...

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

"Renunciar a amar es renunciar a vivir. El riesgo del dolor es el costo que pagamos por el intento de habitar un universo que tenga algún sentido" 
  
Rolón, Gabriel.  

 
 
 
 

 
 
 
Jung HoSeok la ha jodido en grande. Aun así, preso de su ridículo apodo, mantuvo la esperanza de resolver esta situación sin mayores inconvenientes.
Estaba incómodamente sucio, hambriento y dolorido. Deseaba comer algo -declaró toda la tarde y no probó bocado-, ducharse y aplicarse hielo en los golpes. Oh, y quería hacer pipí, pero se negaba a orinar frente al imbécil que le había dejado el labio partido y un dolor punzante en el pecho. Esto último, no necesariamente por la paliza.  

—Hey, cariño, ¿vas a ignorarme todo el rato?  

No deseaba iniciar otra riña cuando apenas pudo librarse de una pena mayor, pero el otro no hacía más que provocarlo. Ahora mismo, HoSeok quería estrangular a Jeon JungKook. Sin embargo, se mantuvo en su lado de la celda y evitó el contacto visual. Prefirió ver el piso que lucía bastante limpio, aunque olía a orines y productos de limpieza; las paredes daban cierto repelús con las marcas de uñas, escritos de amenazas, uno que otro nombre encerrado en un corazón y apestando a tabaco y café barato. Los camastros tenían un delgado colchón, que HoSeok no quería testear a qué olía, y una manta vieja con quemaduras y manchas pegajosas que, desafortunadamente, tocó apenas lo encerraron y quiso tomar una siesta.  

¿En qué diablos estaba pensando cuando hizo lo que hizo? No imaginó, sinceramente, que este día concluiría con él privado de su libertad. Y, para remate de un chiste sin gracia, pasaría noventa días trabajando junto a quien, con solo abrir la bocota, lo saca de quicio. JungKook siempre causó este efecto en él, despierta sus instintos combativos, pero, a pesar de ello, lo ama eviternamente. 
 
 
Tanto lo ama, presto a confesar, que muere una y otra vez, pero lo recuerda siempre. En cada puta vez que reencarna, HoSeok acaba siendo el mismo necio que pasa sus días rastreando el paradero de JungKook. ¿Que si podría renunciar a esta búsqueda? ¿Creen que no lo ha intentado? Lo busca y sino, lo encuentra igual. Cualquier solución que se pueda ocurrir, a él ya se le ocurrió. Esta es, para darnos por enterados, su onceava vida. Y sí, once puede parecerte poco en términos de eternidad, pero esto porque no cargas con los recuerdos de cada una de tus vidas anteriores. Basta el ejercicio de ponerse en sus zapatos para comprobar lo mucho que merece respeto y admiración por arrastrar la fatalidad de amar, en cada vida, a JungKook.   

Y en esta reducida celda en que está no tiene modo de esquivarlo.  

—Vienes a mí trabajo, me atacas, me gritas que eres mi ex de la vida pasada y luego pretendes hacer de cuenta que no existo, lindo… —La risita infantil de JungKook lo obliga a apretar la mandíbula. Practica respiraciones, no tan hondas debido a las fragancias particulares del espacio, hasta que se relaja nuevamente. 

Oh, santo karma, cómo quisiera patearle las bolas hasta que deje de actuar como lo está haciendo. ¿Es que no podía una vez en la vida, en una vida al menos, ser alguien del que enamorarse no resulte caótico?  

—Soy tu ex de la vida pasada y… prefiero que sigamos siéndolo —Suelta con rabia, temblando mientras le arden los pulmones por retener tanto tiempo el aire. Está exhausto.  
¡Qué suplicio! ¡Cómo duele, joder!

Tanto física como emocionalmente, recibió una brutal golpiza ¿Cómo no va a sufrir por enterarse que su amado es un gran embaucador? Un canalla que se gana el pan estafando a los crédulos que piensan que la vida puede estar escrita en sus manos o ser acertada con cartas de tarot.  

Aunque, a razón de ser justos, resultaba fácil caer en la trampa. En su segunda vida, estuvo preguntando, patéticamente, si alguien entendía por qué iba a dormirse por la noche y despertaba con un recuerdo del pasado. Nadie supo responderle. Y ni hablar de lo que implicaba reconciliar ese pasado con su presente. 

—Dices eso, pero viniste a mí —argumenta cínico JungKook, no dando tregua en lo que juega con sus múltiples aretes—. ¿Crees que no sé que me vigilas desde hace una semana? ¿Acaso eres un maldito pervertido? 
 
 
Bufó, ¿él, pervertido? ¡Si HoSeok podría hasta considerarse un beato! No hace más que nacer y recuperar piezas, tal cual un rompecabezas, de su vida anterior y con ello tratar de reunirse con sus seres amados. Y evitar, por supuesto, los odiados. Una ardua tarea, piénsalo, ¿cómo un niño acepta que sus padres no son los que recuerda, pero ama a estos también? ¿Y cuando nace sin hermanos siendo que su anterior vida fue el quinto de una familia numerosa? ¿Puede pensarse viendo a su mejor amigo convertido en su archienemigo? ¿O, peor, actualmente, ser primo de su asesino?   

Aunque con Kim SeokJin ha hecho las paces y es este, justamente, su único aliado. El único que, si bien no cree lo de su capacidad retentiva, al menos es lo suficientemente generoso de no encerrarlo en una clínica psiquiátrica.   

—Pensé que eras un buen hombre y me encuentro con que juegas con la ilusión de las personas —Le explica cansado de fingir que no se decepciona de amar a un desgraciado. 

Se traga la vergüenza de haberlo contemplado fervorosamente en los días previos a enfrentarlo. Días en los cuales, al parecer, no hizo un prolijo espionaje. HoSeok se encandiló por lo que visualmente representaba el afamado Monsieur Jeon, un adivino que aseguraba conocer de ti hasta los detalles más íntimos y morbosos.  

La fachada de Monsieur era atrayente por sí sola: rostro sereno y porte aristocrático que hacía sucumbir al público y resaltaba su fuerte mandíbula; nariz grande que sin afear sus rasgos lo tornaba incluso más guapo; boca de labios delgados, rosados, con un lunar precioso debajo. ¡Y pobre del infeliz que repare en sus ojos! Perdería total voluntad de irse. Por si no fuera poco, JungKook aclaró su cabello a un naranjo suave que contrastaba el bronceado de su piel; y la ropa de estilo hinduista, junto con los tatuajes, contribuyen a que lo que pronuncie cargue carácter ceremonioso. 

Pero Jung HoSeok, su amante en tantas vidas, distingue más allá de su aspecto físico. ¿Cómo quedarse prendado a algo tan superficial cuando lo que él pretende es el corazón y alma del mismo? Se ha pasado vidas enteras buscándolo. Veces, resultó en que JungKook murió antes de encontrarlo; otras, muere HoSeok sin hallarlo; y otras se matan entre sí. Incierto sus encuentros, porque si algo tiene esta condición maldita, que hace que HoSeok recuerde cada detalle de lo vivido, es que solamente él recuerda todo. Las demás personas que conoce no retienen más que déjàvus

Pesada nostalgia lo sacude; ha extrañado a JungKook tantísimo, ya que en la vida anterior se separaron sin poder reconciliarse. Por lo que hoy no alcanzó a razonar y se comportó como un energúmeno. HoSeok ya no sabe si es malo o bueno; fiel sí, si no lo recuerda. En tanto HoSeok no tenga recuperada la memoria de su perpetuo amor suele llevar una vida como cualquier otra persona. Sale, conoce gente, tiene sexo, se ha casado incluso y divorciado. HoSeok puede fingir que es un hombre más, que sus sueños quizá no sean ciertos, pero lo que no puede es perder a JungKook. Es él, de todas las personas que entran y salen en su vida, en cualquier vida, el punto constante.  

Ahora, incluso con lo ocurrido, se alegra de tenerlo cerca. Porque si bien JungKook no justifica su razón de ser como es, vuelve, de cierto modo y mitigando una maldición, significativo su reencarnar.   

Jeon JungKook, quien solo cambia de apellido, pues su cuerpo, rostro y nombre es siempre el mismo en cada vida —a excepción de cuando nació siendo JungSoo, una hermosa damisela y una historia para otra ocasión—. Con el don de afectar a HoSeok de maneras asombrosas, basta ver cómo han quedado tras pelear en pleno parque. 

—No era necesario que te inventes tal cosa —Se encoge de hombros JungKook tranquilo sin considerar lo terrible que la está pasando HoSeok; vuelve a sonreírle con picardía—. Eres sexy… yo hubiera caído de cualquier forma. 
  
Por favor, ¿sexy? ¿Ha pasado años buscándolo para que el otro apenas lo considere sexy? Qué chasco. Y qué prueba de fuego para su espíritu resistir y no cruzar a doblarlo en ese inmundo camastro para hundirse en él hasta que le resienta en esta vida y siga sin poder sentarse en la otra… Porque, ¿a quién va a mentirle? Él será entregado a pasiones honestas, mas no posee voluntad fiera si encuentra en su amor aquella mirada hambrienta y erótica. 
 
 ¿Puede Kim SeokJin sacarlo de una vez de allí antes de que termine haciendo algo de lo que se arrepienta? 

Por fortuna, es oído por vaya a saber qué deidad que lo atormenta dándole situaciones improbables: el rostro hermoso de SeokJin asoma por la celda. 

—Aigoo~ mírate cómo has quedado —Se burló el chico; HoSeok reprimió un insulto porque sabía que peligraba su libertad—. Supongo que no salió como esperabas, Hope, pero ¡anímate! ¡Vamos por fideos y soju! Tú invitas, eso sí, que yo he pagado media sanción que te correspondía. 
 
 —¿Podemos irnos? —inquirió contento JungKook, radiante.   

No obstante, Seokjin, que había sonreído simpatiquísimo, volteó a verlo fúrico y se acercó peligrosamente a los barrotes como si quisiera traspasarlos. JungKook, por instinto de conservación, retrocedió lo más que pudo, pretendiendo ser apenas un punto claro contra los manchones oscuros de la pared de la celda. No encajaba allí, mas, dado su modo de vida, sí que era posible que acabe seguido durmiendo en una comisaría. HoSeok se apenó. 
 
 —Tú te quedarás hasta que venga alguien a responder por ti, grandísimo idiota —escupió SeokJin, sus mejillas sonrojadas por el enojo. 
  
HoSeok, testigo mudo, apreció el modo protector de su primo. Y siguió sin entender cómo hacía el destino para decidir que la misma persona que lo estranguló hasta matarlo para robarle unas cuantas piezas de plata ahora es capaz de salir en su defensa. Sin embargo, más allá de cuestionar cualquier razón que el destino pudiera tener para hacer lo que hace, esto se trataba de JungKook. Así quisiera irse y dejarlo, esperar hasta morir y volverlo a buscar, no lo abandonaría allí. No, porque HoSeok lo ama sin méritos. Poco adepto a dar el amor como bonificación de buena conducta, ha amado a JungKook siendo jefe de una pandilla que se dedicaba a traficar drogas; como lo ha querido con cada fibra de su ser cuando este era apenas un decente mercader en un puerto. 
 
Que ahora JungKook fuese Monsieur, un manipulador pseudoadivino que juega a las ciencias esotéricas, pues, no disminuye su amor.  

—Jin hyung… —llamó HoSeok y SeokJin, ya intuyendo qué diría, lo detuvo apuntándole con el dedo.  
 
—Ah, no, no, no. Eso sí que no —comenzó a negar, pero percatándose de la expresión derrotada de su primo se ablandó y cabeceó despeinando sus rubios cabellos—. ¿Qué quieres que haga? Anda, antes de que me arrepienta. 
 
 
Agradeció con una sonrisa la poca resistencia de SeokJin. Entonces volteó a ver a JungKook que se mantuvo apartado. HoSeok tuvo que morderse los labios y cruzar los brazos para evitar ir hasta él a consolarlo y protegerlo. 
 
—Dile el nombre de tu amigo, el castañito que robaba contigo en la plaza —Sí, HoSeok lo descubrió cuando perdió su billetera—. Mi primo irá por él para que te vayas apenas apele a tu favor. 
  
JungKook lo miró por varios segundos, como testeando que fuese verdad el ofrecimiento de ayuda y al final negó, haciendo que su cabello, algo largo ya, caiga sobre su rostro. Con este gesto, HoSeok alcanzó a ver cómo el bonito perfil del chico se oscurecía por los puñetazos que le dio. La culpa, amarga, le trepó por la garganta.  
 
—JiMin hyung no querrá pisar la estación —mencionó con algo de risa en su voz—. Mucho menos si está de guardia el oficial Min. 
  
—Él es mi cuñado —dijo SeokJin aburrido, poco conmovido con el aspecto desaliñado de JungKook—. Lo convenceré de que no lo encierre también, aunque se lo tengan ganado ambos, par de delincuentes. 
  
—Gracias, pero prefiero quedarme. De todas formas, mi negocio está arruinado. Usaré estas horas para meditar en qué otro sitio me acomodo —dicho esto, JungKook se recostó en el camastro y cerró los ojos.  
  
SeokJin meneó la cabeza y quiso hablar, pero HoSeok le pidió unos momentos a solas. Cuando se lo concedió, se acercó hasta JungKook, quien se sentó en la cama y aguardó a que hable. Lo observó curioso y terminó por reír ante la mirada embelesada que HoSeok —puta madre— no podía evitar. 
  
—¿Por qué trabajas de esto? ¿No es mejor buscar un empleo legal?  
 
—Se me da bien engatusar a las personas —comentó el adivino, pero su atención estaba en otra parte. 
 
JungKook lo estudiaba y el corazón débil de HoSeok latía con esperanza. Maldita esperanza, su apodo y su eterna maldición. Esperanzado de que su vida actual sea la última; y, a la vez, rogando que no, si es que no terminaba bien todo con JungKook. 
  
Cuán feliz era en las ocasiones en que coincidían y su amor fluía sin inconvenientes mayores. Era entonces que creía que esta condición suya no era una maldición, sino más bien una chance de ser feliz. Podía obviar que estaba atrapado en un bucle si tenía a su lado al único que le prometía que la eternidad no era tan horripilante como se supone, siempre que lo encuentre. Así sea desde el odio, JungKook le habilitaba una distracción y un camino que no lo haga vivir porque, de cualquier forma, morir no tiene sentido para él.  
  
—Lo siento, te hice un planteo irrazonable. —murmuró HoSeok, compungido, cuando la mano tibia de JungKook tomó la suya—. No correspondía enfadarme. 
 
JungKook asintió, le dio vuelta la mano para ver la palma y trazar las líneas de la misma. Este gesto, por nimio que parezca, es lo que tanto perseguía HoSeok y que le ha hecho falta. Familiaridad. Al parecer, el adivino halló algo sorprendente pues abrió grande los ojos y luego alzó su propia mano para compararlas. HoSeok sabía qué veía. Allí, en ambas manos zurdas, las líneas de la vida, largas y llena de cortes, eran idénticas. No que esto tuviese explicación. Nada lo tiene. 
  
—Es… es verdad lo que dijiste —No sonaba a pregunta, pero HoSeok respondió de todas formas. 
 
—Lo es. Cada vida en la que nazco, eres tú a quien anticipo encontrar. No mentí, JungKook —El muchacho de cabellos claros asintió con el rostro en blanco. 
 
Sopesar una verdad semejante no era sencillo nunca, por lo que, en ocasiones, HoSeok simplemente desistía de conversarlo con JungKook. En vidas en que charlar de tal asunto podría resultar en que este lo tache de loco, se limitaba a conquistarlo y amarlo como si fuera la primera vez que se encuentran. Mas haber visto a JungKook cercano al esoterismo hizo que HoSeok tuviera esperanza —puta madre— en que este tendría la mente abierta para creer en lo que le dijera. Cuando notó que el adivino era un mentiroso, su dolor lo transformó en bronca y se abalanzó sobre él para, aunque no tuviera derecho, desquitarse. Castigarlo, incluso si JungKook no tiene culpa. 
  
—¿Por qué yo no recuerdo nada?  
 
—Lo mismo quisiera saber —respondió HoSeok, angustiado. Teoriza disparatadamente que, al no saber nadar, nunca se arrojó al río Lete y por ende conserva las memorias tras su reencarnación. 

Lo sencillo que sería para los dos, dentro de lo que era posible con tal condición extraña, si se recordaran y no fuera solo uno quien conserva cada recuerdo de sus relaciones.  
  
—¿De verdad me buscas en cada reencarnación? —JungKook parecía incapaz de aceptar tal cosa. HoSeok lo entendía, sonaba tan absurdamente romántico que daba arcadas. 
  
Pero no había romance. Eran más las contras que los pros de todo este enredo de vidas pasadas y amores eternos. Nacer y morir, amar no solo a JungKook, sino a otras tantas personas que no sabe nunca si volverá a ver y cómo es que las hallará. Por no hablar que su corazón está repleto de emociones que debe moldear para ajustar a la vida que le toque. Como, mencionó, dejar atrás el rencor que sintió por SeokJin cuando soñó el recuerdo de su muerte y descubrió que era su asesino.  Así con cada persona, así hasta la eternidad. 
 
La única constante es JungKook, los demás posiblemente dejen de volver a su vida. Y tampoco, para su causa de reconquistarlo, puede usar como armamento qué le gustaba al chico en el pasado porque en esta vida, siendo él mismo, a la vez no lo es. Su contexto cambia y él mismo es otro ya que nada perdura inmutable en el tiempo. 
  
—Qué agotador resulta —sinceró JungKook, todavía analizando su mano—. Por cierto, antes me has llamado por un apodo, ¿cuál era? 

—Nochu —Se sonrojó por lo cursi, pero no se alejó cuando vio la burlesca mueca de su amado—. Amabas que te diga así cuando… 
 
 Se detuvo. No, esa línea de pensamiento debía cortarse. 
 
—¿Cuándo…? —insistió JungKook, y si HoSeok no reconociera que es un farsante, hubiera creído que adivinó su pensamiento—. Ah, con que en esos momentos. ¿Y viniste, llamándome por el apodo que me prende, para ver si, de no reconocerte, al menos me excitase? Qué pervertido. 
  
HoSeok sintió el rostro arder y resurgir su molestia. Se levantó dejando caer la mano de JungKook y escuchando las carcajadas que daba por creer que lo había pillado. Aunque no era verdad que pretendía excitarlo, solo se le escapó el apodo.  
 
—Vete al diablo —pronunció con bronca, parándose junto a los barrotes al ver a un guardia acercarse para abrirle. Salió sin más—. Te veré en otra vida, JungKook. 
 
—¡Espera! —La desesperación de JungKook era evidente por lo que, débil corazón,  HoSeok se detuvo. 
 
—Buscaré a ¿JiMin? y lo convenceré de que venga por ti —comentó con tono frío, negándose a perderse en los ojos brillantes del otro—. No te preocupes. 
 
Esta era la parte difícil de las vidas en que no coincidían realmente para amarse: la despedida. 
 
—Dime una cosa —JungKook, advirtió HoSeok, era testarudo en el presente—. ¿Qué opinas del Chocolate mint? 
 
 
La pregunta tan inesperada que HoSeok se permitió reír, haciendo con esto que la sonrisa de JungKook se ensanche tras los barrotes. ¿Podía todo volverse más confuso, raro y angustiante? 
 
—Que es una maravilla, otra más, que amaría en cada reencarnar —opinó y agregó severo—: y si te atreves a criticarla yo… 
 
 
—Amo el Chocolate mint —Lo interrumpió JungKook, y casi saltaba en su sitio, siguiendo un impulso tonto, conmovido por la historia, quizá—. Mira, no te recuerdo, es verdad, y no debí reaccionar como lo hice cuando te enojaste conmigo, pero me tomaste por sorpresa. De todas formas, aunque soy un adivino de poca monta como dices, creo en las almas mellizas y… 
  
¿Qué era lo que pretendía JungKook? HoSeok aguardó, otra vez —puta madre—, esperanzado. El mote que le dio SeokJin de «i'm your hope, your my hope, im J Hope», parecía calzarle justo. 
  
—¿Y…? —animó a que continúe. 
 
—Pues, es simple.  He dicho que si existe mi alma melliza esta debe amar el Chocolate mint con pasión. Y pasaste esa prueba, ¿no? ¡Vamos por un helado! —invitó, torpemente—. Cuando salga de aquí, te invito a un helado. No tengo dinero para más, lo siento. 
 
HoSeok quiso asegurarle que era lo de menos el dinero, que no pasaba cada vida rastreándolo para luego poner queja por la situación económica de su amado. Pero, en cambio, se relajó y dispuso del destino para que este actúe, como siempre, a su antojo, rogando que la esperanza que nació no perezca miserablemente. 
 
—Okay, pasaré por ti el domingo. —Estaban a viernes, podía aguantar—. Adiós, Monsieur JungKook. 

Se alejó con paso ligero, porque se sentía flotar de dicha, oyendo a JungKook rezongar: 
 
—¡PERO NO TE HE DICHO DÓNDE ENCONTRARME!  
  
Y era verdad, pero, tratándose de él, Jung HoSeok era un experto rastreador. 
 
 

Fin. 



Nota:

Este OS fue publicado dentro del proyecto Cinema Bangtan © FlyKingSquad. Invitados quedan a ver tal proyecto y los demás del Squad, que son preciosos;  FlyKingSquad 💜

¿Por qué lo traje a mi perfil? Porque me gusta el HopeKook, y me gusta la historietita. No es una historia de amor, pero se lo parece bastante.

En fin, ¡Gracias por leer!

Bye :)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro