━ 𝐗𝐈𝐈𝐈: Una noche larga

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── CAPÍTULO XIII ────

UNA NOCHE LARGA

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        EL CUERPO DE CATRIONA TEMBLABA ligeramente debido a los nervios que la atenazaban. Con aquella tarta de manzana que ella misma había preparado entre sus sudorosas manos, abandonó la Chevrolet Pick-Up de su tío y, tras cerrar la puerta con un sutil movimiento de caderas, se detuvo frente a la enorme casa que se erguía delante de ella, a apenas unos metros de distancia.

La vivienda de los Teller-Morrow siempre había sido de las más lujosas e impresionantes de todo Charming, con un sutil estilo colonial que atraía todas las miradas. El pequeño jardín delantero se encontraba en perfecto estado, con el césped bien cortado y varios parterres repletos de flores multicolores colocados en puntos estratégicos. Aunque lo que más llamaba la atención de la fachada —sobre todo cuando era de noche— era el porche, donde la cálida luz de los apliques iluminaba la rústica y elegante puerta de madera, que permanecía flanqueada por dos ventanales de cristal emplomado.

El sonido de unas pisadas llegó amortiguado a sus oídos, justo antes de sentir la inconfundible presencia de Michael a su derecha. El hombre guardó las llaves de su camioneta en el bolsillo lateral de sus vaqueros y se recolocó el bajo de la camisa, con su mirada azulada también fija en la casa. Se había retocado la barba de candado y se había echado aquel perfume que tanto le gustaba a Riona, queriendo estar perfecto para la ocasión. Ella también se había arreglado, optando por unos pantalones pitillo de color negro y una blusa de encaje blanca que destacaba contra su tez bronceada. No había querido maquillarse mucho, de ahí que simplemente se hubiera delineado los ojos y aplicado un poco de brillo de labios. Una diadema del mismo tono que la blusa mantenía su largo cabello castaño peinado hacia atrás, haciendo resaltar los piercings de sus orejas.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —La voz del hermano mayor de su padre la devolvió a la realidad, haciendo que saliera de su ensimismamiento. Catriona parpadeó varias veces seguidas y viró la cabeza hacia él, que la observaba con un poso de preocupación latiendo en el fondo de sus iris oscuros—. Podemos volver a casa sin ningún problema. Aún estamos a tiempo —le recordó.

La muchacha respiró hondo y exhaló despacio, para finalmente negar con la cabeza. Pese a que permanecía cubierto por dos capas de papel de aluminio, el suculento aroma que emanaba del pastel de manzana lograba colarse en sus fosas nasales, provocando que su estómago emitiera pequeños rugidos.

—No. Quiero hacerlo, de verdad —respondió ella, tratando de aparentar la determinación de la que carecía—. Si realmente quiero empezar de cero, debo enfrentarme a esto. —Aquello último lo susurró más bien para sí misma, como queriendo autoconvencerse de que estaba haciendo lo correcto.

Ahora fue el turno de Michael de inspirar profundamente por la nariz.

—Bien, pues vamos.

El dueño del Black Rose le dio una palmadita en la espalda, instándola a caminar. Riona así lo hizo, obligando a sus piernas a ponerse en movimiento. Primero dio un paso, luego otro y otro más. Sus botines con plataforma repiquetearon contra el caminito de piedra que conducía al porche de la vivienda, siendo aquel sonoro taconeo un fiel reflejo de lo rápido que iba su corazón en aquellos momentos.

Sintió la imperiosa necesidad de comprobar una vez más el contenido del bolso que llevaba colgado del hombro izquierdo. De modo que, dejando que su diestra fuera la que sostuviese la tarta de manzana, condujo la zurda a la cremallera del bolso para poder abrirlo. La visión de aquello que se había encargado de llevar consigo a aquella cena —y que era el principal motivo por el que había cambiado de opinión respecto a su asistencia— le alivió efímeramente, aunque no lo suficiente para tranquilizarla del todo.

Volvió a cerrar la cremallera mientras subían las escaleras del porche y reprimió el impulso de morderse el labio inferior cuando Michael llamó al timbre. Desde el exterior podía escucharse el eco de varias voces y risas, señal inequívoca de que no habían sido los primeros en llegar.

Entonces la puerta se abrió, ocasionando que Catriona contuviera el aliento. Una melena rubia apareció al otro lado del umbral, junto con unos ojos increíblemente azules que no demoraron en atravesarla como un cuchillo. La sonrisa que Raine Teller había esbozado para recibir a más invitados se congeló en su rostro apenas descubrió quiénes se hallaban detrás de la puerta. Primero observó a Michael —que le sonrió con cordialidad—, y después focalizó toda su atención en Riona.

—Hola, Raine —la saludó el propietario del Black Rose, tan amable como siempre.

La susodicha batió sus largas y espesas pestañas, para luego resguardarse tras una cuidada máscara de indiferencia. Ella también lucía unos pantalones oscuros y ceñidos, a juego con una camisa entallada de color verde botella.

—Hola —contestó con sequedad.

No les esperaba, era más que evidente.

Catriona no pudo evitar sentir la imperiosa necesidad de salir corriendo de allí, puesto que saltaba a la vista que no era bienvenida. Aquella actitud tan hosca y retraída por parte de Raine no se debía a la presencia de su tío, ni mucho menos, sino a la suya. La que había sido su mejor amiga de la infancia no la quería allí, en aquella cena que solo estaba reservada para los más cercanos a la familia Teller-Morrow, y así se lo estaba haciendo saber con su reacción al verla plantada en mitad del porche.

—Hemos traído pastel de manzana para el postre —volvió a hablar Michael, ignorando la tensión que se había apoderado del ambiente—. Lo ha hecho Riona. Resulta que es una excelente repostera. —Miró a su sobrina y le dedicó una sonrisa cómplice, en un vano intento por romper un poco el hielo y transmitirle todo su apoyo.

Catriona quiso devolverle el gesto, pero tan solo consiguió que sus labios se estiraran en una mueca forzada. Empezaba a pensar que había cometido un error al presentarse en aquella maldita cena.

La menor de los Teller carraspeó, visiblemente incómoda.

—Ya, bueno. Amh... Pasad. —Contra todo pronóstico, se hizo a un lado para permitirles la entrada—. Aún no estamos todos, pero no creo que los demás tarden en llegar —anunció con desgana.

La primera en adentrarse en el interior de la vivienda fue Catriona, quien tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantener sus inestables emociones bajo control. La cálida luz que iluminaba el recibidor le dio la bienvenida, junto con un olor bastante sabroso que provenía del fondo del pasillo. Michael fue el siguiente en entrar, siendo Raine la encargada de cerrar la puerta y echar nuevamente el pestillo.

Una dolorosa punzada le atravesó el pecho a la castaña al reconocer aquella pulcra decoración. Había estado tantas veces en aquella casa que le resultó imposible no dejarse engullir por los recuerdos, por aquella nostalgia desoladora que se había convertido en su fiel compañera desde que había regresado a Charming. Allá donde mirase, el fantasma de su pasado aparecía para atormentarla, mostrándole una versión mucho más joven de sí misma vagando por aquella edificación de dos plantas. Apretó los labios en una fina línea blanquecina y tragó saliva, sintiendo un leve escozor en las comisuras de los ojos. Temía que aquella situación llegara a sobrepasarla, que no fuese capaz de seguir adelante con lo planeado.

—Por aquí. —La voz de Raine volvió a sobreponerse al ruido de su cabeza.

La rubia tomó la delantera a la hora de guiarlos por el amplio corredor, en cuyas paredes había colgadas numerosas fotografías familiares. Catriona se prohibió contemplarlas, consciente de que, si lo hacía, terminaría quebrándose y derrumbándose. A su lado, Michael volvió a posar una mano en la parte baja de su espalda, haciéndole saber con aquel simple gesto que estaba ahí, con ella. La bola de nervios que se había apiñado en la boca de su estómago aumentó con cada una de sus pisadas, generándole una desagradable sensación de desasosiego.

Finalmente, atravesaron el arco de madera que conducía al corazón de la vivienda: la cocina, que comunicaba directamente con el comedor. Los orbes azabache de Riona no demoraron en clavarse en la monstruosa mesa de madera maciza que se erguía en el centro de la estancia, a cuyo alrededor ya había acomodadas diversas figuras, todas ellas masculinas.

Clay, Jax, Chibs, el novato al que había conocido el otro día en la sede del club y otro chico cuya cara no le sonaba de nada desviaron la vista hacia ellos, dejando de lado la conversación que estaban manteniendo. A unos metros de distancia, en el área de la cocina, Gemma y otras tres mujeres interrumpieron su propio coloquio para poder lanzarles una mirada expectante.

—¡Mike! ¡Caity! —Chibs fue el primero en saludarles, alzando una mano con entusiasmo—. ¡Qué bien que hayáis venido!

Mientras Michael le devolvía el saludo con el mismo entusiasmo, demostrando una vez más la buena relación que tenían, la boca de Catriona se elevó en una sonrisa apurada. Odiaba ser el centro de atención.

Entonces Jackson se puso en pie, tan sonriente que a la castaña se le encogió el corazón dentro del pecho. Vestía un sencillo jersey de color gris claro que hacía resaltar los músculos de sus brazos y llevaba el pelo suelto y peinado hacia atrás.

—Pensaba que no ibais a venir —dijo una vez que se hubo detenido frente a ellos. Él también olía a perfume, además de a tabaco.

—Riona cambió de opinión —respondió Michael con afabilidad.

El vicepresidente de los Hijos de la Anarquía ensanchó su sonrisa.

—Pues me alegra que haya sido así —declaró, provocando que un ligero rubor se adueñara de las mejillas de la aludida. Esta trató de disimular su sonrojo colocándose un mechón rebelde detrás de la oreja—. ¡Hey, Juice! Ven aquí.

Jax giró sobre su cintura para poder hacerle un ademán con la mano al mencionado, que resultaba ser el muchacho al que Catriona no conocía y que permanecía sentado junto a... ¿Medio huevo? Fuera como fuese, el tal Juice no tardó en ponerse en pie y acercarse a ellos. Era alto, casi tanto como el rubio, y de apariencia un tanto peculiar: tenía la cabeza rapada, a excepción de una gruesa franja de cabello oscuro en el centro de la cabeza, y contaba con varios tatuajes repartidos por todo el cuerpo. Sus rasgos, además de su tono de piel, revelaban una ascendencia latinoamericana que despertó la curiosidad de la más joven.

—Ella es Catriona, la sobrina de Michael. Su padre era Craig Dawson —le comentó Jackson a Juice, que debía de tener más o menos su edad—. Él es Juice Ortiz, nuestro hacker personal. Es un genio de la informática.

Juice esbozó una sonrisa alegre, justo antes de extender una mano en dirección a la castaña. Esta se apresuró a liberar su zurda para poder corresponder al gesto.

—Encantado —pronunció él.

—Lo mismo digo —secundó Riona, estrechándole la mano.

Luego de que le presentaran a Juice, quien, según le habían dicho, era el miembro más joven de SAMCRO —sin contar a Medio huevo, dado que este todavía era un prospecto—, Catriona se encaminó hacia la espaciosa cocina. Michael, por su parte, se quedó en la zona habilitada como comedor junto a los demás hombres, quienes no demoraron en volver a llenar el aire con sus risas, sus bromas y sus comentarios jocosos. El único que no regresó a la mesa fue Jackson, a quien Raine se había encargado de apartar del resto del grupo para poder departir —o más bien discutir— en susurros con él.

A la castaña no le costó deducir de qué estaban hablando, aunque prefirió hacerse la tonta e ignorarlo. Con el transcurso de los años había aprendido que, en ocasiones, ciertas situaciones se llevaban mejor si simplemente hacías como si no estuvieran ocurriendo delante de tus narices.

En la cocina fue recibida por una imperturbable Gemma, quien no tuvo ningún reparo a la hora de examinarla de arriba abajo, sometiéndola a uno de sus rigurosos escrutinios. Las otras mujeres que la acompañaban también la miraron fijamente, aunque con más curiosidad que otra cosa. Probablemente se estarían preguntando quién era y qué clase de vínculo tenía con Michael.

—¿Qué es? —preguntó la matriarca de la familia al tiempo que señalaba con un suave cabeceo la fuente circular que sostenía en las manos.

Riona se aclaró la garganta.

—Tarta de manzana —contestó—. La he hecho yo.

Se sentía frágil y vulnerable en aquella casa que tantos recuerdos le traía de su infancia, como un cordero perdido en una manada de lobos hambrientos. Si bien los Hijos de la Anarquía se habían tomado bastante bien su regreso —al menos la mayoría, ya que Clay era el único que se había mostrado algo reacio al respecto, adoptando la postura inflexible de su esposa—, no podía decirse lo mismo de Gemma y Raine, quienes no hacían más que juzgarla con cada una de sus miradas.

La experimentada mujer entornó los ojos, con los labios fruncidos en una mueca desdeñosa.

—Déjala ahí y ayúdanos con la cena —dictaminó tras unos instantes más de mutismo—. Faltan Piney, Tig y Bobby, aunque no creo que tarden en llegar. Opie ha llamado hace un rato para decirnos que no viene.

Catriona tan solo asintió, haciendo lo que le habían pedido. Dejó el pastel sobre la encimera, junto a otras fuentes y cuencos a rebosar de comida, y depositó su bolso sobre uno de los taburetes que rodeaban la isla de mármol. El olor a tabaco que se entremezclaba con el de la carne guisada y las verduras salteadas le generaron unas ganas incontenibles de dar un par de caladas. No le vendría mal un cigarro.

No tuvo la oportunidad de preguntar en qué podía ayudar, puesto que Gemma le indicó que se encargara de aliñar la ensalada. Riona se remangó la blusa para no mancharse y fue ahí que una de las tantas figuras que pululaban a su alrededor se detuvo a su lado.

—Gemma no mentía al decir que estás muy cambiada.

Aquella voz indudablemente femenina urgió a la castaña a virar la cabeza hacia su derecha. Una mujer bastante despampanante la escrutaba con intriga, como si se tratara de un enigma difícil de resolver. Era rubia, de pelo largo y liso y ojos azules. Vestía ropa cara y elegante, aunque atrevida.

Catriona arqueó una ceja.

Aquella mujer se le antojaba tremendamente familiar.

—¿No te acuerdas de mí? —volvió a hablar la rubia, cuyas muñecas estaban llenas de pulseras que tintineaban con cada uno de sus movimientos—. Soy Luann, la mujer de Otto Delaney —añadió con una sonrisa amable, casi maternal.

Algo hizo click dentro de la cabeza de la muchacha, a cuya mente acudió la imagen de aquella misma mujer pero con diez años menos a la espalda. Luann era la mejor amiga de Gemma, una exestrella porno que había logrado encandilar a uno de los miembros de Sam Crow: Otto Delaney. El mismo que ahora se encontraba entre rejas a causa de diversos delitos, entre ellos el asesinato en segundo grado. Según tenía entendido, hacía tiempo que Luann había dejado de actuar, contando con su propio estudio pornográfico.

No parecía irle nada mal, la verdad.

—Claro, Luann —Riona trató de sonreír. Casi podía escuchar a su madre soltando sapos y culebras por la boca y repitiendo una y otra vez lo poco que le gustaba que una mujer como ella estuviera cerca de su hija—. Perdona, ha pasado mucho tiempo y la memoria me falla a veces —se disculpó.

La mencionada realizó un ademán con la mano, como queriendo restarle importancia al asunto. Si bien los años no pasaban en balde, continuaba siendo bastante atractiva. Y lo mismo podía decirse de Gemma, quien siempre había sido muy coqueta y presumida.

—No te preocupes, cielo. Es entendible —solventó Luann, ensanchando aún más su sonrisa.

Catriona quiso decir algo más, seguir con aquella conversación para no aislarse y encerrarse en sí misma, pero le resultó imposible. Sentía tantas cosas en aquellos momentos, tantas emociones contradictorias y desbordantes, que se veía incapaz de socializar más de lo necesario.

Por suerte para ella, la reaparición de Raine en la cocina acaparó todas las miradas, incluida la de Luann, quien, tras dedicarle una última sonrisa, regresó a su lugar correspondiente en la encimera para seguir troceando tomates. A juzgar por la expresión de la menor de los Teller, su humor no parecía ser el mejor. Y así lo demostró cuando dejó escapar un suspiro cargado de frustración mientras se lavaba las manos en el fregadero. Por el rabillo del ojo Riona pudo ver cómo Jax volvía a ocupar su asiento en torno a la mesa del comedor, adoptando de nuevo una actitud dicharachera.

Sí, definitivamente habían estado hablando de ella.

—Nena. —Gemma llamó a su hija, que giró sobre sus talones luego de secarse las manos con un trapo—. Comprueba cómo va el pollo —le pidió.

Raine así lo hizo, teniendo que pasar al lado de la castaña para poder acceder al horno. Si bien no le dirigió la mirada —y mucho menos la palabra— en ningún momento, Catriona pudo percibir lo mucho que le enervaba su mera presencia. Y es que parecía un gato erizado. Uno que no lo dudaría a la hora de saltarle a la cara y arrancarle los ojos con sus uñas afiladas.

Aspiró una temblorosa bocanada de aire y procuró centrarse en el aliño de la ensalada.

Aquella iba a ser una noche muy larga.

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· INFORMACIÓN ·

— ೖ୭ Fecha de publicación: 05/07/2024

— ೖ୭ Número de palabras: 2934

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· NOTA DE LA AUTORA ·

¡Hola, hijos e hijas de la anarquía!

Uy, ¿pero qué tenemos aquí? Al final Catriona ha cedido y ha acudido a la cena junto a Michael. Aunque la pobre ya se está arrepintiendo x'D ¿Qué será eso que lleva en el bolso y que la ha impulsado a cambiar de opinión? ¿Tenéis alguna teoría? Ya sabéis que me encanta leeros en la caja de comentarios :3

El caso es que a Raine ya le han arruinado la noche xP No se ha tomado muy bien que Riona se haya presentado en la cena. Así que ahora la pregunta es: ¿habrá dramita en el próximo capítulo? ¿Las cosas se torcerán durante el transcurso de la velada? Porque recordemos que Jax invitó a Catriona sin tener en cuenta la opinión de Raine u.u

Vamos, que las cosas se van a poner de lo más interesantes, jeje.

Que, por cierto, he perdido la cuenta del número de veces que he puesto los ojos en blanco mientras escribía este cap. Ya sabemos cómo es la serie: el mundo del MC es muy machista y misógino, y los Hijos no son la excepción. Así que, please, que no os sorprenda leer ciertas cosas. Recordad que la trama tiene lugar en 2008, y que por aquel entonces la sociedad todavía tenía una mentalidad bastante arcaica en todo lo que respecta a los roles de género. Quiero dejarlo claro para que no haya confusiones ni malentendidos. Yo soy la primera que odia este tipo de machistadas, pero esto es SoA, amigos. Aquí lo políticamente correcto no existe ^^'

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo y que hayáis disfrutado la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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