𝒕𝒉𝒊𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝐻𝐼𝑅𝑇𝐸𝐸𝑁 )
𝙴𝚕 𝚜𝚎𝚌𝚛𝚎𝚝𝚘 𝚍𝚎𝚗𝚝𝚛𝚘 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚌𝚊𝚋𝚊𝚗̃𝚊.

El término de trimestre se estaba haciendo notar, los exámenes se estaban acercando y los profesores parecían pensar que ya era tiempo de que los estudiantes se pusieran a estudiar. Les dieron tantos deberes que las vacaciones de Pascua no fueron divertidas, no comparadas con las vacaciones navideñas, tuvieron que pasar todas las vacaciones terminando deberes y estudiando.

Durante esos días la biblioteca estuvo llena de alumnos de todos los cursos. Alaska y el resto de sus compañeros de Slytherin hicieron horarios para poder completar todas sus tareas con la mejor eficiencia y poder ayudarse entre ellos.

Alaska tuvo que soportar toda la semana a Pansy Parkinson recitando los doce usos de la sangre de dragón una y otra vez, sin poder memorizarlos todos. Pero no era la única que tenía problemas, Goyle había estado practicando distintos movimientos con la varita, lo hacía tan bruscamente que su varita salía disparada de su mano y no podía completar los hechizos. Aquella también era una nueva experiencia para Alaska, en su antigua escuela nunca había tenido que estudiar, con prestar atención en clases le era suficiente, pero la exigencia en Hogwarts era mayor.

Repasar los contenidos del día, comparar apuntes con Daphne y Ann, hacer preguntas a los profesores, todo se había vuelto una rutina de cada día.

—¿Estás haciendo créditos extra para Historia de la Magia? No estoy seguro de que Binns vaya a aceptarlo. —Le comentó Draco cuando observó que Alaska estaba leyendo el libro "Antiguos magos y sus orígenes".

—No son deberes, los terminé hace un par de horas —Le explicó Alaska mientras marcaba la página que estaba leyendo—. Esto es un proyecto personal. Intento averiguar algo sobre mi familia, cualquier cosa.

—Y estás buscando por tu apellido. —Concluyó Draco, tomando uno de los libros que ya había terminado de leer y comenzaba a revisar el índice.

—Pero no he encontrado nada, estoy buscando desde comienzos de curso y no he tenido ningún resultado. —Le dijo Alaska sin muchos ánimos.

—En mi casa tengo una gran librería, antes de entrar a Hogwarts leí gran parte de ellos. Y mis padres tienen muchos contactos, conocen a todas las familias de magos familias en Europa —Comienza a informarle Draco—. Y nunca había escuchado tu apellido, Ryddle, así que creo que tampoco soy de ayuda.

—Tampoco creí que lo conocieras, supongo que mi parte mágica proviene de mi madre —Alaska puso una mueca—. Lamentablemente no conozco nada de ella.

—Si nunca conociste a tu familia, ¿cómo tienes un nombre?

La rubia apartó la mirada incomoda, evitó mirar a Draco en los momentos siguientes, lo que le había sucedido no era algo que le gustara contar.

—No recuerdo mucho de mi niñez, pero sé que cuando llegué al orfanato yo sabía cuál era mi nombre, supongo que es una de las cosas básicas que debes saber de ti mismo. —Dijo con con dificultoso tono de voz.

—¿Y a qué edad llegaste a...? —Draco solo estaba curioso, quería saber más de la chica y su intención no era incomodarla, pero lo estaba haciendo sin que se diera cuenta.

—Cuatro años, casi cinco —Le respondió Alaska con brusquedad—. Sabiendo mi apellido, el orfanato realizó una búsqueda de posibles familiares, pero a los únicos que encontraron ya estaban muertos. Los Ryddle, una familia rica que vivía en una mansión en el Pequeño Hangleton, de la que eran dueños de una gran parte. Fueron asesinados hace años, no queda ningún familiar vivo.

La charla terminó ahí, en un incómodo silencio al cual Alaska no quería llegar y Draco no sabía como romper, nunca había necesitado reconfortar a otras personas, por lo que nunca fue bueno en eso.

La chica decidió que, por aquel día, era mejor terminar con su investigación e ir a descansar, se había esforzado toda la semana terminando sus deberes y ahora que las clases se retomarían en solo dos días debía aprovechar el último tiempo para relajarse.

Se levantó arrastrando la silla unos centímetros y con los libros en sus brazos se dirigió a los respectivos sectores de estanterías para dejarlos en su lugar. No se dio prisa en regresar, caminaba con lentitud mientras revisaba los lomos de los distintos textos, cada uno más interesante que en otro. Un pequeño sobresalto sacudió el cuerpo de Alaska cuando un chico pelirrojo salió sin previo aviso de una de las secciones, a la rubia le llamó la atención la cantidad de libros que llevaba consigo. Lo siguió con la mirada hasta verlo sentarse en una mesa alejada junto a Harry y Hermione, hablando de manera exaltada.

Con la curiosidad en su máximo esplendor, Alaska entró a la sección por la cuál Ron había salido, encontrándose con libros únicamente dedicados a Dragones. Eso le pareció interesante.

—¿Qué es lo que sabes de los dragones? —Le preguntó Alaska a Draco al volver a su mesa, pues era el único que no parecía realmente interesado en sus deberes.

—¿Dragones? No mucho. Son muy salvajes y todo acerca de ellos es ilegal —Le dijo el chico—. Criarlos fue prohibido por la Convención de Magos, todos lo saben. Era difícil que los muggles no detectaran la Magia si habían dragones por doquier.

—¿Y hay dragones en Inglaterra? —Preguntó Alaska.

—Por supuesto que hay, en casi todo el mundo.

Alaska frunció las labios ante la informacion y desvío su mirada hacia la de Ron Weasley.

—¿Crees que traman algo? —Inquirió Draco, mirando también al trío.

—Puede ser.

Los días que siguieron, Alaska no les quito el ojo de encima a Harry, Hermione y Ron, pues creía que algo tramaban y el tema de los dragones tenía algo que ver en todo eso. Durante la tarde del martes al termino de las clases la rubia siguió al trío hasta la puerta principal, viendo cómo se dirigían hacia la cabaña de Hagrid, el guardabosques.

—Deberíamos seguirlos. —Le propuso Draco que estaba a su lado.

—No creo que sea...

—Vamos.

Alaska no pudo negarse, prefiriendo hacer lo que Draco había propuesto a dejar que fuera él solo. Caminaron a través de la fría tarde hacia la ya iluminada cabaña que se encontraba cerca de los límites del bosque prohibido. Ya no había rastros de los leones por lo que supusieron que ya habían entrado.

El chico caminó por el alrededor de la cabaña intentando no hacer mucho ruido, mientras buscaba alguna ventana que no estuviera del todo cerrada y así pudiera espiar lo que ocurría dentro de la cabaña.

—Ven aquí. —Le indicó Draco, acercandose a una ventana trasera.

Tuvo que colocarse de puntillas para poder alcanzar la ventana y así poder ver algo. Alaska llegó a su lado pero no se acercó demasiado.

—Ten cuidado de que no te vean. —Le murmuró Alaska.

—¿Por qué tiene la chimenea prendida? El clima no esta tan helado.

Al final la chica decidio acercarse, colocandose justo a un lado de Draco y observando lo que ocurria dentro de la cabaña. Efectivamente vio que en la chimenea ardía un buen fuego, Harry, Ron y Hermione estaban sentados en unas grandes sillas mientras Hagrid les hablaba y tomaba una taza de lo que parecia ser té.

—Creo que ya deberíamos irnos, no están haciendo nada fuera de lo común. —Recomendó la rubia.

—¿Qué es eso que esta sobre la mesa?

Alaska entrecerró sus ojos en un intento de ver mejor, y lo hizo, pudo observar un enorme huevo negro sobre la superficie. Antes de que Draco pudiera darse cuenta de lo que era, Hagrid volteó hacia la ventana en la que se encontraban y los vio, palideciendo de inmediato.

La puerta de la cabaña se abrio segundos despues de que Draco se fuera corriendo del lugar, ya se encontraba a mitad de camino cuando Potter intento detenerlo. Alaska no esperó a que la interrogaran, se acercó a Hagrid quien estaba junto a la puerta abierta e intento ver hacia adentro.

—No deberías estar aquí. —Le dijo Harry acercandose a ella.

Pero la chica ignoró sus palabras, levantó la mirada para observar a Hagrid con los ojos brillantes.

—Eso que tienes allí adentro, es el huevo de un dragón ¿no?

Hagrid miraba a Harry, Ron y Hermione sin saber cómo actuar o decir en aquella situación, sentía nervios al creer que esa chica podría decir algo a los demás profesores o incluso al director

—¡Es asombroso! Hace semanas creía que era fantasía y cuando comencé a estudiar sobre ellos hace unos días no creí que vería uno tan pronto —Siguió hablando Alaska, con una marcada emoción en su tono de voz—. ¿Cómo vas a cuidarlo? No es nada fácil cuidar a esas criaturas.

—¿Te interesan los dragones? —Le preguntó Hagrid.

—¡Dragones, unicornios, centauros! —Nombró la rubia—. ¡Todos ellos!

—¡Vaya! No creí que alumnos de primer año estuvieran interesados en ellos —Le dijo Hagrid, ya dejando las preocupaciones a un lado—. Eres Alaska Ryddle ¿no? Te reconozco de las fotos del diario.

—Lo soy, pero no te dejes llevar por esos ridículos artículos, nada de eso es real —Le aseguró la chica, para luego volver a echarle un vistazo al huevo—. Y volviendo al huevo, ¿cómo lo cuidaras?

—Bueno, estuve leyendo un poco.

Hagrid invitó a Alaska a pasar a la cabaña y le entregó un gran libro que tenía sobre la mesa.

Crianza de dragones para placer y provecho. Está un poco anticuado, por supuesto, pero sale todo. Mantener el huevo en el fuego, porque las madres respiran fuego sobre ellos y, cuando salen del cascarón, alimentarlos con brandy mezclado con sangre de pollo, cada media hora. Y también dice cómo reconocer los diferentes huevos.

—El que tienes es un ridgeback noruego. —Comentó Alaska, luego de reconocerlo.

—Y son muy raros. —Hagrid parecía muy satisfecho de sí mismo.

El trío de amigos no pareció de acuerdo con Hagrid, no creían que la Slytherin fuera alguien digna de confianza. Pero luego de que Alaska demostrará su gran interés por las criaturas magicas no había vuelta atrás, Hagrid ya había decidido que la chica sería su nueva amiga.

Durante los días siguientes no supo mucho sobre Hagrid, pues Alaska estaba dedicando gran parte de su tiempo libre a terminar el trabajo extra que les daban los profesores. Entonces, durante un desayuno, una de las lechuzas del colegio le entregó a Alaska una nota de Hagrid, la primera que recibía durante todo el curso. Sólo decía: «Está a punto de salir».

Los ojos de Alaska brillaron al leer la nota y no lo pensó dos veces para decidir qué se saltaría las clases para ir con Hagrid. Draco frente suyo levantó la mirada e intentó leer lo que decía el trozo de pergamino.

—¿De quién es? ¿Qué dice? —Preguntó Draco luego de que la chica se guardará la nota en el bolsillo de la túnica—. Nunca recibes correo

—No es nada importante. —Le mintió Alaska.

Se apresuró a terminar su desayuno y fue la primera en levantarse de la mesa, saliendo del Gran Comedor con la mirada de Draco sobre ella.

Desde que había vuelto de la cabaña de Hagrid sin contarle ni responder ninguna de las preguntas del rubio platinado, el chico sospechaba que algo estaba escondiendo e intentaba tomarla desprevenida haciéndole preguntas en cualquier momento. Pero Alaska no era tonta, no había soltado ni una sola palabra sobre el dragón.

La Slytherin se saltó sus clases sin pena ni culpa, estuvo con Hagrid durante toda la mañana observando el huevo ante el mínimo crujido y charlando sobre las maravillosas criaturas que eran los dragones. No fue hasta poco más de una hora desde que las clases habían comenzado cuando los leones, amigos de Hagrid, llegaron a la cabaña.

—Ya casi está fuera. —Les informó Hagrid cuando entraron.

El huevo estaba sobre la mesa. Tenía grietas en la cáscara y el dragón en el interior se estaba moviendo mientras un curioso ruido salía de allí. Alaska estaba sentada justo a un lado del huevo, los recién llegados no dijeron nada con respecto a su presencia y acercaron las sillas a la mesa, respirando con agitación.

De pronto se oyó un ruido y el huevo se abrió. La cría de dragón aleteó en la mesa y alejo la cáscara de huevo con sus alas. No era exactamente bonito pero eso no era lo que importaba, su color era negro oscuro y tenía la piel arrugada. Sus alas puntiagudas eran enormes, comparadas con su cuerpo flacucho, tenía un hocico largo con anchas fosas nasales, las puntas de los cuernos ya le salían y tenía los ojos anaranjados y saltones.

Estornudó y volaron unas chispas.

—¿No es precioso? —Murmuró Hagrid.

—Es fascinante. —Dijo Alaska sin poder quitar la vista del dragon.

El guardabosques alargó una mano para acariciar la cabeza del dragón, este le dio un mordisco en los dedos, enseñando unos colmillos puntiagudos.

—¡Bendito sea! Conoce a su mamá. —Dijo Hagrid.

—Hagrid —Dijo Hermione, hablando por primera vez—. ¿Cuánto tardan en crecer los ridgebacks noruegos?

Hagrid iba a contestarle, cuando de golpe su rostro palideció. Se puso de pie de un salto y corrió hacia la ventana.

—¿Qué sucede?

—Alguien estaba mirando por una rendija de la cortina... Era un chico... Va corriendo hacia el colegio.

Todos se levantaron de un salto y fueron hasta la puerta. Incluso a distancia, era inconfundible: Draco había visto el dragón, de alguna manera se había enterado.

—Dijiste que Malfoy no había visto nada la otra noche. —Le espetó Harry, echándole la culpa a ella.

—¡Y no lo hizo! No vio nada, estuvo interrogandome pero no le dije ni una sola palabra —Respondió Alaska—. Se lo prometí a Hagrid.

—Existe la posibilidad de que Malfoy nos haya escuchado hablar en la clase de Herbologia, cuando pasó detrás de nosotros. —Lo interrumpió Hermione.

Draco, quién le tenía un gran rencor a los Gryffindors y a Potter en especifico, se había enterado del dragón, y había sido culpa de ellos mismos.

Alaska sabía que lo había visto, pues la actitud de Draco la semana siguiente se lo había confirmado. Cada vez que Harry, Ron y Hermione los miraba con una sonrisa burlona y evitaba hablar con la chica cualquier otra cosa que no fueran los deberes. Mientras tanto ellos pasaban la mayor parte de su tiempo libre en la oscura cabaña de Hagrid, tratando de hacerlo entrar en razón.

—Déjalo ir —Le insistía Harry—. Déjalo en libertad.

—No puedo —Decía Hagrid—. Es demasiado pequeño. Se morirá.

Aquello no era del todo cierto, la criatura había triplicado su tamaño en sólo una semana, y ya le salía humo de las narices. Hagrid no cumplía con sus deberes de guardabosques porque el dragón ocupaba todo su tiempo. Había botellas vacías de brandy y plumas de pollo por todo el suelo.

—He decidido llamarlo Norberto —Dijo Hagrid, mirando al dragón con ojos húmedos—. Ya me reconoce, miren. ¡Norberto! ¡Norberto! ¿Dónde está mamá?

—Ha perdido el juicio —Escucho Alaska a Ron murmurar.

—Hagrid —Dijo Harry en voz muy alta—, espera dos semanas y Norberto será tan grande como tu casa. Malfoy se lo contará a Dumbledore en cualquier momento.

Hagrid se mordió el labio.

—Yo... yo sé que no puedo quedarme con él para siempre, pero no puedo echarlo, no puedo.

Harry se volvió hacia Ron súbitamente.

—Charlie. —Dijo.

—Tu también estás mal de la cabeza —Dijo Ron—. Yo soy Ron, ¿recuerdas?

—No... Charlie, tu hermano. En Rumania. Estudiando dragones. Podemos enviarle a Norberto. ¡Charlie lo cuidará y luego lo dejará vivir en libertad!

—¡Genial! —Dijo Ron—. ¿Qué piensas de eso, Hagrid?

Y al final, luego de que Alaska le explicara todas las ventajas que aquello tenía para Norberto, Hagrid aceptó que enviaran una lechuza para pedirle ayuda a Charlie.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro