38° La casa vacía

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Henry me mandó un mensaje a media mañana pidiéndome que lo espere a la salida. Va a venir a recogerme y seguro quiere que hablemos sobre el tema que tenemos pendiente. Ayer no nos dirigimos la palabra en el trayecto a casa y no nos hemos visto desde entonces.

Esta vez no tengo ganas de huir. En verdad necesitamos hablar de esto, necesito exigirle una prueba de ADN para acabar al monstruo de la incertidumbre que ha crecido en las pasadas horas.

Llegó puntual a la salida. Luce cansado tras el volante, con grandes ojeras y la corbata suelta como cuando llega a casa después de haber trabajado demasiado.

—Concerté una cita en un laboratorio —es lo primero que me dice.

Si no fuera porque ya puso en marcha el auto que lo habría abrazado.

—Gracias, de verdad necesito saber esto.

—Lo sé. Yo también.

Un viaje tan corto va a determinar muchas cosas de mi pasado y mi futuro, para la noche tendré un papel en las manos que me hará plantearme en serio lo que ocurrirá conmigo y con Matías. Si lo nuestro no debió suceder desde un principio o si el haberle dicho te amo será la puerta a un espacio sentimental hasta hora virgen en mi corazón.

Henry y yo esperamos impacientes en un acogedor sillón de cuero negro que sobre sale en una impoluta sala blanca. La recepcionista fue a avisar a quienes toman las muestras que estamos esperando y mientras tanto Henry empieza su ritual de nerviosismo, jugando con un cigarrillo entre los dedos.

—Te ves muy nervioso para haber confiado todos estos años en la palabra de mi mamá —le digo y acto seguido él guarda el cigarrillo en su bolsillo, listo para ser encendido ni bien salgamos de aquí.

—Nunca quise pensar que tu madre me mentía con eso. Aunque en el fondo siempre tuve la esperanza que algún día me llamaría para hacerme una confesión y que ese sería un inicio nuevo para ambos. Bueno, para los cuatro. Ahora después de dieciocho años por fin voy a poder despejar mis dudas y no sé si realmente valga la pena.

—¿Por qué no?

— Porque sé cuál es el resultado que tú estás esperando, y no es el mismo que yo quiero.

Jamás unas palabras de Henry me habían calado tan hondo. Él alberga la esperanzo de tener un resultado positivo y yo estoy a punto de recuperar mis creencias religiosas solo por buscar un negativo.

—Henry, de verdad no sabes cuánto me hubiera gustado ser tu hija de verdad, pero...

—Matías, ya sé —me interrumpe—. Perdóname por eso. Tal vez si te hubiera dicho la verdad desde un principio no habría pasado nada entre ustedes. Pero Matías lo sabía y aun así...—Aprieta los dientes, se nota que está furioso con su hijo—. Recién estabas asimilando lo de tu madre, no quería causarte más conflictos.

—Lo entiendo. No es culpa de nadie. —Intento consolarlo pues en mi mente mamá sigue apareciendo como la única responsable.

Una mujer en bata blanca nos llama a un consultorio y una vez adentro nos hace sentarnos en un par de camillas. Estoy lista para dar mi brazo cuando me explica que solo necesita una prueba de saliva. Primero va con Henry y mientras frota con cuidado un hisopo en la parte interior de su mejilla aprovecho de preguntarle cuánto tardarán en darnos los resultados.

—Entre una y dos semanas —responde muy concentrada en empapar un segundo hisopo.

—¡¿De una a dos?! ¡¿Cómo pueden tardar tanto?!—protesto. Esperaba un máximo de dos horas. No podré manejar la incertidumbre por tanto tiempo.

—No es como en la televisión, al menos no aquí.

—¿Y no hay una forma de saberlo más rápido?

—El tipo de sangre es un determinante en ocasiones —responde seria, etiquetando la muestra de Henry.

—¡Eso es cierto! yo soy A positivo y mi madre era cero. Así que mi padre sí o sí tiene que ser A. —¡El tipo de sangre! ¿Cómo no se me había ocurrido? Con solo ese dato nos podemos ahorrar todo este trámite—. ¿Qué tipo de sangre eres Henry? —le pregunto con mi corazón latiendo a mil por hora.

—Soy A —me responde en voz baja. Mi pregunta sobre la sangre nos puso más nerviosos a ambos.

—Puede ser solo coincidencia —dice la laboratorista, insegura, adivinando que yo esperaba otra respuesta.

Mi mandíbula está tiesa, tanto que me duele mientras toman la muestra de mi saliva.

De una a dos semanas. No puedo creer que se tomen tanto y que encima no nos den una fecha concreta. Solo esperan que nos sentemos junto al teléfono esperando su llamada.

Como nunca hace, Henry se tomó el resto de la tarde libre. Me invita a su habitación y nos sentamos sobre su cama. Todavía tenemos cosas de las cuales hablar.

En los meses que he vivido aquí es la primera vez que mi tutor y yo conversamos tanto. Henry me cuenta sobre mamá, sobre el día que la conoció, las materias que pasaban juntos y las tardes que salían en grupo. Cómo era que todos tenían pánico cuando les tocaba un debate contra ella y como nunca necesitaba estudiar para sacar las mejores notas. También me habló sobre Esteban, mi presunto padre, y me enteré de cosas que mamá me había ocultado. El tema de mi padre siempre había sido un tabú. En alguna ocasión ella mencionó que vivían juntos y que se habían separado mientras ella estaba embarazada; según Henry, mamá todavía vivía con mi abuelo y su hermano y con Esteban tenía una relación intermitente. Cuando quedó embarazada él quiso desentenderse totalmente. Ella lo convenció de reconocerme legalmente a cambio de no exigirle nunca ningún tipo de pensión, solo que me visitara con frecuencia y no me negara una figura paterna. Cosa que él nunca cumplió. Se casó cuando yo tenía tres años y fue un padre modelo para los dos hijos que tuvo dentro de su matrimonio. Jamás había pensado que podría tener medios hermanos y me pregunto si ellos sabrán de mi existencia.

Fue reconfortante saber la verdad sobre cómo Henry y mi madre se vieron involucrados, como mamá quiso hacerse a un lado intentando resarcir su error tras ser el punto culminante para la ruptura de Henry con su esposa. No fue tan agradable escuchar la cantidad de veces que Henry le pidió matrimonio, las varias oportunidades que tuve de tener un padre y Matías una madre. No sé cuáles fueron los motivos de mamá para negarse, o si tomó la decisión correcta al mantener nuestra pequeña familia con solo dos miembros, pero ya es tarde para averiguarlo, esos motivos se los llevó a la tumba. Tal vez si yo hubiera tenido más valor para preguntarle sobre mi padre, o sobre Henry cuando me lo presentó, hoy no tendría un pasado tan vago. Conociendo mi origen tendría raíces más fuertes sobre las cuales crecer como una futura adulta.

Después de Matías, nunca había hablado tanto con nadie, ni me había abierto tanto a otra persona. Henry es la guía adulta que necesitaba y no importa cuales sean los resultado del ADN, él va a ser siempre la figura paterna que eché tanto de menos en mi infancia y que tengo ahora al finalizar mi adolescencia.

Él también se sintió mejor al contarme su versión de los hechos y al reconciliarme con la memoria de mi mamá.

De ayer a hoy al despertar me encontré con las cosas de Matías empacadas y en la puerta. Henry omitió decírmelo anoche. Matías y él tuvieron una discusión tan fuerte que finalmente cumplió su amenaza y consiguió un departamento.

—¿Te vas? ¿Solo así? ¿Sin decirme nada?—le reclamo a Matías interceptándolo en la puerta. Itu está en la calle, con la maletera de su auto abierta esperando las pertenencias de su amigo.

—Fue algo rápido. Ya no aguanto este lugar, ya no aguanto a mi padre y si iba a hacerlo era mejor de una y no darle más vueltas.

—Es absurdo Matías. Por favor no te vayas. —No sé ni por qué se lo pido. Hasta no tener la prueba de paternidad que él y yo deberíamos mantenernos lo más alejados posible. Por otro lado, no siento que sea justo que Matías renuncie a su familia por un conflicto que causé yo, una intrusa en todo el sentido de la palabra. No es justo que él se vaya y yo me quede; que biológico o no yo me haya ganado un padre y él pierda al suyo.

—No es absurdo. —Deja en el suelo un bolso de ropa, el mismo que trajo de Francia con sus pertenecías. Se limpia las manos en su pantalón y hace un nuevo intento por tomarme las manos, esperando que no lo rechace como haca dos días. Y no lo hago. Lo agarro fuerte—. Ven conmigo —lo dice en serio y es ahora el momento en que debo tomar una decisión crucial. Y la respuesta tan segura que doy me sorprende a mi misma:

—No. No puedo irme contigo, menos con lo que está pasando.

Matías me suelta. Su mirada siempre tan expresiva se torna cristalina y es lo más cercano a llorar que le he visto nunca.

— Entonces quiero dejar las cosas claras. Puedes venir conmigo ahora, incluso voy a esperar a tengas esos resultados y te sientas estúpida al comprobar que no somos hermanos. Pero quiero saber ahora si debo o no esperarte. ¿Vas a venir conmigo? —me da una segunda oportunidad para retractarme, incluso me está dando tiempo hasta saber el resultado del ADN.

—No me obligues a decidir ahora. Nuestra relación realmente es complicada y hermanos o no irme contigo es una locura. Siento que estamos yendo demasiado rápido. No quiero tomar una decisión impulsiva y luego encontrarme atrapada, como la pasa a Julieta.

—Genial, ahora me comparas con Daniela. —Patea su bolso, no con rabia, más bien con desanimo.

—No es eso. Creo que necesitamos un tiempo. Estar seguros de cuál es nuestra relación consanguínea y a partir de ahí tomar decisiones.

—No puedes tomar decisiones sobre lo que sientes. ¿Me quieres ahora sí o no? Porque yo estoy seguro de lo que quiero.

—Esto no tiene que ver con lo que sienta, tiene que ver con que hay cosas que deben pensarse. Lamento no ser tan impulsiva como tú, pero no siempre podemos vivir en el presente, hay que pensar en el futuro también.

—Sabes tienes razón. No eres como yo y fue mi culpa olvidarme de eso. La razón por la que no volví a tener una relación después de terminar con Sandra fue porque creo que si estoy comprometido con alguien lo estoy al cien por ciento. Tenía eso seguro cuando decidí estar contigo. Fue mi error pensar que tú estabas tan comprometida con esta relación como yo. Y sabes, mejor que me lo digas ahora, así no te espero como un imbécil.

Cuelga su bolso del hombro y cruza la puerta de salida.

Así, de un momento al otro, con mi corazón roto por no haberlo amado tanto como él esperaba, por no creer que el amor supera todo y que prevalece aún en las peores circunstancias; lo nuestro se termina.

Al final, el lobo y el rayo de luna tarde o temprano iban a darse cuenta que seres con naturalezas tan diferentes nunca podrían estar juntos.

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Muchas felicidades a Lolita_keyes por su cumple

Gracias por la espera, como les conté en mis mensajes estoy con muchísimo trabajo, por eso no he estado casi en wattpad ni sacando historias ni nada u.u espero terminar muy pronto y seguir subiendo La quinta Nación.

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