Capitulo 19

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Existen momentos en la vida donde una persona simplemente ya no puede más y necesita un descanso, un descanso del mundo, del trabajo, de las personas...de vivir. Un momento donde estar solos, en un lugar tranquilo y en paz, donde uno pueda sentirse cómodo consigo mismo y reflexionar acerca de todo o simplemente olvidarlo.

Como una persona diagnosticada con depresión crónica, Rose temía que la situación que estaba viviendo actualmente la hiciera caer en una depresión que la motivara a cometer suicidio como cuando tenía once años, aunque debía admitir que para su suerte la situación era muy distinta a ese entonces.

En aquel tiempo había intentado arrebatarse la vida clavandose una daga maldita en el pecho, días antes de su entrada a Hogwarts, sin embargo, Albus Dumbledore, un muy buen amigo de sus padres y quien se convertiría en su director, la salvo. Estaba sola y abandonada, definitivamente el suicidio no sonaba nada mal, pero eso ya no era así...por muy triste que estuviera, Rose admitía que ya no estaba sola. 

Tenía a Jane. 

Si bien era cierto que amaba a Regulus y que los demás eran sus amigos, Jane había sido su persona especial desde que ingresó a Hogwarts, eso no cambiaría con nada y precisamente por ella, por su mejor amiga y hermana, es que debía mantenerse fuerte.

Porque si ella sufría solo por el abandono de esas personas, Jane cargaba con un peso más grande: el suicidio de su hermano y la perdida total de su familia, todo desencadenado por las actitudes de los merodeadores.

Haciendo a un lado sus pensamientos, Rose colgó su bata en el perchero de su despacho y alisando su blusa tomó su bolso y salió de la habitación, sellando la puerta. Su turno había terminado y le tocaba salir temprano.

—¡Rosie!—saludó Lucius Malfoy saliendo de un pasillo continuo—¿Cómo estas? 

—Hola, Lu—saludó Rose con una sonrisa y se engancho a su brazo.—Estoy bien, gracias por preguntar, ¿y tú? ¿Qué tal estan Cissy y Draco?

—Todos estamos muy bien, ¿vas de salida?—pregunto Lucius, notando que no llevaba su bata.

—Sí, así es, Reg dijo que vendría por mi para llevarme a casa, insistió aunque le dije que bien podía aparecerme yo sola.—explicó Rose con una sonrisa.

—Eso esta bien, Rosie, es un gesto de caballerosidad, Reg te quiere mucho.—dijo Lucius.

—Sí, lo sé.—la sonrisa de Rose decayó un poco, pero Lucius no lo notó.

—Tengo que visitar al director para un donativo...

—Soborno.—se burló Rose y el rió.

—Sí, exactamente. —admitió— No tardaré, ¿porqué tú y Reg no me esperan y vamos los tres a cenar a mi casa?—ofreció.

—Eso suena bien, te veo afuera entonces, Lu.

Despidiéndose temporalmente con una sonrisa, Rose terminó de bajar las escaleras hasta el primer piso y salió del Hospital San Mungo sintiéndose más relajada. Sin querer tropezó con una piedra, lo que ocasionó que mirará al suelo para revisar sus tacones.

—Jamie.

La voz que la llamó podría reconocerla en cualquier parte del mundo, despues de todo, había crecido escuchándola durante once años. Levantó el rostro, encarando a las personas frente a ella y se cruzo de brazos con pose altiva.

—Nadie me llama Jamie, soy Rose.—dijo con firmeza.

—Nunca te gusto ese nombre.—replicó James con el ceño fruncido.

—Le tome más apreció despues de que no quise tener nada más que ver con cualquier cosa que me recordará a tu estúpida presencia.

No había visto a su hermano en mucho tiempo y Rose admitía, muy a su pesar, que seguía siendo igual de atractivo que antes. Los cuatro merodeadores estaban más guapos que nunca y miraban con profundo pesar a la joven frente a ellos.

—Tenemos que hablar.—dijo James.

—Yo no tengo nada que hablar contigo.

—Cometí un error, Jamie, ¿de acuerdo? se que cometí un error.—expresó James frustrado— pero en verdad...yo pensé...¡mierda! ¡No debí dejarte sola y en verdad me arrepiento! ¡Pero ahora estoy aquí para...!

—¿Para qué? ¿Para qué se supone que estas aquí?—le interrumpió Rose agresivamente y abrió los brazos señalándose.— Como puedes ver, sobreviví sin ti. No te necesito. 

Las palabras de Rose impactaron a James, quien dio un paso atrás con el rostro descompuesto y fue Sirius quien, dando un paso al frente, encaro a la menor de los Potter.

—Déjate de tontearías, Jamie. Siempre has sido una niña razonable, obedece y hablemos.—dijo Sirius con el ceño fruncido.

—Ya no soy una niña.—replicó con ira.

—Pues actúas como una.—replicó él.

—Si vas a venir a fastidiarle la vida a alguien, se que sea a tu madre, Black...—dijo Rose con frialdad y lo miro con un brillo de burla, antes de hacer un gesto de fingida pena.— ¡ah!, es verdad, a ella se la jodiste con tu mera existencia.

—¡Jamie!—reclamó Remus y Peter dio un paso atrás.

El rostro de Sirius se descompuso, la miró con incredulidad y cierto dolor. Furioso, James hizo a un lado a Sirius y tomó a Rose del brazo, jalándola bruscamente. Ella soltó un grito de dolor y sorpresa.

—¡¿Cómo te atreves a decir una cosa así, Jamie?! ¡Te exijo que respetes a Sirius!—Antes de que Rose pudiera decir algo, una varita se colocó en el cuello de James.

—Y yo te exijo que la sueltes.—dijo Lucius Malfoy con frialdad.

—¿Tu porqué mierda te metes, Malfoy?—cuestionó James con ira mientras que sus tres amigos le apuntaban al platinado.

— Tu hermana es una de nosotros ahora, Potter. Si la tocas, atacaremos.

—¿Q-Qué?—James miró incrédulo a Rose.

—Será mejor que tu seas quien suelte a James, Malfoy.—intervino Remus acercándose junto a Peter y Sirius— Nosotros somos cuatro y ustedes solo dos.

Rose abrió la boca dispuesta a replicar justo cuando una fuerte expulsión de magia lanzó al otro lado de la calle a los merodeadores. Lucius rapidamente tomó a Rose de la cintura y en un movimiento rápido la colocó detrás de el. Los tres sacaron las varitas al mismo tiempo que los otros cuatro se levantaban con ellas en mano.

Otra fuerte expulsión de magia se provoco y por unos instantes el lugar se lleno de humo y polvo. Rose tosió un poco y en cuanto el humo se hubo disipado, la imagen que se mostró ante ella fue simplemente impactante.

James, Sirius, Peter y Remus estaban tirados en el suelo con heridas por todo su cuerpo, cada uno de ellos estaba siendo empujado al suelo por la pierna de un individuo distinto. Lucius apuntaba a James, Regulus a Sirius, Rodolphus a Peter y Severus a Remus. 

Los tres Slytherin recién llegados lucían molestos, pero no tanto como Regulus, quien desprendía un aura amenazante y peligrosa con tan solo verlo, tanto que incluso Rose se estremeció ante la oscuridad en sus ojos. Jamás lo había visto tan furioso en la vida.

—Regulus.—murmuró Sirius sorprendido.

—¿Cómo se atreven a ponerle una sola mano encima a mi mujer?—Cuestionó Regulus con una frialdad y autoridad aplastante.

—¡¿Tu mujer?!—repitieron los cuatro merodeadores, incrédulos. 

Las varitas de los cuatro Slytherin se clavaron en el cuello de los Gryffindor, quienes se tensaron al ver que sus propias varitas estaban muy lejos de su alcance, tiradas en el suelo. 

—¿Cómo se atreven a perturbar la felicidad de mi princesa?—siseó Regulus fríamente al mismo tiempo que su varita chispeaba.

—Será mejor irnos.—opinó Rodolphus.

—Sí, creo que ya esta todo hecho.—afirmó Severus.

Pero Regulus no dejó de apuntar a su hermano.

—Reg.—llamó Lucius, tensó.

—Reggie.—llamó Rose acercándose lentamente. Lo abrazó por la espalda, sintiendo como este se tensaba.— No valen la pena, ya sueltalo.—él no se movió— vamos a casa.

Vamos a casa.

Ante las palabras de Rose, Regulus se acercó hasta el oído de su hermano, presionando aún más la varita contra su cuello y susurró:

—No quiero volver a verlos cerca de ella, especialmente a ti. Si lo hacen...—sonrió de lado— bueno, creo que sabes perfectamente porque fui el favorito de nuestra madre.

Soltó a Sirius con brusquedad y se aliso la ropa. Tomó a Rose de la cintura, quien le dirigió una última mirada a su hermano y junto a los demás Slytherin, desaparecieron. Los cuatro merodeadores quedaron ahí, en medio de la calle, en silencio y adoloridos.

—¿Qué carajo hace mi Jamie con el idiota de tu hermano, Canuto?—pregunto James con pesadez.

—No lo sé, cornamenta. En serio que no lo se.—respondió Sirius— pero...Regulus, debemos tener cuidado con él.

—¿Qué fue lo que te dijo?—cuestionó Remus y Sirius se tensó.

—Ese maldito monstruo...—masculló molesto y pensó.— Jamie...¿Cómo es que terminaste metida con mi hermano?

(...)

En el apartamento de Regulus, este se encontraba acostado en su cama viendo a su novia dormir tranquilamente abrazada a su pecho. No habían hablado mucho despues de lo sucedido afuera del Hospital San Mungo, más que para explicarle que Lucius había visto la situación desde el inició y que los había llamado por medio de la pulsera, por eso es que habían llegado los tres a tiempo. Acaricio el desordenado cabello de su novia y besó su frente con suavidad.  

—Te amo, princesa.—susurró Regulus.— Nadie te separará de mi, lo prometo.
















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