Desde los tiempos más inmemoriales,
el temple de raza indómita e isleña,
llegada de seco desierto, sueña,
un feliz hogar lejos de chacales.

Huyendo de romanos y sus males
que del mundo conocido se adueña
avivando el fuego con mucha leña,
arrasando con métodos brutales.

Cruzar mar azul serán obligados
buscando nueva patria, nuevas tierras
donde asentarse de sus pies cansados.

A ínsulas verdes llegas y destierras,
todos los malos recuerdos pasados,
de unas culturas, y de atroces guerras.

La libertad, trazando sus caminos,
y la mar clamando sus arribadas,
playas paradisíacas, calladas,
con altas montañas y verdes pinos.

Tal ventura fue quimera o leyenda
en historia canaria no quedó.
Los siglos del aislamiento borró
este pasado que hoy nadie refrenda.

En la inmensidad Atlántica, mar,
esas perdidas tribus florecían
en las verdes Islas Afortunadas.

La paz y tranquilidad para amar
los tiempos venideros borrarían,
por íberos godos serán forzadas.

En lo alto de mi testa, el sol estará fulgente
irradiando la fuerza, y dureza de sus rayos.
Y moriremos sin ser, siendo de otros, lacayos.
Sin poder ver, la estrella que lucirá candente

proseguirán cautivas en sus trigales secos.
Unidos no estaremos y libres ser un día.
Admiras las mentiras que llegan de Porfía,
no viendo nuestras penas ni feos recovecos.

Patria de mudos zombis, reos de dependencias.
Mi patria no es España, mi patria no es Europa.
Mi patria es ese jardín que en los sueños evoco.

Mi patria será el mundo de profundas carencias.
Blanco, azul, amarillo, fresco alisios en popa.
Son, ocho estrellas verdes; oda al país de un loco.

Mi indómito país es
de montañas y volcanes
donde nacen los mocanes
y veranea el inglés.

Es un crisol de culturas
entre los tres continentes
levantando fuertes puentes
en las largas singladuras.

Las Canarias, timonel
de su navío y almacén,
con isleño bereber.

Paraíso y un gran vergel
que, los Campos del Edén
bien pudieran ellas ser.