quiero y ellas me quieren presente. Podemos hablar de todo, aunque no sean temas que les interesen demasiado, al menos me prestan atención y yo hago lo mismo con ellas. Saben sobre lo mío con Matías y por supuesto esta tarde fue el tema principal de conversación. Nicole está más que entusiasmada, según ella somos la pareja más dispareja que ha conocido, la clara muestra de que polos opuestos se atraen. Alejandra por el contrario no está muy contenta. No lo admite de forma directa, mas noto que sigue con la absurda idea en la cabeza de que Henry podría en realidad ser mi padre y ahora estoy envuelta en una enfermiza relación con mi posible medio hermano. Sé que es solo una telenovela creada en su mente, pero aun así percibir su reprobación hacia mi relación me hace revolver el estómago y plantarme en el corazón el pequeño bichillo de la duda que pica y pica cada vez con más constancia.

Igual, con lo positivo y lo negativo, con las bromas y momentos serios, con las ideas profundas y las superficiales, en solo unas semanas las siento más cercanas que mis compañeros de colegio, con quienes tuve casi un año pretendiendo ser parte de sus vidas.

Por momentos me gustaría arreglar las cosas, llevarme un buen recuerdo de mi último año de colegio como me sugirió el profesor de literatura. Lastimosamente mientras más pasa el tiempo más imposible se vuelve. Laura se pasa de considerada consolando a Arturo, e Isabel parece querer decirme algo por momentos, luego se arrepiente. Ni hablar del resto de la clase. Tan concentrada estuve los pasados meses en conservar a los amigos de mi ex novio que no me preocupé en conocer al resto. ¡Qué va! No los llegué a conocer ni a ellos. Tal vez hice todo mal desde el principio, tal vez me esforcé demasiado, tal vez no hable lo suficiente o no hablé lo que debía. Si lo hubiera hecho sabría si es que Laura siente algo por Arturo, si Isabel de verdad vomita la comida, si es que Miguel en serio se acuesta con tantas chicas como dice o sigue siendo virgen; joder, hasta hubiera sabido si mi propio novio perdió su virginidad conmigo. Son tonterías que debería saber y ya es tarde para averiguarlas.

Nicole me dejó en casa pasadas las ocho de la noche y ni bien paso el umbral de la puerta escucho a Matías y a Henry discutir en la cocina. Esto empieza a cansarme. Es frustrante que peleen todo el tiempo. Son una familia, solo se tienen el uno al otro. Por diecinueve años han sido ellos dos contra el mundo, como mi mamá y yo.

No sé cuál es el tema de su discusión, ni me importa. Empujo la puerta con fuerza, haciendo mucho ruido y sus voces se callan.

Me voy arriba y escucho los pasos de Matías siguiéndome a mi habitación. La puerta suena de nuevo, al parecer Henry ha salido y eso hace que se respire nuevamente paz en la casa.

—¿Presentaste tu cutre poema? —me pregunta Matías echándose sobre mi cama. Cuando estamos los dos solos podemos tomarnos esas libertades.

—Sí y me pusieron seis, sobre diez —contesto pretendiendo que no ha pasado nada. Las peleas de Matías y su padre son tan frecuentes que simplemente juego a que no me molestan. Igual que con el humo de cigarro.

—No me sorprende, era un asco.

—Pero luego me animé a mostrarle el poema dadaísta y le encantó, me puso diez y lo pegó en la pared del curso.

—Te lo dije. —Su enorme y ególatra sonrisa no se la voy a borrar en un buen rato.

—Sabes, mi profesor de literatura y tú deberían casarse o algo, ambos están locos. —Deshago mi cola de caballo, sacudo la cabeza para relajar mi cuero cabelludo y me recuesto a su lado, él me recibe rodeándome con su brazo.

—O ambos somos genios. Tú cumpliste con la consigna, hiciste un poema basado en un movimiento literario. El dadaísmo es un movimiento artístico reconocido como cualquier otro.

—¿Cómo pueden reconocer un absurdo? hasta ahora no tengo idea de lo que es el dadaísmo.

—El dadaísmo es un anti arte, que está en contra de todos los movimientos y concepciones de arte establecidas.

—¿O sea que es un movimiento artístico anti movimientos artísticos? Entonces se niega a sí mismo.

—¡Exacto!

—¡Eso es absurdo! No tiene sentido y menos lo entiendo ahora. —Me incorporo y lo veo a los ojos, intentando percatarme de si habla en serio o me toma el pelo.

—Pues al dadaísmo no le importa que no lo entiendas. —Me besa la frente.

Matías es un caso, mitad de las veces no entiendo de qué habla. Eso me gusta de él, me hace rebanarme el cerebro intentando cambiar de perspectiva. Lo que me lleva a pensar qué le atrae a él de mí, eso de los polos opuestos simplemente no me convence.

— ¿Por qué te gusto? —le pregunto volviendo a acurrucarme a su lado.

—¿A qué viene esa pregunta? ¿Crees que no eres lo suficientemente buena para mí?

— ¿Estás loco? Tú no eres lo suficientemente bueno para mí, es como si te ganaras la lotería. Pero somos tan diferentes que es difícil imaginarnos juntos. Si pensara en una pareja para ti sería un espíritu libre. Una chica que viaja con su mochila a cuestas y toca el violín en las calles. Que entiende qué es el dadaísmo y se mete a una galería de arte moderno a dar opiniones inteligentes.

Matías ríe quedamente, lo que le digo le parece ridículo, o gracioso.

— No necesito a alguien como yo. Tú me pones los pies en la tierra y me haces pensar en cosas que nunca había pensado. Me complementas y traes equilibrio a mi vida. —Jamás hubiera imaginado que él tenía ese concepto de mi ¿yo le hago pensar cosas? —. Por otro lado —continua —. El amor es como el arte. Lo que importa son las emociones y sentimientos que te hace surgir, si tienes que pensarlo pierde su encanto. Te quiero porque te quiero. No necesito razones.

— Entonces eres toda una obra de arte para mí porque yo no tengo idea. Sé por qué me gusta estar contigo, no por qué te quiero.

— ¿Te puedo hacer una pregunta? —cambia el tema de pronto.

— Claro.

— Es sobre algo que dijiste el otro día. —Me da la sensación de que Matías reunió algo de valor para decirlo y su pregunta no tendrá nada que ver con nuestros sentimientos.

— ¿Sobre qué?

Suspira antes de hablar y se toma un par de segundos, pensando cómo expresarse.

— ¿Qué pasó con tu tío? Me pareció que quisiste esquivar el tema cuando te preguntaron sobre eso. ¿Qué pudo ser tan malo para que tu madre dejara de hablarle y no le diera tu custodia?

Esa pregunta me cae como un balde de agua fría. Nunca me había imaginado en la situación de responderla. Disimuladamente tomo aire e intento responder con la mayor naturalidad posible.

— Algo que pasó hace años. Éramos muy unidos cuando era pequeña, porque al final él y mi abuelo eran lo más parecido a una figura paterna que tenía. Es solo que a veces era muy cariñoso, le gustaba hacerme cosquillas y un día mientras juagábamos me metió las manos por debajo de la polera y me tocó los pechos. Se lo conté a mi madre y ella no esperó ni cinco segundos para ir a buscarlo, no le dejó dar explicaciones. Te juro que jamás se había enojado tanto, hasta me puso delante de ella diciéndole a su hermano que se atreviera a negarlo conmigo presente. No me acuerdo muy bien lo que se dijeron, solo fueron gritos y de pronto intervino mi abuelo queriendo mediar entre ambos. No lo consiguió y por años estuvo en medio de sus dos hijos. Mi madre no le habló nunca, ni siquiera en el funeral de mi abuelo. Yo perdí contacto con él, la última vez que lo vi fue cuando murió mi mamá, quiso darme el pésame pero Henry no lo dejó acercarse. No sé... creo que mi mamá no debió alejarme tanto de él.

Matías se levanta de pronto, tiene el ceño fruncido, me observa como si quisiera reprenderme.

— Si un hermano mío tocara a mi hija lo mínimo que le haría sería retirarle la palabra. Tu madre y Henry hicieron bien en que no se te acercara nunca.

— Pasó hace muchos años, la verdad ni me acuerdo bien que pasó, tal vez lo malinterpreté todo y cree un conflicto innecesario entre la poca familia que tenía.

— ¿Estás escuchando lo que dices? —levanta la voz—. No puedes andar por la vida justificando al resto, o creyéndote culpable por cosas de las que claramente no eras responsable. —Pone sus pies en el suelo y se levanta. Se retira sin siquiera despedirse, dejándome sola y muda.

Antes no me sentía culpable, ahora sí. Me siento culpable por no sentirme culpable. Matías vino a revolver la tierra de un asunto enterrado y por algún estúpido motivo, siento que soy yo quien debe disculparse con él.

Hola! les sigue gustando? dejen su estrellita y suscribanse! :D ya en una semana les pondré nuevo capi de La quinta nación. 

Gracias por todo!

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