Capitulo 70

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Pálida, ligeramente ojerosa y mortalmente seria. Cualquiera que viera, ese primer día de clases, a Lily Potter se hubiera sorprendido, si no fuera por el hecho de que así también se veía cuando llego anoche a Hogwarts con el resto del alumnado. Sin embargo, cualquier persona cercana a ella podría decirlo con facilidad: 

Lily Potter estaba preocupada. Y como no estarlo, Draco y Blaise, su pareja y alguien a quien ya consideraba un amigo, eran mortífagos. Ahora estaban bajo el mando de Lord Voldemort.

Bueno...

Decir que estaban "bajo el mando" de Lord Voldemort quizá era una palabra muy grande.

Lily miró a Draco, quien se sentaba con Blaise y Pansy en la mesa contraria a ella en el salón de Pociones. Giro el rostro y miro ahora a Theo, a su lado, junto a Hermione. Recordó entonces lo que su mejor amigo le había dicho anoche cuando le contó lo sucedido, llorando.

—Se que es difícil pedirte que no te preocupes considerando la situación actual, Lily, —había dicho Theo con seriedad— pero te pido que no pienses en Draco como el cariñoso amante que es contigo y te tranquilices un poco. 

—¿A qué te refieres?—Lily lo miró confundida y Theo le dedicó una sonrisa torcida, entre burlón y serio.

—Quisiera recordarte que ese rubio es nada más y nada menos que Draco Lucius Malfoy, el mago más grande que haya nacido en este mundo, con un poder (y lo digo con toda seguridad y sin exagerar) que puede ser comparado al de Voldemort o Dumbledore. El mismo que casi asfixia con magia a su padre durante los mundiales de quidditch solo porque te trato mal. El mismo que mato a nuestra profesora el año pasado por torturarte. 

»Yo estarías más preocupado por Voldemort que por él. Si Draco ha aceptado que lo marque, es porque ya le puso una diana en la frente.

Sentía miedo de que algo le ocurriera a Draco, pero Theo tenía razón. Estaba pensando en él como el chico amoroso y protector que era con ella y no con como era el con el resto de las personas. Si el tenía la marca tenebrosa en el antebrazo, era también porque fue su elección, porque algo estaba planeando.

—Muy bien, muy bien.—dijo Slughorn ingresando al salón para la primera clase de Pociones.— Saquen las balanzas y el material de pociones, y no olviden los ejemplares de Elaboración de pociones avanzadas...

—Señor...—dijo Lily levantando la mano.— Disculpe que lo interrumpa, pero hubo un pequeño accidente en mi baúl y no tengo el libro, he mandado a comprarme otro pero tardara en llegar.

—¡Ah! No te preocupes, amiga mía, no pasa nada. Aquí hay unos libros de texto de otros años que servirán hasta que llegue tu libro.

Slughorn se dirigió hacia un armario que había en un rincón y, tras hurgar en él, regresó con un ejemplar viejo de Elaboración de pociones avanzadas, de Libatius Borage, que entregó a Lily.

—Muy bien.—dijo y regresó al fondo de la clase— He preparado algunas pociones para que le echen un vistazo. Es de esas cosas que deberían poder hacer cuando hayan terminado el EXTASIS. Seguro que han oído hablar de ellas, aunque nunca las hayan preparado. ¿Alguien puede decirme cual es esta?

Señaló el caldero más cercano a la mesa de Slytherin. 

—Es Veritaserum, una poción incolora e inodora que obliga a quien la bebe a decir la verdad.—contestó Hermione.

—¡Estupendo, estupendo! Esta otra —continuó y señaló el caldero cercano a la mesa de Ravenclaw— es muy conocida y últimamente aparece en unos folletos distribuidos por el ministerio. ¿Alguien sabe...?

—Es poción multijugos, señor.—dijo Hermione.

—¡Excelente, excelente! Y ahora, esta de aquí...¿Sí, querida?—dijo Slughorn mirando con cierto desconcierto a Hermione, que volvía a tener la mano levantada.

—¡Es amortentia!

—En efecto. Bien, parece innecesario preguntarlo —dijo Slughorn impresionado— pero supongo que sabes que efecto produce, ¿verdad?

—Es el filtro de amor más potente que existe.

—¡Exacto! La has reconocido por su característico brillo nacarado, ¿no?

—Sí, y porque el vapor asciende formando unas inconfundibles espirales.—agregó ella con entusiasmo— Y se supone que para cada uno tiene un olor diferente, según lo que nos atraiga.

—¿Puedes decirme tu nombre, querida?—pregunto Slughorn.

—Me llamo Hermione Granger, señor.

—¿Granger? ¿Granger? ¿Tienes algún parentesco con Héctor Dagworth-Granger, fundador de la Rimbombante Sociedad de Amigos de las Pociones?

—No, me parece que no, señor. Yo soy hija de muggles.

Slughorn sonrió radiante y miró a Lily, sentada en la misma mesa que Hermione, pero con Theo entre ambas.

—¡Ajá! ¡«Mi mejor amiga, prácticamente mi hermana, es hija de muggles y es la mejor alumna de mi curso»! Deduzco que esta es la amiga de la que me hablaste, ¿no, Lily?

—Sí, señor.

—Vaya, vaya. Veinte puntos bien merecidos para Gryffindor, señorita Granger.

Ella miró a Lily con expresión radiante y le susurró:

—¿De verdad le dijiste que era la mejor del curso? ¡Oh, Lily!

—Y cómo no presumirlo, si lo eres y eres nuestra mejor amiga.—apoyó Theo y ella los vio con infinito amor.

Mi mejor amiga, prácticamente mi hermana, es hija de muggles —intervino Lily— es la mejor alumna de mi curso.

—Señor, todavía no nos ha dicho que hay en ese.—dijo Ernie Macmillan, señalando el pequeño caldero negro que había en la mesa de Slughorn.

—¡Ajá!—asintió Slughorn. Lily intuyó que no había olvidado la poción, sino que esperaba que alguien la notara para dar un efecto más impactante.— Sí. Esa. Bueno, esa, damas y caballeros, es una poción muy curiosa llamada Felix Felicis. No tengo ninguna duda, señorita Granger— añadió dándose la vuelta, risueño, y mirando a Hermione, que había soltado un gritito de asombro— de que sabes que efecto produce el Felix Felicis.

—¡Es suerte líquida!—respondió ella con emoción—¡Te hace afortunado!

La clase entera se enderezó un poco en los asientos. Lily notó que Draco y Blaise por fin le prestaban atención a Slughorn.

—Muy bien, otros diez puntos para Gryffindor. Sí, el Felix Felicis es una poción muy interesante. Dificilísima de preparar y de desastrosos efectos si no se hace bien. Sin embargo, si se elabora de manera correcta, como es el caso de esta, el que la beba coronará con éxito todos sus empeños, al menos mientras duren los efectos de la poción.

—¿Por qué no la bebe todo el mundo siempre, señor?—pregunto Terry Boot.

—Por que su consumo excesivo produce atolondramiento, temeridad y un peligroso exceso de confianza. Ya sabes, todos los excesos son malos...Consumida en grandes cantidades resulta altamente tóxica, pero ingerida con moderación y solo de forma ocasional...

—¿Usted la ha probado alguna vez, señor?—pregunto Michael Corner.

—Dos veces en la vida.—reconoció Slughorn.—Una vez cuando tenía veinticuatro años, y otra a los cincuenta y siete. Dos cucharadas grandes con el desayuno. Dos días perfectos. Y eso, es lo que les ofreceré como premio al finalizar la clase de hoy. Una botellita de Felix Felicis. Suficiente para disfrutar de doce horas de buena suerte. Desde el amanecer hasta el ocaso, tendrán éxito en cualquier cosa que se propongan. Ahora bien, debo advertirles que el Felix Felicis es una sustancia prohibida en las competiciones organizadas, como por ejemplo, eventos deportivos, exámenes o elecciones. De modo que el ganador solo podrá usarla un día normal. Veamos, ¿cómo pueden ganar mi fabuloso premio? Pues bien, abriendo el libro en la página diez. Nos queda poco más de una hora, tiempo suficiente para que obtengan una muestra decente del Filtro de Muertos en Vida. Ya se que hasta ahora nunca habían preparado nada tan complicado y, desde luego no espero resultados perfectos, pero el que lo haga mejor se llevará el pequeño Felix. ¡Adelante!

Se oyeron chirridos y golpes metálicos cuando los alumnos arrastraron sus calderos y empezaron a añadir pesas a las balanzas, pero no intercambiaron ni una palabra. La concentración que reinaba en el aula era casi tangible.

Lily vio que Draco empezaba con tranquilidad a hacer su poción; era evidente que el no necesitaba esa suerte para conseguir lo que quisiera.

Ella abrió el maltratado libro que Slughorn le había prestado. Adoraba los libros viejos y ese libro le encanto más en cuanto noto que su anterior propietario había escrito notas en las páginas. Aquella letra le parecía bastante similar. 

Al cabo de diez minutos, el aula se había llenado de un vapor azulado. Generalmente, en cualquier otra clase, Hermione y Draco llevarían la delantera, sin embargo, esta era la clase de Pociones. 

Era la clase de Lily Potter.

No había mejor alumna de Pociones que ella.

El resto de la clase, Lily se dedicó a hacer su poción, dándose cuenta en el proceso que el antiguo propietario de su libro de pociones, sabía los mismos consejos que ella para hacer las pociones. 

—¡Tiempo!—anunció Slughorn— ¡Paren de remover, por favor!

A continuación se paseó despacio entre las mesas mirando en el interior de los calderos. No hacía ningún comentario, pero de vez en cuando agitaba un poco alguna poción, o la olfateaba. Al fin llegó a la mesa de Lily, Theo, Hermione y Ernie Macmillan.

Sonrió con indulgencia al ver la sustancia parecida al alquitrán que había obtenido Theo, pasó por alto el brebaje azul marino de Ernie y al ver la poción de Hermione asintió en señal de aprobación. Entonces vio la de Lily, y una expresión de júbilo le iluminó el rostro.

—¡He aquí la ganadora, sin duda!—exclamo para que lo oyeran todos— ¡Excelente, Lily, excelente! ¡Caramba, es evidente que has heredado el talento de tu madre! Lily tenía muy buena mano para las pociones. Así pues, aquí tienes: una botella de Felix Felicis, ¡y empléala bien!

Nadie estaba sorprendido, era obvio que Lily ganaría, sin embargo, esta se encontraba curiosa. ¿Quién era el antiguo dueño del libro? Debía ser un gran pocionista, entonces, ¿Porqué se le hacía conocida esa letra?

—¿Dices que tiene anotado algunas observaciones y consejos que tu misma aplicas en tus pociones?—pregunto Theodore, a la hora de la comida, cuando les hubo contado.

—Sí, es muy extraño. Son pocos los buenos pocionistas—admitió Lily.

Esa misma noche, cuando estuvo en la habitación de Draco para dormir juntos, el libro se cayó de sus manos y cuando Lily se agachó para recogerlo, vio algo anotado en la última página. Tenía la misma caligrafía pequeña y apretada de las instrucciones. La anotación rezaba:

Este libro es propiedad del Príncipe Mestizo

Las clases de Pociones del resto de la semana, Lily siguió notando que el Príncipe Mestizo tenía las mismas ideas que ella respecto a las instrucciones para hacer ciertas pociones. Para la cuarta clase Slughorn ya deliraba sobre las habilidades de Lily y aseguraba que pocas veces había tenido una alumna de tanto talento.

 Bueno, en la humilde opinión de Lily, eso era verdad.

—Son las ocho menos cinco, tengo que irme, Dumbledore me cito.—informó Lily la noche del viernes.

—Buena suerte.—dijo Theo leyendo un libro de astrología.

Salió de su sala común y avanzó por los desiertos pasillos con paso decidido hasta llegar al séptimo piso donde había una única gárgola pegada a la pared.

—Píldoras ácidas.—dijo Lily.

La gárgola se apartó y la pared de detrás, al abrirse, reveló una escalera de caracol de piedra que no cesaba de ascender con un movimiento continuo. Lily se montó en ella y dejó que la transportara hasta la puerta con aldaba de bronce del despacho de Dumbledore. Llamó con los nudillos.

—Pasa.

—Buenas—dijo Lily al entrar.

—Buenas noches, Lily. Siéntate.—dijo Dumbledore, sonriente.— Espero que tu primera semana en el colegio haya resultado igual de estresante que la mía.

—Pues yo no soy la que tiene una mano muerta, así que no creo. Pero igual gracias por tus buenos deseos.

—Chistosa.—ironizó Dumbledore.— Muy bien, Lily. Imagino que te habrás preguntado que he planeado para estas...llamémoslas clases, a falta de una palabra más apropiada.

—Deja de hacerla de emoción y ya dime.

—¿Quieres dejar que me divierta?

—Ya tuviste quince años de diversión. Ya dime.

Lily no estaba preparada mentalmente para lo que ocurrió esa noche, pero paso. Dumbledore había decidido que sus "clases" consistirían en ver recuerdos sobre la vida de Voldemort en sus inicios. Aquella noche vieron unos recuerdos de Bob Odgen.

Bob Odgen era un mago que trabajaba en el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica y dirigió la Brigada de Aplicación de la Ley Mágica en 1920. Como parte de sus funciones, una vez visitó la cabaña de los Gaunt, ya que el Departamento creía que Morfín Gaunt había usado la magia delante de un Muggle, pero también abordó al muggle, conocido como Tom Ryddle Sr., y realizó una maldición o maleficio sobre él. A pesar de encontrarse con poca cooperación de los habitantes de la casa de los Gaunt, Ogden se apareció en el Ministerio y volvió con refuerzos, que le ayudaron a dominar a los Gaunt y llevarlos al Wizengamot a la espera de juicio.

Lily había aprendido mucho de ese recuerdo, principalmente que los Gaunt eran los descendientes directos de Salazar Slytherin, pues se comunicaban mayormente en la lengua pársel. También advirtió que, en aquella casa, vivían dos hombres, uno muy anciano y sus dos hijos: un hombre idiota y bizco, y una mujer de aspecto muy poco agraciado. La mujer era claramente maltratada por ambos familiares. Pero lo más importante no era eso.

Lo más importante era que, esa mujer, Merope Gaunt, estaba enamorada secretamente del muggle Tom Ryddle, quien no tenía interés en ella.

Y eso fue suficiente para que Lily entendiera que estaba viendo a los padres de Voldemort.

Lo maravilloso de la nueva y, esta vez, completamente sincera, relación entre Dumbledore y Lily, es que ambos eran sumamente analíticos y no necesitaban casi decir lo que pensaban para saber que era lo mismo. 

Como Sorvolo y Morfin Gaunt acabaron en Azakaban un tiempo, Merope dio rienda suelta a su magia, realizando un filtro de amor a Tom Ryddle Sr. y huyeron del pueblo. Según Dumbledore, cuando Sorvolo volvió a su hogar, se encontró con una nota de Merope donde confesaba lo que había hecho y desde entonces no volvió a mencionar la existencia de su hija. 

Sorvolo murió antes de que Morfin regresara al hogar, quizá por el trastorno que produjo el abandono de su hija, o quizá porque sencillamente no sabía alimentarse adecuadamente solo. Meses después, Tom Ryddle Sr regresó a Little Hangleton sin Merope. Según conjeturas de Dumbledore, con las cuales Lily estuvo de acuerdo, Merope debió haber dejado de administrarle la poción, creyendo que a esas alturas Tom ya se habría enamorado de ella estando embarazada. Se equivocó, pues el la abandonó y nunca volvió a verla ni se molestó en saber que había sido de su hijo.

—Oye.—dijo Lily esa noche, antes de salir del despacho. Dumbledore la miró.— El anillo que traes ¿no es el mismo que tenía Sorvolo?

—Lo es.—asintió Dumbledore y Lily asintió también, conocedora de que no diría más.

—Supongo que la historia de eso será interesante y estúpida. Nos vemos.

Las horas libres de los alumnos de sexto eran ratos para intentar ponerse al día de la ingente cantidad de deberes que les mandaban. Los chicos estudiaban como si tuvieran exámenes todos los días, y por si fuera poco las clases exigían más concentración que nunca.

La mañana del sábado, Lily celebraría las pruebas de quidditch del equipo de Slytherin. Pero antes se encontraba desayunando en su mesa con Theo, Blaise y Draco. Desde que inició el ciclo, los cuatro se sentaban juntos, alejados de los demás, pero demostrando aún la jerarquía.

—Es posible que las pruebas duren toda la mañana, se ha inscrito demasiada gente.—admitió con cansancio.—No entiendo por que de repente el equipo despierta tanto interés.

—¡Vamos, Lily!—dijo Blaise burlon.—¡Lo que despierta interés no es el quidditch, sino tú! Nunca habías provocado tanta fascinación, pero, francamente, no me extraña porque nunca habías estado más hermosa. Digo, siempre lo has sido, pero ahora más. Aparte, ahora todo el mundo sabe que decías la verdad, ¿no? La comunidad mágica ha tenido que admitir que estabas en lo cierto. Ahora te llaman "La Elegida". Draco tiene competencia ahora.

—Yo no tengo competencia. Ya gané.—replicó Draco, desayunando con tranquilidad y Lily rió divertida.

Una lechuza aterrizó delante de Theo con El Profeta de ese día. Lo extendió rápidamente y leyó la primera plana.

—¿Ha muerto alguien conocido?—pregunto Lily.

—No, pero ha habido más ataques de dementores. Y una detención.

—¿A quién detuvieron?

—Stan Shunpike. «Stanley Shunpike, el cobrador del autobús noctámbulo ha sido detenido como sospechoso de ser mortífago. El señor Shunpike, de veintiún años, fue detenido a última hora de anoche tras una redada en su casa de Clapham...» Parece que lo detuvieron porque en un pub lo oyeron hablar acerca de los planes secretos de los mortífagos. Lo más seguro es que intentaba aparentar que sabías más cosas de las que en realidad sabía.

—No sé a que juegan, mira que tomarse en serio a Stan. Supongo que pretenden demostrar a la comunidad mágica que son eficaces.—masculló Lily.

— La gente esta muerta de miedo. ¿Sabías que los padres de las gemelas Patil quieren llevárselas a casa? ¿Y que Eloise Midgeon ya se ha marchado? Su padre vino a recogerla anoche.—comentó Blaise.

—La situación es grave.—dijo Draco simplemente.

Ni Lily ni Theo dijeron más nada, pero todos coincidían en ese punto. El día anterior habían vivido una experiencia terrible: Hannah Abbott había tenido que salir de la clase de Herbología para recibir la triste noticia de que habían encontrado muerta a su madre. Desde entonces no habían vuelto a verla. 

Cinco minutos más tarde, cuando se dirigieron al campo de Quidditch. Como Lily preveía, las pruebas duraron toda la mañana. Se había presentado poco más de la mitad de la casa de Slytherin: desde alumnos nerviosos de primer año aferrados a escobas viejas del colegio, hasta alumnos de séptimo mucho más altos que el resto y que mostraban una actitud intimidante.

Al final se quedó con el mismo equipo que el año pasado, con la única diferencia que en el lugar de guardián de Cassius, estaba ahora Pansy Parkinson.

Después de las pruebas, Lily se unió a Hermione para visitar a Hagrid, quien estaba sumamente deprimido porque Aragog estaba muy mal de salud. Hagrid estaba tan triste que rompió a llorar, siendo consolado por Hermione.

Hermione le dio unas palmaditas en la espalda, pero no encontraba palabras para consolarlo. Lily sabía que Hagrid le había regalado un osito de peluche a una cría de dragón, y también lo había visto canturrearle a escorpiones gigantes provistos de ventosas y aguijones, e intentar razonar con su hermanastro, un gigante brutal. Pero la gigantesca araña parlante, Aragog, que vivía en la espesura del Bosque Prohibido y de la que Theo y ella habían escapado de milagro cuatro años atrás, era quizá el más incomprensible de los monstruosos caprichos del guardabosques.

Al anochecer, cuando las dos llegaron al Gran Comedor para ir a cenar a sus respectivas mesas, fueron interceptadas por el profesor Slughorn.

—¡Lily! ¡Me alegro de encontrarte!—dijo con voz tronante y tono cordial— ¡Necesitaba pillarte antes de la cena! ¿Qué dices de venir a picar algo a mis aposentos? Vamos a celebrar una pequeña fiesta; solo seremos unas cuantas jóvenes promesas y yo. Vendrán McLaggen, Zabini, la encantadora Melinda Bobbin...¿La conoces? Su familia tiene una gran cadena de boticas. Y por supuesto, espero que la señorita Granger me honre también con su presencia.—Y le dedicó una leve reverencia a Hermione.

—No puedo ir, profesor. Tengo un castigo con el profesor Snape.—se excusó Lily.

—¡No me digas!—exclamó Slughorn haciendo una cómica mueca de disgusto—¡Vaya, pues yo contaba contigo, Lily! ¿Sabes qué? Voy a hablar con Severus y le expondré la situación. Estoy seguro de que lograré que aplace el castigo. ¡Descuida, nos vemos luego!

Y salió precipitadamente del Gran Comedor.

—¿Por qué estas castigada?—pregunto Hermione, confundida.

—No lo estoy, pero no quiero ir y se que Snape me ayudará en la mentira.—dijo Lily, divertida.

—Diablos, ojala tuviera tu suerte. ¡No me apetece nada ir sola! ¡McLaggen prácticamente me acosa!

—Si te hace algo, dime. Le cortaré el pene.—aseguró Lily con tranquilidad.

—Sí, aunque bueno, dijo que Blaise también iría, al menos no estaré sola.—dijo Hermione y Lily se tensó. 

Hermione no se había topado a Blaise desde que inició el semestre y aunque ella creía que era normal, la realidad era que el Zabini la evitaba. Lily estaba segura de que el chico iba a ignorarla, ya fuera por que en verdad ya no le gustaba Hermione, o porque quería protegerla del hecho de que era un mortífago.

—Será mejor ir a cenar, nos vemos luego.—dijo Lily, cambiando de tema. 

Durante las semanas siguientes, Lily se libró de las fiestas de Slughorn gracias a Snape y solo vio a Dumbledore en dos ocasiones. Ya casi nunca se presentaba a las horas de las comidas. A mediados de octubre tuvo lugar la primera excursión del curso de Hogsmeade. 

El día de la excursión se levantó temprano por la mañana, que amaneció tormentosa, y mató el tiempo hasta la hora del desayuno leyendo el libro del Príncipe Mestizo, pues había descubierto que el antiguo dueño tenía más que solo talento en las pociones, sino que también tenía imaginativos embrujos y maleficios anotados en los márgenes que, a juzgar por las tachaduras y correcciones, había inventado el mismo.

Más tarde, ella junto a Theo y Hermione, fueron hasta Hogsmeade en un paseo nada placentero. El camino que llevaba al pueblo estaba lleno de alumnos que se doblaban por la cintura para resistir el fuerte viento. 

Cuando por fin llegaron a Hogsmeade y vieron que la tienda de artículos de broma Zonko estaba cerrada con tablones, lo interpretó como una confirmación de que esa excursión no estaba destinada a ser divertida. Con una mano enfundada en un grueso guante, Theo señaló hacia Honeydukes, que afortunadamente estaba abierto, y los otros lo siguieron tambaleándose hasta la abarrotada tienda.

—Menos mal.—dijo Theo, tiritando, al verse acogido por un caldeado ambiente que olía a tofe.—Quedémonos aquí toda la tarde.

—¡Lily, amiga mía!—bramó una voz a sus espaldas.

Los tres amigos se dieron la vuelta y vieron al profesor Slughorn. Sostenía en la mano una gran bolsa de piña confitada.

—¡Ya te has perdido tres de mis cenas, Lily!—rezongó Slughorn— ¡Pero no te vas a librar, amiga mía, porque me he propuesto tenerte en mi club! A la señorita Granger le encantan nuestras reuniones, ¿no es así?

—Sí—asintió Hermione, obligada.— Son muy...

—¿Por qué no vienes nunca, Lily?—inquirió Slughorn.

—Es que he tenido entrenamientos de quidditch, profesor.—se excusó. 

Y era verdad: programaba entrenamiento cada vez que recibía una invitación de Slughorn adornada con una cinta violeta. 

—¡Espero que ganes tu primer partido después de tanto esfuerzo! ¡Aún sigo gratamente sorprendido de que seas Slytherin y no Gryffindor! Pero un poco de esparcimiento no le viene mal a nadie. ¿Qué tal el lunes por la noche? No me dirás que van a entrenar con este tiempo.

—Desgraciadamente el profesor Dumbledore me ha citado en su despacho ese mismo día y horario.

—¡Nada, no hay manera!—se lamentó Slughorn con gesto teatral.— ¡Esta bien, Lily, pero no creas que podrás eludirme eternamente. 

El profesor les dedicó un afectado ademán de despedida y salió de la tienda. 

—No puedo creer que le hayas dado esquinazo otra vez.—comentó Hermione.— Y hablando de ellas...—bajó la voz y ambos amigos la miraron confundidos.—¿Saben por qué Blaise me ignora?

La pregunta les sorprendió, aunque no demasiado. Desde que las reuniones de Slughorn iniciaron, Theo y Lily estaban seguros de que Hermione notaría pronto la nueva y fría actitud de Blaise para con ella.

—Seguro solo esta estresado.—mintió Theo y Lily asintió, haciendo una nota mental de ya no dejar que Blaise escapara de sus practicas de quidditch para ir a esas cenas.

—Vamos a las Tres Escobas, allí no pasaremos frío.—propuso Lily, cambiando de tema.

Una vez ahí, los tres amigos tomaron una cerveza de mantequilla en silencio, pues Hermione lucía triste y pensativa respecto a la actitud de Blaise, y ni Theo ni Lily iban a decir mucho al respecto. No les correspondía.

De pronto, cuando salieron de las Tres Escobas y se dispusieron a caminar de regreso a Hogwarts, en el camino escucharon y vieron como Katie Bell discutía con una chica de su misma casa.

—¡No es asunto tuyo, Leanne!—exclamó Katie.

De pronto, vieron como Leanne intentaba quitarle a Katie un paquete, en el forcejeo el paquete caía al suelo. De inmediato, Katie se elevó por los aires con los brazos extendidos. Tenía los ojos cerrados y el rostro inexpresivo.

Entonces, cuando estaba a casi dos metros del suelo, Katie soltó un chillido aterrador y abrió los ojos. No paraba de chillar. Leanne empezó a gritar también y la agarró por los tobillos intentando bajarla al suelo. Los demás se precipitaron a ayudarla y cuando lograron tomarla por las piernas, Katie se les vino encima. Theo consiguió atraparla, pero Katie se retorcía violentamente y apenas lograba sujetarla.

La tumbaron en el suelo, donde la muchacha seguía revolcándose y chillando, como si no reconociera a nadie. Lily miro alrededor; el lugar parecía desierto. 

—¡No se muevan!—ordenó en medio del viento huracanado—¡Voy a pedir ayuda!

Corrió hacia al colegio y a los pocos metros chocó contra lo que parecía un oso enorme erguido sobre las patas traseras.

—¡Hagrid!—grito jadeando.

—¡Lily! Vengo de visitar a Grawp, no te imaginas cuanto ha...

—Hagrid, hay una persona herida, le han echado una maldición, estoy segura...

—¿Qué?—dijo Hagrid, agachándose para oír mejor, pues el viento rugía con fuerza.

—¡Le han echado una maldición!

—¿Una maldición? ¿A quién? No habrá sido a Theo o a Hermione...

—No, a ellos no, a Katie Bell. Vamos, deprisa...

Ambos avanzaron presurosos por el camino. Katie seguía retorciéndose y chillando en el suelo mientras Theo intentaba calmarla.

—¡Apártense! ¡Déjenme verla!—ordenó Hagrid.

—¡Le ha pasado algo!—sollozó Leanne— No sé qué...

Hagrid miró a Katie y luego, sin decir palabra, se agachó, la levantó en brazos y echó a correr hacia el castillo. A los pocos segundos, los desgarradores gritos de Katie se habían apagado y solo se oía el bramido del viento. Hermione abrazó a la compungida amiga de Katie.

—Te llamas Leanne, ¿verdad? ¿Ha pasado de repente o...?

—Ha ocurrido cuando se abrió el paquete.—gimoteó Leanne, y señaló el empapado envoltorio de papel marrón que había en el suelo; se había abierto un poco y dejaba entrever un destello verdoso. Theo se agachó para tocarlo, pero Lily le sujetó el brazo.

—No seas imprudente, no lo toques, esta maldito.—dijo Lily con seriedad. —Solo algo maldito podría provocar lo que sea que Katie Bell acaba de vivir.

—Lo hemos visto antes—susurró Theo— Fue expuesto en Borgin y Burkes hace mucho tiempo y la etiqueta ponía que estaba maldito, ¿recuerdas? Fue cuando visitamos ese callejón. Katie Bell debe haberlo tocado.—miró a Leanne.— ¿Cómo llego a manos de Katie?

—Por eso discutíamos. Volvió del lavabo trayendo el paquete y dijo que era una sorpresa para alguien de Hogwarts y que tenía que entregárselo. Cuando lo dijo estaba muy rara...¡Oh, no! ¡Ahora lo entiendo! ¡Le han echado una maldición imperius y no me di cuenta!—rompió a sollozar y Hermione la consoló.

—¿No te dijo quién se lo había dado, Leanne?

—No, no quiso contármelo. Y yo le dije que no fuera estúpida y que no lo llevara al colegio, pero ella se negaba a escucharme...y entonces intenté quitárselo...y...y...—emitió un gemido de desesperación. 

—Será mejor que vayamos a Hogwarts.—propuso Hermione sin dejar de abrazar a la desdichada chica.— Así sabremos cómo se encuentra Katie. Vamos...

Lily se quitó la bufanda del cuello y envolvió con ella el collar y lo levantó con mucho cuidado.

—Se lo enseñaremos a la señora Pomfrey.—dijo.

Mientras seguían a Hermione y Leanne por el camino, Lily no dejaba de pensar. 

Sabía de dos personas que conocían bien la existencia de este collar. 

Y sabía también que solo esas dos personas serían tan hábiles de hacer un imperius en toda regla.

Cuando entraron al jardín del castillo, vieron a la profesora McGonagall bajar a toda prisa los escalones de piedra del castillo, azotada por las ráfagas de aguanieve. Se acercó a ellos presurosa.

—Hagrid dice que han visto lo ocurrido. ¡Suban enseguida a mi despacho, por favor! ¿Qué es eso que llevas, Potter?

—La cosa que toco la chica.

—¡Cielos!—dijo la profesora con espanto mientras cogía el envuelto collar de las manos de Lily.— ¡No, no, Filch, están conmigo!— se apresuró a aclarar al ver que el conserje cruzaba el vestíbulo hacia ellos, con gesto de avidez y sensor de ocultamiento en ristre.— ¡Lleve inmediatamente esto al profeso Snape, pero sobre todo no lo toque, no retire la bufanda! 

Lily y los demás siguieron a la profesora por la escalera y entraron a su despacho. Las ventanas salpicadas de aguanieve vibraban y en la habitación hacía mucho frío, pese a que la chimenea estaba encendida. Tras cerrar la puerta, McGonagall se ubicó detrás de su mesa, de cara a Lily, Theo, Hermione y Leanne, que no paraba de sollozar.

—¿Y bien?—dijo con brusquedad.— ¿Qué ha sucedido?

Con voz entrecortada y haciendo pausas para dominar el llanto, Leanne contó que Katie había vuelto del lavabo de las Tres Escobas con un paquete en las manos, que a ella le había parecido un poco raro y que habían discutido sobre la conveniencia de pasarse a entregar objetos desconocidos, de modo que al final la discusión había culminado en un forcejeo y el paquete se había abierto. Al llegar a ese punto, Leanne estaba tan abrumada que no hubo manera de sonsacarle una palabra más.

—Esta bien.—dijo la profesora, comprensiva.—Leanne, sube a la enfermería y que la señora Pomfrey te dé algo para el susto.

Cuando la muchacha abandonó el despacho, McGonagall se volvió hacia los otros tres.

—¿Qué ocurrió cuando Katie tocó el collar?

—Se elevó por los aires.—contestó Hermione.—Luego se puso a chillar y al final se desplomó.

—Esto es una desgracia,—suspiró McGonagall.— Yo estaba impartiendo un castigo a Zabini y Malfoy por no haber entregado ninguna de mis tareas en lo que lleva el ciclo, y ocurre esto. Bien, vuelvan a sus salas comunes o si quieren algo para el susto, vayan con madame Pomfrey. Si ocurre algo más, vuelvan conmigo.

En cuanto salieron del despacho, Lily ni siquiera se despidió de sus amigos, simplemente fue hasta la sala común y se encerró en la habitación de Draco. Espero, quieta, durante horas, hasta que a las tres de la madrugada, Draco ingresó al cuarto, cansado.

—¿Mi reina? ¿Qué haces despierta? Es tarde.—dijo Draco con suavidad, caminando hacia ella.

—No creo que no sepas que hago esperándote despierta, mi rey.—dijo Lily en el mismo tonó, en cuanto este se sentó frente a ella.

—No se de que hablas.—mintió Draco, recargando su cabeza en el pecho de la chica.

—Este no ha sido el mejor de tus planes, querido. En realidad, el que hayas hecho un plan de este tipo te hace ver como un adolescente idiota.

—Eso es lo que quiero aparentar, querida.—susurró Draco.

—¿Había necesidad de hacerle eso a la chica Bell?

Ante la pregunta de Lily, Draco se incorporó y la miró con seriedad. Acunó el rostro de la chica entre sus manos y la miro fijamente a los ojos.

—Todo lo que hago, Lily, siempre será por nuestro bien. ¿Entendido? Se que es difícil, pero confía en mí. 

—Ni siquiera duermes casi. Te la pasas quien sabe donde, no comes y...

—Estoy comiendo y durmiendo, solo que no aquí, debo fingir bien mi coartada.—replicó Draco con suavidad y dejó un beso sobre los labios de su pareja.— Todo esta bien, mi reina. Lo prometo. 

Y con esa promesa, a pesar de aún sentirse intranquila, Lily decidió confiar en Draco.

Confiar en él, siempre sería su mejor decisión.













































¡Hola a todos!

¿Qué les pareció el capítulo?

Les comentó que me tomaré un receso de esta historia hasta el 31 de mayo. En general de Wattpad no volveré hasta el día 20, pero en esta historia será hasta el día 31, esto debido a que estoy por ingresar a mi temporada de finales de mi universidad y no tendré tiempo de actualizar como debería.

Los amo! 


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