Capítulo 10, pío! 🐥

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Caminando al lado de Yoongi, Jimin simplemente no podía evitar robarle pequeñas miradas, admirando su perfil.

Desde su mandíbula perfecta y enmarcada, sus labios delgados y coquetos, el perfecto puente de su nariz y sus ojos gatunos con ese increíble tono entre gris y con pequeñas pintas ámbar, donde el amarillo parecía brillar un poco a momentos.

Su cabello negro como la noche tenía algunos reflejos azules de lo oscuro que era, podía incluso ver como lo mantenía corto por los costados y su nuca, pero eso se ocultaba al mantener largo el centro, cubriéndolo.

Y como si no era suficiente con que fuera apuesto, el hombre también tenía una extraña aura misteriosa y una peligrosa, si recordaba la forma en que había cambiado ante sus ojos cuando descubrió al tipo que había estado toqueteando su trasero.

Ugh, de solo recordarlo, el dulce omega se estremecía internamente y su pollito piaba furioso ante el recuerdo.

Realmente, odiaba utilizar el transporte público cuando este estaba lleno, siempre tenía que encontrarse con ese tipo de personas.

—Es aquí —anunció, cuando finalmente la casa de su madre comenzó a vislumbrarse.

—¿Aquí exactamente en dónde? —cuestionó Min, observándole.

—La casa blanca con chimenea —indicó—. Es la única que tiene porque a mi padre no le gustaba el frío —recordó con cariño.

—Entonces, te dejaré hasta frente la puerta —decidió.

—Oh, pero no es necesario —exclamó observándole con grandes ojos—. Suficiente hiciste por mí al pasarte tu parada y bajarte conmigo, pío —expresó.

—No te iba a dejar en ese autobús lleno de lobos hambrientos a la espera de verte solo —indicó frunciendo el ceño de solo pensar en su dulce pollito atrapado con esos pervertidos.

—Está bien, no es la primera vez que sucede, pío —calmó intentando quitarle importancia al asunto, pero con ello, solo logró que el ceño en el rostro de Yoongi empeorara.

—Realmente... —pronunció Min y luego dejó escapar un suspiro, intentando evitar el gruñido molesto de su animal ante la revelación de su pareja.

—Estas... ¿Estás molesto? —preguntó el dulce hombrecito, deteniéndose y bajando su cabeza.

—Estoy molesto con esos pobres idiotas débiles que prefieren tomar la oportunidad de tocarte estando indefenso —explicó con sus labios torcidos—. Entiendo que seas una cosita bonita con la que quieren tener siquiera la oportunidad de hablar, pero llegar a hacer eso... —negó.

Sonrojándose adorablemente, el dulce pollito agitó su cabeza.

—No soy eso... —murmuró.

Observándole, el alfa ronroneo alegremente al ver el sonrojo en el rostro de su pareja.

—Lo eres —aseguró—. Y una bonita cosita como tú no debería de caminar siquiera sola por las calles, es por eso que también decidí acompañarte —expresó y alzó su mano lentamente para correr un mechón de cabello rubio detrás de su oreja—. No vuelvas muy tarde, ¿de acuerdo?

Observándolo, Jimin asintió casi embobado por la sonrisa del hombre que provocó su respuesta positiva.

—Nos vemos, espero que tengas una cena agradable —se despidió, deslizando su mano por el contorno de su mejilla antes de alejarse y finalmente irse bajo unos atentos ojos grises brillantes.

Intentando tranquilizar a su pollito que piaba y saltaba felizmente en su interior, el rubio omega tomó una profunda respiración y alzó sus manos para apoyarlas en sus mofletes, sintiendo como el calor atravesaba hasta ellas.

Observando al alfa hasta perderlo de vista, el bonito pollito prácticamente saltó y chilló cuando sintió una repentina mano apareció sobre su hombro de la nada.

—Lo siento, soy yo, tu hermano —anunció SeokJin observándole culpable.

Jadeante y con una mano sobre su pecho, Jimin contempló a su hermano con grandes ojos.

—¿Por qué me asustaste así, pío? —se quejó.

—Fue sin intención —pronunció pasando una mano por su cuello con expresión culpable—. Es que te vi aquí parado solo y pensé que algo te podría haber ocurrido —explicó.

—¿Solo porque estaba aquí parado? —parpadeó.

—Bueno, tu rostro estaba rojo y tal vez sin intención te vi hablando con un hombre y pensé que este podría estar molestándote —confesó

—¿Un hombre? —repitió y el dulce omega sintió que su rostro volvía a enrojecerse al pensar en su acompañante—. Oh.

—¿Oh? —imitó Jin, observándole con interés—. Suena a que hay una historia allí para contar —expresó con una sonrisa.

—Uh, no realmente —respondió, evitando su mirada—. Él solo es un casi vecino, vive en el edificio de al frente y coincidimos en el camino —explicó.

—¿Su camino estaba cerca de la casa de nuestra madre? —indagó alzando una ceja.

—¿Algo así? —dudó, evitando su mirada—. Ocurrió un pequeño problema mientras viajábamos en el autobús y decidió acompañarme hasta aquí —explicó breve.

—¿Qué clase de problemas? —cuestionó entrecerrando sus ojos.

—Oh, solo una pequeña discusión en la cual me ayudó —respondió evitando dar detalles al respecto.

—Por eso no me gusta viajar en el transporte público, siempre está ocurriendo algo —expresó Jin torciendo sus labios—. Si de todas formas ibas a venir, debiste de haberme dicho para haber pasado por ti, así te habría ahorrado ese problema —comentó.

—Pero mamá se habría enojado al vernos llegar juntos —le recordó torciendo sus gruesos labios bonitos.

—Preocuparse por cada cosa que le molesta a nuestra madre es una estupidez —bufó su hermano, acercándose y rodeando sus hombros con un brazo—. Ya te lo he dicho, ignora cualquier cosa que te diga.

—Eso es algo difícil de hacer —confesó.

—No lo es tanto, de hecho, si ignoraras cada cosa que te advierte sobre mí y de no molestarme yo sería muy feliz —indicó—. A pesar de lo que ella dice, no eres una molestia para mí ni me interrumpes —expresó—. En este momento, probablemente eres lo único que le da algo de color y ternura a mi aburrida vida llena de idiotas —bufó.

Sin poder evitarlo, una dulce sonrisa creció en los labios del pequeño pollito, tocado por las palabras de su hermano.

—Hasta que finalmente llegan —exclamó su madre tras salir al pequeño porche delantero de la casa y verlos—. ¿Qué se supone que hacen por allá hablando tranquilamente cuando yo les esperaba acá? ¿Cuánto tiempo más me iban a hacer esperar? —expresó con el ceño fruncido.

—No tienes que exagerar tanto, mamá, hemos llegado a la hora que indicaste, y tú misma eres la que siempre habla sobre la responsabilidad y la puntualidad —le recordó SeokJin, dejando de rodear los hombros de su hermano para adelantarse y saludar a su madre con un beso en la mejilla—. Es bueno verte bien —le sonrió.

—Y a ti, cariño —le sonrió dulcemente.

Observándolos, Jimin no pudo evitar sentir solo un poco de envidia, lo cual sabía que estaba horriblemente mal, pero simplemente no podía evitarlo.

Su hermano era tan parecido a su madre, Hye-Sung.

Ambos eran altos, delgados, con un tono similar en el cabello castaño. Y mientras su madre tenía los ojos color café dulce, SeokJin los había heredado con el tono azul de uno de los familiares de su mamá.

Él, por otro lado, no había ni siquiera un rasgo que se pareciera a su madre, el dulce pollito era la viva copia de su padre con su cabello rubio, baja estatura, labios gruesos y ojos grises.

Tal vez era por eso por lo que a veces sentía que su madre tenía más empatía por su hermano mayor, después de todo, el que le recordara a su padre muerto no debería de ser tan agradable.

—¿Minnie? —llamó Jin, logrando que el omega saliera de sus pensamientos.

Parpadeando un par de veces, el hombrecito sacudió su cabeza y finalmente subió los escalones del porche delantero.

—Hola, mamá —saludó e intentó acercarse, pero su madre le evadió dirigiéndose hacia la puerta.

—Bueno, se nos ha hecho algo tarde estando aquí afuera, entremos antes de que nuestra cena se enfríe —anunció abriendo.

—Entremos —pronunció su hermano, tocando su hombro e instándole a entrar.

Soltando un pequeño suspiro, Jimin asintió y siguió a su madre al interior de la casa.

—Laven sus manos chicos, y pasen directo a la mesa —ordenó Hye-Sung desde la cocina.

Obedeciendo, ambos hermanos lavaron sus manos y tomaron asiento en la mesa, sabiendo lo que odiaba su mamá que intentaran ayudar en la cocina cuando ella estaba a cargo.

—¿Segura de que no quieres que te ayudemos a servir la mesa? —preguntó Jin al verla aparecer nuevamente en el comedor.

—No, así está bien, puedo con ello —respondió, dejando un plato frente a SeokJin.

Observando los trocitos de cebolla en el plato de su hermano, la nariz del rubio omega se arrugó instintivamente con ello.

No le gustaba la cebolla, para nada.

—¿Sucede algo? —preguntó su madre, esta vez dejando un plato frente a él—. No me digas que no te gusta, pasé horas trabajando en esta cena —expresó con sus cejas frunciéndose.

—No, está bien, todo se ve delicioso —prometió regalándole una pequeña sonrisa forzada.

—Eso pensé —asintió satisfecha, retirándose un momento para ir por su propio plato.

Cuando finalmente tomó asiento en la cabecera de la mesa entre sus dos hijos, los tres comenzaron a comer tranquilamente, con Jimin evitando las cebollas tanto como pudo sin que Hye-Sung se percatara de ello.

—Entonces, Jin, ¿cómo te ha ido en el trabajo últimamente? —cuestionó.

—Bien, supongo —respondió con un encogimiento de hombros.

—Esa no es una respuesta adecuada —reprochó.

—No hay mucho que contar, mamá —expresó con un suspiro—. Al igual que las veces anteriores que me has preguntado, nada interesante le sucede a un oftalmólogo, solo vemos los ojos y eso es todo —le recordó.

—Pero esencialmente eres un médico y trabajas en un hospital, algunas cosas interesantes deben de ocurrir algunos días, ¿no? —argumentó.

—Podría ser —asintió—. Pero no estoy tan interesado en ello a diferencia de otros, tengo cosas más importantes en las que concentrarme —expresó y compartió una mirada con el dulce pollito, quien sabía exactamente a que se refería su hermano.

Después de todo, no había nada más interesante para SeokJin que ir a la cafetería para observar a Kim Namjoon.

—Deberías de preguntarle a Jiminnie —indicó—. Siendo un enfermero, constantemente se está moviendo por el hospital y ve más cosas que yo —expresó.

—Difícilmente creo que pueda ver tantas cosas cuando se desmaya apenas ve la sangre —indicó y le observó—. ¿O ya superaste ese problema?

—Es algo en lo que sigo trabajando —respondió observando su comida—. Hay días en los que puedo soportar unos minutos más mientras no vea la herida directamente abierta y sangrante —explicó.

—¿Y de qué le sirve al hospital un enfermero que ni siquiera puede ver correctamente una herida? —expresó.

—Madre —advirtió SeokJin.

—Solo digo la verdad —se encogió de hombros.

—Tú fuiste quien lo alentó a estudiar eso —le recordó.

—No, yo lo alenté para que siguiera estudiando y tuviera una profesión más importante como la tuya, no para que se quedara ahí —corrigió.

—Los enfermeros también tienen una gran importancia dentro del hospital —argumentó.

—Otros sí, pero ¿uno que se desmaya al ver la sangre? —bufó.

—Pero...

—Está bien, Jin —interrumpió finalmente Jimin, observando su comida—. Mamá solo está diciendo la verdad después de todo, como Ye-rim —le recordó.

—Ves, hasta él lo admite —indicó Hye-Sung con una gran sonrisa.

—Solo deja el tema si no quieres que nos vayamos antes de terminar de cenar —advirtió—. Sabes que no me gusta cuando te comportas así —expresó.

—Bien, pero yo solo estaba expresando mi opinión —expresó y su mirada recorrió los tres platos—. Parece que ya todos hemos terminado, ¿por qué no vas por el postre? —pidió observando a Jin—. Compré el helado favorito de cada uno —anunció.

—¿Quieres comer postre? —preguntó SeokJin, observando a su hermano.

—Suena bien —respondió, encogiéndose de hombros.

—Usa los platillos que me regalaste para mi cumpleaños para servirlos —indicó su madre, observando a su hijo mayor finalmente retirarse—. ¿Y bien? —preguntó repentinamente, sorprendiendo al dulce pollito.

—¿Bien? —repitió, observándole dudoso.

—Nunca fuiste el más inteligente —resopló y le observó directamente—. ¿Te has cuidado? ¿Alguien ha descubierto el fenómeno que eres? —cuestionó en voz baja, asegurándose de que la conversación solo quedara entre ellos.

—No, mamá, me he cuidado —prometió.

—¿Sigues soltando esos píos como si te creyeras gallina? —cuestionó.

—Es un pollito —corrigió, sintiéndolo piar enojado en su mente.

—Pollo, gallina, es lo mismo —resopló—. Solo ten cuidado, que si te descubren a ti, creerán que todos somos igual de anormales que tú y querrán experimentar con nuestros cuerpos por tu culpa —advirtió.

—Lo sé, mamá —respondió cabizbajo, con sus manos cerrando en puños bajo la mesa.

Y no de enojo exactamente, sino que de tristeza.

—¿Qué? ¿Tienes algo que decir? —cuestionó su madre—. Solo habla, Jimin.

—Yo solo... —balbuceó, observándole indeciso.

Quería decirle a su madre que no era un fenómeno, pero realmente... ¿No lo era? Además de su padre, él era el único en el mundo que podía cambiar de aquella forma y desde la muerte de su padre, que había quedado completamente solo.

No era un humano completo, por lo que tampoco podría decir que era una persona normal.

Tal vez su madre tenía razón al decir que era un fenómeno.

—No es nada —respondió finalmente, volviendo a bajar su mirada.

—Aquí están los postres —anunció Jin, volviendo justo a tiempo con ellos.

—Debiste de haber venido con un platillo en cada mano, no con los tres —reprochó su madre.

—Está bien, no hay problema —aseguró acercándose al omega—. Toma el tuyo, Minnie —indicó luego de entregarle uno a su mamá.

Levantándose, Jimin estiró sus manos y observó con horror como el platillo pasaba entre sus dedos y caía a la mesa, rompiéndose instantáneamente con ello.

—Por qué siempre tienes que ser tan idiota, Jimin, ¿no vez que era de porcelana? —espetó enojada.

—Lo siento —pronunció culpable—. Yo te compraré uno nuevo —prometió.

—¿Tú con tu miserable dinero? —bufó—. Si tan solo no fueras tan idiota esto no habría pasado, ¿cierto, Jin?

—Solo es un simple platillo, mamá —resopló Jin, observando a su hermano que se veía completamente triste.

—¿Un simple platillo? Eran mis favoritos, tú me lo regalaste —espetó, reuniendo los trozos inservibles—. Simplemente no entiendo por qué no puedes hacer nada bien —bufó observando el rubio omega.

—Yo... Tengo que irme —anunció el cambiaformas pollito, sin poder estar ahí más tiempo.

—Espera, Jimin, te iré a dejar —decidió SeokJin siguiéndolo, ignorando los gritos de su madre por haberle dejado—. Ven, vamos a casa —anunció, cerrando la puerta detrás de ellos y rodeando los hombros del menor.

Abrazándose a sí mismo, el dulce omega asintió dirigiéndose al auto de su hermano, aun escuchando los gritos de su madre.

Realmente, odiaba las cenas familiares con su madre.

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