Capítulo 22

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- ¿Quién se atreve a desobedecer mis ordenes? – pregunta el príncipe al llegar al salón, lugar donde se atendían a las visitas inesperadas.

El lugar estaba desolado, los asientos vacíos. En la mesa solo hay un florero con flores marchitas.

- ¿Desde cuando el rey no viene a este lugar? – se pregunta así mismo.

- Desde que ascendió al trono, - habla alguien desde la terraza, - este lugar le trae muchos recuerdos al emperador y desde entonces que se encuentra completamente deshabitado.

El príncipe se posiciona en guardia, el hombre estaba oculto en las sombras, como si fuera parte de ellas.

- ¿Quién eres? – habla el príncipe desenfundando su espada.

- No es necesario estar en guardia, príncipe Hans, - habla el hombre con tranquilidad.

Los ojos del hombre se posan en el príncipe, sin vida, sin luz.

- No preguntaré de nuevo ¿Quién eres? – repite, sin guardar la espada.

- Soy un antiguo compañero de batalla de tu padre, un guerrero, un protector. – comienza el hombre.

Se sienta en uno de los asientos repletos de polvo sin tomarle mucha importancia.

- ¿Qué es lo que busca? – el príncipe permanece de pie, observando con detenimiento cada movimiento que hace.

- A la princesa Esther, - acababa de mencionar un punto débil.

- ¡¿Qué es lo que buscas con mi hermana?! – levanta la voz y su mano comienza a temblar.

- Príncipe Hans, yo no busco hacerle daño, todo lo contrario, - el hombre lo mira, - estoy aquí para protegerla.

- ¿De qué? ¿De quién? – la mente del príncipe comienza a formar un incontable de preguntas, todas entorno a su hermana y su bien estar.

- De malhechores que quieren arrebatarle su poder, de quienes quieren poseerla y dominar a las bestias, de cada ser que se atreva a tener un solo pensamiento malicioso hacia ella, - el hombre mantiene una expresión tranquila, nada concordante con sus palabras.

- ¿Cómo puedo creer en tus palabras? – el príncipe puede notar la seriedad y sinceridad en el hombre y en todo lo que dice, pero debe de estar completamente seguro de que no será una amenaza.

El hombre busca algo en sus bolsillos, causando que Hans se ponga en guardia nuevamente. Una carta, una muy arrugada y sucia carta es lo que saca.

- ¿Esto es suficiente? – pregunta entregándole la carta en las manos.

El príncipe desdobla el papel y se sorprende al reconocer inmediatamente esa escritura.

- Es la letra de la emperatriz, - no pudo evitar el desconcierto y extrañeza en sus palabras.

- Así es, ella me dejo a cargo de esa carta. Me dejo muy en claro que tenía que leerla apenas la princesa despertara sus poderes. - ¿acaso su madre conocía el porque Esther tiene ese poder?

No sabía como asimilar cada letra que estaba escrita con la propia mano de la emperatriz.

La leyó con lentitud, apreciando las curvas y la perfecta letra. La leyó nuevamente y una vez mas hasta volver a ver al hombre.

Guardo su espada y se sentó. Deslizo sus manos por el cabello, el rostro y brazos. No entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando.

- Como puede ver, no soy una amenaza para su hermana.

Todavía estaba asimilando lo que su madre le dejó escrito. No podía decirle ni mostrarle aun la carta a su hermana, necesitaba estar seguro y preparado para su reacción.

- Comprendo, pero tengo una pregunta.

- Adelante, esta en todo su derecho en preguntar, - habla el hombre manteniendo esa tranquilidad y formalidad ante el príncipe.

- En la carta dice que se encontraría con mi padre antes de venir aquí ¿Por qué esta solo? – pregunta el príncipe dejando a salir sus sospechas ante el hombre.

- Porque la princesa a despertado su poder mucho antes, especulo yo, por la culpa de los magos.

- ¿Y porque no han venido antes? ¿Por qué no estuvieron junto a ella cuando fue apresada? – pregunta el príncipe levantando la voz con notorio enfado.

- Tenemos prohibido interferir en su vida hasta que su poder fuera despertado. Había que estar completamente seguros de que ella era la indicada para llevarnos por el camino correcto.

- ¿Se acerca la guerra? – pregunta el príncipe, siendo consciente de la respuesta, por eso no se sorprendió al escucharla.

- Así es, príncipe Hans. – responde el hombre, - el momento de luchar y poner orden en el mundo se está acercando y la princesa Esther es la indicada para liderarnos.

- No permitiré que se la lleven, ella estará segura aquí, - contradice el príncipe.

- Usted y yo sabemos que no es eso lo que quiere la princesa, ella buscará justicia si llega a saber lo que esta sucediendo en su reino y en los demás.

- ¿Qué es lo que sucede? – pregunta el príncipe Hans.

- No es algo que usted deba saber aun, el emperador no me permite decírselo a nadie, en especial a sus hijos.

- Mientras no sepa la razones, no la dejare verla, no hasta que el rey este de vuelta y nos aclare todo lo que está sucediendo.

El príncipe habló con firmeza sin dejar de lado la formalidad.

- Tampoco es algo que dependa del rey, la princesa Esther es la única implicada en esta decisión. Ella es la única que sabrá lo que hará o no al saber. – habla el hombre, tratando de convencer al príncipe, - las injusticias no solo están en este reino. El mundo esta entrando en un caos mucho mayor a lo que su imaginación puede llegar.

- Ya he dicho mi decisión, no la verá hasta que el emperador este de vuelta.

El príncipe se coloca de pie y estaba listo para abandonar la habitación, pero el hombre vuelve hablar.

- Somos doce, príncipe Hans, - se levanta y después de todo ese tiempo, se despoja de la capucha, - doce guerreros vendrán por ella, para protegerla y tenga por seguro que usted no será impedimento para que lleven a cabo su tarea.

- ¿Tienes el atrevimiento de amenazarme? – el príncipe a esas alturas ya estaba furioso por las osadas palabras del hombre.

- No es una amenaza, príncipe Hans, es una advertencia...

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