CAPÍTULO 1

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Disfrútenlo muchas gracias!!

LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD ESTABA A PUNTO DE LLEGAR A SU FIN. ¿ALGUNA GUERRA NUCLEAR?, ¿ALGÚN VIRUS MORTAL?, ¿ALGUNA COLISIÓN CÓSMICA?

¡NO!

La humanidad estaba a punto de llegar a su fin gracias a aquellos seres que fueron sus creadores, aquellos que permitieron que sus corazones latan y tengan aliento de vida, aquellos seres que permitieron que conozcan la vida, el bien pero también el mal, los seres más poderosos de la historia, los dioses.

Los sonidos de pisadas fuertes y firmes retumbaban a lo largo de un pasillo poco iluminado y estrecho. Una figura femenina, de mirada seria y aspecto de tener pocos amigos se dirigía a la enorme puerta que yacía al final de dicho pasillo. Detrás suyo, y caminando con todos los nervios del mundo, con miedo, la seguía una jovencita de cabellos blancos y ojos color verde aperlados.

—Hermana, ¿Estás segura de esto? —preguntó aquella jovencita. Su hermana no contestó, solo siguió su rumbo hacia esa puerta—. No creo que debamos interrumpir la sagrada reunión de los dioses...

Su hermana mayor hizo caso omiso a las palabras de su hermana menor, no tenía cabeza para pensar siquiera en las consecuencias de interrumpir algo tan sagrado, que de hacerlo, las inextinguibles flamas del infierno de enorme fulgor serían un castigo "piadoso" de parte de los dioses.

CONSEJO DEL VALHALLA...

El sonido de varios seres sagrados discutiendo inundaba todo el lugar a tal punto de que era difícil entender sus palabras. Tal vez habían miles de dioses, o millones de ellos, a lo largo de la existencia misma han existido tantos que me es imposible escribir cuantos serían los que estaban presentes en aquella reunión sagrada. Todos discutían sobre el tema central de la reunión, la humanidad.

—¿Qué creen que debiéramos hacer con ellos? —preguntaba uno de estos dioses, de ojos color carmesí y dientes afilados como cuchillas.

—Creo que todos aquí presentes sabemos muy bien lo que debemos hacer con ellos, no hay por qué seguir negandolo  —dijo un tipo cubierto con una gabardina/túnica de color negro, con la cual cubría su rostro por completo, su voz gruesa y profunda podría ponerle los pelos de punta a cualquiera, y esa enorme y poderosa guadaña que reposaba a un lado suyo recostada sobre una manta de color rojo carmesí no hacía más que resaltar su enorme poderío.

Un anciano, quién estaba sentado justo en medio de todo el consejo, ordenó que todos guarden silencio porque ahora él iba a hablar. Con su temblorosa mano señaló la imágen del planeta tierra la cual se había proyecto en frente suyo y que estaba a la vista de todos.

Todos guardaron silencio.

—Muy bien, ah llegado el momento de decir que es lo que vamos a hacer con la humanidad —dijo el anciano quién colocó su mano justo debajo de la proyección del planeta tierra—, todos sabemos muy bien lo que los humanos le han hecho al mundo que se les ah otorgado, no hay por qué ocultarlo, todos los sabemos.

—¡Lo han estado destruyendo! —gritó lo que parecía ser un niño o un hombre de muy baja estatura, sentado en una de las últimas filas del consejo.

—Es la verdad, esa ofensa es imperdonable.

—¡Deben ser erradicados!

El anciano levantó un poco su mirada a todos los seres que volvieron a discutir y estos últimos guardaron silencio de inmediato, haciendo énfasis en que nadie debía interrumpirlo.

—Es por ese motivo que todos nos hemos reunido el día de hoy, para determinar qué es lo que se va a hacer con los humanos —el anciano levantó un pequeño cartel con el símbolo de la cruz—, creen que debemos erradicarlos sin piedad alguna, o... —levantó otro cartel con un símbolo en forma circular—, deberíamos tener misericordia de ellos y perdonar las ofendas que han hecho a lo largo de sus vidas.

Se puso de pie, con sus piernas temblando producto de sus miles y miles de años...

—¡¿Qué haremos con los humanos?! ¡Dioses, decidan! —exclamó el anciano.

¡Dioses, decidan!..

¡Dioses, decidan!..

¡Dioses, decidan!..

El eco de aquel anciano retumbó con gran poder en todo el consejo llegando hasta los rincones más profundos del lugar, y a cualquiera que no lo haya escuchado, con tal grito seguramente lo habrá hecho.

Detrás de aquella enorme puerta, la más pequeña de las hermanas escuchó y se aterrorizó de eso.

—Hermana Brunhilde, los dioses van a decidir qué hacer con los humanos, seguramente... —sus lágrimas empezaron a hacerse notorias—, seguramente van a querer...

¡Erradicarlos!

El sonoro grito de un ser de piel morada, con más de dos brazos fornidos, de cabellera negruzca y alborotada, con más de dos ojos teniendo dos abiertos, dos cerrados y uno abierto en medio de su frente levantó dos carteles dejándolo ver a todo mundo. El anciano que estaba en medio del consejo levantó su mirada hacia el individuo...

Shiva, el dios hindú de la creación y de la destrucción había opinado que debían ser erradicados.

—Los humanos deberían ser erradicados, ya me cansé de observar durante milenios las atrocidades que han estado cometiendo, día tras día, mes tras mes, durante siglos. Parece ser que ellos ni siquiera se detienen un momento a pensar en las consecuencias de sus actos, por eso deben ser erradicados hasta el último humano.

—Opino lo mismo que el señor Shiva —una voz femenina también hizo llamó la atención de todos, y de que forma si saben a lo que me refiero. Una hermosísima señorita, de cabellera rubia que resplandecía increíblemente, de una figura envidiable para cualquier mujer mortal tomó la palabra—. Los humanos al parecer no tienen remedio, contaminan los océanos del planeta que se les brindó, maltratan la tierra y extinguen especies a diestra y siniestra, el mundo es increíble pero los humanos...

—El mundo en realidad es espléndido y bello... —un tipo de cabellos blancos, piel verdosa y acento formal tomó la palabra interrumpiendo a aquella diosa, Afrodita—, pero los humanos son tan grotescos que arruinan su belleza, y esa es la razón por la que los humanos deberían ser exterminados, para regresar ese mundo a su antigua gloria. Los humanos son seres violentos que viven en una constante guerra, haciendo sufrir a sus semejantes y al mundo que se les otorgó sin pedirles nada a cambio salvo una excelentísima conducta, pero nos han demostrado, que ni eso pueden cumplir.

—¡Tiene razón!

—¡No deberían seguir viviendo!

—¡El cáncer de la tierra eso es lo que son!

—¡Deben sufrir un castigo inolvidable, la completa extinción, y que eso sirva de ejemplo a otras especies que vendrán luego de ellos!

Y así, cada uno de los dioses comenzaron a opinar los mismo, y cientos, miles o incluso millones de carteles con el símbolo de la X pudieron verse rodeando las gradas del consejo. La palabra que más podía escucharse era "EXTINCIÓN" siendo pronunciada a gran voz por miles de dioses que no paraban de gritar. El anciano observó la decisión de los dioses, así que volvió a sentarse en el sillón central del consejo y agarró su mazo con el que daría el juicio final...

—Entonces por decisión unánime, el destino de la humanidad será la extinción total de su raza —aquel mini planeta que estaba proyectado frente suyo, fué destruido por la misma mano del anciano quién lo apretó haciéndolo explotar—. Se ah decidido, la extinción de ellos.

Levantó su mazo y cuando estuvo a punto de golpearlo contra una base circular de madera y así dar por terminada la reunión, sucedió que...

—¡Aguarden un momento!.. —dijo alguien que ingresó sin pedir siquiera permiso a sus majestades, abriendo las puertas del consejo estrepitosamente.

—¿Eh? —murmuró el anciano.

El anciano logró frenar a tan solo milímetros el mazo de la base, creando una enorme onda de choque que a los demás dioses no les afectó en nada, pero si algún humano hubiera estado ahí, habría salido volando con aquel poder tan demencial.

Observó hacia donde esa voz femenina estaba.

—¡¿Quién tiene la enorme osadía de interrumpir esta reunión sagrada?! —gritó un tipo con una barba imponente, que con el solo uso de su voz hizo agrietar las paredes del consejo creando consigo un gran temblor.
Las grietas, todas ellas se dirigieron hasta donde estaba la persona que interrumpió la reunión.

Los dioses y todos los que estaban presentes dirigieron su mirada hacia donde estaba aquella mujer que tuvo la osadía de interrumpir no solo a los dioses sino también a la decisión más importante de la historia.

—¿Una valkiria?

—¿Qué hace una valkiria aquí?

—¿Acaso no sabe que interrumpir la reunión sagrada es un acto imperdonable?

Los dioses empezaron a murmurar entre ellos. Göll estaba asustada, observó hacia todas partes y todas las miradas caían sobre ella y sobre su hermana mayor.

Un dios se enfureció ante la interrupción y comenzó a desprender pequeños rayos desde su interior, pero no se trataba del dios nórdico, era solo un individuo que cuando se enfadaba era capaz de generar las más bestiales y abominables tormentas eléctricas.

La jovencita de cabellos blancos, con lágrimas en sus ojos y sus piernas temblando abrazó por la cintura a su hermana mayor, quién dicho sea de paso colocó su mano derecha encima de la cabeza de la pequeña, para protegerla en caso de cualquier eventualidad o inconveniente.

—Hermana... tengo miedo...

—Tranquila, Göll... —le susurró aferrandola más a ella, a pesar de esa mirada tan seria y su presencia tan imponente, en el fondo le importaba mucho su hermana menor.

—¡Ah! —graznó un cuervo de plumaje blanco—, es una valkiria, ¿Oye estúpida cómo se te ocurre interrumpir algo tan importante como esto? —preguntó el cuervo mirando a la valkiria desde el hombro izquierdo de un sujeto que, para resumir, su sola presencia hacia que sus enemigos se mueran de miedo, el dios nórdico supremo, el legendario y temible padre de la creación nórdica "ODÍN"

—¿Es que acaso no conoces la palabra respeto?, Los dioses te harán pagar por esto —graznó otro cuervo, ahora de plumaje negro, el cual estaba sobre el hombro derecho del sujeto con cara de ser un dios piadoso y lleno de misericordia, ¿Verdad?

El anciano quién estaba sentado en medio de todo el consejo, logró reconocer quién fué la que interrumpió dicha reunión tan importante.

—¿Eres Brunhilde, correcto? —preguntó—, ¿Por qué interrumpes algo como esto?, Tú mejor que nadie sabe perfectamente que ir en contra de la voluntad de los dioses se paga con un castigo inigualable.

—Lo sé señor Zeus, pero me vi en la obligación de cometer este acto imperdonable con un noble propósito —dijo Brunhilde, hablando fuerte, firme y claro para todas las deidades presentes en aquella reunión.

Eso confundió a los dioses. Shiva levantó con mucho aburrimiento la mirada y observó a la valkiria.

—¿Noble propósito?, ¿Cuál es ese noble propósito?

—¡Ah!, ¿Cómo te atreves a abrir tu asquerosa boca y decir noble propósito?, Nada que tenga que ver con los humanos puede ser noble —vociferó con fuerza el cuervo negro mirando a la valkiria.

—¡Tiene razón!

—¡Saquen a esa inmunda valkiria de este lugar!

—¡Hagan caer sobre ella el divino rollo de los cinco castigos!

El sujeto que tenía los cuervos en sus hombros posó esa mirada tan jodidamente incómoda de ver sobre la valkiria, observando sus movimientos, esperando a que diga solo una palabra incorrecta para borrarla no solo de la faz de la tierra, sino de la existencia misma.

—Brunhilde por favor, explícate —dijo Zeus.

—Sé... no, ¡Todos! Aquí presentes sabemos lo que los humanos son capaces de hacer, son seres violentos, ignorantes, con un hambre insaciable de poder y riqueza, los seres más violentos que jamás hayan existido.

—¡TODOS SABEMOS ESO! ¡NO INTERRUMPAS ESTE CONGRESO PARA DECIR LO QUE TODOS SABEMOS, VALKIRIA! —gritó un sujeto con una capa de color rojo y un adorno en su pecho en forma de león que sujetaba la capa.

—Pero...

Zeus levantó sutilmente su ceja cuando Brunhilde murmuró "pero"

—Los humanos, también han demostrado que, a pesar de toda la mierda que pueden causar, también tienen compasión, sentimientos, deseos de ayudar a sus semejantes. Aunque sean unos pocos, ¡Y es por esos pocos humanos que creo que esta raza puede cambiar si se les da la oportunidad de hacerlo! —exclamó a gran voz la valkiria frente a todos los dioses.

—¡Ya les hemos dado muchas oportunidades y ellos no cambian! —gritó un sujeto desde lo más alto de las gradas.

—¡Y nunca cambiarán! —gritó una mujer que vestía todo su cuerpo con unas vendas de color blanco.

A Brunhilde se le acercó un dios bastante jóven, que flotaba gracias una enorme almohada de color rojo con adornos de color dorados que brillaban con gran intensidad. Brunhilde lo miró directamente a los ojos...

—Valkiria... este... Los humanos nunca cambiarán, ¿Ok?, Ellos jamás en su patética vida lo harán, si pones enfrente de ellos todo el dinero que han anhelado durante toda su vida, o ayudar al prójimo, su avaricia los haría escoger el dinero y el poder.

—Tal vez —dijo la valkiria—, pero aún así, creo que debemos darles la oportunidad de defenderse y demostrar que no todos los humanos son una escoria.

—¿Defenderse? —preguntó Afrodita ladeando su cabeza mientras sus golems de tierra sostenían sus enormes atributos delanteros.

—¿A qué te refieres? —preguntó Shiva.

A Zeus no le estaba gustando hacia donde pintaba todo eso. Se puso de pie nuevamente con lentitud, sus piernas temblaban, pero era necesario interrumpir a la Valkiria...

—Brunhilde, si estás pensando lo mismo que yo, déjame decirte que...

—¡ASÍ ES, DEFENDERSE, LOS HUMANOS PUEDEN DEFENDER SU RAZA... MEDIANTE EL RAGNAROK!

Continuará...

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