Prólogo

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


«Morir siendo el hombre más rico del cementerio no tiene importancia. Prefiero irme a la cama pensando que he hecho algo maravilloso, eso sí es realmente importante».

—Steve Jobs

—¡Buenos días, gente de Zahremar! Gente de pocas plumas, de pluma pobre, de pluma escasa, de pluma casi inexistente. ¿Cómo están? Espero que bastante bien. Aunque me gustaría escuchar de cada uno de ustedes la respuesta a esa pregunta, no olvidemos que este evento está destinado a presentar un nuevo capítulo en la vida cotidiana de Zahremar y, por desgracia, es a mí a quien le toca hablar.

Risas cariñosas hicieron eco entre el público, pues este se sentía bastante cómodo con la forma en la que Harry se expresaba, e incluso, aquello se había convertido en un espectáculo agradable de presenciar. 

Por causa de esta complicidad, el aún joven empresario, se permitió descolgar el micrófono del pequeño podio y caminar, explayándose, adueñándose por completo del modesto escenario montado en los límites del parque Ravenwood, mientras continuaba su discurso. 

—Hoy me levanté pensando que sería un día cualquiera y, aunque me alisté para asistir al trabajo, confieso que lo hice sin muchos deseos de ir. Pero una pequeña niña despeinada, de cabello oscuro y ojos grandes, me recordó el porqué hoy es un día tan especial. 

La mirada de Harry buscó en los asientos detrás de él (ocupados casi por completo por gente vestida formalmente) a su pequeña hija y se acercó a ella. Le dedicó una sonrisa al tiempo que le extendía los brazos, gesto que ella respondió de la misma forma: la levantó y continuó caminando por el escenario, acentuando, con aquél gesto, la familiaridad que lograba generar con tanta soltura.

—Se los juro, ella parecía mucho más emocionada que yo. Cuando la acompañé hasta el tocador para ayudarle a arreglar el urgente problema que presentaba en la cabeza, entre olor a fijador de chicle y liguillas para trenzas, se me quedó mirando a través del espejo y con el gesto más inconforme del mundo me preguntó: «¿Te vas a ir vestido así?»

»Me perdí unos momentos en esos ojos seguros y honestos, pensando: ¿Quién iba a pensar que el lugar que me vio nacer llegaría a tal punto de avance? No quiero que me malinterpreten, pues no es mi intención sonar presuntuoso; pero todo lo que esta escuela simboliza es el reflejo del progreso que se ha logrado en la ciudad. 

»Porque hay que ser honestos, mis estimados cuervos, antes de que nuestras ideas golpearan con cariñosa violencia los endebles cimientos morales, éticos, económicos e ideológicos de la ciudad, ¿cuántos de nosotros no habríamos preferido vivir en una distopía adolescente antes que en Zahremar? 

Un tenue jolgorio se escuchó entre la multitud, pues de nuevo, la gente de la ciudad respondía con satisfacción al humor de su interlocutor. 

—Un contraste irónico con el pasado, ¿no lo creen? Hace 500 años la ingenuidad de nuestros «queridos» fundadores no les permitió ver la clase de sociedad que estaban construyendo. Durante años vivimos en un lugar donde la inocencia no estaba permitida.

Interrumpió su discurso cuando llevó su mirada, nostálgica y melancólica, hacia las imponentes instalaciones que se alzaban a sus espaldas. Sin tardar demasiado, regresó la vista hacia su público solo para dedicarles una cálida sonrisa y continuar.

—Por fortuna o por desgracia, ni en el día más brillante las sombras son ausentes, ni en la noche más oscura toda luz permanece apagada. Por suerte, dentro de la podredumbre de Zahremar existió un grupo de tercas lucecitas que se resistían a apagarse y lograron depositar en nosotros su esperanza y voluntad...

Llegado este punto, la voz de Harry comenzaba a quebrarse y se detuvo unos momentos, intentando guardar la compostura. 

»Es en honor a ellas, las antiguas cuidadoras del orfanato San Judas, que se decidió construir y financiar un lugar en donde todos los jóvenes puedan encontrar esa luz dentro de sí mismos, expandirla y transmitirla como si fuera un regalo para el mundo. Les pido que nunca olvidemos sus nombres, pues aunque ya no están entre nosotros, no debemos olvidar jamás lo que hicieron por esta ciudad. 

»Con su tenacidad tomaron la pequeñísima parte de una generación nacida en esta ciudad y luego la devolvieron, rebosante de amor y comprensión. Gracias a estas mujeres yo soy lo que soy; por estas mujeres, por la flama que transmitieron, la ciudad es lo que ahora es. No podemos negar que en cada uno de ustedes, en cada uno de nosotros, existe un poco de ellas.

La pequeña pelinegra sobre sus brazos le jaló un poco de la camisa para llamar su atención.

—Papi, tengo hambre —musitó la niña, pero su padre tenía el micrófono lo suficientemente cerca como para que su voz se escuchara en los altavoces del lugar—. Quiero un helado.

—¿No te bastaron los tres Bon Yurts que te comiste en la mañana? —Harry le sonrió a su hija y le picó la nariz con la punta del dedo índice—. Te prometo que cuando termine este aburrido evento burocrático, te llevaré a ese nuevo restaurante que vimos en el camino.

En el infantil rostro se dibujó una tierna sonrisa y sus mejillas se ruborizaron debido a la ternura con la que reaccionó el público; entonces Harry depositó un suave beso en su frente. La bajó hasta que sus pequeños pies tocaron el suelo y ella volvió, risueña y alegre, a su asiento. 

Después de este momento, en el que el heredero Ravenwood se permitió tener un instante de intimidad tanto con su pasado como con su hija, frente a las cámaras y micrófonos; se aclaró la garganta y volvió hacia el podio.

—Perdonen si me he puesto sentimental, ya saben que estas cosas siempre me pueden. Sin más preámbulo, les presento al Centro Educativo Ravenwood. 

Se hizo a un lado, para que su audiencia pudiera ver con mayor claridad las impresionantes edificaciones que conformaban el sitio. Los aplausos asediaron el lugar e hicieron eco entre los árboles del antiguo parque central y, aunque poco a poco se iban apagando, continuaron revoloteando dentro de la mente de Harry. 

—Ahora, sin más que agregar, lo que tanto esperaban: les cedo el turno para hablar —dijo al fin, cuando el bullicio se silenció por completo.

Varios reporteros se acercaron al escenario, elevando sus micrófonos. Las ansiosas manos se alzaban hacia el Ravenwood, esperando a que este les diera el turno para preguntar. Un muchacho, que parecía bastante nervioso, intentó mantener firme su brazo tembloroso mientras organizaba sus papeles con la otra mano.

 A Harry le pareció no haberlo visto nunca en alguna otra rueda de prensa, por lo que le agradó la idea de darle la oportunidad de hablar.

—Señor Ravenwood... señor Ravenwood. —La voz del muchacho tartamudeó por los nervios.

Aquellos gestos enternecieron a Harry, quien lo interrumpió brevemente.

—Perteneces a ese nuevo periódico, ¿verdad? ¿Cómo se llamaba, La otra Zahremar? Un nombre bastante misterioso y algo perturbador, he de admitir. Llámame Harry, ¿cómo te puedo llamar a ti? —cuestionó el castaño y le dedicó una fraternal y genuina sonrisa, alentándolo a que prosiguiera con las preguntas que traía para él.

—Mi nombre es Bob, gracias, señor Harry. Desde que usted hizo pública la información sobre el inicio y la cuantiosa inversión destinada a este nuevo proyecto que nos presentó como Blackburn-Curie, se ha notado un crecimiento exponencial de las acciones de la compañía Ravenwood. ¿Es mera coincidencia o realmente hay una conexión entre estos dos acontecimientos? Y, si hay una conexión, ¿cómo es que crece la inversión en torno a algo que no ha mostrado resultados? O quizá, ¿estos resultados existen pero no son de conocimiento público? 

—Creía que iniciaríamos con preguntas sobre el instituto... Los dos científicos a cargo de este proyecto son de las personas más capaces que he conocido en toda mi vida y eso se ve reflejado en la confianza que los inversionistas hemos depositado en ellos. Sobre los resultados, creemos que aún no tenemos algo significativo para mostrar, pero estoy seguro de que pronto daremos de qué hablar. Sigue persiguiendo la nota, Bob, estoy seguro que dará frutos tu investigación. 

—Mi pregunta tampoco es referente al instituto, pero me parece importante comentártelo, Harry, pues buena parte de la ciudadanía (me incluyo en ellos), morimos de curiosidad por saber más acerca de las renovaciones de la penitenciaría. Los índices de delincuencia han disminuido notablemente en los últimos años, ese decrecimiento nos hace pensar que tener una cárcel solo sería un desperdicio de recursos. Entonces, ¿por qué decidieron remodelarlo? ¿Cuándo estarán listas estas modificaciones? 

Preguntó ahora otra periodista, sin esperar mucho tiempo,  acercando el micrófono hacia Harry, mientras dedicaba fugaces miradas a la cámara que los filmaba y sonreía.

—Esa es una excelente pregunta, señorita y, aunque sigo extrañado porque sus primeros cuestionamientos sean tan ajenos a la inauguración del Centro Educativo, he de admitir que me gustaría seguir la rueda de prensa por este camino. Ya sabes, para mantener el suspenso... 

Harry hizo una pausa, solo para sonreír y guiñar un ojo a la mujer.

—Respondiendo a tu pregunta: La remodelación fue discutida a profundidad, tanto por el consejo empresarial, como por el gabinete gubernamental de la ciudad. En esta acalorada, y sumamente aburrida conversación con señores de traje, que tenían cara de sufrir un importante problema de estreñimiento, se acordó que no por menos índices delictivos se debía bajar o descuidar la calidad en nuestro sistema judicial y la penitenciaría es un símbolo importantísimo de ello. La prosperidad no debe ser pretexto para abandonar la justicia. Respecto al tema del tiempo...

Bob levantó la mano, enérgico pero aún nervioso. Inevitablemente captó la atención de Harry, quien le miró aún con cierta ternura y, con su silencio, le cedió la palabra una vez más.

—¿Cuándo va a dar la cara por la muerte de su esposa? —espetó el reportero, con tono acusador. 

La expresión en el rostro del Ravenwood cambió completamente; sin embargo, sostuvo la inquieta mirada del muchacho. Le sonrió al tiempo que mostraba su descontento, negando con la cabeza, devolvió el micrófono al podio y se giró hacia su niña; caminó hasta ella y la volvió a tomar entre sus brazos. 

Bajó del escenario, alejándose del lugar con pasos tranquilos, seguros. 

Tras de sí, dejaba un silencio incómodo que azotó a la multitud y varios reporteros compartieron miradas de estupor, pues ninguno esperó el abrupto actuar de Harry: después de todo, nunca nadie había intentado llegar de forma tan agresiva a la vida personal de aquel que tanto había hecho por la ciudad.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro