6

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

A Jeon Jungkook le mola un jugador de fútbol americano. No doy crédito. Pero ya lo he ofendido una vez esta noche, así que sé que tengo que ir con cuidado si quiero convencerlo.

Espero hasta estar los dos en mi Jeep con el cinturón de seguridad puesto antes de soltar la prudente pregunta.

—Y entonces, ¿desde hace cuánto quieres foll… hacer el amor con Kim?

No responde, pero puedo sentir su mirada asesina clavada en mi perfil.

—Tiene que ser una cosa bastante reciente, ya que se ha trasladado hace dos meses.—Aprieto los labios—. Vale, vamos a suponer que es desde hace un mes.

No hay respuesta.

Lo miro y veo que está frunciendo el ceño aún más, pero incluso con esa expresión intimidante está bueno.

Tiene una de las caras más interesantes que he visto; sus mejillas son quizás demasiado redondas y sus labios delgados, pero combinado con su suave piel aceitunada, sus alegres ojos negros y el pequeño lunar sobre su labio superior, parece casi exótico. Y ese cuerpo… Joder, ahora que me he
fijado en él, no puedo ignorarlo.

Pero me recuerdo a mí mismo que no lo estoy llevando a su casa con la esperanza de tirármelo. Necesito a Jungkook demasiado como para estropearlo todo acostándome
con él.

Al acabar el entrenamiento de hoy, el entrenador me llevó aparte y me soltó diez minutos de charla sobre la importancia de tener buenas notas. Bueno, «charla» es una descripción demasiado generosa; sus palabras exactas fueron: «o mantienes tu media,
o te meto el pie en el culo tan dentro que notarás el betún de mis zapatos en tu boca durante los próximos diez años».

Como buen listillo que soy, le pregunté si de verdad la gente seguía utilizando
betún para los zapatos y él respondió con una serie de palabrotas de todos los colores antes de dar un portazo.

No estoy exagerando cuando digo que el hockey es mi vida, pero supongo que eso es algo que ocurre sí o sí cuando tu padre es una puta superestrella. Mi viejo tenía mi futuro planeado cuando yo aún estaba en el vientre de mi madre: aprender a patinar, aprender a lanzar, ser profesional, fin.

Después de todo, Phil Kim tiene una reputación que mantener. Solo hay que pensar en lo mal que quedaría mi padre si su único hijo varón no llegara a ser jugador de hockey profesional.

Y sí, eso que detectas, es sarcasmo. Y aquí va una confesión: mi padre no me cae bien. No, mejor dicho, le detesto. La ironía de todo esto es que el cabrón piensa que todo lo que he hecho, lo he hecho por él. Los duros entrenamientos, los cardenales por
todo el cuerpo, el matarme veinte horas a la semana para mejorar mi juego.

Pero él es lo suficientemente arrogante como para creer que he pasado por todo eso por él. Y se equivoca. Lo hago por mí mismo. Y en menor medida, lo hago para ganarle.

Para ser mejor que él.

No quiero que se me malinterprete: me encanta el hockey. Vivo por y para el rugido de la multitud en la grada, el gélido aire que enfría mi cara mientras voy a toda velocidad por el hielo, el silbido del disco al lanzar un potente tiro que activa la sirena. El hockey es adrenalina pura. Es emoción. Es… hasta relajante.

Miro a Jungkook otra vez y me pregunto cómo persuadirlo y de repente caigo en que he estado pensando en esta historia de Kim de la forma equivocada. Porque es verdad, yo no creo que él sea su tipo, pero ¿es él el suyo?

Kim Namjoon va de tipo fuerte y silencioso, pero he estado con él las suficientes veces como para saber que todo es una actuación. Él utiliza esa mierda de «chico misterioso» para atraer a las chicas o chicos, y una vez pican el anzuelo, activa sus encantos y
las lleva directamente a sus pantalones.

Así que, ¿qué leches hace una chico sensata como Jeon Jungkook babeando detrás de un tipo tan popular como Nam?

—¿Es algo físico o de verdad quieres salir con él? —pregunto con curiosidad.

Su suspiro de exasperación resuena en el coche.

—¿Podemos dejar de hablar de esto?

Le doy al intermitente para girar a la derecha y nos alejamos de la calle de las fraternidades, en dirección a la carretera que lleva al campus.

—Estaba equivocado sobre ti —le digo en un tono sincero.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Significa que pensé que eras una persona directa. Con agallas. No alguien que es demasiado cobarde como para admitir que le mola un chico.

Oculto una sonrisa cuando veo que aprieta mandíbula. No me sorprende ver que he tocado una fibra sensible. Se me da bastante bien leer a la gente y estoy convencido de que Jungkook no es del tipo que retrocede ante un
desafío, ni siquiera ante uno indirecto.

—Vale. Tú ganas. —Suena como si estuviera hablando con los dientes apretados—. Es posible que me mole. Pero muy, muy poco.

Mi sonrisa sale de su escondite.—Uau, ¿tan difícil era? —Levanto el pie del acelerador cuando nos acercamos a un
stop—. Y entonces, ¿por qué no le has pedido salir?

Una pequeña ola de miedo se propaga por su voz.—¿Por qué iba a hacer yo eso?

—Eh, ¿porque acabas de decir que te mola?

—Ni siquiera le conozco.

—¿Cómo vas a llegar a conocerlo si no le pides salir contigo?

Se remueve en su asiento, está tan incómodo que no puedo evitar reír.

—Tienes miedo —la provoco, incapaz de ocultar el regocijo en mi tono de voz.

—No tengo miedo —dice al instante. Luego hace una pausa—. Bueno, tal vez un poco. Él… él me pone nervioso, ¿vale?

Necesito un poco de esfuerzo para ocultar mi sorpresa. No esperaba que fuera tan… honesto, supongo. La vulnerabilidad que irradia es un poco perturbadora. No lo conozco desde hace mucho tiempo, pero me he acostumbrado a su sarcasmo y a su
confianza en sí mismo. La incertidumbre que veo en su rostro parece fuera de lugar.

—Entonces ¿te vas a quedar esperando hasta que él te lo pida?

Frunce el ceño en mi dirección.

—Déjame adivinar, piensas que no va a hacerlo.

—SÉ que no va hacerlo. —Encojo levemente los hombros—. A los hombres lo que les va es la caza, Jeonny. Tú se lo estás poniendo demasiado fácil.

—Lo dudo —dice con sequedad—. Sobre todo teniendo en cuenta que ni siquiera le he dicho que me interesa.

—Oh, ya lo sabe.

Se sobresalta.

—No, no lo sabe.

—Un hombre siempre sabe cuándo una persona va detrás de él. Créeme, no es
necesario que lo digas en voz alta para que él capte las vibraciones que mandas. —Sonrío—. Venga, por favor, pero si a mí solo me llevó cinco segundos darme cuenta.

—¿Y crees que si salgo contigo, mágicamente él va a interesarse por mí? —Su tono de voz es escéptico, pero ya no es hostil, algo que me parece una señal prometedora.

—Sin duda ayudará a la causa. ¿Sabes lo que intriga a los chicos, más incluso que la caza?

—Me muero de ganas de escucharlo.

—Algo que esta fuera de su alcance. La gente quiere lo que no puede tener. —
No puedo evitar sonreír—. Aquí tienes un ejemplo: tú quieres conseguir a Nam.

—Ya. Bueno, si no puede ser mío, entonces ¿por qué debería molestarme en tener una cita contigo?

—No puede ser tuyo AHORA. Eso no significa que NUNCA lo sea.

Llego a otra señal de stop; me fastidia ver que ya casi hemos llegado al campus. Mierda. Necesito más tiempo para convencerlo. Conduzco un poco más despacio y espero que no se dé cuenta que voy a quince kilómetros por hora por debajo del límite.

—Confía en mí, Jeonny, si apareces cogido de mi brazo, se dará cuenta. —Me detengo y finjo estar reflexionando—. Mira, hay una fiesta el próximo sábado y tu Loverboy estará allí.

—Punto número uno: no le llames eso. Y número dos: ¿cómo sabes que va a ir? —pregunta con recelo.

—Porque es la fiesta de cumpleaños de Choi Soobin. ¿Sabes quién es? El
quarterback. Todo el equipo estará allí. —Me encojo de hombros—. Y nosotros
también.

—Ya. ¿Y qué pasa cuando lleguemos allí?

Está actuando como si nada, pero sé que lo tengo exactamente donde yo quiero.

—Nos relacionamos con la gente, nos tomamos unas cervezas. Te presentaré por ahí como mi cita. Las chicas querrán matarte, algunos  chicos también, algunos se preguntarán quién eres y por qué no has estado antes en su punto de mira. Kim Namjoon se lo preguntará también, pero nosotros le ignoraremos.

—¿Y por qué haríamos algo así?

—Porque eso le enloquecerá. Te hará parecer aún más inalcanzable.

Se muerde el labio. Me pregunto si sabe lo fácil que resulta leer sus emociones.
Enfado, cabreo, vergüenza. Sus ojos lo revelan todo y eso me fascina. Yo hago un esfuerzo enorme para enmascarar lo que siento, una lección que aprendí en la infancia, pero el rostro de Jungkook es un libro abierto. Resulta renovador.

—Tienes mucha confianza en ti mismo —dice finalmente—. ¿De verdad crees que estás tan bueno como para que el mero hecho de ir a una fiesta contigo vaya a convertirme en un celebrity?

—Sí. —No estoy siendo arrogante, simplemente sincero. Después de dos años en esta uni, conozco la reputación que tengo.

Aunque para ser honestos, a veces no me siento ni la mitad de guay de lo que la gente piensa que soy, y estoy bastante seguro de que si alguno de ellos se tomara el tiempo para llegar a conocerme de verdad, probablemente cambiaría su opinión. Es como ese estanque en el que yo patinaba cuando era pequeño. Desde lejos, el hielo
parecía superbrillante y suave, hasta que te acercabas lo suficiente y, de repente, todos los bordes irregulares y las marcas de patines entrecruzadas se hacían visibles.

Ese soy yo, supongo. Cubierto de marcas de patines de las que nadie parece nunca darse cuenta. Dios, está claro que esta noche me estoy sintiendo demasiado filosófico.

A mi lado, Jungkook se ha quedado en silencio, y se muerde el labio mientras
considera mi propuesta. Por una fracción de segundo, casi le digo que lo olvide. Es como si estuviera… MAL que a este chico le importe lo que un gilipollas como Kim Namjoon piensa de él. La inteligencia y la lengua afilada de Jungkook se desperdiciarían en un tipo así.

Pero entonces pienso en mi equipo y en todos los chicos que cuentan conmigo y me obligo a ignorar mis dudas.

—Piensa en ello —la persuado—. El examen de recuperación es el viernes de la semana que viene, lo que nos da una semana y media para estudiar. Hago el examen y después, la noche del sábado nos vamos a la fiesta de Choi y le mostramos a Loverboy lo sexy y deseable que eres. No será capaz de resistirse, confía en mí.

—Punto número uno: no le llames eso. Y número dos: deja de decirme que confíe en ti. Ni siquiera te conozco. —Pero a pesar de las quejas, puedo ver que se ha rendido—. Mira. No me puedo comprometer a darte clases durante todo el semestre. De verdad, no tengo tiempo.

—Solo será esta semana —prometo.

Duda.

No lo culpo por dudar de mí. La verdad es que ya estoy pensando en cómo puedo convencerlo para que me lleve de su mano durante el curso de mi archienemiga, pero… batalla
a batalla.

—Entonces, ¿tenemos un trato? —suelto.

Jungkook se queda en silencio, pero justo cuando he perdido la esperanza, suspira y dice:

—Vale. Tenemos un trato. Cojonudo.

Una parte de mí está de veras esta sorprendida de haber conseguido derribar sus defensas. Le he estado dando la lata por lo que me parece una eternidad, y ahora que he ganado, es casi como si experimentara una sensación de pérdida. No sé qué narices
significa eso.

No obstante, me doy una palmadita mental en la espalda cuando llegamos al aparcamiento que hay detrás de las residencias.

—¿En qué residencia estás? —pregunto mientras pongo el Jeep automático en la posición de aparcar.

—En la Residencia Bristol.

—Te acompaño. —Voy a desabrocharme el cinturón de seguridad, pero él niega con la cabeza.

—Estoy bien. No necesito un guardaespaldas. —Me enseña su móvil—. Todo preparado para marcar el 119, ¿recuerdas?

Un breve silencio cae sobre nosotros.

—Bueno. —Extiendo mi mano—. Ha sido un placer hacer negocios con usted.

Se queda mirando mi mano como si fuera portador de Ébola. Pongo los ojos en blanco y retiro el gesto.

—Mañana trabajo hasta las ocho —dice él —. Podemos vernos cuando haya
terminado. Tú no vives en las residencias del campus, ¿verdad?

—No, pero puedo venir aquí.

Palidece como si le hubiera ofrecido que se afeitase la cabeza.

—¿Y que la gente piense que somos amigos? Ni de coña. Envíame un mensaje con tu dirección. Iré a tu casa.

No he conocido nunca a nadie que sienta tanta aversión por mi popularidad. Y no tengo ni idea de cómo tomármelo.

Creo que es posible que me guste.

—Si voy yo te convertirás en el chico más popular de tu residencia, ya sabes.

—Mándame un mensaje con tu dirección —dice con firmeza.

—A sus órdenes. —Le sonrío—. Te veo mañana por la noche.

Todo lo que consigo a cambio es una mirada de mala leche y un destello de su perfil cuando se gira para abrir la puerta. Salta del coche sin decir una palabra, después, a regañadientes, da unos golpecitos en la ventanilla del copiloto.

Reprimiendo una sonrisa, pulso el botón para bajar la ventanilla.

—¿Te has olvidado algo? —me burlo.

—Gracias por traerme —dice recatadamente.

Y después se va.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro