EPISODIO 5, ESCENA 9: En la que se transitan las veredas.

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—¿Estáis convencida? —pregunta la monarca. Se reclina en su silla con actitud pensativa. La sala de audiencias, iluminada por varias flores, resulta penumbrosa y las ventanas con vidrieras opacas de ácidos colores le otorgan una pátina sobrenatural.

—Sin duda —respondo—. El encuentro fue tal y como esperábamos. Acudimos disfrazadas y nos reunimos en un antiguo refugio de caza a la entrada del Mundo Hueco. Lo consideran terreno neutral. En un principio pensé que el enviado creía en nuestras ansias revolucionarias, sobre todo, tras otorgarle nuestro presente.

—Una vez más, ¿cuál era aqueste presente? —interrumpe Dochia. Le enseño el frasco a medio vaciar que guardo en el gabán. La shtriga arruga la nariz. El tenue aroma que desprende el frasco es suficiente para disgustarla.

—Trementina, creada a partir de resina de nuestro mundo natal. Repele a los strigoii. Le pareció muy interesante. Ellos no tienen acceso a la sustancia que usan las ursitoare en Târgoviște para atontar a vuestras bestias. Le he dado una parte del líquido en muestra de solidaridad y le he dicho que usaremos la otra parte para replicar la fórmula y que, si establecemos una alianza, lo dispondremos todo para que puedan recibir cargamentos de ella.

—Una promesa que espero no llegue a cumplirse nunca —comenta la mujerona acariciándose la barbilla.

—Una promesa vacía —respondo—. Compartió su información con nosotros, eso es lo que cuenta. Pude sonsacarle que, en estos momentos, los altos mandos de la Fraternidad están tramando algo y que él no tiene todos los detalles, aunque sí estaba autorizado para revelarnos los planes del gobierno de Târgoviște.

—Que consisten en atacar la fortaleza desde el Apa Moartă —se adelanta la shtriga.

—«Usar el pantano maldito contra de los braníes», esas fueron las palabras exactas. No parecen estar seguros de cómo lo harán, pero creen que será letal. Un arma que acabará con los habitantes, no así con las infraestructuras o los recursos.

—No saben cómo lo harán ¿o es información que el enviado se ha reservado?

—Con todos los respetos, condesa, he sido embajadora, mediadora internacional e interrogadora. No estaba ocultando nada respecto a ese tema, estoy segura. En todo caso, el señor Frumos, su jefe, no ha compartido con ellos esos datos.

—Así que sostenéis, miss Turmel, que han sido veraces en la información que nos han ofrecido. Târgoviște atacará la fortaleza para inhabilitarnos por sorpresa, sin embargo, su verdadera intención es quedarse con nuestra plantación, incluido el Retoño Fundador.

—En efecto. Creo que nos han dicho toda la verdad respecto a los planes de vuestros enemigos, pero no respecto a sus propias motivaciones.

—Explicaos.

—Nos ganamos su amistad muy rápido y eso me hizo desconfiar. Su lenguaje no verbal sugería divertimento y parecían estar interpretando un papel. Creo que a la Fraternidad Frumos le interesa que sepamos los planes de Târgoviște y que actuemos en consecuencia.

—¿Por qué iba a interesarles que otra facción revolucionaria actuaran de forma alguna? —pregunta la condesa.

—Porque no se creyeron en ningún momento que éramos revolucionarios. Como dije, el enviado no iba solo, sino que le acompañaba otro hombre. Este hombre venteaba el aire y nos venteaba a nosotras. Además, detecté que se comunicaban en sutiles gestos entre ellos. Creo, condesa, que se lo olieron.

—¿Se olieron el qué?

—Nuestras mentiras y nuestra naturaleza șolomonar. El olor de una shtriga impregnando en nosotras.

Vârcolaci —gruñe Dochia—. Tienen vârcolaci renegados entre los suyos.

—Eso deduje a partir de lo que me contasteis de ellos. Éramos dos bandos llevando a cabo una pantomima.

—Así que quieren que tengamos esa información y creen poder predecir qué haremos con ella.

—Eso parece. Deduzco que ellos han encontrado alguna forma de intervenir en los planes de Târgoviște de manera que estos concluyan de forma diferente.

—Y sabiendo esto, ¿qué opináis vos, miss Turmel?, ¿qué creéis que debemos hacer? —pregunta la condesa evaluándome—. ¿Deberíamos defender la plantación?, ¿o quizás ambas, fortaleza y plantación?

—Creo que no deberíamos hacer lo que se espera de nosotros ni por parte de Târgoviște ni por parte de la Fraternidad, condesa. Evacuad a los civiles y llevad a vuestros strigoii y a vuestras tropas al Apa Moartă. Dejad que Târgoviște y los Frumos lleguen hasta allí.

—¿Por qué no emboscarles en el camino?

—Târgoviște llevará a vârcolaci y vrăjitoare embadurnados de esa sustancia que atonta a vuestros strigoii. ¿Por qué no aguardar a que lleguen al Apa Moartă? Si tan peligroso es el pantano, esperemos a que haga el trabajo por nosotros o a que los rebeldes y las tropas de Târgoviște se maten entre ellos. Además, hay algo que me llamó la atención en los escritos que sus estudiadas me proporcionaron sobre el Apa Moartă.

—¿A qué se refiere?

—El hedor. Allí flota un hedor a corrupción intolerable.

—Eso dicen.

—Si esto es verdad, ni las narices de los vârcolaci podrán detectar la presencia de nuestras tropas ni las narices de vuestros strigoii podrán oler la sustancia inhabilitante. Si el pantano no los mata antes, usaremos eso a nuestro favor. —La regente sonríe permitiendo que el pico óseo retráctil asome bajo sus labios.

—Sois muy astuta, miss Turmel, lo reconozco. Sé valorar las fortalezas de mis súbditos y aliados, así que seguiré vuestro consejo. Mandaré a mi strigoii al Apa Moartă bajo el mando de Iovan y Păcală, mis striges. Algunas vrăjitoare de combate irán también. El resto de las sabias evacuarán a los civiles tras poner salvaguardas en la fortaleza.

» Llamaré, asimismo, a mis tropas humanas para que vigilen los perímetros de la fortaleza y de la plantación, pues no pienso dejarlas desprotegidas.

—Y usted, condesa, ¿qué hará? —pregunto.

—Yo he de quedarme aquí, correr ese riesgo es imprescindible.

—¿Está segura?

—Hay un experimento en marcha y, si todo sale bien, antes de que esos miserables puedan llevar a cabo su plan se arrodillarán ante la prosperidad de la nación de Bran —dice la Dragona levantándose de su silla y mirando al techo—. O debería decir el imperio de Bran. —Y ahí está al fin, la necesidad de poder saliendo a la luz. Lo veo en su rostro. Busca el poder ansiado para alcanzar un ideal.

Dochia Dracul debería saber, a estas alturas, que el poder siempre requiere un sacrificio y ese sacrificio no siempre es ajeno.



Poco después.

—Que va a hacer, ¿qué? —exclama Dureira. Se levanta de la cama y se enreda en el absurdo dosel que la dintela. Masculla intentando desenmarañarse, pero solo consigue enredarse más, así que usa su dial para traspasar la trampa mortal hecha de gasa.

—Yo me quedaré en la fortaleza de Bran vigilando los movimientos de la condesa —repito con paciencia mientras me acerco al escritorio que tenemos en nuestros aposentos.

—¡Va a ser atacada!, ¡usted misma lo ha dicho! —grita ella.

—No será así si la condesa lleva a cabo su plan. Eso significa que nosotros obtendremos el relé. Quedándome aquí me aseguraré de poder atajar cualquier percance inesperado. Sobre todo, si está relacionado con ya sabes quién.

—Ella no tiene su dial, está indefensa.

—La soberbia es la primera causa de muerte entre los idiotas —comento alzando una ceja.

—¡Esta bien, nos quedaremos, pero si algo sale mal, la sacaré de aquí en volandas! —Se cruza de brazos.

—¡Oh, no, querida!, tú no estarás aquí. En cuanto Dochia retire a sus strigoii de la plantación, no tendremos que preocuparnos de que nos vea a través de sus ojos, y ahí es donde tus capacidades entran en juego. Estoy muy segura de que podrás evitar (o reducir) a sus soldaditos humanos. No olvides que el relé no es lo único que buscamos.

—Así que quiere asegurarse un as en la manga.

—Eso mismo. —Lo va entendiendo. Parece estar reflexionando, así que dejo que llegue a una conclusión por sí misma. Es indiscutible de que es la decisión más óptima.

—No le fallaré —dice al fin.

—¡Oh! ¿Qué acabo de decirte sobre la soberbia, teniente?, las cosas pueden torcerse. —Rebusco entre los papeles del escritorio y le hago entrega de uno de los documentos que me prestaron las estudiadas—. Por fortuna, yo soy una vieja descreída, así que no te preocupes porque siempre tengo un plan B. Ahora, escucha atentamente, esto es lo que vamos a hacer.



Más tarde.

—No te muevas —dice Luana. Noto el pinchazo de la aguja en el cuello.

—¿Qué es esto? —pregunto apretando los dientes.

—Un suero con esporas mutadas. Esas esporas generarán un sobrestímulo en tu cerebelo sin afectar en exceso a tu morfología.

—¿Quieres decir que no me transformarán en un ficus? —gruño.

—¿Ficus? —Ella me pone esos extraños cables que terminan en una esponja. Ahora me siento igual que el pobre balaur que se mece en líquido amniótico delante de mí.

—Olvídalo —digo repanchingándome en la silla—. ¿Cuánto tarda en hacer efecto? —Entonces guardo silencio.

No sé describir la sensación, es como si todas las luces, sonidos y olores hubieran subido de volumen simultáneamente. Puedo notar la expectación punzante de Luana cerca de mí y la vibración de miles de personas allí arriba, en la superficie de la fortaleza. Algo ocurre, están recibiendo malas noticias. Sienten miedo y pérdida porque saben que tienen que abandonar sus hogares.

—¿Qué está ocurriendo? —pregunto. Luana alza la cabeza por encima de sus dispositivos.

—¿Sientes los efectos tan pronto? Pues sí que tienes una psique sensible.

Oigo un latido, al principio soterrado bajo el resto de los sonidos que me rodean, pero que, poco a poco, comienza a hacerse omnipresente. Es el balaur. O sea que es verdad que no es una criatura en formol. Está viva o, más bien, en coma. El latido queda en un segundo plano y creo oír un zumbido a través del balaur y más allá de él. Siento el calor del bulbo dentro de su cuerpo y, con su radiación, me elevo y me sumerjo en las paredes del complejo. Noto mi corteza que es una y es mucha como yo soy una y muchos.

Mis ramajes, mis bulbos y mis grandes pétalos reciben la brisa y el oxígeno. Soy acariciada por las nubes y mi cumbre se abre al sol. Puedo notar el serpenteo de aquellos hermanos que serán yo retozando sobre mi enorme corola.

Libero la vitalidad de miles de balauri y se la ofrezco a través de la laguna de vapor para sanar sus heridas y aliviar el hambre provocado por la escasez, para que se mantengan plenos y que los retoños que hay en su interior crezcan sanos porque llegará el día en que seremos uno. La savia circula de vuelta a las raíces que se extienden horadando la roca con el paso de los siglos. Las criaturas que corretean se mueven entre esas raíces. Los moradores del agua caminan en pos del retoño enfermo y nuestra amiga (Cordelia) los acompaña.

¿Notas también a los hijos de nuestra sangre?, no están lejos. Se dirigen en batallón hacia mi núcleo. Ellos no desean acabar con la enfermedad, solo poseerla. Nuestro querido (Kaala) está con ellos, sin embargo, sus latidos suenan distinto, él busca otra cosa y tiene otro plan. Todo se ha puesto en marcha.

Mi fuerza no es la de antaño, mis raíces ya no son tan gruesas ni tan profundas y el peso del agua puede con ellas. No hay tierra ni musgo nuevo emergiendo, no hay animales triscando por los campos y empedrados, los amigos de las aguas ya no pueden ayudarme/ayudarnos, no todavía. El retoño enfermo ha extendido su enfermedad y aquellos que se alimentan de él han puesto en peligro el ciclo.

Puedo verlo y tú puedes verlo. Tú que nos observas, tú de pensamiento tan grande que puedes recibir nuestro mensaje. ¿He sido yo quien ha dicho eso o has sido tú? No hay diferencia entre los dos, soy Astrid y soy el Brote y soy los balauri del pasado y vuestras tierras y una fracción de este mundo.

Sigo la corriente de la savia que circula de vuelta a este lugar. La que mata balauri conspira y habla con los suyos. Los seres que corretean abandonan la madriguera porque otros seres que corretean intentan atacarla. La que mata a los nuestros se queda. Ella quiere algo de mí, de ti.

Quiere esperar a que nos escuches y formes parte de nosotros. Quiere poder para alcanzar el siguiente escalón. No te fíes (no me fío) de ella. Devoró el fruto de la enfermedad y cambió, devoró a aquella que resistió el fruto y cambió. Ahora quiere devorar a aquella que se hizo una con el origen (contigo/conmigo) para cambiar de nuevo. Quiere controlar estas tierras.

—¿Qué puedo hacer? —logro murmurar haciendo un esfuerzo por separar mi conciencia de la del Gran Brote—. No tengo dial, estoy indefensa. Estoy sola.

—No estás sola —susurran las cortezas—, nadie está solo. Ni en esta tierra ni en tu tierra. Tampoco en esta madriguera en la que estás. —Entonces el corazón del balaur dormido vuelve a escucharse con fuerza—. Su mente está perdida, pero su corazón está con nosotros. Si tú no tienes fuerza, cuando llegue el momento, él te prestará la suya.

El zumbido cobra intensidad y el flujo de la savia se torna lejano, si bien aún puedo sentirlo a mi alrededor. ¿Qué acaba de pasar?

—Es increíble —oigo decir a Luana. Vuelvo a oír con mis oídos y no con mi cabeza—, ha funcionado. Has dado el paso, solo queda ver si será algo permanente.

—¿Qué quiere de mí? —digo con voz pastosa, es como si me hubiera despertado de una resaca y todo mi cuerpo estuviese hecho de cemento armado.

—Un futuro, una revelación, un cambio. Eres la persona más importante de este lugar ahora mismo —dice Luana con una voz suave—. Descansa, la condesa pronto estará aquí. —No tengo fuerzas para contradecirla. Creo que el suero contenía algo más que esporas, quizás para que mi mente bajara sus defensas.

En la oscuridad intermitente sigo escuchando el latido y el mensaje sin palabras: «Si tú no tienes fuerza, cuando llegue el momento, él te prestará la suya».



¡Vamos, Stefan!, ¡cualquiera diría que ya estás cansado! ¡Para nosotros, esto debería ser un paseo por el bosque! ¿Dormiste bien o la reunión familiar dio demasiado de sí? —pregunta Costica. Se ha puesto a la cola del pelotón para hacerme compañía. Me anima con la mano a avanzar—. ¡Espera, no me digas que te han ordenado ir en la retaguardia!

—Sí —miento—, quizás por ser el más novato.

—No tiene ningún sentido, podríamos recibir un ataque por la retaguardia —gruñe ella. Tira de mí hasta situarme un par de filas más adelante—. Puedes estar en la retaguardia sin estar en la retaguardia. —En un descuido, veo cómo Razvan desde la cabeza de la comitiva nos echa una mirada y asiente con la cabeza, conforme con mi nueva posición. Estos dos están cuidando de mí. Mamá y papá oso. Debieron apreciar mucho a Stefan.

Los vârcolaci en general tienen un gran sentido de la manada y Razvan y Costica, que son vârcolaci de segunda o tercera generación, tienen esto aún más acentuado.

—Vuelvo a mi posición —me dice Costica y luego me ajusta la armadura de los vigías como si estuviera descontenta de cómo me queda. Me recuerda a Denali, mi niñera, siempre a la caza de arrugas. Llevo la armadura de la Vigilia, por supuesto, aunque no es la misma que ella ve. Al esperar verme con armadura, es eso lo que está percibiendo, una armadura que se ajusta a mis proporciones y no la armadura de verdad, que me queda dos tallas más grande. Aun así, creo que sus sentidos de vârcolaci le avisan de que lo que ve no es exactamente lo que hay. Por fortuna, se lo achaca a mi desaliño.

Cuando Costica se ha asegurado de que voy decente, vuelve a su posición en la comitiva. El capitán Wodeleah no se ha percatado de su trasgresión. Agradezco que me dejen a mi aire, estando en la retaguardia puedo simular que tengo su mismo empaque físico. Estos vârcolaci son incansables.

Las dedicadas, por supuesto, van a caballo. He descubierto que es un animal escaso aquí. Deduzco que son descendientes de los que tiraban de las carretas de la caravana desaparecida. Frumos me contó que ese relato es casi historia antigua para estas gentes. Hay otra razón por la que me quedo atrás. Los șolomonari de la Tecnocracia también van a caballo en la vanguardia, así que prefiero mantener las distancias.

Doy un traspiés. La senda es traicionera y escurridiza. Llevamos faroles y, en algunos tramos, la flora fosforescente ayuda a que no nos caigamos por los barrancos de raíces que se abren a los lados del sendero. De hecho, debemos ponernos en fila india para adaptarnos al exiguo camino y no despeñarnos.

—¡Hey! —me susurra alguien. La voz procede del manto que llevo puesto. Me arrebujo en él simulando que me abrigo. No sería del todo incierto porque la calidez del sol no llega a estas grutas de raíces. Echo un vistazo de reojo al escudo plasmado en la prenda. Una pequeña Júniper asoma detrás del blasón y, un poco más arriba, veo los ojos maquillados de Jam atisbar el exterior.

—¿Qué quieres? —murmuro yo.

—Este es un buen momento —dice Júniper—. La anchura del camino le ha obligado a quedarse a la cola de la comitiva, así que no puede oírnos.

—¿A quién te refieres?

—Primero prométeme que no te vas a sobresaltar. No mirarás atrás, no te detendrás y harás como si nada hubiera pasado —dice ella. ¿Por qué me dice esto?

—Lo prometo —digo.

—Vale, escucha, te llevan siguiendo desde antes de que entraras en contacto con la Fraternidad. Tú no puedes verlo porque tiene la habilidad de anular las capacidades o percepciones de la gente de algún modo. Creo que te vigila y que intenta que vayas por el camino que él quiere. Debe pensar que eres útil para nuestros planes.

—¿Qué dices? —Tengo que retenerme para no mirar atrás, menos mal que la pelirosa me lo advirtió.

—Hay rumores de un señor con sombrilla que está ayudando a nuestras emisoras a sacaros del mapa. No sabemos quién es, pero no trabaja solo. Él y los suyos aparecen cuando quieren y se van de la misma manera.

—Creo que ya soy consciente de este grupo del que hablas. De hecho, ya nos han dado más de un problema —respondo. Así que nuestras sospechas no eran infundadas.

—Habrá deducido que eres una pieza importante para que alguno de nosotros consiga el relé. Y no se equivoca, ahora mismo eres mi transporte y mi escondite. Lo que estos idiotas no se han dado cuenta y él sí, es que necesitaremos de tus capacidades para que todos crucemos vivos ese pantano. Frumos estuvo allí una vez y me conto sobre el lugar y tú mismo lo verás cuando llegues. Es un sitio peligroso así que, cuando la situación lo requiera, no dudaré en darte tu dial, just saying.

—¡Debemos deshacernos del perseguidor! —digo—. No puedo tener esa espada de Damocles sobre mi cabeza, no si queréis que os ayude —reflexiono—. Ni siquiera sé por qué estás dándome esta información.

—Ahora mismo mi aliado eres tú.

—Más bien soy tu herramienta.

—No son excluyentes. —Jam mueve la cabeza afirmando las palabras de Júniper—. Tengo una corazonada respecto al relé. Los artistas somos todo instinto, así que me dejo llevar.

—No me has aclarado nada.

—No pretendía hacerlo. —Se ríe—. En cuanto a tu perseguidor, no sabe que yo puedo ver sus colores. Puedo cogerle por sorpresa cuando sea necesario.

La comitiva se detiene de repente una vez pasado el abismo y nuestra conversación cesa. Es el capitán Wodeleah el que ha ordenado el alto. Las dedicadas y los șolomonari comienzan a escudriñar sus inmediaciones. Los vârcolaci ventean el aire como una jauría inquieta.

—No son strigoii —oigo decir a uno de los vigías que hay detrás de mí—, huele a musgo y a algas.

—¿Los hombres pez, quizás? —pregunta otro.

—¿Tan lejos de la orilla? —dice el primero. Vuelve a husmear.

—Ya no los huelo... —dice un tercero. Y lo mismo parece pasar con el resto de la comitiva—. Solo huelo hongos de medianoche.

—Sí, huelen a tarta de arándanos —responde el primero. Hasta yo puedo empezar a oler esa fragancia, espero que sea inocua.

Un murmullo recorre la formación desde la vanguardia. Están pasando un mensaje a lo largo de la comitiva. El vigía de adelante se gira y me dice:

—Falsa alarma, pero el capitán ha divisado el puesto fronterizo de Bran. A partir de ahora debemos proceder en silencio y mantenernos en el sendero hasta llegar al desvío del Apa Moartă. Apagaremos las linternas. —Yo paso el mensaje a los de atrás.

—Eso me inquieta —dice el vigía a mis espaldas una vez que él también pasa el mensaje—. Estamos cerca de Bran, ¿dónde están los strigoii? —No le falta razón. ¿Cómo habrán reaccionado los falsos rebeldes a la información proporcionada por la Fraternidad? ¿Estarán los strigoii vigilando la plantación o el interior de la fortaleza?, ¿es por eso que aún no hemos tenido ningún encontronazo? Sí, todas las armaduras están impregnadas con el compuesto obtenido a partir del Gran Brote, lo que anula los sentidos de los strigoii e impide que Dochia perciba nuestra presencia a través de ellos, pero esta precaución semeja innecesaria por el momento, ya que no hay bestias a la vista.

—Humm. —Creo que a Júniper también le escama—. Mi instinto me dice que, llegado el momento, tendremos que improvisar —susurra. Jam se tapa los ojos y se esconde detrás del emblema.

—Tranquila —le aseguro—, se me da bien improvisar.



Me cubro la boca para que no se oiga mi estornudo. El polvo rosado aún flota en el ambiente y desciende hacia el suelo con pereza. Tengo que apartarlo con la mano para no respirar más de esa chingadera. Me pongo de pie arrancando algunos hongos en el proceso y levantando aún más polvo. ¡Qué chido!

—¿Nos han detectado? —pregunto. Bulă asoma de entre las bulbosas setas y niega con la cabeza.

—Se alejan —responde—. Hemos conseguido camuflar nuestro olor gracias a los hongos de medianoche. Por fortuna, ya que no podemos enfrentarnos a todo un batallón de vârcolaci. La sangre de Baba Novac no nos ayudará con ellos.

Bulă mira a su peto de escama cruzado con dos rieles de la sangre del viejo. Todo el grupo lleva algo similar. Baba Novac había tenido que herirse la mano y dejar marca en todos los petos, en su propia ropa y en la mía. Un vendaje, un poco de sopa, algo de descanso y el viejo estaba como nuevo, es un hombre duro. De hecho, se mueve por los caminos con mucha agilidad para su edad. Ha conseguido mantenerse en la vanguardia todo el camino afirmando que eso le recordaba a sus años mozos de explorador. Estoy segura de que Rădăcină y Samanta no hubieran podido seguirle el ritmo. Yo misma hubiera sugerido que Novac se quedara en la isla, pero, por desgracia, le necesitamos, su sangre es necesaria. Y eso me preocupa porque no sé hasta qué punto puedo hacer lo que debo hacer sin dañarle.

Lo busco con la mirada. Ahí está, cubierto de polvo rosado y escudriñando su mapa mágico.

—Van en dirección al Apa Moartă, y tu amigo va con ellos —me dice. Me sacudo el polvo de hongo que tengo impregnando en la cara y me acerco para mirar su dial.

—Rodeado de șolomonari por todas partes —afirmo—. Y Astrid sigue en Bran.

—Están vaciando la fortaleza, pero la Dragona sigue allí junto con otra șolomonar —responde Novac.

—No estarán yendo a la plantación, ¿verdad? —pregunta uno de los zmei, nervioso.

—No, están evacuando a los puestos fronterizos —interpreta Baba Novac—. Han mandado algunas patrullas humanas al perímetro de la plantación, nada que no podamos gestionar. Sin embargo, los strigoii están siendo movilizados a otro lugar. Al norte, al Apa Moartă.

—Por eso no nos hemos topado con ninguno. ¿Qué está pasando? —pregunta Bulă. Se ajusta el frasco de cristal de resina que lleva a la espalda repleto de sangre de pescado intentando disimular su inquietud. Me han dicho que es irrompible, pues mejor porque lo necesitaré para la trasfusión y el camino es accidentado.

—No lo sé, pero que dejen la plantación tan desprotegida nos beneficia —digo.

—No cantes victoria, veo que una șolomonari sale de Bran en dirección a la plantación a una velocidad asombrosa. Ni siquiera sigue las veredas, es como si ignorase toda la orografía y caminase en línea recta, lo cual, por los accidentes del terreno, debería ser imposible. Igualmente nosotros estamos más cerca, así que llegaremos antes que ella —dice Novac.

—No hace falta que me digas su nombre, ya imagino quién es —Mi ánimo se ensombrece. Puede que tengamos una oportunidad, solo una, de que esto salga bien—. Si el momento llega, yo me ocuparé de ella. Ahora debemos continuar.

Baba Novac, Bula y yo nos ponemos al frente del pelotón usando el mapa para evitar más encontronazos.

—Gracias por ayudarnos —me dice Bulă—, sé que querías haber salido al encuentro de tu amigo.

—Sí —respondo con sinceridad—, aunque eso lo estropearía todo. De momento, me llega con saber que están bien. Cuando todo esto acabe y eliminemos a los strigoii y demás perversiones de los frutos, será mucho más fácil llegar hasta ellos.

—Estoy seguro de que podrás ponerlos a salvo —me anima Bulă con tono decidido.

—Bueno, verás. No tengo tanto miedo por ellos, como por los que los subestiman. —Una sonrisa maliciosa se me escapa—. Esos pendejos no tienen ni idea de con quienes están tratando.


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