31: Condenados y sombras

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Anthony

Veo como el humo de mi cigarrillo sube, introduzco las balas en mi arma, observo por la mirilla y apunto a mis objetivos en una cabaña en el bosque. Una sombra se me atraviesa por la lente, el humeo se esfuma, entonces bajo el fusil, confundido. Escupo el cigarro apagado, por lo que supongo el viento, y este cae al pasto, pero ni ruido hace, mientras yo sigo en la rama. No obstante, siento un escalofrío detrás, como si me observaran. Las personas en la cabaña se van, rápido, se suben a un vehículo, entonces se largan. Presiono el intercomunicador en mi oreja, para hablar con mi falso padre.

―Cainán Done y Adara Kyleth se me fueron. ¿Para qué querías dispararles?

―Qué sé yo, cosa de Gutiérrez ―responde del otro lado de la línea―. Sabes que trabaja para Elerick Mareum, otro demonio.

―No sé si preguntar si las balas que me diste tienen componente de demonio o si se las pediste al imbécil de Asthur Wedengraf.

―Nada puede dañarte, hijo mío, no te preocupes.

Gruño.

―¿Y eso qué significa?

Oigo gritos, entonces corto la comunicación. Un hombre es arrastrado en la oscuridad, supongo que era otro francotirador. Salto de la rama y voy en su dirección. Otra vez siento las sombras. Más me introduzco en el bosque, son más densas y acechan.

―Ayuda... ¡Ayúdame!

―¿Dónde estás? ―Miro para todos lados.

―¡Ah! ―grita.

Ya no lo oigo más.

―Mierda ―chillo cuando una garra sale de la tierra y no me libera―. Suéltame. ―Forcejeo.

No es un demonio, pues entiendo que esos no pueden dañarme. Es otra cosa. Sale del dibujo en el pasto, como con un pentagrama. Agarro mi arma pequeña y le disparo, seguidas veces, cuando sale una cabeza desforme de allí, la cual pretendía morderme con tales dientes afilados. Logro zafarme, entonces retrocedo. Hay más de esos dibujos extraños, qué mierda. El cadáver del hombre está muerto en el suelo. Hay sangre verde por todos lados, es repugnante.

Más de esas cosas salen de los pentagramas, entonces me cubro con las manos, pero no ocurre nada, así que las bajo, ya que veo como las enredaderas se deslizan en un largo trayecto, destruyendo los dibujos y todo a su paso en el pasto.

Tomo una gran bocanada de aire con alivio.

―¿Qué mierda fue todo eso?

En el piso, como si fuera con fuego, se escribe la palabra "condenados" y "sombras". ¿Debo entender que las sombras dibujaron aquellos pentagramas? No puedo creer que ya hablo y comprendo directamente a las plantas. Aunque no debería sorprenderme, mi esposa es un demonio. Reacciono, un nombre se escribe en el pasto, así que presto atención.

―"Uxío" ―leo en voz alta y le contesto a las enredaderas―. Claro, lo suponía, soy su problema y quiere deshacerse de mí.

Veo como las hidras retroceden, para marcharse, amigables. Me llega como un vacío, pero decido ir hasta mi auto y regresar a la mansión. En el viaje me siento muy emocional, como si estar entre aquellas plantas fuera una droga y no quisiera que me suelten. La otra vez también me ocurrió lo mismo. Es muy intenso, como si controlara mi mente y fuera parte de mí.

Al llegar a mi casa, me encuentro con Lisette, esperándome en las escaleras. Bajo del vehículo, entonces ella se levanta y corre, feliz, hasta mí. Me abraza a una gran velocidad.

―No te vayas nunca.

―A veces hay que trabajar. ―Acaricio su mejilla―. Además, aclaro muchas cosas de esa manera.

Se aparta.

―Hueles extraño. ―Mueve la nariz―. ¿Es pino?

―¿Ahora estudias árboles? ―Me río―. Pensé que dirías algo como que olía a sangre.

―¡¿Estás bien?! ―Se alarma.

―No es mi sangre ―digo, tranquilo.

Me señala, agitando su dedo índice por un momento.

―Ese trabajo es malo, debes dejarlo.

―Quisiera, pero no olvides que somos conejillos de indias del señor Gaudel y solo podemos hacer lo que él ordene.

Hace puchero.

―Yo no.

―Eso es cruel. ―Me río―. Cierto, tú sí estás por voluntad propia.

―Lo siento, no quería hacerte sentir mal. ―Se avergüenza―. Es que me encanta aquí, y no creo que me guste otra cosa.

Mantengo una sonrisa.

―Necesitas viajar más.

Sus mejillas se ruborizan.

―Me miras mucho ―murmura.

―Es que me gusta lo que veo.

Se sobresalta.

―No sé si pueda acostumbrarme al Anthony juguetón.

―Tú no conoces al Anthony juguetón ―me burlo―. Es uno muy divertido.

―Ah, ¿sí? ―Traga saliva―. Ya me dio curiosidad.

―¿Nos escapamos en la noche?

Tú al enterarte de que Anthony era uno de los francotiradores de Elerick: 🤯

Si leíste Tú y yo paranormal, seguro te explotó la cabeza, porque a mí también me pasó eso jajaja. Cuestión, yo sabía que las historias ocurrían casi al mismo tiempo, aunque nunca creí que lo aclararía aquí. Para el que no recuerde lo del francotirador ocurre en el capítulo 10.

Por otro lado, amamos que Anthony se acerque cada vez más a Lisette 💖

Saludos, Vivi.

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