━ 𝐗: Me alegra que hayas vuelto

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── CAPÍTULO X ────

ME ALEGRA QUE
HAYAS VUELTO

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        JAX NO HABÍA CAMBIADO NADA. El día anterior, cuando lo vio en el cementerio —más concretamente junto a la tumba de JT—, ya lo pensó: que lucía exactamente igual a como lo había conservado en su memoria. Pero ahora que habían protagonizado un reencuentro en condiciones y que habían tenido la oportunidad de charlar un rato, había podido confirmarlo. Y ya no solo hablaba del ámbito físico, sino que su personalidad también parecía haberse mantenido intacta. Jackson Teller siempre había sido un chico alegre y carismático, con una risa contagiosa y una mirada que iluminaba incluso los días más oscuros. Era el chico malo de Charming, aunque Catriona había llegado a conocerle lo suficiente como para saber que tenía buen fondo.

—No esperaba volver a verte por aquí, la verdad.

La voz de Jax volvió a colarse en sus oídos, haciendo que saliera en su ensimismamiento. La muchacha viró la cabeza hacia su izquierda, topándose con la tonificada figura del que ahora era el vicepresidente de los Hijos de la Anarquía. Este se había acomodado a su lado en la barra, ocupando el lugar que había dejado Chibs, quien había tenido que regresar al trabajo debido a la llegada de un nuevo cliente.

—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos —continuó diciendo Jackson, justo antes de llevarse su botellín de cerveza a los labios. Le quedaba bien la barba—. Pero me alegra que hayas vuelto. —Aquello último lo pronunció mirándola a los ojos, haciéndola saber que hablaba totalmente en serio.

Riona sonrió con timidez.

—Yo también —musitó ella a la par que se colocaba un mechón rebelde detrás de la oreja. La cercanía con el mayor de los Teller siempre la había puesto nerviosa, pero no en el mal sentido de la palabra—. Se siente raro estar aquí de nuevo, pero supongo que es normal después de tantos años. —Se encogió de hombros y le dio un pequeño sorbo a su Coca-Cola.

Jax entornó los ojos. Llevaba puesto su kutte por encima de una camisa de cuadros en tonos azules que se había remangado a la altura de los codos. A Catriona siempre le había gustado su olor, el característico aroma que expelía por cada poro de su piel: una curiosa mezcla de colonia, cuero y cigarrillos.

—¿Cuánto piensas quedarte? —quiso saber el hombre.

La castaña inspiró por la nariz y expulsó el aire por la boca. Su tío estaba ahora junto a la mesa de billar, en compañía de Bobby, Tig y Piney. Clay y Gemma continuaban sentados en el otro extremo de la barra, pero al menos ya no parecían estar hablando de ella. Podría decirse que el ambiente que se había apoderado de la Casa Club tras los reencuentros correspondientes era bastante tranquilo y apacible.

—Mi intención es quedarme un tiempo —respondió Catriona mientras entrelazaba las manos sobre su regazo. Seguía subida a uno de los taburetes, con una pierna cruzada sobre la otra—. No entra en mis planes regresar a Irlanda. Al menos, no en un futuro cercano. Me gustaría retomar la vida que dejé aquí —explicó, tratando de sonar lo más natural posible—. Por el momento me quedaré en casa de Michael y le ayudaré con el Black Rose.

Jax asintió.

—Eso está bien —concedió luego de darle otro trago a su cerveza—. No lo quiere admitir, pero hay días en los que no da abasto con el trabajo. —Señaló con un sutil movimiento de mano a Michael, que reía ante algo que debía de haberle dicho Bobby.

—Sigue siendo tan testarudo como siempre, por lo que veo —manifestó Riona en un improvisado tono jocoso.

El rubio rio por lo bajo.

—No lo sabes tú bien.

Ahora fue el turno de la más joven de carcajear.

Había extrañado mucho aquellos momentos de complicidad con Jackson, quien siempre la había tratado como a un miembro más de la familia. Su estrecha relación con Raine había contribuido a ello, a que el vicepresidente del club llegase a considerarla una especie de hermana pequeña. Aún recordaba como si fuera ayer todas las veces que, tanto él como Opie, las habían defendido en el colegio y en el instituto, como si se trataran de sus guardaespaldas personales.

Y hablando de la que había sido su mejor amiga...

—¿Cómo está Raine? —consultó Catriona.

Jax hizo un mohín con la boca.

—Está bien. Bastante bien, de hecho. —El motero sonrió, logrando contagiar a su interlocutora, a quien se le iluminaron los ojos—. Fue a la universidad y se independizó, pero sigue siendo tan tocapelotas como siempre —añadió con un deje divertido en la voz.

Aún con aquella sonrisa tironeando de las comisuras de sus labios, Riona bajó la mirada. Le alegraba que Raine hubiese conseguido todo lo que se había propuesto. Pero, a su vez, le dolía demasiado no haber formado parte de esa etapa tan importante de su vida. Se había perdido muchas cosas, y eso era algo que la mortificaba a más no poder. Porque cada vez estaba más convencida de que había sido un error abandonar Charming y a todos aquellos a los que una vez había considerado su familia.

—Me alegro mucho por ella. Se lo merece —consiguió articular tras unos instantes más de mutismo. Sus manos continuaban entrelazadas sobre sus muslos, con la única diferencia de que ahora sus dedos pulgares jugueteaban entre sí en un ademán intranquilo—. Se merece todo lo bueno que le haya pasado.

Junto a ella, Jax respiró hondo y exhaló despacio.

—Oye... —bisbiseó en tanto se rascaba la nuca, ocasionando que Catriona le dedicara una rápida mirada de soslayo—. No puedo saber con exactitud cómo va a reaccionar cuando te vea, pero ya sabes cómo es. Lo más probable es que no le haga ninguna gracia y que suelte lo primero que se le pase por la cabeza —le advirtió, queriendo prepararla para lo que estaba por venir.

La muchacha realizó un movimiento afirmativo con la cabeza.

—Lo sé, tranquilo. Tiene todo el derecho a estar enfadada.

Y ahí estaba de nuevo, aquel sentimiento de culpabilidad al que ya estaba tan acostumbrada. Llevaba lidiando con él desde que se había instalado en Belfast. Pero, ahora que había regresado a California, este apenas la dejaba tranquila, siendo más insistente que nunca.

—Me sorprendió que perdierais el contacto de esa manera —volvió a hablar el hombre. Realmente le asombraba lo comprensivo que estaba siendo con ella—. Estabais muy unidas. Prácticamente eráis como hermanas.

Riona tragó saliva, a fin de deshacer el molesto nudo que se había aglutinado en su garganta. Si tan solo pudiera volver atrás en el tiempo... Daría lo que fuera para tener la oportunidad de cambiar las cosas, para hacerlas de forma diferente.

—Ya, bueno. —La chica carraspeó sutilmente, aclarándose la garganta—. Las cosas no salieron como esperaba, la verdad. Mi estancia en Belfast no ha sido precisamente de color de rosa —solventó sin querer entrar en más detalles.

Jax la observó con condescendencia.

—Lo importante es que estás aquí —declaró el rubio—. Has vuelto y quieres arreglar las cosas. Eso dice mucho de ti —ensalzó con afabilidad—. Aunque reconozco que me ha dolido que ayer no me dijeras nada... Ya sabes, en el cementerio. —Sonrió de nuevo y le guiñó un ojo en un gesto cómplice.

Ante eso último, un intenso rubor se adueñó de las mejillas de Catriona.

—¿Supiste que era yo? —preguntó, apartando la mirada.

—Es broma, tranquila. —Jackson rio entre dientes—. Y no, no te reconocí. Aunque me resultaste tremendamente familiar. Has cambiado mucho, ¿sabes?

La castaña dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo, todavía sonrojada. Al menos el motero se lo había tomado con humor.

—Eso parece —contestó ella.

Su conversación con Jax se había alargado más de lo esperado, dado que el mayor de los Teller se había mostrado muy interesado en cómo había sido su vida en los últimos diez años. Catriona le había contado cosas sueltas y muy generales de su estancia en Irlanda del Norte, como había hecho con todos —incluido su tío— desde que había regresado a Charming. Ella también le había hecho preguntas —y hasta incluso se había reído con sus anécdotas y peripecias—, pero, sobre todo, le había ofrecido su apoyo incondicional en todo lo que respectaba a su hijo recién nacido, cuyo nombre, si no había entendido mal, era Abel.

No iba a mentir: le había sorprendido que hubiese acabado casándose con Wendy Case, a quien recordaba vagamente del barrio. Siempre había pensado que su esposa y la madre de sus hijos sería Tara Knowles, su idílico romance adolescente. Pero Tara se había marchado de Charming un año antes de que ella y su progenitora se mudaran a Belfast. Y, por lo visto, no había vuelto a establecer ningún tipo de contacto con Jackson y el club desde entonces.

Poco después, Bobby, Tig y Piney volvieron a acercarse a ella para repetirle que era más que bienvenida y que podía pasarse por la Casa Club siempre que quisiera y lo necesitase. Jax no tardó en secundar a sus compañeros, sonriéndole en el proceso y provocando que Riona se sonrojara de nuevo. Tan solo cuando Michael le pasó un brazo por encima de los hombros y le comentó que ya era hora de regresar a casa, la joven se bajó del taburete y volvió a cruzarse la correa del bolso sobre el pecho. Los chicos insistieron en acompañarlos hasta la camioneta —incluidos Clay y Gemma—, de modo que juntos abandonaron la Casa Club.

La claridad del mediodía les dio la bienvenida en cuanto pusieron un pie en el exterior, lo que impulsó a Catriona a sacar sus gafas y a ponérselas para proteger sus ojos del ardiente sol de California. Estaba tan acostumbrada al cielo encapotado de Irlanda que el clima cálido de aquella zona de Estados Unidos se le antojaba de lo más agobiante.

Estuvieron a punto de dirigirse hacia el aparcamiento cuando un coche atravesó las puertas del Taller Teller-Morrow. Se trataba de un Cadillac Eldorado 1967 de un negro tan niquelado que parecía absorber la luz del sol. Era precioso, sin lugar a dudas. Pero la belleza del vehículo quedó relegada a un segundo plano cuando, a través de la ventanilla completamente bajada, Riona pudo discernir quién era el conductor. O, mejor dicho, la conductora.

Era ella.

Era Raine.

El aire abandonó los pulmones de Catriona cuando se percató de que quien manejaba el Cadillac Eldorado era nada más y nada menos que su mejor amiga de la infancia, su hermana de distinta madre. Todos sus acompañantes se detuvieron ante su llegada, aunque solo ella —y puede que también Michael y Jax— se tensó como un resorte.

—¡Aquí llega mi rubia favorita! —canturreó Tig, sonriente.

La castaña tragó saliva, consciente de que aquel momento que tanto temor le producía había llegado. Su reencuentro con Raine era inminente, lo que la llevó a ponerse rígida, con sus iris azabache monitoreando la trayectoria del coche. Volvió a sentir el brazo de su tío sobre sus hombros, pero no fue capaz de reaccionar. Ni siquiera le incomodó aquel contacto piel con piel. Se había quedado totalmente en blanco, y ni su mente ni mucho menos su cuerpo parecían querer responder a ninguna de sus órdenes.

La boca se le secó cuando, luego de aparcar junto a la Chevrolet Pick-Up de Michael, una melena dorada emergió del Cadillac Eldorado. Raine continuaba siendo tan despampanante como siempre, y lo demostró al acaparar todas las miradas una vez que salió del vehículo. Se había convertido en una mujer espectacular: alta, guapa y con un cuerpo envidiable. Siempre había destacado, dado que poseía un encanto natural; un magnetismo al que prácticamente nadie podía resistirse. Pero ahora no cabía la menor duda de que brillaba con luz propia.

—¿Qué pasa? ¿Ahora tengo comité de bienvenida? —bromeó la menor de los Teller mientras cerraba la puerta y echaba a andar hacia ellos. Ella también llevaba gafas de sol—. No me voy a quejar porque ya sabéis que adoro ser el centro de atención. —Raine rio ante su propio comentario, aunque todo vestigio de diversión se esfumó de su semblante apenas sus orbes azules (los mismos que tenía Jax) se posaron en la más joven.

La llamada Princesa de la Anarquía se detuvo en seco, como si hubiera visto un fantasma. Las gafas cubrían gran parte de su faz, pero incluso con ellas puestas Riona pudo apreciar cómo el color abandonaba sus mejillas. A su alrededor todo quedó sumido en un crispante silencio que nadie, ni siquiera la propia Raine, se atrevió a romper. La tensión que se había apoderado del ambiente era tal que hasta Tig borró su sonrisa. Bobby y Piney intercambiaron una rápida mirada con la que parecían querer advertirse de que se avecinaban problemas. Y Clay y Gemma se mantuvieron impasibles, como si ya se hubiesen mentalizado de la tormenta que estaba a punto de desatarse sobre ellos.

La rubia examinó a Catriona de arriba abajo, con los músculos en tensión y los labios fruncidos en una mueca crispada. La había reconocido, era más que evidente. Raine sabía quién era ella, la muchacha a la que Michael abrazaba en un ademán protector. Y estaba tratando de procesar que, después de tanto tiempo, volviera a estar allí como si nada. Como si no hubiese desaparecido de sus vidas de la noche a la mañana, sin dar ninguna clase de explicación.

—Esto tiene que ser una broma. —Fueron sus primeras palabras.

Riona apretó los labios en una fina línea blanquecina.

—¿Qué coño es esto? —cuestionó Raine, enronqueciendo la voz. Su rostro ya no estaba lívido, sino que ahora se había congestionado debido a lo que fuera que estuviese sintiendo en aquellos momentos.

—Raine —la reprendió Jax.

La susodicha le lanzó una mirada airada.

—No. Ni Raine ni nada —bramó de malas maneras—. ¿Qué esperas que haga, eh? ¿Que salte a los brazos de esta zorra desagradecida? —continuó despotricando, furibunda.

La mirada de su hermano mayor se tornó severa, aunque Raine no tuvo ningún reparo a la hora de ignorarlo deliberadamente. Estaba tan enfadada que solo le faltaba subirse por las paredes. Catriona, en cambio, se mantuvo en silencio, sin ser capaz de reaccionar ni decir nada coherente. No se tomó los insultos de su antigua compañera como algo personal, pero sí que le dolió el tono que había empleado para referirse a ella: como si se tratara de la peor de las pestes. El brazo que Michael tenía sobre sus hombros la estrechó en un vano intento por transmitirle todo su apoyo.

—Es que no me lo puedo creer —masculló Raine entre dientes—. Qué puta mierda, joder... —apostilló, justo antes de echar a andar hacia la oficina del taller. Sus tacones repiquetearon contra el suelo asfaltado, y ella siguió farfullando cosas ininteligibles incluso cuando Chibs trató de detenerla a medio camino.

Gemma profirió un lánguido suspiro.

—Voy con ella —le comunicó a Clay, a lo que este asintió.

—No. Ya voy yo —se ofreció Jackson.

Con un nudo aprisionando su garganta, Riona vio cómo el vicepresidente de SAMCRO se encaminaba hacia la puertecita que conducía a la oficina del Taller Teller-Morrow. Ya no había risas por parte de Bobby y Tig, ni tampoco comentarios paternalistas por parte de Piney... Solo silencio. Un silencio tenso e incómodo.

—Lamento que las cosas se hayan torcido de esta manera —se disculpó Clay a la par que se aproximaba a ellos. Los años no pasaban en balde, y las canas que teñían de gris su cabello (junto con las pequeñas arrugas que cincelaban las comisuras de sus ojos) eran una clara muestra de ello—. Pero, siendo sincero, no sé qué esperabais que ocurriera —indicó, encogiéndose de hombros.

Michael no dijo nada, limitándose a suspirar. Catriona, por su parte, no pudo evitar mirar a Gemma, cuyos iris oscuros estaban fijos en ella. La matriarca de la familia se había cruzado de brazos y, a juzgar por la expresión de su rostro, no parecía estar muy contenta con cómo se habían desarrollado los acontecimientos.

—Hay cosas que no se arreglan con una visita sorpresa —apuntilló Gemma, incisiva—. Necesita tiempo para asimilar que estás de vuelta.

Todo cuanto pudo hacer la aludida fue agachar la cabeza, sintiéndose pequeña e insignificante. Pero, sobre todo, tremendamente culpable.

Raine trató de regular su agitada respiración.

Su reencuentro con Catriona Dawson, a quien había llegado a considerar su otra mitad, la había trastocado a más no poder. Sentía tantas cosas al mismo tiempo, tantas emociones contradictorias, que no sabía cuál de ellas predominaba más. Bueno, en realidad, sí que lo sabía. En aquellos momentos lo que más primaba dentro de ella era la rabia y la frustración. Tenía unas ganas incontenibles de regresar al patio y gritarle a esa maldita traidora todos los insultos que se le pasaran por la cabeza, porque era lo mínimo que merecía después de todo lo que había hecho. Pero era consciente de que, si cedía a sus impulsos y se dejaba llevar, lo más probable era que acabase perdiendo el control. Y aquello, con su cardiopatía congénita, era lo último que necesitaba.

Con las manos apoyadas en el escritorio de la oficina, la rubia cerró los ojos e inspiró profundamente por la nariz, para después expulsar todo el aire por la boca. Repitió el proceso un par de veces más, hasta que su respiración se reguló y los latidos de su desbocado corazón se acompasaron dentro de su pecho.

A sus oídos llegó el característico sonido de la puerta al abrirse, pero no se molestó en voltearse hacia quienquiera que hubiese ingresado en la pequeña estancia. No estaba de humor para hablar con nadie.

—Rae —pronunció Jax a su espalda.

La mencionada clavó sus largas uñas en la superficie de la mesa.

—¿Tú lo sabías? —inquirió con voz estrangulada.

Su hermano emitió un tenue suspiro.

—No. No tenía ni idea —respondió él. A Raine no le hizo falta girarse para saber que estaba siendo sincero—. Me he enterado hoy, Rae. No sabía que había vuelto a Charming.

La más joven se mordió el labio inferior, a fin de mantener a raya su enfado. A pesar de lo mucho que había cambiado físicamente, la había reconocido enseguida. Aunque tampoco era muy difícil atar cabos habiendo presenciado lo que había presenciado: todos fuera, llenos de alegría y júbilo, mientras acompañaban al aparcamiento a Michael y a una misteriosa chica cuya presencia había alborotado a todo el taller. Puede que ya fuera adulta y que luciese diferente, pero Raine reconocería aquellos ojos en cualquier parte.

—¿Estás bien? —consultó Jackson, preocupado.

«Por supuesto que no. Acabo de reencontrarme con la persona que más daño me ha hecho en el mundo», pensó la menor de los Teller, justo antes de erguirse y recobrar la compostura. Se obligó a contar mentalmente hasta cinco y cambió radicalmente de expresión, mudando a una indiferente y desinteresada. Acto seguido, se volteó hacia el motero con toda la naturalidad del mundo, como si nada ni nadie pudiese perturbarla.

—Sí, perfectamente —respondió Raine con simpleza—. ¿Ya se han ido? —quiso saber al tiempo que señalaba la ventana con un suave cabeceo.

Jax ahuecó la persiana veneciana con los dedos y miró a través del cristal, para posteriormente asentir. Su confirmación alivió tanto a la más joven que esta no pudo evitar soltar todo el aire que había estado conteniendo.

—Vale, pues me voy —anunció en tanto se atusaba el pelo y se recolocaba el bajo de la blusa. Su hermano abrió la boca con la intención de hablar, probablemente para convencerla de que se quedase un rato más, pero ella no le permitió decir ni una sola palabra—: Mañana operan a Abel a las diez de la mañana. Más te vale estar presente —le recordó, provocando que una palpable tensión se adueñara de la mandíbula de Jackson.

Sin nada más que añadir, Raine apretó la correa de su bolso entre los dedos de su mano dominante y abandonó la oficina a paso apresurado.

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· INFORMACIÓN ·

— ೖ୭ Fecha de publicación: 09/12/2023

— ೖ୭ Número de palabras: 3354

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· NOTA DE LA AUTORA ·

¡Hola, hijos e hijas de la anarquía!

Uy, cuántas cositas han pasado en este capítulo (͡° ͜ʖ ͡°) En primer lugar, ¡por fin Jax y Catriona han tenido un reencuentro en condiciones! Se ha hecho de rogar, pero aquí tenéis la tan ansiada primera conversación entre ellos uwu ¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado? ¿Ha estado a la altura de vuestras expectativas? Porque yo estoy fangirleando como una loca, jajaja. También hemos descubierto algún que otro detallito sobre cómo era su relación antes de que Riona tuviera que mudarse a Belfast :'3 ¿Amamos a Jax en modo hermano mayor sobreprotector? Amamos.

¿Y qué me decís del reencuentro entre Catriona y Raine? Porque más intenso no ha podido ser, y no en el buen sentido de la palabra =') Nuestra rubia favorita no se ha tomado nada bien que Riona haya vuelto a Charming, y es que hay muchas cositas que todavía no sabéis *sonrisa perversa*. El caso es que a Raine solo le ha faltado escupirle en la cara ^^' Lamentablemente, no todo iba a ser de color de rosa. Así que ahora la pregunta es: ¿qué va a pasar entre ellas? ¿Cómo se desarrollarán las cosas a partir de ahora? Y lo más importante... ¿Creéis que existe alguna posibilidad de que vuelvan a ser amigas?

La respuesta a todas estas preguntas las conoceremos en los próximos caps. xP

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo y que hayáis disfrutado la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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