━ 𝐕𝐈𝐈𝐈: Es lo correcto

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

N. de la A.: cuando veáis la almohadilla (#), reproducid el vídeo que he enlazado al presente capítulo y seguid leyendo. De este modo lograréis una mayor inmersión y gozaréis de una mejor experiencia.

✹.✹.✹

── CAPÍTULO VIII ────

ES LO CORRECTO

───────●◎•◎●───────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        AÚN VESTIDA CON SU PIJAMA, Catriona abandonó su nuevo dormitorio y se dirigió a la pequeña cocina con la que contaba el apartamento de su tío. Mientras caminaba por el pasillo, en cuyas paredes había colgadas numerosas fotografías y algún que otro cuadro de arte abstracto, un intenso olor a café recién hecho se coló en sus fosas nasales, junto con el característico aroma del pan tostado. Apenas cruzó el umbral —que estaba conformado por un arco de madera descascarillada— sonrió a Michael, que ya había dispuesto sobre la mesa todo lo necesario para el desayuno.

—Buenos días —saludó la muchacha, envuelta en una fina bata.

—Buenos días —respondió el hombre, devolviéndole la sonrisa. Él también llevaba puesta la ropa que empleaba para dormir, que no iba más allá de una camiseta básica y unos pantalones anchos con un estampado de cuadros. Unas discretas gafas de montura fina reposaban sobre el puente de su nariz, confiriéndole un toque desenfadado—. ¿Café? —preguntó, señalando la cafetera que había sobre la mesa, junto a dos tazas de cerámica idénticas.

Riona asintió.

—Sí, por favor —dijo al tiempo que se acomodaba en una de las sillas.

Michael vertió en uno de los recipientes un poco de café, para luego entregárselo a su sobrina, que se lo agradeció con una nueva sonrisa. Acto seguido hizo lo mismo con la otra taza, que no tardó en empezar a humear. Catriona procedió a echarse la leche y dos cucharaditas de azúcar. Y mientras removía todo con un movimiento circular de muñeca, utilizó su otra mano para coger una de las tostadas que había en una fuente ovalada y depositarla en su plato.

—Hoy no has salido a correr —comentó su tío con aire distraído. Él también se hizo con una rebanada de pan tostado, sobre cuya superficie comenzó a extender un poco de mantequilla. Ya llevaba varios minutos fuera del frigorífico, de modo que estaba perfecta para untarla con el cuchillo—. ¿Todo bien? —Le dedicó a la joven una rápida mirada por encima de las gafas, como si estuviera calibrándola.

Los músculos de Riona se contrajeron ante esa pregunta.

—Sí —contestó, procurando sonar lo más convincente posible. Michael no le quitaba el ojo de encima en tanto dispersaba la mantequilla sobre el pan crujiente—. Anoche me quedé despierta hasta tarde —añadió, justo antes de imitar la acción del dueño del Black Rose. Cogió el cuchillo que tenía a su izquierda, sobre una servilleta de papel, y cortó una fina capa de mantequilla.

Michael entornó los ojos, no muy convencido. Él tampoco parecía haber dormido mucho aquella noche, dado que unas sombras violáceas oscurecían la parte superior de sus pómulos. A Catriona le resultó imposible no sentirse culpable.

—¿Seguro? —quiso cerciorarse el hombre.

La aludida se obligó a sonreír. La mano en la que sostenía el cuchillo —que era la izquierda— apretó con fuerza el mango de acero inoxidable.

—Sí, claro. —Se encogió de hombros con naturalidad, como si lo que acababa de decir fuera lo más obvio del mundo—. Tío, lo de ayer fue... un cúmulo de emociones. Han pasado muchas cosas en los últimos días y simplemente colapsé —explicó—. No esperaba que mi madre fuera a contactarte tan pronto y no supe gestionar lo que sentía. Pero te prometo que estoy bien, ¿vale? Tan solo necesito unos días para acostumbrarme a todo esto. —Ensanchó su sonrisa, haciendo más creíble su relato.

Lo que había sucedido el día anterior no podía repetirse. No podía volver a explotar, y mucho menos derrumbarse de esa manera frente a Michael o a cualquier otro habitante de Charming. Era perfectamente consciente de que reprimir sus emociones no era una opción, de ahí que estuviera buscando formas de sacar todo aquello que estaba guardándose para sí misma... Pero en soledad. No quería hacer a nadie partícipe de sus tormentos e inquietudes, de todo aquello que rondaba por su cabeza, pero para que eso fuera posible debía controlarse.

Michael alargó su riguroso escrutinio durante unos instantes más, hasta que finalmente cedió. Realizó un movimiento afirmativo con la cabeza, más tranquilo ahora que había escuchado aquellas palabras, y volvió a centrarse en su tostada. Limpió el cuchillo con el que había extendido la mantequilla y lo usó para echar un poco de mermelada de cereza. Seguía siendo un hombre de costumbres.

Catriona, por otro lado, dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo, aliviada. Esta vez había conseguido salir al paso, pero quizá para la próxima no tuviera tanta suerte. Debía ser más cuidadosa y precavida si quería evitar preguntas incómodas.

—Amh... Por cierto, tío —volvió a hablar la castaña. Esperó a que Michael terminara con la mermelada para poder coger el botecito de cristal—. Lo he estado pensando y no quiero aprovecharme ni abusar de tu hospitalidad. —El hermano mayor de su padre la observó con expectación—. Me gustaría trabajar. Y había pensado que tal vez te vendría bien algo de ayuda en el bar. Podría echarte una mano atendiendo la barra o llevando los pedidos a las mesas —propuso—. No tengo experiencia como camarera, pero aprendo rápido.

Michael alzó las cejas con asombro.

Su propuesta le había pillado desprevenido.

—No tienes por qué hacerlo, Riona. —Realizó un ademán con la mano, como queriendo restarle importancia al asunto—. Llevo años trabajando en el local. Me las apaño bien solo. —Le dio un mordisco a su rebanada de pan y luego un trago a su café, al que apenas había echado leche y azúcar.

La mencionada aferró su propia taza con ambas manos.

Su contenido todavía estaba caliente. Demasiado para su gusto.

—Sí tengo porqué —corrigió ella con suavidad. Lo último que deseaba era forzar las cosas o meter las narices en asuntos que no le concernían, pero quería demostrarle que podía contar con ella para lo que fuera—. Me has acogido en tu casa, Michael. Tan solo quiero devolverte el favor. —Volvió a encogerse de hombros.

—Es que no me debes ningún favor. —El propietario del Black Rose sacudió la cabeza de lado a lado—. Eres mi invitada, Riona. No mi empleada. —A pesar de sus constantes negativas, su tono era afable.

A la chica le resultó imposible no reír por lo bajo.

Michael seguía siendo tan testarudo como recordaba. No había cambiado en ese aspecto, aunque ella tampoco lo había hecho. Hasta podría decirse que se había vuelto más obstinada con el transcurso de los años, puesto que, cuando algo se le metía entre ceja y ceja, no había quién le hiciera cambiar de opinión. Lo llevaba en las venas, por lo visto.

—Lo sé, pero me gustaría ayudar. Ser de utilidad —manifestó Catriona. Se acercó el recipiente a los labios y sopló, para posteriormente darle un pequeño sorbo a su café—. No quiero estar sin hacer nada. Quiero aportar y ganarme un sitio aquí —añadió. Necesitaba estar distraída y mantener la mente ocupada, evitar pensar en exceso.

Su tío la contempló en silencio, rumiando lo que acababa de decir.

Quizá no fuera mala idea, después de todo.

—Bueno, está bien —accedió tras inspirar por la nariz. Dejó su tostada en el plato y se limpió las comisuras de los labios con la servilleta—. Podríamos ver qué tal te desenvuelves con los clientes. —Riona asintió con vehemencia. Parecía una niña a la que le hubiesen regalado un juguete nuevo—. La mayoría de los días son bastante tranquilos, pero hay otros en los que me vendrían bien un par de manos extra. Además, así podremos pasar más tiempo juntos. ¿Qué te parece? —inquirió, enternecido por su entusiasmo.

—Me parece perfecto. Gracias, tío —respondió la castaña, regalándole una sonrisa radiante. Sonrisa que no demoró en ser correspondida por el susodicho—. ¿Abrirás después de desayunar? No quiero que mantengas cerrado por mí —consultó. El día anterior no había abierto el Black Rose para poder estar con ella y seguir poniéndose al día, pero temía que aquello afectase negativamente al negocio.

Michael hizo un mohín con la boca.

—No te preocupes por eso —repuso el hombre. No parecía compartir su desasosiego. Es más, se le veía bastante tranquilo—. Y no, mi idea es abrir por la tarde —puntualizó.

Debido a eso último, Catriona alzó las cejas con confusión.

—¿Y eso? —quiso saber, presa de la curiosidad.

Michael no le brindó una respuesta inmediata. Primero le dio un nuevo bocado a su tostada, que crujió entre sus dientes, y luego bebió de su café. La muchacha, por su parte, lo miró con los ojos entrecerrados, como si quisiera escrutar sus más oscuros pensamientos. Tenía el presentimiento de que tramaba algo, y qué poco se equivocaba. Habían pasado diez años separados, sí, pero Riona aún era capaz de interpretar algunos de sus gestos y ademanes.

—Había pensado en salir y dar una vuelta por Charming —reveló finalmente el hermano mayor de su progenitor—. Podríamos dar un paseo para que vayas recordando ciertas calles y localizaciones, como hiciste ayer cuando saliste a correr. —Se recolocó las gafas con el dedo índice, deslizándolas suavemente hacia arriba—. E incluso podríamos pasarnos por el taller.

Catriona se puso rígida al oírlo.

La respiración se le entrecortó y el corazón le dio un vuelco dentro del pecho. La sola idea de presentarse en la Casa Club hizo que un desagradable nudo se apiñara en la boca de su estómago. Si bien era consciente de que su regreso y permanencia en Charming iba a implicar retomar lazos con los Hijos de la Anarquía, todavía no se sentía preparada para ello. Le daba vergüenza —y pánico— reaparecer como si nada, como si no se hubiera desligado de sus orígenes durante toda una década.

—No creo que sea buena idea —objetó la joven.

Michael suspiró. Su negativa no le sorprendía.

—Riona —el tono que empleó para pronunciar su nombre la retrotrajo a su niñez, a esos años en los que había sido un diablillo con cara de ángel—, ya llevas aquí dos días. El club tiene que saberlo. —La susodicha frunció el ceño y clavó la vista en su regazo—. Es mejor que tú misma vayas al taller a que oigan rumores y se enteren por otras personas de que has regresado —prosiguió su tío.

Catriona negó con la cabeza, aún con la frente poblada de arrugas. Se reclinó en su silla y se cruzó de brazos mientras su mente se ponía a trabajar a toda velocidad, buscando cualquier excusa que pudiera sacarla de aquel aprieto.

—No estoy lista —bisbiseó con un hilo de voz.

—Todo irá bien, te lo prometo —le aseguró Michael—. Los chicos te tenían mucho cariño, así que se alegrarán de volver a verte. Sobre todo Chibs. —Ante la mención del que había sido el mejor amigo de su padre, la castaña alzó la mirada.

Mentiría si dijera que no deseaba volver a verle, al igual que a Opie, a Piney, a Bobby, a Tig... Y a Jax. Aunque con este último ya se había topado el día anterior, durante su visita al cementerio. Que el mayor de los Teller la hubiese reconocido era otra cosa, porque Riona estaba convencida de que no había llegado a tanto. Al fin y al cabo, aquel fortuito reencuentro apenas había durado unos segundos. Ella misma se había encargado de que así fuera, dominada por la ansiedad y los nervios.

—Dudo mucho que Raine se alegre —rebatió ella en tanto arrugaba la nariz. Se le había quitado hasta el hambre—. Lo más probable es que me odie.

—Erais como hermanas —señaló Michael, ocasionando que un ramalazo de culpabilidad le atravesara el pecho a la chica. Pensar en todo lo que había perdido desde que se habían mudado a Irlanda del Norte le rompía el corazón en mil pedazos—. No creo que te odie.

Una sonrisa amarga asomó al rostro de Catriona.

¿Estaban hablando de la misma Raine Teller?

—Supongo que no tengo elección, ¿verdad? —volvió a hablar la castaña luego de unos instantes más de mutismo. Sabía que Michael tenía razón y que, si realmente quería hacer las cosas bien, debía empezar por ir al taller. Pero era más fácil decirlo que hacerlo.

El dueño del Black Rose le sonrió de manera gentil.

—Puedes hacer lo que quieras, Riona —remarcó, queriendo dejarle claro que allí siempre contaría con libre albedrío. Que nadie le impediría tomar sus propias decisiones—. Pero sabes tan bien como yo que esto es lo correcto.

#

Definitivamente nada había cambiado en Charming.

Para Catriona, volver a ver el Taller Teller-Morrow —y, por tanto, la Casa Club de SAMCRO— era como retroceder en el tiempo. A través del cristal de la ventanilla de la Chevrolet Pick-Up de su tío divisó el cartel identificativo del taller de mecánica, lo que despertó en ella una nostalgia abrumadora. Michael redujo la velocidad y metió primera para poder ingresar en la propiedad, cuyas puertas metálicas permanecían abiertas durante todo el día para que los clientes y los miembros del club pudieran entrar y salir a voluntad.

Riona miró a su izquierda, donde se erguía el edificio que constituía la Casa Club de los Hijos de la Anarquía. En su muro exterior estaba pintado el emblema de Sam Crow, aunque no como la muchacha lo recordaba. El diseño era mucho más moderno y fresco, y contaba con una mayor cantidad de detalles y matices. Al parecer, Raine había sido la encargada de actualizar el logo hacía un par de años. O al menos eso era lo que le había comentado Michael.

Más allá de la Casa Club estaba la zona de aparcamiento de las Harleys y, tras ella, el pequeño parque destinado a los hijos de los miembros y afiliados. De nuevo, el corazón de Catriona se encogió dentro de su pecho mientras pensaba en la infinidad de horas que había pasado en aquella zona de juegos, junto a la menor de los Teller.

Finalmente, a mano derecha se encontraba la zona de estacionamiento para el resto de vehículos y, justo enfrente, el taller propiamente dicho. Michael aparcó su preciada camioneta en uno de los huecos que había libres y, en tanto él ponía el punto muerto, activaba el freno de mano y apagaba el motor, Riona se mantuvo rígida en su asiento, con todos y cada uno de sus músculos en tensión. Había vislumbrado varias figuras fuera, todas ellas ataviadas con el uniforme del taller, pero estaba tan nerviosa que no había sido capaz de fijarse en si alguna cara le resultaba conocida.

—Bueno... Pues ya estamos aquí —articuló su tío, que la observaba con una sonrisa apacible tironeando de las comisuras de sus labios. Ojalá ella estuviera tan calmada como él—. ¿Lista? —consultó a la par que posaba su mano hábil en el hombro izquierdo de la castaña.

Catriona quiso pedirle que dieran media vuelta y regresaran a casa, pero no logró que ni una sola palabra saliera de su boca. En aquellos momentos solo deseaba que la tragase la tierra, pero de sobra sabía que ya no había marcha atrás. Había accedido a ir al taller para presentarse nuevamente ante el club y hacerles saber que estaba de vuelta, que la única hija de Craig Dawson estaba de regreso en Charming. De modo que no tenía forma de librarse.

—Venga, vamos.

Michael le palmeó la espalda con suavidad, para después quitar las llaves y salir al exterior. Riona, en cambio, se quedó dentro durante unos segundos más. El corazón le latía con tanta fuerza que tenía la impresión de que en cualquier momento se le saldría de la caja torácica. Volvía a sentirse como en el aeropuerto —o mismamente como en la estación de autobuses—, tan exaltada que no podía pensar con claridad. Sus dedos no dejaban de tamborilear sobre sus muslos y sus palmas estaban cada vez más húmedas debido a la intranquilidad que la atenazaba.

Fue entonces cuando escuchó a alguien saludar a su tío.

Los orbes azabache de Catriona se clavaron en el retrovisor interior, justo a tiempo para ver cómo Michael se acercaba a un hombre alto y de cabello oscuro —salvo en los laterales, donde ya se entreveían algunas canas—. Tenía bigote y perilla y lucía unas oscuras gafas de sol que hacían juego con el kutte de cuero que llevaba por encima del uniforme del taller. Por no mencionar que tenía un acento muy peculiar, uno que revelaba claramente sus orígenes escoceses.

Era Filip Telford, también conocido como Chibs.

Los dos hombres se enfrascaron en una breve conversación en la que no pudieron faltar las risas y las miradas de complicidad, evidenciando la buena relación que tenían. Sus voces llegaban amortiguadas a los oídos de Riona, cuya inquietud estaba empezando a alcanzar cuotas críticas. Sin embargo, y a pesar de las ganas que tenía de salir corriendo, se obligó a respirar hondo y a exhalar despacio. Repitió el proceso un par de veces más, hasta que se vio capaz de abandonar el vehículo sin desfallecer en el intento.

Conteniendo la respiración, la joven abrió la puerta y puso un pie en el suelo asfaltado. Sus botines con plataforma repiquetearon contra el pavimento, captando la atención del motero, cuya voz dejó de oírse junto a la de Michael.

Era ahora o nunca.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

· INFORMACIÓN ·

— ೖ୭ Fecha de publicación: 19/08/2023

— ೖ୭ Número de palabras: 2880

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

· NOTA DE LA AUTORA ·

¡Hola, hijos e hijas de la anarquía!

Lo sé, lo sé... He vuelto a tardar en actualizar, pero es que últimamente me ha entrado mucha inseguridad con esta historia y he tenido un montón de pensamientos intrusivos que me han impedido ponerme a escribir ^^' No sé, como estoy acostumbrada a escribir ficción histórica y fantasía, siento que no valgo para desarrollar tramas como la de Ramé </3 Tengo la sensación de que podría estar mucho mejor redactada y eso me lleva a querer leer una y otra vez los capítulos que ya tengo escritos para mejorarlos de algún modo. Es un círculo vicioso del que me está costando salir, no os voy a mentir. También ha influido bastante el hecho de que gran parte de los lectores que votaban y comentaban en los primeros caps. han desaparecido sin dejar rastro xd He notado que ahora hay mucho menos apoyo y eso ha provocado que mis ánimos caigan en picado :')

Pero bueno. Estos días he podido escribir dos capítulos más, ¡así que aquí estamos! Sé que es un cap. corto y de transición, pero os prometo que los próximos van a estar llenos de drama y salseo. De hecho, los dos siguientes son canelita en rama. ¡El momento de los reencuentros ha llegado, gente! Y no os imagináis lo que se viene, jeje. ¿Cómo creéis que reaccionarán los Hijos ante el regreso de Catriona? ¿Y Raine? Porque Riona está convencidísima de que no se lo va a tomar nada bien xP ¿Y qué me decís de Jax? ¿Tenéis ganitas de leer sus primeras interacciones con nuestra beba irlandesa? Os leo en la caja de comentarios (͡° ͜ʖ ͡°)

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo y que hayáis disfrutado la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro