Capítulo 16: Mi mayor triunfo

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Narra Angélica
—¡Voy a matar al señor Rodríguez! —exploté. Era un monstruo si había llegado al límite de dañar a una niña inocente por un estúpido trabajo.

Me giré sobre mis talones y me encaminé molesta hacia la cafetería, debía estar ahí, parecía su oficina.

—¡Calma, calma! —Se interpuso Esmeralda frente a mí. Me sentía como si fuera una yegua en medio de una carrera—. Sé que estás molesta, pero no puedes hacer un escándalo. No así como así, ni siquiera tienes pruebas contra él. Además, por más que lo odies es casi imposible que el tuviera algo que ver, te recuerdo que estaba adentro contigo.

Verla hablando enfrió mi mente.

—Cariño, cuando tengas pruebas yo misma te entregaré la carabina.

Tenía razón. Tenía que usar la cabeza, aunque me fuera muy difícil en esa situación. Busqué dónde sentarme, nunca fui buena controlando los nervios.

—¿Sabes si estaba bien? —pregunté dándome ánimos.

-—No lo sé, Roberto no se detuvo para decirme "Esmeralda, sé que estás ocupada, pero debo salir". Salió como si tuviera motor y desapareció. No tuve tiempo de nada.

Lisa tenía que estar bien. Ella debía estarlo. En esos momentos noté que mi cariño hacia ella era mucho más grande de lo que imaginaba.

—¿Tienes su número? Al menos podrías llamarlo —me aconsejó y agradecí que lo hiciera en esos momentos.

Corrí hacía mi escritorio, en mi agenda tenía su número, pero no me era fácil encontrarlo, tenía números hasta de la secundaria.

—¡Aquí está! —festejé y sin prisa marqué el número en mi viejo celular. Me temblaban las manos y eso no ayuda en nada. Después de un rato me enteré que no estaba encendido—. Quizás debería llamar a su casa.

—¿Tienes el número?

—No, pero puedo conseguirlo. Inés debe tenerlo en sus registros —contesté después de pensármelo un poco.

—¿Inés? ¿Tú hablas de la misma Inés que yo conozco? ¿La Inés que ni te da ni los buenos días? ¿Esa Inés? —asentí sin ponerle real atención—. Tú si que tienes valor, mujer.

Y no mentía, Inés era una buena compañera, pero también tenía su carácter. La primera regla para charlar con ella era QUE NUNCA LA INTERRUMPIERAS CUANDO ESTABA HACIENDO ALGO, y para mi mala fortuna su puesto siempre le exigía estar haciendo algo.

Miré el reloj, faltaban quince minutos para el resultado, pero eso no me preocupaba. Era sorprendente como el orden de importancia de las cosas cambia tan radicalmente de un momento a otro. Y ese teléfono terminó en mi mano después de una mirada drástica de Inés y un pequeño discurso de lo impertinente que yo era, pero a pesar de eso estaba enormemente agradecida por el favor.

Diez minutos.
Sentía el corazón a un ritmo peligroso. Ojalá Lisa estuviera bien.

Lo estaría.
Lo estaría.

Mis ánimos no causaban mucho efecto en mí, pero no importaba. Marqué el número de su casa rogando encontrar una respuesta. Después de unos segundos escuché una voz y sin darle tiempo de nada me adelanté.

—Buenas tardes. Lamento molestar, soy...

—Estimado usuario,el saldo de tu amigo se ha agotado, te sugerimos...

—Maldición —colgué desesperada.

—Usa el teléfono de la oficina —me apresuró Esmeralda—. Y no salgas con tonterías de que está prohibido.

Pero no perdí el tiempo escuchando lo último y por fin tuve éxito. Reconocí la voz del otro lado del teléfono, era Matilda.

—Gracias al cielo. Soy Angélica. Lamento molestar pero me enteré de lo de Lisa y estoy muy preocupada. Llamé a Roberto, pero su teléfono estaba apagado, y la verdad que apreciaría tanto si pudiera informarme de su estado de salud —hablé tan rápido que apenas yo pude entenderme, pero Matilda no pareció objetar sobre eso.

—Angélica, que gesto más bonito. Lisa está bien. Roberto y ella vienen de regreso. Fue una fractura en el brazo, según me cuentan fue en la clase de deportes...

Me dejé caer en el asiento soltando un suspiro. Oxígeno ven a mí. Estaba tan feliz de escucharlo que quería ponerme a reír. También estaba algo avergonzada por querer culpar a alguien siendo inocente.

—Me alegro tanto que esté bien... ¿Puede mandarle un beso de mi parte cuando llegue?

—Tienes suerte, acaban de llegar —contestó feliz Matilda al mismo tiempo que el sonido de una puerta se escuchó—. Te paso a Roberto, yo les prepararé algo de comer a ese par...

No tuve tiempo de replicar, Roberto estaba del otro lado de la línea.

—¿Angélica? —Su voz delataba que estaba confundido.

—Sí, esa soy yo —contesté sin saber que decir—. ¿Lisa está mejor?

—Fue una fractura, pero eso no quita que me diera el susto de mi vida —explicó aliviado.

—Roberto... Hablaré con el señor Martínez para que te dé otra oportunidad. Él entenderá la situación. Fue una causa de fuerza mayor.

No quería que las cosas se quedaran así.

—No, Angélica valoro mucho eso, pero no. No sería justo. No quiero consideraciones. No me importa el puesto en este momento. Lisa es más importante que cualquier sueldo que puedan ofrecerme —sonaba sincero—. Además ustedes se lo merecen. No es necesario que diga que apostaría por ti con los ojos cerrados. Y sobre el señor Rodríguez, es un buen tipo, también merece que las condiciones sean justas.

Tuve que hacer un gran esfuerzo para no soltar todo lo que pensaba de ese sujeto.

—Sobre eso...

Escuché la puerta abrirse y al señor Martínez que nos mandaba llamar.

—Se lo diré... —insistí.

—Angélica, hablaré yo mismo con el jefe, pero no quiero que pierdas esta oportunidad. De igual manera ganarías, y no te miento cuando te digo que eso me alegra. Me alegra de corazón. Gracias por preocuparte por Lisa, no tienes idea de cómo lo valoro.

Vi a Rodríguez entrar a la sala de juntas.

—Debo irme...

—Suerte, Angélica. Estaré esperando su triunfo, jefa —intentó bromear, pero sabía que no era fácil perder así algo.

Por otro lado que Lisa estuviera bien me reconfortaba.
Tuve que colgar porque el señor Martínez no era un hombre paciente.

Al entrar a la oficina me pidió sentarme a su lado. Tenía la cabeza hecha un lío, pero no pensaba quedarme callada.

—Después de revisar...

—Señor, tengo algo que decirle... —interrumpí. Tomé una bocanada de aire y lo solté—. La hija de Roberto tuvo un pequeño accidente, por esa razón no pudo acudir. Sé que es un atrevimiento, pero creo que se merece otra oportunidad.

Me sentía tonta haciendo esto. Quería ganar, más que nadie en el mundo, pero no de esta forma. Quería que todo fuera justo.

El señor Martínez lo analizó, sé que también lo estimaba y la opción no le parecía tan rebuscada, pero el señor Rodríguez intervino deprisa.

—Usted específico que no había segundas oportunidades.

Hice un esfuerzo para no rodar los ojos.

—Rodríguez tiene razón. Lo lamento... —Mi mirada al hombre mostró mi desaprobación, pero el señor Martínez continuó—. La decisión está tomada. No más cambios. La ganadora es Angélica.

Y al escucharlo sólo pude pensar: ¿QUÉ?

🔸🔹🔸

Narra Lisa

¿Podía sentirme peor? No, no podía.

Recuerdo la cara de papá al verme cuando me curaban el brazo. Estaba pálido, pálido de verdad.

Me abrazó fuerte y luego me trajo a casa.

Pero el brazo no me importaba. Por mi culpa había perdido la oportunidad de su trabajo, su triunfo más grande, ese por el que trabajó meses.
Me puse a llorar.
Nunca lo hacía, pero ya no aguantaba.

—¿Te duele mucho?

Papá terminó su llamada con Angélica y al entrar a mi cuarto la situación lo preocupó.

—Puedo llamar a Rodrigo, quizás podría recetarte algo para el dolor o...

—Papá... —lloré—, perdóname... Perdóname por arruinar tu oportunidad. Perdóname por echarlo todo a perder.

Odiaba eso. Odiaba como puedes planear todo y en un segundo todo se arruinaba. Pero no era culpa de nadie, Elena sólo estaba jugando, nunca quiso lanzar la pelota con tanta fuerza.

Papá me sonrió a pesar de eso y se sentó a mi lado para abrazarme.

—¿Sabes algo? Trabajos, títulos y dinero se consigue en cualquier parte —besó mi frente y dejó que llorara, sabía que en ocasiones hacía bien—, pero una hija como tú ni en mil años.

Sonreí al escuchar eso.

—No hay algo que me importe más que tú. Sé que a veces soy torpe para expresarlo, pero no dudes que nada, absolutamente nada, ocupará nadie ese lugar. Eres mi más grande logro. El único que realmente me importa.

—Tu trabajo...

—¿Quién quiere ese tonto puesto? Puedo conseguir otro después, además los números no me gustan mucho.

Y eso fue suficiente para que pudiera calmarme. Quizás llorar no estaba tan mal. Después de todo aquellas palabras sumaron escalones para la inmensa escalera de amor que le tenía a papá.

¿No era el mejor padre del mundo?
Sí, si lo era.
Me dejó faltar unos días por lo de mi brazo y me consintió más que nunca. Me compró dulces y pizza más de lo normal.
Incluso una semana después se encargó de repartir todas las invitaciones de mi fiesta, también le mandó una Angélica, y estaba feliz. Feliz porque papá me amaba.
Feliz porque tendría una fiesta.

Si tan sólo hubiera imaginado como cambiaría mi vida después de eso lo hubiera pensado dos veces.

¡Hola!
Quiero agradecer a todas las personas que leen la historia :') Los adoro. Esta semana se sumaron muchos lectores y estoy muy feliz.
También quiero agradecerles que la historia se encuentre en el #24 de Historia Corta, ese triunfo es gracias a ustedes :) son los mejores y los quiero muchísimo.

Otra cosa, estoy muy emocionada porque el próximo capítulo lo narra Roberto *-*

Pronto lo traeré.
Les mando un abrazo.



















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