𝒐𝒏𝒆

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑂𝑁𝐸 )
𝚎𝚕 𝚌𝚘𝚖𝚒𝚎𝚗𝚣𝚘 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚑𝚒𝚜𝚝𝚘𝚛𝚒𝚊.

La noche aún no comenzaba, el cielo estaba teñido de un hermoso color violeta que degradaba en un naranja en el horizonte y unas cuantas nubes solitarias la decoraban. Pero esos hermosos colores dignos para una pintura no eran de gran importancia para los habitantes del Pequeño Hangleton, una villa muggle del norte de Inglaterra situado en un valle, rodeada por colinas empinadas, y no muy lejos del Gran Hangleton.

Una única y gran Mansión destacaba en todo el lugar, construida sobre una colina que le daba vistas por encima del pueblo. Y a pesar de que todos creían que se encontraba abandonada hace años desde el asesinato de los antiguos dueños, una pareja de adultos se encontraba de pie, charlando justo fuera de unas grandes puertas que amortiguaban unos gritos de dolor. A la pareja parecía no importarle en absoluto.

Su charla se vio interrumpida cuando un joven hombre que se había aparecido en las afueras de la Mansión había entrado con gran ímpetu en la habitación.

—¡No puedes entrar allí, Kedward! —Le advirtió Bellatrix Lestrange, una bruja bien vestida y arreglada con un pelo castaño y reluciente—. El amo está ocupado.

—Querida Bella, nuestras palabras no parecen afectar en él —Pronunció Rodolphus, acercándose al hombre que acababa de entrar y observando con más detalle su aspecto demacrado—. Kedward parece ya haber tomado su decisión.

Kedward ni siquiera miró a sus compañeros a los ojos, caminó por su lado y entró por las grandes puertas que estaban frente a él, sin darse la molestia de llamar antes. Dentro se encontró con el conocido Mago Oscuro, lord Voldemort, de pie a un lado de una bruja que estaba suplicando piedad en el suelo, al borde de la muerte por las múltiples torturas. El mago desvío su mirada hacia el hombre que acababa de entrar.

—Danniel, que agradable sorpresa —Le dijo su amo con una falsa bienvenida en su voz.

—¡Mi hermana! ¿Qué le ha hecho a mi hermana? —Rugió el hombre sin poder controlarse.

A Voldemort no le agrado el tono de voz de su seguidor, le estaba faltando el respeto.

—Yo no le he hecho nada, tal y como te prometí Danniel. ¿Acaso dudas de mis promesas?

—Mi señor, nadie la ha visto en tres días, no hay rastros de ella en ninguna parte y...

Nagini, mátala. —Siseó Voldemort en un lenguaje que nadie más comprendió.

La gran serpiente se arrastró por el suelo hasta llegar junto a la mujer, quien por más que intentó salvar su vida, Nagini terminó devorando cada parte de su cuerpo. Danniel no se inmutó ante la escena.

—El amor que tienes por tu hermana es admirable, ¿acaso ese amor supera la devoción que tienes hacia mí?

El joven levantó su mirada, cayendo en cuenta por primera vez la actitud que estaba teniendo contra su amo, arrepintiéndose de inmediato.

—Lo lamento, le pido perdón mi Señor, nunca debí dudar de usted de esta manera —Kedward se arrodilló a sus pies, tan avergonzado por lo que había hecho que sentía merecer la muerte—. Mi señor...

—Ponte de pie Danniel, no estoy molesto.

—Gracias, gracias mi señor. —Dijo Danniel obedeciendo sus órdenes.

—Con respecto a tu hermana —Comenzó a decirle Voldemort caminando a su alrededor—. Si ella desapareció, fue por cuenta propia. La dejé en libertad hace unos días y parece que tomó una decisión.

—¿En libertad? —Preguntó Danniel sin comprender.

—Ella cumplió su parte del trabajo, no necesitaba nada más de ella —Dijo Voldemort, pero su rostro mostró una extraña mueca—. Con respecto a eso...

Voldemort se detuvo por unos segundos como si estuviera meditando sobre algo, luego se dirigió hacia una de las paredes donde su capa de viaje estaba colgada.

—El plan está en peligro. Severus me habló de una profecía que podría arruinar todo, tengo que encargarme de eso —Le comentó mientras se ponía la capa—. Ahora me dirijo a la casa de los Potter para evitar el obstáculo.

—Estaremos esperándolo, mi señor. —Comentó Danniel agachando la cabeza cuando Voldemort pasó a su lado, en signo de admiración.

Voldemort se dirigió hacia la salida de la habitación, pero al llegar a la puerta se detuvo, volteándose para mirar a su seguidor.

—Y Kedward, mata a la niña.

El hombre miro a Voldemort con los ojos abiertos y su labio inferior tembló, no pudo ocultar su sorpresa.

—¿Matarla? Pero mi señor ¿qué hay de su plan?

—Tú no necesitas explicaciones y yo no necesito a la niña, no más —Le repitió Voldemort—. Confío en que cumplirás con tu deber.

Sin decir más Voldemort se desapareció, dejando a Danniel conmocionado por la última orden que me había dado. Matar no era el problema, lo había hecho múltiples veces en el pasado pero esta vez era diferente.

Al salir de la habitación vio que la pareja de casados ya se habían ido, mejor para el hombre, no quería que los Lestrange estuvieran cerca en aquel momento. Subió las viejas escaleras de madera que llevaban al segundo nivel y entró por la primera puerta. El lugar estaba pobremente iluminado, allí solo había una vieja cuna.

No se acercó de inmediato, se quedó de pie observando la cuna desde lejos donde había una bebé con sólo una semana de nacida durmiendo plácidamente. Danniel sabía que si veía a la niña de cerca su cerebro no trabajaría de manera clara, así que se fue a un rincón mientras pensaba en un plan y buscaba el valor para llevar a cabo la orden.

Habían pasado minutos, incluso horas desde que Voldemort se había ido a matar a los Potter, algunos de sus mortífagos comenzaban a preocuparse pero no Kedward, él estaba demasiado ocupado intentando detener el llanto de la bebé que había comenzado hace unos minutos.

—¿Por qué no te detienes? —Murmuraba Danniel mientras la acunaba sin éxito—. Debería sólo...

El hombre agarró al bebé con una sola mano y acercó la otra hacia su rostro, tapando su boca y nariz y aplicando fuerza, mientras los gritos eran amortiguados.

—Yo puedo hacerlo. —Se decía a sí mismo.

Pero todo el valor que había acumulado desapareció cuando la niña al fin, después de tanto tiempo, abrió los ojos por primera vez. Danniel casi dejó caer a la niña por la sorpresa pero se aseguró de sujetarla con fuerza y quitar la mano de su rostro, admiró los ojos verde azulados que tenía, iguales a los de su hermana y madre de la niña, iguales a los suyos.

Sin poder contener sus sentimientos, las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, lamentándose por no poder cumplir la orden de su amo y por la pérdida de su hermana, a quien posiblemente no volvería a verla.

—No puedo hacerlo, no puedo hacer esto. —Gimió Danniel.

Pero su explosión de emociones no duró mucho más, la niña ya se había calmado pero en el piso inferior se había armado un gran alboroto. Danniel se había acercado a la cuna para dejar al bebé y ver que estaba ocurriendo abajo pero uno de sus compañeros entró antes al cuarto, la expresión en su rostro no indicaba buenas noticias.

—Esta noche el Señor Tenebroso ha caído, está muerto.

—¿Muerto? ¿Cómo que muerto? Eso es imposible. —Espetó Danniel entrando en un leve pánico.

—Creerlo o no es decisión tuya —Le dijo el hombre—. Kedward, toma la decisión correcta, no sé cuánto tarden los Aurores en comenzar con la búsqueda de sus seguidores.

Y luego de decir lo último, el hombre le dedico una leve sonrisa y se desapareció. Danniel no tuvo que pensar en su decisión, tal vez, después de todo, tendría una oportunidad para salvar a la niña y así honrar la memoria de su hermana.

Con un movimiento de varita hizo que su túnica de viaje que se encontraba colgada abajo en la entrada fuera hasta él, envolvió a la niña con unas mantas y la tomó en sus brazos, admirando sus ojos una vez más.

—Alaska... Alaska Rose —Murmuró Danniel—. Ese será tu nombre, a tú madre le hubiera encantado.

Y luego de que la bebé diera una pequeña sonrisa ambos se desaparecieron de la Mansión, preparándose para vivir durante años escapando de la comunidad mágica.

Lo que le habían dicho que sucedido esa noche con lord Voldemort había sido real después de todo, y no había nadie al día siguiente que no supiera la gran historia de cómo el poderoso Mago Oscuro no pudo matar a un pequeño niño, teniendo consecuencias fatales para él.

Esas consecuencias se extendieron también para cada uno de sus seguidores conocidos, comenzando a ser capturados uno por uno. La mayoría de ellos fueron encarcelados en la cárcel de Azkaban y otros, más astutos, habían mentido diciendo que estaban bajo la maldición Imperius. Con Danniel fue diferente, luego de escapar nadie volvió a verlo y todos creyeron que había desaparecido al igual que lo había hecho Elly, su hermana.

Eso no era del todo cierto. Danniel había escapado con la pequeña niña y se refugiaron por años en distintos lugares del mundo muggle, mudando su localización luego de cierto tiempo. Los años ya habían pasado pero para el hombre, que aún estaba en sus veinte, eso no era vida. Estaba arruinado, escapando siempre para no ser encontrado y sin dinero para cuidar a la niña que ya estaba por cumplir cuatro años. Él la amaba, por supuesto que lo hacía, era su sobrina después de todo, pero estar en lo profundo del fracaso te volvía loco, arruinada tu mente.

Y cuando se dio por vencido, no dudo en hacer lo necesario para volver a tener una vida.

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