CAPÍTULO 21

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Seiya se encontraba caminando por un oscuro pasillo, tan oscuro como el vacío cósmico, y tan silencioso como el mismo. Se preguntaba dónde estaba, antes estaba peleando contra la hija de Hades en la tercera ronda del Ragnarok, pero ahora parecía que había sido transportado a otro lugar.

Sin embargo, Seiya al escuchar a lo lejos una voz muy familiar, apresuró el paso, corriendo a toda velocidad, ya que esa voz, tenue al principio, llamó poderosamente su atención. Al final del pasillo, una enorme puerta de madera y adornos de oro y diamantes le impidieron seguir avanzando.

Seiya forcejeó esa puerta, ya que esa voz, lo desesperaba, lo obligaba a atravesarla. Cuando lo consiguió, ingresó en aquel lugar, llevándose la mayor sorpresa de su vida.

Frente a sus ojos, se encontraba su tan querida diosa, Athena, dándole la espalda, de rodillas, con la frente pegada al suelo, llorando, suplicando perdón y misericordia a todos los seres divinos que la estaban observando, con furia.

—¡Athena! —exclamó Seiya, en un fuerte grito, pero su diosa no lo observó, siguió suplicando y derramando lágrimas sin parar.

—¡¿CÓMO PUDIERON HACER ALGO COMO ESO?! —exclamó una voz masculina, un dios furioso y colérico de entre tantos dioses.

—¡TIENEN SIQUIERA UNA IDEA DE LO QUE ACABAS DE HACER, ATHENA! —gritó con tanta rabia una diosa también.

—Lo único que hicimos fué impedir la destrucción del mundo —dijo Athena entre lágrimas.

—¡MENTIRA TÚ Y TUS ESTÚPIDOS SANTOS DE BRONCE ASESINARON A HADES DIOS DEL INFRAMUNDO! —dijo otro dios gritando a todo pulmón.

—¡NO VAMOS A PERDONAR UNA OFENSA TAN GRANDE COMO ESA! —dijo otra divina.

—¡MUERTE, MUERTE A TODOS LOS HUMANOS!

Athena suplicó con tantas lágrimas que no hicieran eso, que los humanos no eran responsables de lo que ocurrió en los campos elíseos, fué ella en especial que asesinó a Hades, sus santos es decir, sus fieles caballeros solo la protegieron. Los dioses, en su infinita arrogancia y furia, no gritaban otra cosa más que muerte a toda la raza humana, la extinción total de la misma.

Seiya se enfureció al ver la actitud de los dioses, pero de nuevo concentró su mirada en su diosa al escuchar, claramente, como ella se ofreció como sacrificio, si iban a castigar y a asesinar a alguien sería a ella, ella debía pagar por lo hizo, no los humanos.

—¡No, Athena, no lo hagas! —Seiya corrió hacia donde estaba su diosa, pero no pudo acercarse ya que algo parecido a una pared invisible le impidió seguir avanzando. Seiya golpeó esa pared con desespero, al ver cómo su diosa estaba sufriendo y pidiendo la misericordia de los dioses.

Ella se ofreció como sacrificio. Los dioses se vieron a las caras unos a otros, y después de susurros y risas malvadas, aceptaron. Un tipo, es decir, un ente divino cubierto con una gabardina o túnica de color negro, con la cual cubría su rostro por completo se puso de pie frente a los ojos de Athena y de los dioses, exclamó a gran voz que ella sería sacrificada en lugar de la raza humana.

Su voz gruesa y profunda podía ponerle los pelos de punta a cualquiera, con guadaña en mano hizo que algunas cadenas al rojo vivo aparecieran de la nada, atrapando a Athena en el acto, provocando quemaduras tan severas en sus brazos, espalda, piernas, etc. Athena gritó de dolor, y entre lágrimas aceptó lo que los dioses harían con ella.

Seiya tan desesperado golpeó esa pared invisible, incluso la atacó con los meteoros de pegaso pero fué inútil, nada podía dañar esa pared, nada. Los dioses hicieron sufrir a Athena, hacerla gritar de dolor, derramar tantas lágrimas mientras ellos se reían, disfrutaban de hacerle eso.

Ante los ojos de Seiya, Athena recibió su castigo y él sin poder hacer nada, solo observó cómo a su diosa la asesinaron de una forma tan horrenda, que sería capaz de volver loco a cualquiera.

Seiya gritó por su diosa, golpeó esa maldita pared pero no sé rompía. Entre lágrimas el santo de pegaso vió también como los dioses asesinaron a sus compañeros, no solo les bastó con asesinar a Athena, sino que también sus compañeros corrieron con la misma suerte, en una escena tan horrenda y terrorífica que traumatisaría a cualquiera. Vió como su querido compañero dragón fué atravesado con algunas lanzas mientras lo tenían encadenado de ambos brazos. Cómo a Hyoga lo incendiaron y lo volvieron cenizas ante sus ojos mientras le gritaba a todo pulmón que lo ayude, pero el santo de pegaso no podía hacer nada. Cómo a Ikki lo azotaron tal cual alguna vez lo hizo el mayordomo de Saori, pero en esta ocasión era mucho peor, cada latigazo desgarraba su piel, estando cabeza abajo continuaron azotandolo sin parar mientras las risas de los dioses inundaron todo el lugar. Y Shun, el hombre con el corazón más noble y al que odiaba la violencia, corrió con la misma suerte que sus demás compañeros.

No solo fueron asesinados, sino que sus almas fueron erradicadas por completo, borrando su existencia como tal.

Seiya se cubrió sus oídos, cayó de rodillas al suelo, cerró sus ojos pero a pesar de todo eso, escuchó como sus compañeros sufrían y gritaban desesperadamente. Los gritos se intensificaron, por más que Seiya se cubría sus oídos podía escucharlos claramente. Sin embargo, Seiya abrió sus ojos al escuchar como Athena lo llamó, el santo de pegaso levantó su mirada y observó a diosa, de rodillas, a tan solo un metro de distancia.

Athena extendió su mano, Seiya entre lágrimas intentó tomarla pero, frente a sus ojos, los dioses literalmente le derritieron la piel volviendola una horrenda calabera, haciendo que el santo de pegaso diera un grito enloquecedor.

Todo eso continuó sin parar, y el santo de bronce sufrió todo eso, una y otra, y otra, y otra vez. El ciclo se repetía infinitamente.
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En la arena, Seiya estaba de rodillas ante Melínoe, con la mirada perdida en dirección al cielo, respiraba agitado, las lágrimas corrían lentamente por sus mejillas y uno que otro espasmo muscular se hacia presente.

—¿Q-Qué es lo que está pasando? —preguntó Heimdall—, ¡Seiya, el asesino de dioses, quedó completamente fuera de combate!

Los dioses gritaron con gran fervor, celebraron que Melínoe había derrotado a Seiya, que aunque no supieron exactamente como lo hizo, debió haber sido algo espectacular para dejarlo en ese estado. Göll no entendía que estaba pasando, si antes Seiya estaba peleando contra ella, ahora estaba de rodillas y en un estado tan deplorable.

Brunhilde apretó sus puños, sus dientes, maldijo a los dioses y también a Melínoe porque tenía una sospecha de lo había ocurrido. En la arena, Melínoe vió a Heimdall y le dijo...

—Oye, tú, este combate ya terminó —dijo la hija de Hades.

—Pe-Pero señorita Melínoe, él aún no...

—No te preocupes por eso —volvió a ver a Seiya—, él no volverá a levantarse, no solo destruí su mente sino también, su alma, ahora no es más que un cuerpo vacío, un ser sin ningún rastro de vida, y quedará así por el resto de la eternidad.

Melínoe se acercó al santo de bronce y le dijo, mirándole con odio...

—Créeme que me hubiera gustado destrozarte con mis propias manos, te odio maldito, espero que sufras eternamente —ella cargó algo de cosmoenergia en su mano izquierda y apuntó al rostro de Seiya—, adiós, Seiya

Acto seguido, una explosión de cosmoenergia sucedió y con eso, el santo de bronce salió volando por los aires, en tanto que su armadura también fué destrozada en el acto, con algunos trozos de la armadura dispersos por aquí y por allá. El castaño aterrizó metros más adelante, boca abajo, y sin ningún signo de que pudiera levantarse de nuevo.

Los dioses nuevamente gritaron emocionados. Ares se rió fuertemente, ver así a Seiya se sentía tan jodidamente bien que lo estaba disfrutando. Hermes por su parte, no del todo, ver así a su hermano era molesto. Los cuervos de Odín también estaban felicitando a Melínoe por su excelente participación en el Ragnarok. Afrodita suspiró, esperaba un poco más del castaño, al igual que Shiva, creyó que el combate sería espectacular, pero ahora pensaba todo lo contrario, y si él hubiera participado muy seguramente hubiera acabado en pocos segundos.

Göll por su parte vió como los pedazos de la armadura no brillaban, no volvían a unirse, por lo que entre lágrimas creyó que ahora sí efectivamente su hermana había fallecido luego de ese ataque.

Melínoe se dió la media vuelta y comenzó a retirarse, dejando la arena y también el combate. Heimdall, sin saber que hacer al respecto, no tuvo más remedio que proclamarla cómo ganadora de la tercera ronda del Ragnarok.

A pesar de que la armadura estaba hecha pedazos, Alvitr logró manifestarse a lado de Seiya, y si bien se notaba cansada y con heridas presentes en todo su cuerpo, poco o nada le importó eso. Intentó hacer que el castaño reaccione.

—¡Seiya, reacciona! ¡Reacciona! ¡Reacciona de una maldita vez o sino vamos a perder este combate! —dijo Alvitr, tomando al castaño de los hombros y sacudiendole con fuerza, pero era inútil, no podía hacerle reaccionar.

Seiya aún seguía sin reaccionar, estaba todavía sufriendo ese tormento dentro de su mente. Ese era el terrible poder de Melínoe, hacer sufrir a sus oponentes viendo y escuchando las cosas más dolorosas para ellos. Dentro de su mente el castaño todavía seguía escuchando el como sus compañeros y como Athena estaban siendo cruelmente asesinados y torturados.

Sin embargo, su enorme voluntad fué más grande que lo que estaba presenciando. Su furia creció. Se repetía a sí mismo que eso no era real, que no estaba ocurriendo, en tanto que elevaba más y más su cosmoenergia, más allá del séptimo sentido, más allá todavía. Su cosmo ardió tanto que logró liberarse de esa ilusión, lanzando un poderoso cometa y rompiendo esa pared invisible. Todo se derrumbó después de eso, los gritos cesaron, el tormento cesó, y el santo de bronce logró liberarse de ese tormento.

Seiya logró reaccionar, volviendo a la realidad, luego de haber presenciado algo tan horrendo cómo eso, ahora estaba más que decidido en acabar con ella de una vez por todas.

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