CAPÍTULO 6 Intentar y reintentar

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Juro que quise hacer menos largo el capítulo anterior pero me dejé llevar por mi imaginación y salió como salió, ¡Ah!

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Narra Eduardo

(10:41 AM)

Al examinar algunas cosas de mi habitación para ver si no podría hacer otra cosa para poder salir un rato, pensaba que debía ir a devolverle el plato a Lucila y agradecerle nuevamente por prepararme esa sopa instantánea, pero recordé casi de inmediato que lo último importante que me dijo fue que saldría y no me dijo a que hora estaría de nuevo en su cuarto.

Luego de aquello y revisar nuevamente mi habitación me percaté de algo que antes no, el ropero estaba casi abierto, lo vi mejor y parecía estar un poco malogrado, pareciendo que debía cerrarse con algo de fuerza, posiblemente por los años de usó que tuvo y no haber sido revisado nunca.
Me acerqué para cerrarlo bien y un poco más fuerte para que no se abriera pero antes de hacerlo y observar el interior que se podía ver a través de la pequeña abertura pude notar que una de mis maletas se encontraba algo abierta, entonces hice lo opuesto de lo que me dispuse a hacer al inicio, abrí el ropero y tomé la maleta para cerrarla.
Aunque me di cuenta de otra cosa rara, un bolsillo de dentro parecía tener algo en su interior, lo que se me hizo aún más extraño por creer que había vaciado totalmente mis maletas.
Como no tenía otra cosa que hacer, supuse que me distraería si quiera rato al descubrir qué se ocultaba de mí al interior de mi maleta.

Abrí el bolsillo sin esperar ninguna sorpresa ni algo que pudo haberse metido de manera misteriosa y sin explicación pero, por lo que realmente estaba dentro, no estaba tan alejado de la realidad, sí era algo que no esperaba del todo o que, mejor dicho, olvidé por completo como si nunca hubiera existido.
Saqué el diario de portada azul que Sandra me regaló antes de irme Nueva Era, en ese momento me sentí algo mal conmigo mismo por haber olvidado ese regalo pero me alivió demasiado el hecho de que nadie lo haya visto o notado, absolutamente nadie.

Nunca usé un diario en mi vida, ni siquiera en mi infancia o adolescencia, sí sabía en cierta forma sobre su funcionamiento y uso por haber visto varios en películas.
Aunque el dueño es quien decide el modo de empleo de un objeto, y no tengo nada importante anotar ahora, ni nada en mente que podría olvidar.

El diario no me serviría para nada en ese momento, por lo que solo lo arrojé con suavidad a mi cama y no lo oculté ya que pmaún no tenía nada revelador sobre mí que no quisiera que alguien lo supiera.

Lo único que quedaba por hacer era ir a verificar si mis pertenencias habían llegado a salvo a la bodega que renté antes de salir de Hidren Laitons.
Y al no tener ninguna otra cosa por hacer, revisar a mis alrededores u otro diario escondido que encontrar, iría a esa ubicación en ese momento.
Me coloqué mi camisa azul y no la blanca, prenda que usé por un tiempo para ir al colegio, porque la azul tenía un aspecto mucho más informal y casual y, principalmente, porque tenía bolsillos.
Salí de mi habitación, cerré con llave la puerta estando fuera de ella y, luego de comprobar que sí estaba cerrada, guardé la llave en el bolsillo delantero de mi camisa y emprendí camino hacia el lugar donde mis cosas estaban guardadas.

(11:05 AM)

No me gusta mucho caminar y trato de evitarlo siempre que puedo pero no es una opción ahora.

Me encontraba recorriendo el camino hacia la bodega en la que mis cosas habían llegado desde Hidren Laitons hasta Nueva Era, un viaje de cientos de kilómetros solo para llegar en buen estado, o eso era lo que esperaba que hubiera pasado y que no se hayan perdido para luego ir a parar en una ciudad que no aparece en ningún mapa físico ni digital.
Hoy también conocería al dueño con quien hablé hace días, solo sabía que era un Pokémon por la charla que tuvimos, sobretodo porque no me interesaba saber algo tan trivial como la especie a la que pertenecía.

Hubiera seguido preguntándome y tratando de adivinar en mi mente hasta que vi el lugar de la, o mejor dicho, las múltiples bodegas, espacios cerrados con puertas de metal deslizables hacia arriba.
El espacio que tenia cada bodega era mucho menor que el de una habitación promedio, estando una al lado de otra.
Otra cosa que noté fue a un único Pokémon parado en medio, como si estuviera esperando a alguien quien muy probablemente sería yo.
Y tenía que ser de esa... especie, mierda.

Después de acercarme lo suficientemente, el sujeto me vió y espero a que viniera, mirándome como yo lo hacía con él.
Mientras me acercaba y al verlo de lejos pude observar que tenía el aspecto de alguien que, a simple vista, parecía ser mucho mayor que yo pero seguía estando lejos de ser un anciano.

Sceptile:Usted debe de ser Eduardo, señor.

El tono de su voz confirmó mi suposición, sí era alguien mayor que yo.

Él me ofreció la mano/garra en forma de saludo y yo, únicamente por educación, hice lo mismo que él.

Eduardo:Sí, buenas tardes.

Sceptile:Puedo notar que es tan formal como aparentaba en internet.

Eduardo:Así es como actúo siempre.

Noté que él iría directo al punto cuando vi que comenzó a buscar en el bolsillo de su abrigo lo que, posiblemente, era la llave de mi bodega alquilada.

Sceptile:Un momento...

Luego de decirme que lo espere sacó, del mismo bolsillo del cual buscaba con una garra/mano, varias llaves de la cuales solo una me pertenecía por pagarla previamente.

Sceptile:Aquí tiene su llave, señor.

Me acercó el diminuto objeto con la garra/mano, lo tomé de inmediato y guardé en seguida en uno de los bolsillos de mi camisa.

Eduardo:Eso es todo, ¿No es así?

Por fortuna, sí respondió lo que quería oír.

Sceptile:Así es, gracias por escoger mis servicios.

Eduardo:Está bien, hasta pronto.

Dí media vuelta y caminé despacio para buscar la bodega en la llave que acababa de recibir encajara que el candado que cerraba su puerta.
Pero al empezar a hacerlo escuché algo que me interrumpió y no pude evitar ver de donde es que venía el sonido del motor de un vehículo.

Era una camioneta gris que llegó desde un lugar que no vi, se detuvo sin apagar su motor cerca del dueño con quien hablé hace unos escasos segundos y, al abrirse la puerta del conductor y bajar de dentro, vi que quien la conducía era un Pokemon de la misma especie que el dueño.
Pero este se veía mucho más joven y sin nada encima a diferencia de el otro, y el Sceptile que acababa de llegar empezó a hablar.

Sceptile menor:Hola, ya vine.

Él habló de manera casi despreocupada mientras que el adulto no parecía ni contento ni molesto con su llegada.

Sceptile mayor:Sí, lo acabo de ver, tienes suerte de que no tenga un reloj ahora mismo para ver si llegaste tarde.

Sceptile menor:Pero ya estoy aquí, además no hay porqué apurarse, para ninguno de los dos, papá.

Esa última palabra explicaba mucho de lo que dudaba e hizo que entendiera algunas cosas sobre ambos.

Sceptile mayor:Ojalá que sepas lo que estás haciendo.

Sceptile menor:Ya hemos hablado de ésto varias veces, ayer antes de ayer, hace tres días, estoy seguro y algo aterrado pero sobre todo seguro.

A pesar de que notaba algo de inseguridad en su tono de voz, habló sin dudar ni una palabra.

Sceptile mayor:Cómo quieras, pero no dudes que tu madre y yo podemos ayudarte cuando lo necesites... y que te queremos.

Aquellas últimas palabras conmovieron a ambos de igual manera.

Sceptile menor:Ay, papá, yo también.

El hijo, impulsado por el afecto que confirmó su padre, se acercó para darle un abrazo de corta pero suficiente duración.

Sceptile mayor:Hasta pronto, hijo, recuerda que nunca está mal pedir ayuda si la necesitas.

Sceptile menor:Gracias, papá, te quiero.

Luego de esa despedida, ambos tomaron caminos distintos, el padre, simplemente, se fue caminando despacio mientras que el hijo regresó al interior de su camioneta, cerró su puerta y el vehículo empezó a moverse.

Decidí que ya no había nada más por ver en ese lugar, entonces reanudé lo que comencé a hacer antes de que alguna otra cosa me interrumpiera de nuevo; volví a buscar la bodega que compré mientras caminaba y observaba los números que habían encima de cada bodega por la que pasaba, hasta que vi la que buscaba y dejé de moverme para quedarme parado frente a ella.

Me acerqué a la puerta y, al ver que el grueso candado se encontraba en la parte inferior de la puerta, me agaché apoyándome en una rodilla, saqué la llave de dentro de mi camisa y la usé para abrir la cerradura del candado, luego me puse de pie mientras deslizaba la puerta hacia arriba para abrirla hasta dejarla en un punto en el que estaría estática y sin caerse.

Antes de ver en el interior, oí que algo pasó detrás de mí pero pude reconocer ese sonido y supe que era la misma camioneta de hace poco.
Giré la cabeza para ver adonde es que iría y resultó que pensaba detenerse en la bodega que estaba justo al lado de la mía, pero no le di más importancia y volví a enfocarme en mis asuntos y a lo que había venido.

Fue reconfortante ver que todas las cajas de distintos tamaños con parte de mis pertenencias en su interior, muebles hogareños y demás cosas que mandé desde Hidren Laitons habían llegado sin sufrir daños en el viaje, aunque eso era lo que parecía a simple vista y verificaría casi todo para estar tranquilo y seguro de aquello.
Entonces entré y comencé a revisar casi todo pero solo de manera superficial porque no quería abrir todas las cajas ni sacar las cosas que estaban hasta el fondo.
Un rato después de ver que todo andaba en orden y como lo suponía, me dispuse a confiar en el que los del transporte sí habían tenido cuidado con mis cosas y dejé de examinar mis cosas, salí con cuidado y para no tropezar con nada por accidente, una vez afuera tomé la puerta deslizable y la bajé hasta el suelo sin esfuerzo, le puse de nuevo el candado, lo cerré con la llave y la guardé en mi bolsillo.

Estuve a punto de irme caminando al lugar al cual empezaría a llamar hogar por un tiempo y al moverme en esa dirección, vi algo que llamó mi atención.
El Sceptile de antes estaba intentando abrir su bodega, la cual se encontraba justo al lado de la mía, pero tenía ciertas dificultades para elevar la puerta y abrirla aunque parecía que por más esfuerzo que hiciera no lo conseguiría.
Al verlo de mejor manera, luego de haber examinado a simple vista su físico y tomando en cuenta la manera en la que se comportó frente a su padre pude calcular que su edad era mucho menor que la mía.

Sceptile:¡Ay! Maldita porquería, se atascó.

Él se cansó se intentar subir la puerta y solamente se limitó a mirar la parte inferior molesto, quizá tratando de pensar en qué solución podría idear para lidiar con su problema.

No veo que sea capaz de hacerlo aunque lo intente por el resto del día.

Eduardo:Déjame ayudarte.

Me acerqué a él para ayudarlo por buenos modales; me agaché y tomé la parte inferior de la puerta con algo de fuerza esperando desatascarla pero, al hacerlo, no noté que algo funcionara mal en el mecanismo, incluso hasta que estaba totalmente abierta.

Sceptile:Gracias forzudo, precisamente por esto tengo que sacar todo ésto, además es la primera vez que trato de abrirlo.

Noté que hablaba de las cajas al interior de la bodega con la supuesta puerta atascada.

Eduardo:No fue nada, solo un poco de ayuda.

Sceptile:¿Nada? Fue justo la que necesitaba.

No demostré mucho interés en mantener una conversación por el simple hecho de que no estaba tan animado para hacerlo e intuí que no podría hacer nada más en ese lugar, así que esta vez sí me iría definitivamente de ahí hasta volver dentro de un tiempo luego de haber podido encontrar un lugar con más espacio en el que vivir que el que tenía en ese momento.

Dí unos cuantos pasos para irme pensando si Lucila ya había llegado para devolverle el plato en el que me dió la sopa, pero, por pura curiosidad, vi de nuevo hacia otro lugar que no era el camino a donde me dirigía y me dí cuenta de que el Sceptile aún seguía teniendo dificultades con relación a su fuerza pero no con la puerta en esta ocasión.
Sacaba con mucho esfuerzo una caja de dentro de la bodega y daba la impresión que la soltaría en cualquier momento y, para asegurarse de no hacerlo, descansaba frecuentemente y muy seguido.

Eduardo¿Necesitas más ayuda con eso?

Al oírme y sorprenderse ligeramente porque aún seguía ahí, colocó la caja en el suelo con el mismo esfuerzo con el que la levantó y me respondió de manera confiada.

Sceptile:No, puedo solo...

Volvió a tomar la caja pero, con todo el esfuerzo que realizó por moverla y cargarla, se le hizo demasiado pesada, lo que casi ocasionó que cayera y solo la bajó rápido apoyándose en ella sin mirarme.

Sceptile:Tienes razón, sí necesito ayuda.

Honestamente, me causaba gracia la batalla que libraba con la caja pero no mucha y pude contener mis casi inexistentes ganas de reír.

Caminé nuevamente hacia él, se apartó para darme espacio y así levantar la caja con tranquilidad y sin ningún problema a diferencia de él y preguntar adonde intentaba llevarla.

Eduardo:¿Dónde la pongo?

Sceptile:Ahí, en la parte de atrás de mi camioneta.

Llevé el objeto cúbico y café claro hacia donde me indicó, lo acomodé al fondo y regresé con él.

Sceptile:Gracias, ahora solo faltan esas cajas de ahí dentro, ¿Quieres seguir ayudándome por favor? Si yo lo hago estaré aquí hasta que anochezca.

Lo pensé por un momento y accedí ayudarlo porque el estaba en lo correcto; con el ritmo con él que seguramente llevaría cada caja desde su bodega hasta su camioneta sí se tardaría mucho.
También porque la principal razón era que no eran demasiadas cajas por cargar y mover y yo no tendría ningún problema para ese labor de ayuda.

Eduardo:Está bien, hoy no tengo casi nada que hacer.

Mi respuesta lo puso algo feliz y, al parecer, no dudó en expresar su alegría.

Sceptile:Perfecto, señor, ahora usa esos grandes brazos privilegiados.

Lo que dijo no me incomodó para nada pero tampoco me agradaba que actuara como si ya me conociera y supiera todo sobre mí.
Decidí ignorarlo sin casi, casi ninguna sensación de arrepentimiento por haber accedido a ayudarlo y empecé con lo que me propuse hacer.

El proceso fue algo repetitivo en los segundos que duró, entraba para tomar una caja, la llevaba caminando hasta ponerla y acomodarla en la parte de atrás de su camioneta, todo eso sin que ninguno dijera nada y mientras que él solo me seguía, tal vez sintiendo que estaba ayudando con algo.

Al terminar de acomodar la última caja de tamaño mediano lo último que faltaba por hacer era cerrar la bodega pero antes de que fuera a hacerlo vi que él lo estaba haciendo sin nada de esfuerzo ya que solo era deslizarla hasta abajo y ponerle el candado.

Sceptile:Uf, al fin.

Me sacudí las manos/patas por el polvo que las cajas tenían encima y también la camisa aunque tuve cuidado de no ensuciarla.

Eduardo:Supongo que eso es todo.

Sceptile:Así es, eso todo pero solo en esfuerzo físico, ¿Dónde vives? ¿Eh?

Es pregunta me pareció demasiado repentina además de rara porque me lo preguntó de manera bastante directa, por lo que me mostré confuso y algo defensivo.

Eduardo:¿Por qué quieres saberlo?

Él supo, por mi modo de hablar, que su pregunta sonó ciertamente impensada y explicó lo que quiso darme a entender.

Sceptile:No es para nada malo, quiero devolverte el favor llevándote a casa por muy lejos que esté.

Con ese punto aclarado y sin nada que temer, confié en que haría lo que me dijo.

Eduardo:Ah, si se trata de eso entonces sí, pero no tengo casa ahora mismo, vivo en un departamento de un edificio llamado Buenas noches.

La cara que puso cuando le dije donde vivía me dió a entender que no tenía idea del lugar de la ciudad en el que yo vivía.

Sceptile:Esto... no lo conozco pero puedes indicarme el camino.

Eduardo:Cómo quieras, y gracias.

Sceptile:A ti, no se qué hubiese hecho sin ti.

Luego de esa corta charla, los dos nos dirigimos hacia su camioneta, él abrió la puerta del lado del conductor y yo del lado contrario, la que estaba al lado de este.

Al ver el asiento del coductor, una duda que tuve al verlo fue resuelta, la parte para apoyar la espalda estaba pegada al techo dejando un gran espacio por el cual el Sceptile pasaría su cola sin que representara un problema o incomodidad a la hora de manejar.

Luego de que los dos estuviéramos dentro y sentados y antes de que encendiera el vehículo, el Sceptile preguntó de manera simpática por algo más de información sobre mí pero, por suerte, solo algo más o menos superficial.

Sceptile:¿Cómo es que te llamas?

Esa también seria una manera de averiguar su nombre que posiblemente me diría luego de que yo revelara el mío.

Eduardo:Soy Eduardo.

Sceptile:Encantado, Eduardo, yo me llamo Gidkho, con una hache entre la ka y la o aunque no interfiere en la pronunciación.

Qué nombre más curioso.

Eduardo:Es la primera vez que escucho un nombre ese.

Gidkho:Sí, al contrario que el tuyo, mi nombre es mucho más raro pero me gusta como se oye y nunca se lo cuestioné a mis padres.

Realmente es raro.

Gidkho:Bien, ahora guíame, Eduardo, vamos hacia... ups, lo siento, olvidé el lugar donde dijiste que vivías.

Eduardo:Conduce, yo te diré donde.

Entonces, Gidkho emprendió camino, primero para salir y llegar a la calle y después tomar las calles que yo le iría indicando por el camino.

Él me parece más agradable a diferencia de su padre, tal vez sea por su actitud más abierta y simpática o porque es más joven y menos serio.
Sin embargo, eso es lo que parece mostrar superficialmente, que parece ser alguien alegre y no tan respetuoso pero de actitud relajada.
Aunque no estoy interesado en conocerlo para no tener dudas o sospechas y saber todo sobre él, bastará con hablar un poco al llegar a mi destino, dale las gracias por traerme y probablemente no verlo jamás luego de despedirnos.

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No, pasó otra vez y más que el capítulo anterior XD

En serio, no supe hasta donde dejar el capítulo.

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