C:O5

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Dagyeom se enojó cuando le mencioné que había rechazado la oferta para cambiarme al equipo penalista, ella sabía cuanto lo había deseado, meses atrás. Nunca tuve la oportunidad y ahora que la tenía, las circunstancias no me agradaban, era muy probable que me estuviera equivocando. Minho aseguraba que se debía a mi orgullo, una parte de sus palabras tenían razón, me enojaba la idea, de que esta oportunidad, fuera, nada más y nada menos que Minho me quería lejos de su vida; independiente de eso, estaba asustado al cambio.

Si fallaba en el nuevo departamento, me arrepentiría toda mi vida. De todos modos, mi hermana siguió sermoneándome por horas, hasta que se cansó. Por la tarde del sábado, siendo mañana mi día libre, aproveché para ir a tomar unas copas de Wisky con mi hermana, su novio y unos amigos. Estuve renuente a la hora de asistir, porque me sentiría como un chavo-ruco su alrededor, pero ella había insistido tanto, manifestando que tenía que relajarme y seguir con mi vida, que no tuve otra opción.

Mi trabajo era uno donde tenía que dar la mejor imagen posible. Si los representantes de la firma me vieran con tinta en el cuerpo, sería inmediatamente despedido y conseguir un nuevo trabajo, con el mismo nivel, sería muy difícil.

Bebí y platiqué con sus amigos, quienes me trataron como uno de ellos, recordándome que no era más de cuatro años mayor que ellos. Baeko, el novio de mi hermana, trató de convencerme para dejarle usar mi cuerpo como experimento para sus tintas y material de practica, pero me negué, ni todo el alcohol del mundo lograría que me tatuara el cuerpo.

Mi trabajo era uno donde tenía que dar la mejor imagen posible. Si los representantes de la firma me vieran con tinta en el cuerpo, sería inmediatamente despedido y conseguir un nuevo trabajo, con el mismo nivel, sería muy difícil.

Teniendo en cuenta, que el desempleo crece cada vez más y la crisis económica está en aumento por la sobrepoblación, perder mi empleo, era un lujo que no podía darme. Seguí bebiendo y platicando con los chicos, aunque me comportaba de forma habitual para no preocupar a mi hermana, seguía pensando en Minho. Recordando el momento exacto, en el que me dijo que teníamos que terminar por el bien de la firma.

Una vez que Minho dejó de hablar, me controlé, no me permití llorar y mucho menos rogarle para que se quedara conmigo. Sí esa era su decisión, yo la aceptaría. No necesitaba en mi vida a alguien que no me quisiera lo suficiente y que pensará que no tenía sentido, ni valía la pena, luchar para estar juntos; por algo llamado amor.

Minho sólo siguió hablando, manifestándome los deseos de sus padres, lo ansiosos que estaban, por verlo formar una familia. Ellos pusieron el nombre de Im Jawoon, primero, ante que el de todas las posibles prospectos. Ella se llevó el primer lugar, al ser una joven hermosa, inteligente, que estaba involucrada en el mismo campo laboral, alguien a la que ya conocía y con quien se llevaba bien, pero sobretodo, con unos padres que, estaban dispuestos a invertir en el negocio familiar de Lee y ayudar para que se volvieran la firma de abogados más importantes de todo Seúl.

Nuestro amor era algo demasiado pequeño, comparado a esas metas. Aunque lo hubiera amado desde los primeros momentos en los que lo conocí. Aunque lo extrañará todo el tiempo, todas las noches. Recordándole, deseando tener sus brazos alrededor de mi, anhelando sus besos, sus caricias y mimos.

Lee Minho fue mi primer y único amor verdadero, aquel que me hizo sentir en el cielo y al mismo tiempo en el infierno. Perderlo, fue como perder mi propia existencia. Las veces que lo vi besarse con Jawoon, fueron como dagas clavándose en mi pecho, y aunque no lo demostraba siempre corría al sanitario, para tirarme agua fría en la cara, mientras comprobaba que no tuviera los ojos rojos o pareciera que estaba a punto de llorar.

-El amor es una mierda -declaró una de las amigas de mi hermana, Choi Jisu-. No quiero volver a enamorarme de nuevo.

Sus amigas la apoyaron, ella seguía tomando wisky mientras relataba como había encontrado a su pareja siéndole infiel con una compañera de trabajo. Los demás también contaban sus penas amorosas, yo no hable sólo las escuchaba, oírlas me hizo darme cuenta de que no era el único sufriendo por amor. Tantos corazones rotos reunidos en un sólo lugar.

Sólo hacían desilusionarme más. Pensar que realmente el amor verdadero, como se pintaban en las historias de romance, no existía.

Yo tampoco quería volver a enamorarme de nuevo. En primer lugar, poder superar a un hombre como Lee Minho, ya era un problema bastante grande. No me creía capaz de lograrlo y eso de que, el tiempo lo cura todo, era una vil mentira, aunque tendría que esperar unos meses más para comprobarlo.

De regreso a casa, Baeko me ayudó a cargar a mi hermana, quien tenía mucho alcohol en su sistema, que apenas le permitía ponerse en pie. Ella estaba soltando maldiciones y hablando mal de unas chicas, sunbaes de la universidad, que la estaban haciendo pasar mal rato.

Baeko, sólo le decía: sí, tienes razón, te apoyo y sinónimos, a todo lo que ella balbuceaba. Era un buen tipo, aunque se veía como un chico rudo; con la piel llena de tatuaje, vestido informal y sin clase, era la imagen de cualquier vago que te encontrabas en las esquinas, fumando y drogándose. No era el tipo de chico que cualquier madre y hermano mayor desearían para su pequeña hija o hermana, pero era amable, más amable y respetuoso que cualquier chico con clase que conocí. Y créanme, conocí a varios, que sólo por vestir elegantes, se creían la octava maravilla.

Mi día libre, la pasé con mi hermana en la casa, mirando películas y hablando de todo y nada, mi madre nos consintió, trato mi resaca y la de mi hermana, siendo la de ella más fuerte, como si fuéramos unos niños pequeños enfermos.

Mamá nos dejó mirar televisión en la pantalla grande, no pidió que nos cambiáramos la pijama en todo el día, y no pidió que ayudáramos con los quehaceres de la casa. Fue un fin de semana tranquilo, sólo mi hermana, yo, nuestros celulares y la pantalla grande.

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